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mayo 1st, 2017 by José Basaburua

Redacción: Sila Félix/José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. La galaxia Judicial Navarra, aunque jamás llegue a dar el juego de la madrileña —preñada de enorme número de juzgados y una siempre mediática Audiencia Nacional— también genera sus chascarrillos y noticias “de interés público” o dignos del siempre en guardia “periodismo de investigación”. Pamplona (Navarra), lunes 1 de Mayo de  2017. Fotografía: Pamplona (Navarra) y San Sebastián (País Vasco) España. 12.03.2017 a las 20:57 (EFE)-. Cuatro detenidos por incidentes en el Casco Viejo de Pamplona. La ‘kale borroka’ deja imágenes de los años 90 en el Casco Viejo de Pamplona. Decenas de encapuchados lanzando piedras a los policías, agentes atrincherados tras contenedores de basura volcados en mitad de la acera, cajeros en llamas… Podría ser la descripción de una escena de kale borroka de hace 20 años, pero ocurrió este sábado en el Casco Viejo de Pamplona tras una manifestación a favor de la amnistía para los presos de ETA. Los incidentes se saldaron con cuatro detenidos, uno de los cuales es menor de edad y ha quedado bajo la custodia de sus responsables legales. Archivo Efe.

Así, diversas recientísimas resoluciones judiciales, emitidas por dos órganos navarros, han sido lanzadas al estrellato que nos ilumina: la imputación por parte del juez Fermín Otamendi de una mochila de tipos delictivos, de larga trayectoria y variada proyección, al staff de los 21 más duros de entre los duros de Indar Gorri, y los tres autos judiciales de 19 de abril de Eduardo Mata Mondela  por los que levanta la intervención administrativa de las comunicaciones orales, escritas y familiares a los tres guipuzcoanos encarcelados en Pamplona, por su participación en la guerrilla urbana, perpetrada por la muchachada de ATA, el 13 de marzo en la parte vieja de Pamplona.

Otamendi ha sido no poco valiente ante el sancta sanctorum de Indar Gorri y su coartada pseudo-política. Tal cualidad le viene caracterizando en su obrar profesional; pero también cierto carácter polemista. En esta ocasión —mejor no traer a colación el caso Abel Azcona y el desprecio de ambos a los más sagrados sentimientos de tantos navarros— el juez Otamendi ha realizado un sano ejercicio de sentido común, en negro sobre blanco, y en sede judicial.

¿Delincuentes, futboleros y abertzales? o ¿abertzales, futboleros y delincuentes?

Tiene su mérito la cosa, pues no es sencillo encararse con una banda de matones escorados al desbarre delictivo, acostumbrados a que les hagan la ola en cualquier ciudad española, mimados por las juntas directivas del sacrosanto Osasuna y, todo ello, para mayor inri parapetados en la identidad colectiva autodenominada abertzale y su sectaria protección. ¿Futboleros, delincuentes y abertzales? ¿Delincuentes, futboleros y abertzales? o ¿abertzales, futboleros y delincuentes? No importa, pues en esta ocasión el orden de los factores no altera el producto.

Al caso le queda no poco recorrido judicial en el que pueden pasar muchas cosas: no descarten, pues, sorpresas diversas, presiones, filtraciones, manifestaciones, fotografías comprometedoras, pruebas de última hora, etc. Pero, y ya venía siendo hora, los ciudadanos decentes, la gente de pueblo normal, necesitábamos un chute de alegría y seguridad de este tipo: que, por fin, un juez se mostrara fuerte con los fuertes, y no fuerte con los débiles o débil con los fuertes; que es lo que sucede tantas veces. Una incómoda realidad que tanto desmoraliza a la ciudadanía; además de la característica y resignada lentitud judicial que –estos días— viene alarmando, por ejemplo, a Esperanza Aguirre —ahora— en relación a sus procesados amigos Lucía Figar e Ignacio González.

Por si no les suena el nombre, les diremos que Eduardo Mata es el discreto —y más que bueno, buenísimo, pero de pura bondad— Juez de vigilancia Penitenciaria de Navarra. El único que hay.

Este magistrado, decíamos, ha acordado que las comunicaciones con el exterior de los tres gorilas encarcelados desde el pasado 13 de marzo ya no sean intervenidas, por la dirección de la prisión de la colina de Santa Lucía, en coherencia con los protocolos aplicables a los sospechosos de actuación terrorista en cualquiera de sus modalidades, por elementales motivos de seguridad.

Eduardo Mata, Don Eduardo para todo el mundo, al igual que sus colegas de la Audiencia Provincial de Navarra considera que estos muchachos vinieron a Pamplona por pura casualidad, pues «… no existe referencia alguna a que los hechos se hubieren desarrollado en el ámbito de una organización o grupo criminal, no existiendo concreta referencia a ninguna organización o grupo criminal de las características contempladas en aquellos artículos, como intervinientes en esos hechos objeto de dicho atestado y cuya finalidad sea la comisión de delitos de terrorismo».

Pobrecitos, seguro que alejados de sus cálidos hogares cualquiera les habrá engañado; su relación con ETA, ATA o lo que sea, no existe

De modo que, si hemos entendido algo —pues un pobre mortal difícilmente está capacitado para comprender la gran trascendencia y el alto sentido de las resoluciones judiciales— los tres salvajes del Goierri vinieron desde su idílica y pastoril Rentería natal a Pamplona de turismo; que su relación con ETA, ATA o lo que sea, no existe; que la juerga fue espontánea e improvisada. Pobrecitos, seguro que alejados de sus cálidos hogares cualquiera les habrá engañado; o pasaban por allí y la policía, pues ya se sabe…; o un par de copas y cómo rechazar una fiesta; o estaban jugando a policías y lad…, perdón, abertzales, ese juego de niños tan popular en algunas ikastolas.

En cualquier caso: ¡qué abuso!, ¡qué exceso! Ni sentido común, ni prevención alguna, ni experiencia profesional. Y es que de los carceleros y sus jefazos de Madrid, cualquier cosa. Menos mal que los puritanos están para remediarlo…

Tal será la cosa que el propio juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, ha criticado a sus colegas navarros, según ha recogido alguna prensa navarra el 26 de abril, acusándoles de banalizar el terrorismo. Lástima que lo afirme un juez que participa en tantas ruedas de prensa. Mejor, pensamos, trabaje —cuanto más mejor— en silencio y que hablen otros.

Estos jueces navarros no recuerdan que hace 10 años unos como éstos les habrían “ejecutado” sin pensárselo dos veces 

Seguramente estos jueces navarros no recuerdan que hace 10 años unos muchachos como éstos les habrían colocado en los bajos de su coche familiar una “tableta” explosiva o les habrían “ejecutado” sin pensárselo dos veces caso de recibir la orden y presentarse la ocasión. Pero los tiempos cambian, ¿o no?

Hablábamos de sentido común, ése que caracteriza a la gente sencilla que lucha a diario por sobrevivir dignamente y tratar de entender lo que está pasando. No en vano, se trata de una falta absoluta de sentido común, o un ejercicio irresponsable de buenismo, de ignorar la realidad, distorsionarla a golpe de sofismas, mirar pero sin querer ver que terrorismo es terrorismo; ya sea de “alta” o de “baja” intensidad. Tiro en la nuca o kale borroka.

Ayer, hoy y mañana. Si se perpetra cualquier modalidad de terror en nombre de un proyecto ideológico y con una estrategia, ¡eso es terrorismo! Aquí y en Corea del Norte. En la Rusia de los Zares o en la aburrida Bélgica. Lo haga un “lobo solitario” o una banda internacional; que hay de todo y para eso es terrorismo y no filantropía o turismo activo. Después vendrán los matices: que si colaborador, encubridor, integrante de la banda, dirigente, sicario a sueldo, que si asesinato, robo de explosivos, estragos o acoso a jueces…, tecnicismos —para la inmensa mayoría de gentes normales— en suma.

Debemos estar agradecidos al juez Otamendi; respecto a Mata, Eduardo, y sus colegas, lamentablemente no podemos decir lo mismo

Cuando en la práctica judicial el sentido común está ausente o es politizada, o se interpreta al servicio de los dogmas de lo políticamente correcto, o del alternativismo jurídico marxista, o se cede a la presión mediática o ambiental, o al buenismo y a la autocomplacencia, entonces tal práctica ya no es justicia: ha dejado de ser justicia para ser pura y dura injusticia.

Cobardía y renuncia; aunque los argumentos a posteriori no falten y se sumen oportunistas palmeros de tantos colores e intereses bastardos.

Por todo ello, y sin que cause precedente, los ciudadanos que valoramos la paz social, que queremos creer en el funcionamiento de la justicia, que anhelamos poder confiar en las instituciones… debemos estar agradecidos al juez Otamendi, Don Fermín. Respecto a Eduardo Mata, Don Eduardo, y sus colegas, lamentablemente no podemos decir lo mismo.

abril 12th, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Los actos conmemorativos celebrados en Bayona el pasado 8 de abril, con motivo del desarme (¿?) de la banda terrorista ETA, evidenciaron varias cuestiones. Pamplona (España), miércoles 12 de abril de 2017. Fotografía: Bayona (Francia), sábado 8 de abril de 2017. Teatrillo terrorista y proetarras de la ETA, desarme y entrega de Armas. El terrorista exmiembro de la banda terrorista de las Vascongadas de España (ETA), Josu Zabarte (en el primer plano de la imagen), conocido como el ‘Carnicero de Mondragón’, durante el teatrillo terrorista de Bayona (Francia) el sábado 8 de abril de 2017, con el motivo de la entrega de parte de las armas de la banda terrorista ETA. Efe.

1. ETA no ha desaparecido. No se trata únicamente de que, acaso, conserve una parte de su arsenal, por ejemplo cierto número de las pistolas robadas en su día en Francia, sino que ETA, como organización “desarmada”, seguirá jugando un papel en permanente ajuste con el resto del autodenominado MLNV; incluso más allá de su absoluta disolución. De ser “impulsor” y “vanguardia” iniciales, pasó décadas después a “garante”. Ahora se reducirá progresivamente a “guardián de las esencias” y “mito movilizador”, lo que no implica que su liderazgo desaparezca, pues persistirá al menos en la continuidad personales de líderes muy concretos de Sortu. Además, ¿dónde termina ETA y empieza Sortu?

2. El proceso anterior está siendo muy controlado por sus protagonistas. Ha sido largo, tampoco ha resultado sencillo, ni han podido evitar algunas disidencias (Ibil, ATA) debidamente aisladas y contenidas de manera oportunista. Pero, con todo, el control de ETA del conjunto de sus arsenales indica que el retorno al terrorismo –por parte de algún grupo disidente al modo del IRA Auténtico o IRA Continuidad- encontraría dificultades de todo tipo; especialmente el rechazo de la masa social “abertzale” que ha demostrado gran cohesión interna y una incuestionable fidelidad a su liderazgo.

3. Aunque la banda se encuentra “licuada”, el terror de ETA continuará desplegando sus perversos efectos: cientos de crímenes sin esclarecer ni castigar (de lo que casi 400 de ellos, asesinatos), persistencia del miedo y prácticas mafiosas unilaterales, perversión del lenguaje, intento de apropiación del denominado “relato” del terrorismo, imposición de escenarios ficticios de convivencia presuntamente plural, etc.

Bayona (Francia), sábado 8 de abril de 2017. Teatrillo terrorista y proetarras de la ETA, desarme y entrega de Armas. El terrorista exmiembro de la banda terrorista de las Vascongadas de España (ETA), Josu Zabarte (en el primer plano a la derecha de la imagen), conocido como el ‘Carnicero de Mondragón’, durante el teatrillo terrorista de Bayona (Francia) el sábado 8 de abril de 2017, con el motivo de la entrega de parte de las armas de la banda terrorista ETA. Efe.

4. El teatro desplegado en Bayona fue, ante todo, un acto propagandístico dirigido a la masa social explícita y fielmente “abertzale” -además de escaparate para los medios de comunicación internacionales-, que deberá emprender un nuevo proyecto sin el aval del terror de las armas y con la persistencia de un duro enjuiciamiento ético desde amplios, aunque escasamente dinámicos, sectores sociales.

5.  La presencia coreográfica de los autodenominados “artesanos de la paz” –a quiénes nunca se vio con las víctimas de ETA y que, por el contrario, alguno de ellos fue tristemente conocido por verdugo (el “carnicero de Mondragón”)- no ha logrado engañar a la mayoría de analistas españoles, salvo que ya estuvieran predispuestos al adormecimiento autocomplaciente de un giro dialéctico más.

6. Pese al radical anticristianismo de las masas “abertzales”, han figurado entre los “artesanos” dos clérigos. La del obispo metodista irlandés es anecdótica, pues apenas hay vascos o navarros adeptos a esta confesión en vías de desaparición. La presencia de uno de los dirigentes de la católica Comunidad de San Egidio (sin arraigo significativo en estas tierras; entidad en ocasiones agente vaticano para situaciones delicadas y de emergencia), indica que los obispos católicos de ambos lados de la muga se encuentran más que “quemados” tras décadas de servilismo acrítico y de prácticas equidistantes de buena parte de sus antecesores frente al terrorismo. En este difícil contexto, para sus fines pastorales, persiguen el reagrupamiento de la base residual de creyentes vascos y navarros todavía practicantes, en general muy alejados del totalitarismo separatista, quienes conviven en unos territorios que se sitúan entre los que cuentan con mayor porcentaje de anticatólicos militantes de todo el mundo.

7. Los “agentes sociales” implicados al servicio de ETA, así como su característica dinámica interior y exterior -antes y durante el teatro de Bayona- confirman que la concepción ideológica de la autodenominada “izquierda abertzale” sigue siendo la de siempre: nacionalista panvasquista, marxista-leninista y gramsciana. Su “sociedad civil” es la de los “agentes populares” al servicio de los mismos fines que el de sus correlativos “agentes políticos” y hasta ayer mismo, “armados”, es decir, terroristas. La admisión y práctica, aunque fuere parcial y mínima, de su lenguaje y tácticas, implica un plus de aparente legitimidad y una ventaja de juego para los amigos de los terroristas.

8. Las declaraciones allí pronunciadas, y el editorial de Gara del día siguiente (enlace), marcan las líneas de trabajo del trabajo emprendido por ETA/Sortu y demás “brazos”: acumulación de fuerzas rupturistas; relanzamiento del proceso “soberanista”; cohesión de la masa social afín; acercamiento oportunista a Podemos al objeto de cercenarle progresivamente su base electoral; disputa del liderazgo del bloque burgués del PNV; apoyo a las “salidas individuales” de los 300 terroristas encarcelados (entre España y Francia) y exigencia simultánea del “acercamiento” de los “enfermos”, primero, y de los demás después; control y deslegitimación de los radicales de ATA; presión creciente a sus socios de gobierno navarros.

9. Por lo que respecta a Navarra, ETA/Sortu, una vez superado el “periodo de debate interno” con el que se ha desactivado ETA en su modalidad histórica y se viene redefiniendo Sortu por enésima vez, tendrá más espacio y capacidad de maniobra en su política de presión sobre el resto de socios de gobierno. Todo ello se orienta hacia una radicalización en sus línea políticas y propagandísticas: petición de acercamiento de los “presos navarros” a Pamplona-1, profundización de la “agenda” de la construcción nacional vasca en Navarra, mantenimiento de la presión callejera, nuevos “avances” en la educación, marginación y ostracismo de las voces navarristas disidentes, control formal e informal del espacio público, imposición del imaginario panvasquista en todos los órdenes de la vida pública, impulso de toda medida que quiebre las figuras de autoridad ajenas a su cosmovisión totalitaria, etc.

10. En este “nuevo escenario”, en el que se seguirán sucediendo nuevas iniciativas cuyo objetivo es anular la voluntad de resistencia del españolismo navarrista, social y político, la sociedad civil navarra deberá transitar un camino jalonado de trampas, chantajes, manipulaciones y presiones en el que no habrá atajos ni para el que existen soluciones mágicas. La renuncia de cualquiera de sus signos de identidad implica el fortalecimiento del separatismo panvasquista -en esta fase que concibe como decisiva- así como la pérdida de espacios físicos o morales devenidos en irrecuperables; dinámicas a la que únicamente podrá responderse desde la diversificación, la especialización y la incorporación de nuevos agentes sociales con voluntad de lucha en el ámbito público y metapolítico.

abril 8th, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – El ex viceministro principal de Irlanda del Norte y miembro del Sinn Féin Martin, McGuinness, falleció el pasado 21 de marzo a los 66 años. Pamplona (Navarra), sábado 8 de abril de 2017. Fotografía: Pamplona (Navarra), jueves, 6 de abril de 2017. José Basaburua-. Ni Navarra es Ulster, ni Irlanda es Euskadi. Jueves En Navarra como en Irlanda nos gusta el verde, Viva va la Guardia Civil, dice el autor firmando la fotografía. Lasvocesdelpueblo.

La comitiva de su sepelio, recorriendo las románticas calles de su Derry natal, se ganó las portadas de todos los diarios impresos de ámbito nacional y espacios notables en los noticieros televisivos.

Por lo que se refiere a Navarra, los diarios separatistas impresos en circulación le dedicaron reportajes y obituarios, recuperando anécdotas jugosas de complicidades pasadas y presentes.

Martin, McGuinness no se avergonzaba de haber sido dirigente clandestino del IRA, nada menos que su jefe militar por un tiempo, para luego impulsar la vía “política” por la “pacificación” encarnada por el Sinn Féin. Al menos en este sentido -que tantas críticas, tan lógicas como justas, le generó- era valiente; no como los dirigentes separatistas panvasquistas que venimos padeciendo desde hace décadas, acomplejados, agazapados y emboscados de mil maneras.

Inevitablemente, en todos estos reportajes salpicaron algunos supuestos paralelismos con el caso vasconavarro.

Pues no: ni Navarra es el Úlster, ni Irlanda es Euskadi. Ni España es Gran Bretaña.

El grupo terrorista IRA se ganó no pocas simpatías en sectores sociales españoles muy dispares: especialmente entre los separatistas vascos y catalanes, pero también en otros católicos y/o anglófobos.

Hemos mencionado el concepto de “paralelismos”; recordemos ahora un poquito de historia básica.

Irlanda, al ser invadida por los ingleses y escoceses definitivamente en el siglo XVI, ya reunía una serie de características «nacionales» que la diferenciaban de su vecina y conquistadora Inglaterra: unidad geográfica, uniformidad lingüística y cultural, conciencia nacional, unidad religiosa, cierta estructura de poder territorial.

Euskadi, el proyecto político ideológico del separatismo vasco, como tal, nunca ha existido; siendo un constructo teórico elucubrado por los hermanos Arana a finales del siglo XIX.

Otra diferencia: jamás ha existido en el País Vasco y Navarra, al contrario que en Irlanda, un conflicto religioso: su población ha sido mayoritariamente católica, incluso con mayor intensidad que el resto de la nación española. Nunca hubo dos comunidades armadas y enfrentadas; sí, un partido-movimiento terrorista que jugó y juega todas las bazas posibles, dolorosamente, la de verdugo.

Tampoco se implantó, en estas tierras nuestras, medida alguna que persiguiera el sometimiento de la población autóctona mediante el «puño de hierro» de unos «ocupantes» foráneos; podría alegarse lo contrario: el proletariado emigrado fue explotado por la burguesía separatista.

Nunca se perpetró expolio material alguno. De hecho, en estas tierras vascas y navarras jamás se conoció nada parecido a un régimen colonial de explotación. Así, en el caso irlandés, la isla fue sometida al estatuto de «colonia», mediante un sistema de  «plantaciones». Expropiaron, por ello, las propiedades agrarias de los terratenientes autóctonos y de otros muchos, siendo redistribuidas por la Corona inglesa conforme su libre criterio en beneficio de los ocupantes escoceses, fundamentalmente, y en detrimento de los pequeños propietarios católicos; quienes terminaron siéndolo a nivel minifundista.

Aquel tremendo episodio histórico de la «hambruna de la patata» -en la que se recreara el novelista León Uris con su Trinidad, sufrida a mediados del siglo XIX y que acarreó la muerte de la cuarta parte de la población de la isla y una emigración masiva a Estados Unidos entre los supervivientes- era simplemente inimaginable en el País Vasco y Navarra. No en vano, tan dramática circunstancia histórica, fue en gran medida consecuencia de tan injusta distribución de la propiedad de la tierra y de viciadas prácticas comerciales monopolísticas y de monocultivo propias de las «plantaciones».

En nuestras comunidades la propiedad de la tierra continuó en manos de los autóctonos, conservándose todo el Derecho privado propio y el correspondiente régimen de transmisiones patrimoniales; lo que generó que todo el País Vasco y Navarra estuvieran jalonados de medianas propiedades, sin apenas minifundio y muy escaso latifundio. En consecuencia, no hubo desplazamientos de población foránea al objetivo de diluir y expoliar a los autóctonos. Tras unos siglos generando emigrantes, dada la pobreza endémica de estos territorios, a partir del XIX, especialmente en Vizcaya, fueron cientos de miles los emigrantes procedentes del resto de España desplazados por motivos económicos, empleados como mano de obra barata, fortaleciendo con su fuerza de trabajo el desarrollo industrial local y los beneficios de una clase empresarial genuinamente vasca y no poco separatista. Incluso muchos hijos de esos emigrantes, en las últimas décadas, se entregaron en cuerpo y alma a la causa de la «liberación nacional y social de Euskadi» desde la trinchera terrorista y del nacionalismo más radical; lo que desmiente la existencia de una supuesta «ocupación» y sí confirma una problemática colectiva causada por la persistente acción de la ideología nacionalista y el correspondiente voluntarismo político.

Por lo que respecta a Navarra, ya fue en la segunda mitad del siglo siguiente cuando se invirtieron sus seculares tendencias poblacionales.

Este es el problema real: el impacto humano de una ideología totalitaria que, como tal, no asume la realidad sino que la reinterpreta. Y por tanto, la falsifica; Empezando por su propia y genuina historia.

Por ello hay que decirlo alto y claro: ni Navarra es el Úlster, ni Irlanda es Euskadi. Ni España es Gran Bretaña.

marzo 25th, 2017 by José Basaburua
'La crisis de la Derecha Política: Modernidad y Posmodernidad ', un artículo del colaborador de Lasvocesdelpueblo, José Basaburua. Imagen facilitada por el autor. lasvocesdelpueblo.

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Gilles Finchelstein, director general de la Fundación Jean Jaurès, próxima al Partido Socialista Francés y autor de “Piège d’identité: réflexions (inquiètes) sur la gauche, la droite et la démocratie”, (Fayard, Paris, 2016), afirma en una cita recogida por Marc Bassets el 18 de marzo que “Vivimos una desestructuración de las líneas divisorias. Es decir, la división derecha-izquierda sobre la que se estructuraba toda la vida política hace treinta años, poco a poco ha perdido su legibilidad y, para muchos franceses, su pertinencia”. Pamplona (Navarra) España, sábado 25 de marzo de 2017. Fotografía: Pamplona (Navarra) España, sábado 25 de marzo de 2017. ‘La crisis de la Derecha Política: Modernidad y Posmodernidad ‘, un artículo del colaborador de Lasvocesdelpueblo, José Basaburua. Imagen facilitada por el autor. lasvocesdelpueblo. 

No es el único que así opina. Si bien desde otras orillas ideológicas, el impulsor de la equívocamente denominada Nueva Derecha, el también galo Alain de Benoist, asegura en numerosos artículos (especialmente en su todavía inédito libro en español “Le moment populiste, Droite-gauche c’est fini”, PG de Roux, 2017) que los conceptos de derecha e izquierda habrían perdido su vigencia; no en vano, ambos se habrían desplazado, perdiendo buena parte de sus señas de identidad características, convergiendo ambas en gran medida y transformándose en coartada –con diversas sensibilidades cara al mercado electoral- de una oligarquía mundialista impulsora de un totalitario “pensamiento único”.

Más cerca de nosotros, el vasco-francés Arnaud Imatz ha trabajado esta perspectiva en su libro “Droite/Gauche: pour sortir de l’équivoque” (Editions Pierre-Guillaume de Roux, Paris, 2016). En palabras del belga Christopher Gérard, “por división izquierda/derecha, Imatz entiende un artificio creado para reforzar la ideología dominante, mezcla de materialismo y de multiculturalismo dogmáticos, ya que responde a las necesidades de una oligarquía tecno-mercantil que detesta instintivamente todo lo que se opone a la homogeneización fanática del mundo y al reino sin dividir que el Duque de Guise llamaba en su momento  ‘la fortuna anónima y vagabunda'”.

A un juicio análogo llegan también en España, si bien desde presupuestos muy diversos, autores como el recientemente fallecido Gustavo Bueno, José Javier Esparza y Rodrigo Agulló.

Desde esta perspectiva, la crisis de las derechas políticas en España, y de otros países, no sería otra que la pérdida de su razón de ser. Ser de derechas significaría muy poco o nada para la mayoría de nuestros coetáneos. Mientras que el espacio social antaño “de derechas” afrontaría, desconcertado y a la defensiva, la revolución cultural radical-progresista que viene desplegándose desde hace décadas, en el contexto de la globalización, su élite política tomaría un rumbo dispar que lo alejaría del mismo. Pero en esta deriva, las élites estarían acompañadas de gran parte de sus electores naturales, integrándose ambos –con más o menos resistencias según los casos- en el nuevo orden de cosas que viene denominándose como posmodernidad.

A lo largo de las tres entregas anteriores hemos pretendido, únicamente, sacar a relucir algunas cuestiones que entendemos decisivas en el debate cultural y político de hoy; especialmente desde la realidad sociológica de lo que se viene llamando “derecha”. No pretendemos ser originales, pues casi todo está dicho ya; pero sí centrar nuestra mirada en los problemas reales.

Nadie mejor que el historiador y ensayista Pedro Carlos González Cuevas para ayudarnos a sintetizar el estado de la cuestión; no en vano es quien mejor y más ampliamente ha estudiado, desde la historiografía científica, la derecha política española y el pensamiento conservador. Y ello sin olvidar que también es uno de los mejores conocedores españoles de otras figuras fundamentales de las derechas europeas, como Charles Maurras, Carl Schmitt o Maurice Barrès. En una entrevista concedida a Todo Literatura aseguraba que “las diversas familias doctrinales de la derecha han sido incapaces de renovarse. El tradicionalismo católico desapareció con el Concilio Vaticano II. La tradición liberal-conservadora de Ortega y Gasset no ha tenido, desde Julián Marías, seguidores de altura. Incluso se ha pretendido dar una interpretación social-demócrata de ese legado. Lo mismo ocurre con la tradición empírico-positivista de Gonzalo Fernández de la Mora. El falangismo murió intelectualmente en los años sesenta del pasado siglo. Por otra parte, la Iglesia católica ha sido incapaz de renovar el apoyo de las elites intelectuales. Las figuras de Pedro Laín Entralgo o de Xavier Zubiri o del ya citado Marías han carecido de continuidad. Los intentos de adaptación de la Nouvelle Droite de Alain de Benoist a la realidad española han fracasado”.

Visto su actual panorama intelectual, por lo que respecta a su expresión política, asegura consecuentemente: “… hay que señalar que existe una clara diferencia entre la derecha como base social y el Partido Popular. El Partido Popular es una parte de la derecha, pero no engloba al conjunto de ese espacio social, político y cultural. En realidad, y lo he dicho muchas veces, es el Partido Popular el enemigo por antonomasia no ya de la consolidación, sino de la aparición de otras alternativas de derecha”. Las principales causas, conforme su juicio, de esta situación serían: “… falta de proyecto político y cultural; desprecio hacia su base social; pereza mental; complejos históricos: la derecha hegemónica no sabe qué hacer, por ejemplo, con el franquismo; desmovilización política, cultural, social; ausencia de alternativas; conformismo, etc.”. En suma, la derecha, o mejor dicho las derechas, sufrirían una crisis de identidad y sentido; con la consiguiente desconexión élite/base social.

González Cuevas concuerda con los demás analistas, mencionados en nuestras anteriores entregas, en que a lo largo de estas últimas décadas la derecha política española se habría refugiado en una gestión de la economía con ciertos toques liberales, renunciando a la batalla de las ideas; de modo que su acción política se caracterizaría por su reactividad ante una izquierda siempre en perpetua ebullición. Pero, lo que es más grave, una vez en el poder se ha limitado a mantener el status quo, de modo que bajo sus gobiernos los avances legislativos y sociales de las izquierdas se han consolidado; especialmente en lo que se refiere al modelo familiar y a la extensión de los denominados “nuevos derechos sociales”. Tal inacción, ¿se debe a una inoperatividad de raíces acaso intelectuales, o a una renuncia expresa de su identidad en tránsito ineludible hacia un nuevo paradigma que no sería otro que el del pensamiento único?

Recordemos que Gonzalo Fernández de la Mora interpretaba los cambios mencionados como un proceso de “desideologización” -que no de desaparición de las ideologías- que generaría, con avances y retrocesos, una convergencia entre derecha e izquierda.

Para el profesor González Cuevas “… la enfermedad fundamental de la derecha realmente existente en España, es decir, el Partido Popular es el ‘centrismo’. Como señala el politólogo Julien Freund, el centrismo es una manera de anular, en nombre de una idea no conflictual de la sociedad, no sólo el enemigo interior, sino las opiniones divergentes”. El autor desvela, así, el preciso mecanismo de ingeniería social del pensamiento único al que la derecha política se habría sometido obedientemente.

La cuestión, entonces, es: ¿por qué la derecha se ha desideologizado en tan sorprendente operación de “centrismo” acelerado? Las élites que así vienen actuando, ¿no tuvieron otras opciones? Como primera respuesta diremos que se mueven “a lomos de la Historia”; si bien espoleados por crematísticos intereses de oligarquía.

Debemos señalar que, para diversos autores, el concepto mismo de “derecha” es cambiante, estando sometido a una rápida evolución histórica. De hecho, no existe un concepto universalmente aceptado de lo que significa derecha política en cualquier momento de la Historia, ni siquiera en diversos contextos geográficos contemporáneos. Derecha, también izquierda, son conceptos en sí problemáticos y según tales autores, progresivamente vaciados de contenido.

José Javier Esparza (“En busca de la derecha [perdida]”, Áltera, Madrid, 2005), constatando lo anterior, concluye que “lo que define a la derecha y a la izquierda es la posición relativa que cada cual ocupa a lo largo del proceso de la modernidad”. De modo que derecha e izquierda son inseparables del debate intelectual por excelencia: la crisis de la modernidad y la irrupción y aprehensión intelectual de la denominada posmodernidad.

Por su parte, Rodrigo Agulló (“Disidencia Perfecta. La Nueva Derecha y la batalla de las ideas”, Áltera, Madrid, 2011) sintetiza y concreta esta cuestión de la siguiente manera: “… la izquierda era la gran heredera del movimiento de la Filosofía de las luces, que a partir de la Revolución Francesa inaugura la modernidad. Y la derecha se convirtió en el custodio de aquellas actitudes de la pre-modernidad que iban siendo progresivamente relegadas por el mito del Progreso. Si tuviéramos que caracterizar muy brevemente esas actitudes, destacaríamos un solo rasgo: su carácter predominantemente antieconómico. Se trataba de ese entramado de valores, creencias y formas de vida propias de las ‘sociedades tradicionales’ que se encontraban en oposición casi absoluta a los intereses de las nuevas clases burguesas, y por lo tanto eran contrarias a la “ideología económica” construida por los padres del liberalismo. De esta manera, la izquierda se situaba siempre del lado del ‘progreso’, mientras que la derecha lo hacía del lado de la ‘conservación’ o la ‘reacción’. Sin embargo, a lo largo de dos siglos el eje de esa confrontación se fue desplazando sistemáticamente hacia la izquierda: mientras la derecha iba progresivamente aceptando la filosofía de las luces y el liberalismo (especialmente en sus aspectos económicos), la izquierda llevaba hasta el extremo la ‘ideología económica’ de los padres del liberalismo, al proclamar el marxismo que ‘todo es economía'”.

Nos encontraríamos, entonces, en tránsito hacia un nuevo escenario, o una nueva época histórica, que se viene denominando posmodernidad, a la vez que son desarbolados los viejos paradigmas filosóficos, los diversos “relatos” explicativos de la realidad y la misma existencia humana; aunque no se sepa apenas de qué se trata en puridad de conceptos. No obstante, debe constatarse que, desde la política y las ciencias sociales mayoritarias, al menos en Occidente, sí se le está dotando de un discurso ideológico articulado y coherente. De ahí el contundente éxito del “pensamiento único” en política, el impacto de las nuevas tecnologías y los cambios antropológicos que ya está generando, y las poliédricas y desconcertantes caras de la globalización. En este contexto, las clásicas “derechas” e “izquierdas”,  especialmente las primeras, habrían perdido buena parte de su sentido al no saber adaptarse a una nueva realidad en acelerada transición.

Pero, ¿qué es la posmodernidad? Son muchas las definiciones y buena parte de ellas centradas en aspectos parciales de tan novedoso paradigma: estéticos, existenciales, filosóficos, políticos, antropológicos…

Mencionemos, a modo ilustrativo, una de estas perspectivas. Así, a decir de Daniel Innerarity, “la filosofía ha perdido ‘la esperanza de la totalidad’ (Adorno). Si las totalidades ofrecidas por la modernidad han resultado equivocadas, ahora ya no se ofrece una nueva síntesis sino que se decreta el sincretismo de la razón, la fragmentación del mundo de la vida, la desconexión entre los diversos saberes y dominios científicos, la imposibilidad de justificar la acción y establecer la legitimidad política”.

En tal perspectiva coinciden muchas de las diversas aproximaciones a la posmodernidad, afirmando que la modernidad y sus grandes relatos –o mega- relatos- ya no responderían a los desafíos de la razón; y por lo que más directamente nos atañe, cristianismo y marxismo “clásico” estarían agotados.

La filósofa y ensayista española Rosa María Rodríguez Magda va todavía más lejos, incorporando en su acervo algunas aportaciones de Baudrillard, Bauman y Zizek. Si la posmodernidad postulaba el fin de los mega-relatos, veíamos, transitaríamos hoy en una nueva etapa histórica que denomina “transmodernidad”, caracterizada por la aparición del nuevo “gran relato” de la globalización que estaría respondiendo los retos de la modernidad desde las críticas posmodernas.

Pero también hay autores que niegan la mayor: la posmodernidad no sería sino el conjunto, en ocasiones contradictorio, de las respuestas críticas que desde una “razón adulta” se proporcionarían a la insatisfactoria “razón joven” de la Ilustración y la modernidad (Asensio Martínez Ortega, “La posmodernidad y mi laberinto. Una teoría del conocimiento, 2013, La gran batalla de nuestro tiempo”, A-Anroc,  2014).

En la posmodernidad, liquidados los mega-relatos, las derechas, que transitaron agónicamente en una modernidad a la que se enfrentaron, ¿han perdido su razón de ser? No en vano, el hombre líquido (Zygmunt Baumann), liberado (Foucault), el hombre desarraigado (Josep Miró i Ardèvol), o emancipado (Chantal Delsol) –quienes encarnarían al prototípico individuo posmoderno- son contrapunto de la mentalidad y valores de cualquiera de esas “derechas” aparentemente sin respuestas.

Ya estemos en una crisis histórica, o en la agonía de una modernidad que se resiste a morir, ya en tránsito a un tiempo nuevo todavía en configuración, ello no quiere decir que no sobrevivan -o se generen- disidencias frente a los efectos de la globalización y su pensamiento único: algunas por completo inéditas y apenas expresadas y comprendidas; otras, rescoldos del Viejo Orden y acaso esperanza de un futuro aunque impreciso cambio.

Volviendo al inicio de este texto, veíamos que nuevas problemáticas estarían quebrando la clásica dicotomía derecha/izquierda. Es el momento de hablar de los nuevos actores sociales y de los populismos; lo que haremos en nuestra próxima entrega.

marzo 16th, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Al atardecer del sábado 11 de marzo, la violencia abertzale, el terrorismo en definitiva, retornó a las calles de Pamplona. Y lo hizo bajo esa máscara eufemísticamente denominada por algunos “budas” del régimen como terrorismo de “baja intensidad”; o kale borroka. Pamplona (España), jueves 16 de marzo de 2017. Fotografía: Kale Borroka Pamplona. La violencia abertzale retorna a Pamplona: de ATA o de ETA, terrorismo es terrorismo. Imagen facilitado por el autor. lasvocesdelpueblo.

Se venían organizando para ello y se les esperaba. Las redes sociales echaban chispas desde hace días, pero, sorprendentemente, únicamente cuatro detenidos… de Rentería. Al menos de momento.

Y, de nuevo, la ceremonia rutinaria del rechazo a la violencia “venga de donde venga”; aunque siempre proceda de la autodenominada “izquierda abertzale”. ETA, ATA, Ernai, Jarrai, etc., etc.; siglas análogas para viejas historias. Violencia y más violencia. Pero todos estos entusiastas del olor a la gasolina y a la capucha negra, estos yonquis de la adrenalina callejera espoleada por el alcohol y el speed, siempre son abertzales por mucho que quieran disimularlo Sortu, Bildu, sus compañeros de viaje en coalición y sus socios de gobierno.

La violencia perpetrada desde la autodenominada “izquierda aberzale”, en sus diversas expresiones, viene siendo noticia de manera recurrente; y ello a pesar del supuesto “fin del terrorismo de ETA”: periódicas acciones de kale borroka; agresiones a adversarios políticos, militantes de otros partidos y guardias civiles; amenazas múltiples; también en el ámbito ultra futbolero (Indar Gorri, sin ir más lejos, en su peculiar maridaje de abertzalismo y delincuencia común sujetos a investigación judicial).

Hagamos un poquito de memoria. Un día se enfrentan a golpes en la parte vieja de San Sebastián con los “oficialistas” de Sortu (http://www.navarraresiste.com/2017/02/ensalada-de-tortazos-en-la-izquierda.html). Otro distinto, desde ATA, se agrede físicamente al portavoz de Elkarrekin Podemos en el parlamento vasco Lander Martínez (http://www.deia.com/2017/03/06/politica/euskadi/podemos-euskadi-denuncia-que-lander-martinez-fue-agredido-por-un-simpatizante-de-ata-). El sábado, “tomaron” la parte vieja de Pamplona… ¿hasta cuando se les va permitir sigan practicando el terror impunemente?

Desde hace unos meses, Sortu, “brazo político” de ETA (nacido en febrero de 2011), se encuentra en un proceso interno de debate y “refundación”. No es la primera vez, ni será la última. Recordemos que Sortu es la principal fuerza -marcando su línea en todo momento por su mayor implantación social, número de militantes y lo que significa ser heredero histórico de toda la trayectoria de ETA- de la coalición de partidos EH Bildu; integrada también por su escisión “moderada” Aralar, los restos de la del PNV Eusko Alkartasuna, Alternatiba (una escisión minúscula de Izquierda Unida de 2009) y Gorripidea (los troskos recalcitrantes que no admitieron la disolución de Zutik).

La existencia de “disidentes” y “disidencias” en la izquierda abertzale no es ninguna novedad. A lo largo de su historia algunos destacados dirigentes “desaparecieron” de la noche a la mañana del panorama público, siendo relegados al ostracismo. Fueron los casos de los históricos  Francisco Letamendía, Jokin Gorostidi, Txomin Ziluaga o Iñaki Esnaola.

En otros supuestos eran expulsados sin mayores miramientos; otra buena lista de militantes de “base”. Y excepcionalmente tuvo lugar una escisión en toda regla, liderada por Patxi Zabaleta, que daría origen a Aralar, asunto fechado en 2001 por el que todavía sus protagonistas siguen pidiendo perdón…

En el caso de los nuevos disidentes a los que nos hemos referido al principio de este texto, concurren matices algo distintos; no en vano, las circunstancias históricas –objetivas, que dirían los marxistas- están cambiando.

En primer lugar, observemos, no se ha producido la escisión en toda regla de un sector “político” organizado de Sortu. De hecho, el espacio social en el que esta disidencia -que añora los “viejos tiempos”- ha conseguido ciertos logros, es el de los familiares y apoyos a los “presos políticos” de la banda, es decir, a los terroristas encarcelados. En Gestoras en su día, el EPPK, Etxerat, Sare después, al igual que en cualquier otro ámbito de la “izquierda abertzale”, el centralismo democrático -es decir, un rígido control de arriba hacia abajo- viene caracterizado cada uno de sus calculados movimientos. Últimamente, sin embargo, están “moviéndose” un poquito, permitiendo que los presos terroristas que todavía permanecen en prisiones españolas, puedan acogerse a “beneficios” penitenciarios de carácter personal. Ante estos movimientos, los “disidentes” han montado su propia estructura denominada “Amnistia Ta Askatasuna” (ATA), anclada en la vieja e inamovible reivindicación de amnistía para todos los terroristas; dándose su primer baño de masas el 29 de agosto de 2015 en Bilbao y reuniendo a 4.000 personas el 28 de noviembre del mismo año. Para Sortu/ETA toda disidencia, individual o colectiva, es una disidencia; y, siempre, una traición: ya sea “política” (Ibil, por ejemplo), social (ATA), “socialdemócrata” en busca de nuevos horizontes (Aralar en su día) o que mire a “gloriosos pasados” (EE).

Efectivamente, los “disidentes” siguen mirando al pasado. Por ello tratan de reproducir el esquema organizativo de la histórica alternativa KAS: un brazo político, otro social, cultural…  ¿y militar?

Ibil, como proyecto político-militar, está en liquidación desde que la dirección de ETA exigiera a su promotor, el ex-concejal de Herri Batasuna en Ansoáin Fermín Sánchez Agurruza, cesar en sus correrías (http://www.diariovasco.com/politica/201502/22/hizo-llegar-mensaje-privado-20150222122529.html). Ahora es otro grupo, Eusko Ekintza (Acción vasca), el que pretende constituirse en “brazo político”; en la auténtica Herri Batasuna; habiéndose presentado en público el 22 diciembre del 2012 en Alsasua (http://www.euskoekintza.eu/eusko-ekintza-alderdiaren-legalizazioa/) y, después, Herritar Batasuna, que se dejó ver frente al Monumento a los Fueros de Navarra en Pamplona el 29 de enero pasado (https://borrokagaraia.wordpress.com/2017/01/29/herritar-batasuna-sortzeko-eztabaida-prozesua-abiatu-dute/) arrogándose ser el germen de una nueva Herri Batasuna y difundiendo el correspondiente manifiesto fundacional (http://www.euskoekintza.eu/texto-fundacional-de-la-herritar-batasuna-en-castellano/).
Van muy despacio. Son pocos y aislados; en general militantes muy veteranos junto a una hornada de otros muy jóvenes e inexpertos. Son calificados por los analistas “oficialistas de trotskistas”; pero estrictamente no lo son. Más bien destaca entre ellos una sensibilidad “anticapitalista” e, incluso, “libertaria”. Recordemos que en el pasado las escisiones trotskistas de ETA, por ejemplo, ETA VI Asamblea en 1970, originaron partidos “españolistas”. No es el caso. Estos disidentes de la autodenominada izquierda aberzale “oficial” no pretenden converger con espacios revolucionarios del resto del Estado, (como la mencionado de ETA VI que originó la LCR, o la anterior del MCE en 1966-69), sino retornar a los orígenes de una idealizada Herri Batasuna (en la que confluyeron los partidos ANV, ESB, HASI y LAIA) posterior en el tiempo a ambas escisiones; pues alejarse del espíritu primigenio de esa ya lejana HB estaría en la causa de la crisis que sufriría -a su juicio- una autodenominada “izquierda abertzale” de la que formarían a su manera parte, y que perciben como estancada, con pérdida de la iniciativa política, a la que acusan de desmovilización y alejarse de la calle, con más de 300 terroristas encarcelados “sin salida” y un de par de miles de “exiliados” todavía.

Pero no nos confundamos. La línea divisoria entre “oficialistas” y “disidentes” no es el empleo o no de la violencia política (terrorista o de cualquier otra expresión), no en vano ya se han zurrado entre ellos y, cuando han podido, unos y otros la han practicado; siempre con ganas y sin remordimientos: agresiones a adversarios políticos, huelgas generales y kale borroka por parte de Ernai, Ikasle Abertzaleak y otros grupos “oficialista”, etc. La línea divisoria, en definitiva, es la marcada por la dirección de Sortu/ETA: o con ellos, o contra ellos. Y no admiten disidencias.

Afortunadamente, al menos de momento y a pesar de las intenciones de algunos “históricos”, a las estructuras que empiezan a organizarse muy lentamente en línea “disidente” (EE y ATA) no le respalda, o incluso dirigiría, ninguna organización terrorista “clásica”; tal y como pasó en otras épocas de su historia (recordemos la existencia paralela de ETA M, ETA PM y CCAA y sus respectivos “brazos políticos”; o la del IRA Auténtico y del IRA Continuidad, en Irlanda del Norte, que también cuentan con minúsculas expresiones políticas). Pero tal circunstancia no es tanto un fruto de la prudencia o de cierta evolución por su parte, como de impotencia.

La “izquierda aberzale oficial” ha congelado ETA, pues ya no rinde los resultados que en su día produjo. Es decir, han renunciado de momento al terrorismo de coche bomba y tiro en la nunca por razones tácticas (a corto y medio plazo); pero no a la kale borroka y otras expresiones de terrorismo de “baja intensidad” (terrorismo, en definitiva). Con todo, algunos irreductibles, indisciplinados y alejados de la “realidad sociopolítica” marcada por la dirección de Sortu/ETA no lo han entendido o no lo quieren entender. Es lo que sucede cuando ya no está por completo operativa una organización terrorista que resuelve las disidencias e indisciplinas con “desapariciones” o tiros en la nuca.

Estamos, pues, en un escenario en parte novedoso. Venimos sufriendo mucho menos terrorismo; aunque sus efectos perversos perduren. Pero no ha desaparecido del todo: así, la kale borroka continúa siendo una forma nada desdeñable –desde la perspectiva de sus nefastas consecuencias personales y sociales- de terror y violencia. Y aunque la línea oficial de la banda ha “apostado” por el cese de la “lucha armada”, no es imposible que algunos irreductibles, conforme se consolide tal disidencia calificada absurdamente como radical, intenten retomar -si bien a menor escala de lo ya sufrido décadas atrás, no en vano sus apoyos siempre serán muy exiguos- unas u otras formas terroristas. No en vano el terror forma parte de su ADN ideológico y existencial.

Es lo que caracteriza desde siempre a la “izquierda abertzale”: sus semillas impregnadas de violencia totalitaria pueden germinar siempre que exista “campo abonado”. Y ello significa, a efectos prácticos, elaboración teórica justificativa, un liderazgo carismático e indiscutido y un movimiento social de apoyo. IBIL, ATA, EE… en ello están.

En todo caso, la realidad se impone: de ETA o de ATA, terrorismo es terrorismo.

No obstante, determinadas manifestaciones de tamaña violencia están dibujando, poco a poco, un escenario que podemos de calificar, en cierto modo, como novedoso. Así, desde que algunos supuestos disidentes abertzales radicales (¿más todavía?) organizaran Ibil  y Eusko Ekintza, allá por 2012, como grupúsculos dirigidos a los descontentos con la “línea oficial” de Sortu y la progresiva desactivación de ETA, tales vienen protagonizando también algunos sucesos de carácter violento. Parece ser que fue el caso del sábado último en Pamplona.

febrero 23rd, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Este retazo demoscópico apuntaría, por una parte, a que España sería una de las naciones que se ha descristianizado más rápidamente y, por otra, a que el nacionalismo español (dígase también patriotismo, aunque evitaremos en esta ocasión polémicas sobre la no correspondencia de ambos conceptos que nos llevarían a un sinfín de matizaciones escasamente operativas) que en su día pudo caracterizar a las Derechas, se ha diluido socialmente. En cualquier caso, el denominado nacional-catolicismo se habría extinguido, sociológicamente entendido. Pamplona (España), jueves 23 de febrero de 2017. Fotografía: En la imagen, un hombre indicando la derecha y la izquierda, ¿Existe una Derecha política en España? ¿Pervive todavía una mentalidad ‘de Derechas’?, Lasvocesdelpueblo.

En nuestros últimos dos artículos, publicados en La Tribuna del País Vasco, nos hacíamos eco de algunas cualificadas tesis que aseguran que la Derecha política española habría desaparecido. De este modo, a decir del historiador Stanley Payne, habiéndose impuesto en España el pensamiento radical-progresista en prácticamente todos los ámbitos de la convivencia familiar, social y de la vida pública, únicamente perviviría una “no izquierda”.

En segundo lugar, recordando otras de las tesis de Gonzalo Fernández de la Mora y de Rodrigo Agulló, sosteníamos que el hecho de que la derecha política española hubiera desaparecido se debía tanto a factores externos como internos; es decir, habría sido desmantelada adrede.

En ambos artículos afirmábamos, no obstante, que en determinados ámbitos sociales, ya a nivel colectivo, ya a título individual, todavía era posible encontrar sujetos con una mentalidad “de Derechas“.

Stanley Payne concretaba los valores ideológicos de la derecha histórica española en los siguientes conceptos: la religión, el nacionalismo y el autoritarismo; un juicio ajustado al menos para la de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo, pero no para la de las décadas subsiguientes.

De hecho, en la actualidad, salvo para algunos grupúsculos —término empleado no en sentido peyorativo sino como constatación sociológica— de ideas tradicionalistas o franquistas, tales valores han dejado de cumplir función alguna en la cosmovisión y la vida cotidiana de la mayor parte de la sociedad española; también entre aquellos sectores herederos —biológica o socialmente— de aquellas primigenias derechas. Veamos, a continuación, una perla ilustrativa de tamaña transmutación.

Según el trabajo de investigación de Pew Global intitulado What It Takes to Truly Be ‘One of Us` («Qué es necesario tener para ser verdaderamente ‘uno de los nuestros») apenas un 9% de los españoles considera que la tradición religiosa de un país sea indispensable para la definición de su identidad nacional. Por el contrario, en Grecia tal convicción supera el 50%, en EEUU, el 32%, en Italia el 30% y en Reino Unido el 18%.

Suecia y Holanda nos acompañarían en unos niveles igualmente bajos. Este trabajo concluye que, en general, la lengua y el hecho de haber nacido en el país en cuestión son los elementos que los ciudadanos consideran como más importantes a la hora de definir a alguien como “de aquí” o “de fuera”; unos factores que podríamos calificar como un tanto light y muy alejados del coherente corpus ideológico de las derechas históricas españolas.

Este retazo demoscópico apuntaría, por una parte, a que España sería una de las naciones que se ha descristianizado más rápidamente y, por otra, a que el nacionalismo español (dígase también patriotismo, aunque evitaremos en esta ocasión polémicas sobre la no correspondencia de ambos conceptos que nos llevarían a un sinfín de matizaciones escasamente operativas) que en su día pudo caracterizar a las Derechas, se ha diluido socialmente. En cualquier caso, el denominado nacional-catolicismo se habría extinguido, sociológicamente entendido.

Por otra parte, tal ratio no deja de ser indicador de una percepción social coloquial de que en España no es posible ser patriota y que de producirse alguna expresión pública en este sentido, rápidamente se es descalificado como franquista, reaccionario, casposo, etc.; cuando no atacado físicamente. A no pocos y muy recientes hechos me remito.

Entonces, ¿cómo definir esa “no izquierda” que, según afirma Payne, pervive aún en España? A su juicio, recordémoslo, sería «una entidad amorfa, democrática, práctica y tolerante, que no acepta los mitos de izquierda». En principio no parece ser un enunciado excesivamente clarificador; siendo muy distante de los tres principios que él mismo especificara como propios de las derechas de los años 30. Más que una definición dogmática, se nos antoja una intuición de carácter “transversal”.

Ciertamente, “mitos de izquierda” hay muchos: prácticamente todos los que integran lo “políticamente correcto”, nutridos desde el posmarxismo, la ideología de género, el animalismo, el multiculturalismo, el mundialismo y la globalización; es decir, el omnipresente y totalitario “pensamiento único”.

De modo que si existen —todavía— sujetos y sectores no asimilados a esta ideología totalitaria de rasgos aparentemente suaves, a pesar de todas las técnicas de ingeniería social empleadas desde hace décadas, tal desafección debe ser tenida muy en cuenta; no en vano es el único entorno social del que pudiera surgir una protesta y, ulteriormente, una propuesta alternativa al actual estado de cosas. Una posibilidad que —ya anticipamos— en España vislumbramos como muy remota.

De hecho sí que existen desajustes sociológicos difíciles de explicar, a pesar del machacón discurso imperante, si bien no han sido capitalizados políticamente. Es el caso, por ejemplo, de la percepción social de la pena de muerte. Todos los partidos políticos con representación parlamentaria rechazan tal posibilidad.

Tampoco se escucha voz alguna, en ningún foro público relevante, que reclame tal solución punitiva, por valorarse inaceptable desde cualquier perspectiva y a extirpar; salvo ocasionalmente como muestras de dolor en el entorno de brutales crímenes de resonancia mediática. No estamos justificando, ni explicando, tal posicionamiento: nos limitamos a recordar un dato sociológico público.

Con todo, pervive entre los ciudadanos españoles una cierta adhesión a tan expeditiva medida. En 2008 un tercio de los jóvenes españoles la apoyaban. Cuatro años después, conforme un estudio de Simple Lógica Investigación de febrero, un 20,6% de encuestados era partidario de la pena de muerte para casos especialmente graves.

Desgranémoslo un poco. Tal porcentaje era superior entre los hombres (un 23,2%) que entre las mujeres (bajando al 18,0%). Era más alto entre los más jóvenes con respecto a los de mayor edad; de modo que en los consultados con edades situadas entre los 16 y 24 años representaba un 27,5%, mientras que en mayores de 65 años ese porcentaje se reducía al 13,2%. Por otra parte, sus partidarios se reducían conforme se elevaba su nivel de estudios o estatus social, situándose en un 13,2% y un 17,2%, respectivamente, entre los sujetos con estudios universitarios y de clase social alta o media alta, mientras que ascendía al 23,9% entre los titulares de estudios primarios o con nivel inferior, y al 22,1% entre los de clase media-baja o baja.

Por último, las diferencias eran manifiestas entre los votantes del PSOE y del PP, pues mientras que entre los socialistas representaban un 16,3%, los partidarios de la pena de muerte, entre los populares, sumaban un 23,0%; tampoco era un diferencia insalvable. Volviendo al segmento joven, en 2014 el porcentaje de partidarios de la pena de muertes se habría elevado al 56%.

Pese a tantas campañas sensibilizadoras, siempre en contra, de ONG´s en medios de comunicación, ámbitos locales y diversos entornos multiculturales; de los temarios de educación para la ciudadanía, en la misma línea, para colegios y universidades; de no pocas películas unánimes -en sentido contrario- y celebrado éxito internacional… ¿cómo explicarlo?

Un último apunte al respecto. A lo largo de estos días se ha difundido, en algunas cadenas radiofónicas españolas, que en Gran Bretaña se había detectado un mayor porcentaje de partidarios del Brexit entre los favorables a la pena de muerte que en el resto de la ciudadanía. Un dato, ciertamente, no poco malicioso…

Esas referencias anteriores indican —n su conjunto— que los estudios demoscópicos encierran, en ocasiones, paradojas de muy compleja explicación y que las etiquetas apriorísticas no explican ni determinan todos los comportamientos y sistemas de creencias personales; además de que en otros países —al menos en los de tradición cultural anglosajona— estos indicadores no se excluyen, en un intento de integrarlos en los movimientos de la opinión pública.

Volviendo al esquema derecha/izquierda, el mencionado Rodrigo Agulló, por su parte, no niega la existencia de ciudadanos situados a la derecha del espectro ideológico, si bien suaviza muchos de sus rasgos, conforme la conceptuación primera de Payne, caracterizándolos como: «una persona “de orden” a la que no gustan las “cosas raras”, trasunto secularizado de lo que antes venía en llamarse “pueblo de Dios“.

Con una actitud básicamente reactiva a los asaltos de la izquierda, la derecha pierde inevitablemente la batalla de la imagen. Extraviada en un mundo de ligereza y banalidad, la derecha comunica severidad y rigidez. Cuando trata de adaptarse a los modos de la izquierda, “suena falso” y diluye su identidad».

Coincide con Payne, no obstante, en que las derechas españolas se han desdibujado culturalmente, a la par de haber perdido suelo político. Traigamos a colación, aquí, cómo los diversos estudios demoscópicos en los que los consultados deben situarse ideológicamente en una escala de 10 a 0 (por ejemplo los de Metroscopia) de derecha a izquierda, el centro izquierda y las diversas izquierdas constituyen mayoría absoluta; quedando relegados los situados a la derecha en un pequeño porcentaje tendencialmente decreciente.

Pero, dado el momento histórico, la ausencia generalizada de un sentido crítico y la presión social, ¿no existirá, también, una “cifra negra” aplicable a la propia autopercepción de los consultados? Además, ¿conciben tal dilema como una cuestión relevante y significativa?

Volviendo a los derechistas “residuales” y dando un paso más, éstos, nos preguntamos, ¿se sienten representados políticamente? Veamos una opinión interesante. Es el caso del editorial de 3 de marzo de 2016 del digital Gaceta.es, que finalizaba con la siguiente afirmación:

«Los discursos de investidura en las Cortes han sido muy elocuentes. La deriva de la política española ha arrojado a los márgenes de la vida pública a millones de españoles. Son los nuevos huérfanos del sistema. Antes se los llamaba “Derecha”. Ahora ya son otra cosa. Y tarde o temprano buscarán un nombre».

Se refiere, evidentemente, al discurso del Partido Popular. Coincidimos con este juicio que cuestiona la virtualidad de tan histórica dualidad: existió una derecha de la que perviven sus huérfanos; más “otros” sujetos arrojados por el propio sistema a sus márgenes.

Nacionalismo y/o patriotismo, una concepción trascendente de la vida, familia “a secas”, defensa de la vida en su inicio y término, esfuerzo, sacrificio, masculinidad, espíritu de milicia, anti-estatismo…, unos valores que aparentemente ya no dicen nada, o muy poco, a la inmensa mayoría de españoles; tampoco a muchos de los definidos genéricamente como “derechistas“.

Pero, pese a su existencia residual, decíamos, concurre otro fenómeno: la “producción” de nuevos “huérfanos” del sistema. Nos referimos a un tipo antaño atípico: el del agnóstico o ateo que tras deambular una parte de su existencia por el mundo de hoy “viviendo la vida”, se ha desengañado de los mitos impuestos y ya no cree en los contravalores promulgados desde la izquierda biempensante.

Unos sujetos que están redescubriendo el valor de la autoridad en determinados ámbitos profesionales, que han chocado frontalmente con los dictados ultrafemisnistas al ser privados de cualquier rol relevante en el seno de la pareja y por su extensión de la familia misma, que se han contrastado desde el esfuerzo frente a las políticas igualitarias que favorecen el parasitismo y la subvención clientelista (de ahí el atractivo del liberalismo economicista entre antiguos izquierdistas y del florecimiento de grupos de esta ideología)… que se sorprenden cuando, viajando por el extranjero, descubren que el patriotismo sea un valor vivo que cohesiona comunidades allende nuestras fronteras.

La mentalidad derechista “clásica”, al menos la del siglo pasado, cuando no ha desaparecido por completo, se ha diluido y, como poco, se ha transmutado en otra cosa parcialmente coincidente; un tanto indefinida y tendencialmente reactiva. Se trata, pues, de una categoría cambiante y progresivamente carente de significado real.

Constatamos, en cierta medida, que hoy confluyen diversos contingentes humanos —desde experiencias y tradiciones educativas muy distintas— en lo que Payne antes definía como «una entidad amorfa, democrática, práctica y tolerante, que no acepta los mitos de izquierda».

Y que Agulló calificaba como «una persona “de orden” a la que no gustan las “cosas raras”». A esta mixtura humana no le une su adscripción derechista, pero sí su rechazo a lo políticamente correcto, por lo que se impone la búsqueda de unos nuevos paradigmas explicativos. Por ello, la división histórica entre derechas e izquierdas también ha perdido vigencia y capacidad operativa.

Lo anterior es evidente en ciertos espacios europeos en los que masas de antiguos votantes a los partidos comunistas, y a otras izquierdas, han abandonado su antigua adscripción, adhiriéndose a movimientos nacional-populistas; revelándose con ello como más omnicomprensivos otros paradigmas interpretativos. Es el caso de “identidad versus multiculturalismo”; pero también el de “justicia social versus neoliberalismo”.

No obstante, debemos precisar que en ello concurren ciertas circunstancias sociales que fraccionan la convivencia colectiva a causa de una inmigración no integrada que, poco a poco, está derivando en la “libanización” de un número creciente de barrios de las periferias de cientos de las más populosas ciudades del continente. Un fenómeno que en España —si bien existen barrios y pueblos en los que este cambio empieza a ser visualmente innegable— es menos acusado al ser muy alta la inmigración de habla hispana y la procedente del este europeo; acaso más afines que otra de identidad religiosa más acusada.

Hemos tocado, hoy, dos cuestiones asociados entre sí que no podemos dejar de tratar: vigencia de la polaridad derecha/izquierda e irrupción de los populismos; temas a los que dedicaremos nuestras próximas entregas.

febrero 13th, 2017 by José Basaburua

 Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Una primera falsedad: ETA no fue la única organización panvasquista que asesinó en Navarra. Además es un titular del todo impreciso; sin ser aclarado después en la venenosa crónica subsiguiente: “fracasa el intento de utilizar…”, pero ¿por parte de quién? Y ¿por qué ha fracasado? ¿Acaso porque se gritó viva España? ¿O porque no se linchó a los prebostes del Gobierno? Navarra (España), lunes 13 de febrero de 2017. Fotografía: En la imagen, las víctimas del terrorismo de ETA, la organización terrorista del actual líder de EH Bildu y Sortu, Arnaldo Otegi, durante la concentración en Pamplona contra ETA, de este domingo 12 de febrero de 2017. Lasvocesdelpueblo.

“Fracasa el intento de utilizar a las víctimas de ETA contra el Gobierno“. Este es el titular interior de ‘Diario de Noticias’, en su edición impresa del día 12 de febrero, por el que vendía su interpretación acerca de la concentración del día anterior en Pamplona en apoyo a las víctimas del terrorismo.

Una primera falsedad: ETA no fue la única organización panvasquista que asesinó en Navarra. Recordemos los Comandos Autónomos Anticapitalistas, quienes no formaban parte de su estructura y constituían una organización propia.

Portada interior de papel del Diario de Noticias de Navarra sobre la concentración de las víctimas del terrorismo de ETA contra ETA de este 12.022017 en Pamplona. Lasvocesdelpueblo.

Además es un titular del todo impreciso; sin ser aclarado después en la venenosa crónica subsiguiente: “fracasa el intento de utilizar…”, pero ¿por parte de quién? Y ¿por qué ha fracasado? ¿Acaso porque se gritó viva España? ¿O porque no se linchó a los prebostes del Gobierno?

¿Qué más dice el Boletín Oficial de Guipúzcoa en su cabecera navarra? Pues, como siempre, no dan puntada sin hilo. Veamos:

«Varias decenas de personas secundaron ayer la concentración de apoyo a las víctimas de ETA convocada por varios colectivos extremistas vinculados a UPN, como Vecinos de Paz, Sociedad Civil o Recuperar Navarra. La convocatoria organizada con motivo del día de las víctimas de ETA y en la que se acusó a la izquierda abertzale de “actos de genocidio” y de “limpieza nacional” derivó en un acto contra el gobierno de Navarra, al que los organizadores acusaron de una “insensibilidad intencionada, evidente y continua con las víctimas de ETA y los funcionarios públicos” por el acto previsto para la próxima semana de reconocimiento a las víctimas de la violencia ultra y policial. Tras la lectura de un comunicado la cita finalizó con gritos de “viva España”. Diario de Noticias».

Otra crónica propia de su temperamento: una dosis de su propio veneno y adió el Noticias. Ya se sabe: eres lo que lees.

El texto merece ser analizado línea por línea, palabra por palabra. Pero nos limitaremos a un par de expresiones.

¿Varias decenas?

Fueron medio millar. No es mucho. Pero más que en las últimas ocasiones; sobre todo dado el clima de intimidación que se sigue prolongando en el tiempo a causa del terrorismo sufrido.

Claro, que para el Noticias únicamente merecen consideración de ciudadanía los manifestantes que lo sean en decenas de millares procedentes de todos los “territorios vascos” movilizados a toque de irrintzi, obedeciendo consignas, con corte de pelo “vasko” y en formación paramilitar. Será que los moderaditos del PNV se sienten cómodos entre esas multitudes. Pero otros muchos, no. Para nada.

¿Colectivos extremistas?

De las asociaciones convocantes, Vecinos de Paz es la que más trabaja pegada al terreno desde hace muchos años. Se les conoce muy bien.

No les interesa la política partidaria. Son humanistas, por encima de todo; en el sentido de preocuparse más que nada por el dolor causado por el terrorismo. Acompañan y están con las víctimas, y no sólo el día del funeral. Pero tienen las cosas muy claras; por ejemplo que los símbolos también son importantes. Son congruentes y la politiquería no les va.

Las otras entidades: Libertad Ya, que no se moviliza como en otros momentos de su interesante historia, pero sigue siendo una referencia moral; Asociación por la Tolerancia, que viene realizando una interesante labor de titular pedagógica especialmente en el mundo del cine y la comunicación, de raíces catalanas; y la Fundación Tomás Caballero, cuyo sólo nombre lo dice todo.

Las otras son más recientes. Es el caso de Sociedad Civil Navarra, Doble 12 y Recuperar Navarra. Bienvenidas a la lucha. Bienvenidas a la realidad.

Tras este repaso, las cosas se aclaran: quienes no comparten los presupuestos del Gobierno son extremistas. Vale, se entiende mejor así: el Gran Hermano ha pontificado. Y es que eres lo que lees. Totalitarismo.

Qué lástima

La moderación de todas estas asociaciones, hasta el punto de que no sonaran los himnos de Navarra y España, al igual que en otras concentraciones, no ha impedido ser calificados de “extremistas” por el Noticias; que es en definitiva la consideración que tiene de ellas tanto el Gobierno como el cuatripartito.

Recordemos, además, que en consecuencia con tanta moderación, las banderas de Navarra y España, únicos símbolos que acaso unían a tantas víctimas de existencias y naturalezas tan heterogéneas, tampoco presidieron formalmente la cabecera de la concentración: las portaban algunos manifestantes libremente.

En la imagen, En la imagen, las víctimas del terrorismo de ETA, la organización terrorista del actual líder de EH Bildu y Sortu, Arnaldo Otegi, durante la concentración en Pamplona contra ETA, de este domingo 12 de febrero de 2017. Lasvocesdelpueblo.

Gracias a ellos las disfrutamos, y a los organizadores, por no impedirlo. Pero, no por ello, los nacionalistas se dejaron ver… ni han cambiado su mirada. Lo suyo es la “equidistancia”; esperemos que el ejemplo no cunda en casa ajena.

Queridos amigos blanditos:

Hagáis lo que hagáis, salvo en el supuesto de rendición total, siempre estará mal a ojos de los nacionalistas. Y decimos bien: de los nacionalistas, pues algunos de ellos, representando al Gobierno, estuvieron en la concentración. Y escucharon alguna palabra fea.

Y algún reproche fuera de lugar (“muy mal lo del concierto con la Universitaria”, ¡pero por favor, ¿qué se celebraba allí?!). Y alguien gritó “nacionalistas terroristas”, siendo acompañado por unos y siseado por otros. Y ahí terminó todo. Ni fueron linchados, ni se marchó hasta Diputación para tratar de asaltarla. Tranquilos: que la tele, ni los periódicos sacaron a relucir ese último grito.

Insistamos en una cuestión: aunque tamaña afirmación pueda entenderse como un exceso verbal, los asesinos de ETA, ETA (pm) y CCAA eran nacionalistas. De modo que, aunque todos los asesinos eran nacionalistas, faltaría más, no todos los nacionalistas lo son. Y si las víctimas eran españolas, ¿cómo puede dividir a la gente normal la enseña común? Decimos bien:

La gente normal, no las masas paramilitares y justicieras a las que estamos “acostumbrados” ver desfilar por toda la geografía. Que quede claro: unos cientos de personas que se manifiestan tranquilamente, y sin apenas organización, es lo normal en democracia.

Los desfiles de la “izquierda abertzale” y sus amigos NO lo es.

Y si lo vemos normal, es que están ganando. Y si cedemos con los símbolos, es que también ganan. Y cuando avanzan, nunca retroceden.

De modo que, ¿están las cosas un poquito más claras?

enero 13th, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. El pasado 13 de septiembre de 2016, con motivo del nuevo envite desplegado desde los partidos separatistas pancatalanistas, el diario Gara en su portada valoraba inequívocamente la situación global, y de una manera muy clara, de esta manera: “El proceso de ruptura se reaviva con la Diada y la inacción española”. Y en caracteres de menor tamaño, concretaba más: “Madrid sigue sin respuesta alguna, más allá de la amenaza habitual, a la nueva demanda de consulta de Puigdemont. Juntos Por  El Sí (JxSí) se reafirma en culminar el proceso en 2017″. Navarra (España), viernes 13 de enero de 2017. Fotografía: Una captura de la revista proetarra y del separatismo en País Vasco, ‘Diario Gara’, facilitada por el autor del escrito, José Basaburua. Lasvocesdelpueblo.

De este modo, para los separatistas radicales, la iniciativa estratégica correspondería siempre a las fuerzas secesionistas, respondiendo las fuerzas “españolistas”

La expresión de “inacción española” no viene siendo, para nada, excepcional en los titulares y análisis habituales de este medio separatista, en el que no se da puntada sin hilo.

También por lo que se refiere a Vascongadas y Navarra. De este modo, para los separatistas radicales, la iniciativa estratégica correspondería siempre a las fuerzas secesionistas, respondiendo las fuerzas “españolistas” –conforme a su criterio- con unas respuestas tácticas meramente reactivas y carentes de calado.

Hemos mencionado a Navarra; una comunidad presidida por una presidente nacionalista panvasquista, apoyada por un “cuadripartito” radical-progresista-separatista, que viene arrollando en el Parlamento y en la calle, con una cascada interminable de iniciativas de todo tipo, a los “españolistas” de UPN, PP y PSOE.

El “cambio” en Navarra 

Debemos realizar una primera precisión para entender lo que viene sucediendo en Navarra desde que se inició el denominado “cambio” hace ya más de un año. Así, tanto desde los partidos españolistas-constitucionalistas, como por parte de los radical-progresistas-separatistas, se “hace política” con mayor o menor fortuna, pero “no se juega a lo mismo”, ni en “la misma liga”.

Tampoco ambos “bloques” persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por enterados.

Un espacio común de reflexión para todos ellos tuvo lugar al hacerse público, en los primeros días del pasado mes de diciembre, en los medios de comunicación navarros el último estudio demoscópico relevante.

No obstante, tales reacciones de los diversos partidos políticos navarros ante el barómetro de opinión del Departamento de Sociología de la UPNA no aportaron ninguna clave interpretativa original; no en vano, tal y como suele suceder en situaciones similares, todos se sentían beneficiados.

Como se recordará, este estudio demoscópico anticipaba un mínimo “baile” de escaños; de modo que UPN repetiría resultados (15 escaños al Parlamento Foral), los separatistas de Geroa Bai y EH Bildu mantendrían sus 17 escaños (produciéndose un mínimo pero significativo trasvase de 1 escaño desde los primeros a los segundos), el PSOE mantendrías sus 7 actuales, Izquierda-Ezkerra los 2 suyos, Podemos bajaría de 7 a 6 y el PPN ganaría 1, quedándose en 3. Ciudadanos continuaría fuera. 

Ello confirma lo que se viene percibiendo desde hace décadas: el electorado separatista, al margen de siglas de conveniencia, es muy fiel

Ciertamente, un único escaño arañado por la oposición constitucionalista a la suma que sustenta al cuatripartito radical-progresista-separatista le alumbraría la posibilidad de que —siempre con el beneplácito del PSOE— recuperara en unas futuras elecciones parte de las posiciones perdidas con su desalojo del Gobierno y de la mayoría de las instituciones navarras. 

Koldo Martínez, por parte del Gobierno Foral, respondió con el argumento de que el Ejecutivo nacionalista disponía —todavía— de buena parte de la legislatura para revertir tan leve retroceso. Y no le faltaba razón. No en vano, el hecho de que muchos consultados en las encuestas desaprobaran ciertas prácticas, de las políticas gubernamentales, no se ha traducido en nada parecido a un terremoto electoral; apenas una breve resaca.

De este modo se impone un hecho: la fortaleza del cuatripartito apenas se ha visto lesionada por las salpicaduras de la turbulenta y continua cascada de las políticas desplegadas, con no poca virulencia y polémica, en tantísimos frentes: lingüístico, educativo, simbólicos, modelo policial, memoria histórica, gestión hospitalaria (comidas, listas de espera, aborto), agenda “de género”, prácticas oligárquico-partitocráticas, reelaboración del “relato” del terrorismo, etc.

Ello confirma lo que se viene percibiendo desde hace décadas: el electorado separatista, al margen de siglas de conveniencia, es muy fiel. Y el pseudo-populista, e igualmente radical-progresista de Podemos, no parece susceptible a cambios erráticos incoherentes con su natural tendencia.

La movilización obsesiva del separatismo, ¿cómo afrontar tal ofensiva? Pues al igual que cualquier enfermedad

En este contexto, Navarra Confidencial, en su texto “La hipermovilización del cuadripartito” analizaba el omnipresente despliegue callejero, cultural y simbólico de los partidos y “organismos populares” afines al actual Gobierno, que configura en su conjunto un férreo control social informal, lindante con modalidades de coerción física en cierto modo herederas del terrorismo que perpetró durante décadas la banda que lideraba –si no lo sigue haciendo todavía hoy- a una de sus “patas” fundamentales, EH Bildu.

Tal hipermovilización, y más una vez instalados en el Gobierno Foral, no correspondería, conforme su juicio, a la lógica propia de los partidos democráticos, centrados en una labor institucional “clásica”.

Y, para explicar tamaña excepcionalidad, el editorialista les atribuía una “naturaleza totalitaria”, lo que les arrastraría a la hipermilitancia y una politización machacante en todos los ámbitos de la vida; un diagnóstico certero que compartimos. Pero, ¿cómo afrontar tal ofensiva? Pues al igual que cualquier enfermedad: en primer lugar, tomando conciencia de la misma.

Una precisión previa. Tamaña cadena trenzada de normas administrativas, posicionamientos públicos, decisiones políticas, imposiciones educativas, manifestaciones callejeras, etc., implementadas desde el cuadripartito y sus múltiples “brazos”, no son fruto de la improvisación: responden, por el contrario, a una estrategia perfectamente diseñada.

Ahora controlando más instituciones, se les ha abierto muchas más puertas para su labor proselitista

Y otras muchas actuaciones, percibidas generalmente como irrelevantes juegos retóricos sin apenas trascendencia real —oscurecimiento del “relato del terrorismo” en el propio Parlamento y el revanchismo en fondo y forma contra el Monumento a los Caídos de Pamplona y los allí enterrados, por poner dos ejemplos— no han aterrizado de la nada: se venía trabajando para ello desde hace años.

Además, ahora, controlando más instituciones, se les ha abierto muchas más puertas para su labor proselitista (y no sólo los Civivox y las bibliotecas públicas…). Y para los disidentes, ya sabemos cómo se las gastan: manifestaciones antifascistas (¡¡!!) de carácter “preventivo” y estigmatizador al mismo tiempo. Y “el que se mueva”, no es que no vaya a “salir en la foto”, sino que… ¡se le puede hacer la vida muy, pero que muy difícil! 

El comentarista de Diario de Navarra Luis M. Sanz, al analizar el pasado 11 de diciembre de 2016 esos resultados demoscópicos, concluía, en cierto modo, cargando el peso de la responsabilidad político-democrática —que pudiera cambiar el actual estado de cosas mediante un futuro gobierno alternativo— en un PSOE en crisis de identidad y liderazgo.

Ciertamente, la tiene. Pero depositar las esperanzas de cambio político en que el PSOE experimente una catarsis de sensatez, más un reajuste del centro-derecha navarrista con la progresiva desaparición del electorado de Ciudadanos en beneficio de UPN y PPN —circunstancias ambas que facilitarían un futuro gobierno constitucionalista en Navarra— no deja de ser una política de resignación y renuncia.

De resignación en una leve esperanza de que los errores ajenos terminen revertiendo en la propia cosecha electoral; una ilusión desmentida por un electoral radical-progresista-separatista nada proclive a beneficiar en modo alguno a tan diabolizada derecha “cunetera“.

Y de renuncia, a la “batalla de las ideas” y el consiguiente escapismo ante la presión social de unos “organismos populares” totalitarios —no confundir con la sociedad civil— que continúan ganando voluntades y espacio… sobre todo si no se les planta cara.

En Navarra se está imponiendo una agenda secesionista cuyo resultado final sería una “Euskal Herria reunificada y euskaldún”…. ante la “inacción española”

Esa necesaria toma de conciencia de la situación real, para afrontarla con respuestas e instrumentos adecuados, es responsabilidad de los partidos políticos, pero también de la débil sociedad civil navarra; poco dada a movilizaciones y, menos aún, a agruparse en torno a objetivos concretos a largo plazo y con continuidad.

No en vano, el futuro se juega no sólo en parlamento y ayuntamientos; sino, sobre todo, en calles, plazas, teatros, mercados, centros educativos y de trabajo, en los bares, clubs deportivos…

Resumamos: en Navarra se está imponiendo una agenda panvasquista y secesionista cuyo resultado final sería una “Euskal Herria reunificada y euskaldún”…. ante la “inacción española”.

Y si en este artículo hablamos de “imposición”, y no de “implantación”, no se debe a un mero capricho semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que hemos conocido y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra.

De hecho, ¿qué hubiera sido de ellos sin el hálito narcotizante y exterminador del terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los órdenes de la convivencia? 

La “agenda” de la ruptura, ¿seguro que es así de sencillo?

¿Por qué nos servimos del término “agenda”? Ilustrémoslo con un ejemplo. El pasado 1 de noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario de Noticias, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca», afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”.

¡Nada menos! Lo cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña afirmación. Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero, ¿seguro que es así de sencillo?

Veamos que escribía entonces, con la contundencia que caracteriza, esta sagaz firma del separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”.

Y no sólo por la propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro día se presentó en Pamplona “Nafarroa, orain ala inoiz ez” (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra Senar, profesionales del diario Berria.

Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino también las condiciones necesarias para que esa situación se mantenga en el tiempo.

Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro, se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores. En el acto se mencionó así mismo la situación de UPN, abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)». Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?

Resumamos, pues los principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la propia UPN; personificando en este partido de centro-derecha —según si criterio—la continuidad de cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso, que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas.

En consecuencia, debe “trabajarse” en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de “frentes”. UPN, sin Diario de Navarra, sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas.

¿A qué hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al crecimiento de la contra-sociedad panvasquista existente en Navarra —especialmente vía imposición del euskera batua— hasta el punto de que el “cambio” se haga irreversible. En suma: una batalla por las ideas, las voluntades y los espacios públicos en toda regla.

Por nuestra parte, nos preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo, ¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera protesta reactiva?

Cambio cultural y cambio político 

Para el separatismo y sus compañeros de viaje radical-progresistas —a quienes les encantaría un día deglutir al propio PSOE navarro— todo “cambio” social, cultural, mental y político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitario de interpretar la realidad. Así, toda “grieta”, “contradicción”, “avance” legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la conquista y control posterior del poder social y político.

Una perspectiva, sin duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales” e “imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el “armado”, es decir el terrorista -digámoslo sin eufemismos- al menos hoy. Y lo seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de respuesta social que se le resista. 

Los partidos constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable a ciertos cantos de sirena procedentes de Podemos, además de desarrollar su propia agenda “gramsciana” privilegian y se centran en las vías institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños e interferencias diversas con el judicial. Y, en casos deleznables, haciendo “negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo.

Lo típico en nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello renuncian a la “batalla de las ideas”” que generalmente ni conocen ni les interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del poder. En suma: su acción política es cortoplacista.

Por el contrario, los partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”), son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar ocasiones y de beneficiarse de toda conquista parcial en cualquier orden de la vida social. 

Confrontación pura y dura, mal que nos pese 

Se quiera ver o no, esa confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas, incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y comparsas.

Los constitucionalistas podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural —en el sentido gramsciano del término— arrecia; presentando nuevas formulaciones, conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos.

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión

En definitiva, transformando la “mentalidad común”. Y, a resultas de ello, ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa, pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final. 

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. En definitiva: pasar de la “inacción” a la protesta, la propuesta y la recuperación de la iniciativa.

diciembre 19th, 2016 by lasvoces

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Decíamos en nuestro artículo anterior (enlace) que, tanto desde los partidos constitucionalistas, como por parte de los separatistas-radical-progresistas, se “hace política”, con mayor o menor fortuna, pero “no se juega a lo mismo”; ni “en la misma liga”. Alsasua (Navarra), lunes 19 de diciembre de 2016. Fotografía: La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra  representado en un cartel que titula «Agenda imposición separatismo Navarra», firma el autor de este escrito. Lasvocesdelpueblo.

Tampoco persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por enterados. De ahí la ofensiva extraordinaria desplegada en todos los frentes posibles por los separatistas (desde el Gobierno, “organismos populares” afectos, presión callejera, señalamientos mediáticos…) y la débil respuesta del navarrismo político.

Y si en este artículo hablamos de “imposición”, y no de “implantación” no se debe a un mero capricho semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que conocemos y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra; no en vano, ¿qué hubiera sido de ellos sin el hálito narcotizante, exterminador y distorsionador del terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los órdenes?

El pasado 1 de noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario de Noticias de Guipúzcoa —perdón, queríamos decir de Navarra—, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca», afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”.

Nafarroa orain 2. La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra. Lasvocesdelpueblo.

¡Nada menos! Lo cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña afirmación.

Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero, ¿seguro que es así de sencillo?

Veamos que escribía —sin dejar puntada sin hilo, tal y como le caracteriza— esta sagaz firma del separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”.

Y no sólo por la propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro día se presentó en Pamplona Nafarroa, orain ala inoiz ez (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra Senar, profesionales del diario Berria.

Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino también las condiciones necesarias para que esa situación se mantenga en el tiempo.

Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?

Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro, se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores.

En el acto se mencionó así mismo la situación de UPN, abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)». Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?

Resumamos, pues los principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la propia UPN; acaso personificando el partido de centro-derecha la continuidad de cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso, que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas.

Debe trabajarse en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de “frentes”. UPN, sin Diario de Navarra, sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas.

Junto al Gobierno Foral… o contra él y contra todo amago de respuesta social que se le resista

¿A qué hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al crecimiento de la contrasociedad panvasquista existente en Navarra —especialmente vía imposición del euskera batua— hasta el punto de que el “cambio” se haga irreversible. En suma: una batalla por las voluntades y las ideas en toda regla.

Por nuestra parte, nos preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo, ¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera protesta reactiva?

Para el separatismo, y sus compañeros de viaje radical-progresista —a los que les gustaría un día incorporar al propio PSOE navarro— todo “cambio” social, cultural, mental y político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitaria de interpretar la realidad.

Así, toda “grieta, contradicción, avance” legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la conquista y control posterior del poder social y político.

Nafarroa orain. La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra. Lasvocesdelpueblo.

Una perspectiva, sin duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales e imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el “armado”, es decir el terrorista —digámoslo sin eufemismos– por ahora.

Y lo seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de respuesta social que se le resista.

Los partidos constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable a tantos cantos de sirena como venimos observando desde Podemos, además de desarrollar su propia agenda “gramsciana”) privilegian y se centran en las vías institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños e interferencias diversas con el judicial.

Y, en casos deleznables, haciendo “negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo. Lo típico en nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello renuncian a la “batalla de las ideas”, que generalmente ni conocen ni les interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del poder. En suma: su acción política es cortoplacista.

Por el contrario, los partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”), son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar ocasiones y de beneficiarse de las conquistas parciales en cualquier orden de la vida social.

Se quiera ver o no, esa confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas, incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y comparsas.

Los constitucionalistas podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural —en el sentido gramsciano del término— arrecia; presentando nuevas formulaciones, conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos.

En definitiva, transformando la “mentalidad comú”.

Y, a resultas de ello, ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa, pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final.

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. Y si no están dispuestos, que se vayan a casa.

junio 14th, 2016 by lasvoces

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – «Antifascistas», se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen? ¿Benefactores de la humanidad o mamporreros del sistema? La constante violencia antifascista. Vienen pegando fuerte, literalmente; señalándose con una orgullosa agresividad gestual, verbal… y física. Así, a primeros de mayo, el joven francés Luigi Guardiera, residente en el cantón de Masseube (Midi-Pyrénées), fue golpeado por una banda de diez “antifascistas” a la salida de una discoteca en Tarbes. Murió a los pocos días. Su delito: ser militante del Front National. Madrid (España), martes 14 de junio 2016. Fotografía: Una iconografía típicamente agresiva de los grupos antifascistas. Imagen facilitada por el autor. Lasvocesdelpueblo.

También se mueven entre nosotros: aquí, en España. En la madrugada del viernes 10 de junio, fueron detenidos cuatro “antifascistas” tras agredir a dos jóvenes, quienes portaban unas camisetas “provocadoras”. Y no parece que se trate de un episodio ocasional; respondiendo, más bien, a una auténtica dinámica totalitaria sostenida en el tiempo y alimentada por un discurso ideológico cargado de odio, que en ocasiones alcanza unos niveles de auténtica  histeria colectiva de ribetes paranoicos.

Hagamos un poco de memoria: además de los antes mencionados, recuérdense los numerosos episodios de kale borroka en Barcelona desde hace años, agresiones en Madrid a viandantes que portaban bordada en la manga una bandera española, ataques a jóvenes promotoras de la Selección Española también en Barcelona, etc.

Se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen?

Una primera observación: aparentemente son muchos. Están organizados. No se ocultan; todo lo contrario. Alardean de su fuerza y se refuerzan con una marcada estética. Se jactan de controlar las calles. No admiten otras presencias. Excomulgan y excluyen sin piedad. Están envalentonados. Creen que no tienen límites. El futuro les pertenece…

Antifascistas en Pamplona

Uno de tantos grupos encadenados a tal dinámica, por ejemplo, es la Iruñerriko asanblada antifaxista (“Asamblea antifascista de Pamplona”). En los medios digitales, en los que se también mueven, proponen al visitante ocasional o habitual, entre otras iniciativas: “denuncia cualquier actividad fascista en… (un correo electrónico)”.

Y ponen ejemplos. Así, semanas atrás  subieron un vídeo en el que, acompasado por la agresiva música Oi!, unos sujetos arrancan y queman pegatinas con la leyenda “Stop feminazis” sobre una señal octogonal roja. Al parecer, para tan preclaros “vigilantes” sociales, tales pegatinas serían un fruto horripilante del “fascismo que avanza2. En verdad, un verdadero delirio.

El grupito de padres maltratados por la justicia, autor de esa “pegatinada”, no es una entidad organizada. Tampoco forman parte de ningún partido político; ni siquiera comparten una única corriente ideológica. Entre ellos hay derechistas, socialistas desencantados, ¡libertarios…! y predominan los apolíticos. Pero, a juicio de estos antifascistas, tales activistas, movilizados con motivo del “día del padre”, serían ¡peligrosos fascistas!

Pero, estos “antifas”, ¿han hablado con ellos en algún momento?, ¿conocen sus reivindicaciones?, ¿saben de sus problemas con las rutinas y mecanismos de la justicia?, ¿les interesa saber de las contradicciones de un sistema viciado? Se sorprenderían, tal vez, al enterarse que únicamente reclaman igualdad ante la ley. Un valor, un tanto, ¿izquierdista?, ¿progresista tal vez?

En realidad, no necesitan dialogar. Ni conocer las reclamaciones de colectivos cuya naturaleza y actividad no controlan. No en vano son… ¡antifascistas!: supremos jueces, valedores del pensamiento políticamente correcto, guardianes del progreso… Todo les está permitido. Y han desarrollado una compleja parafernalia, toda una liturgia, con su estética, cierta jerarquía… Se consideran muy progresistas, pero, ¿lo son? El pasado 22 de marzo, a escala planetaria, se sucedieron numerosas manifestaciones, de variadísimo calado y entidad, dirigidas, según sus variados promotores, “contra el fascismo y el racismo2.

En España, a causa de los incidentes de orden público generados en otras movilizaciones anteriores y posteriores a esta fecha, tales acciones pasaron un tanto desapercibidas; siendo medios digitales y de “contra-información” los que dieron cuenta de ello. Pero, ¿tiene sentido manifestarse hoy día contra el fascismo?, ¿acaso quedan fascistas? De existir, ¿son peligrosos? ¿Más que los propios antifascistas?

Orígenes y desarrollo del antifascismo

El antifascismo nació en los años veinte del siglo pasado desde las izquierdas revolucionarias (socialistas, comunistas, anarquistas), supuestamente para responder a los diversos fenómenos nacionales -encajados en la categoría imprecisa y multiforme de los fascismos- que arraigaron en buena parte de Europa (y que contaron con no pocos seguidores extra-continentales), a partir del triunfo de Benito Mussolini en Italia.

Casi inmediatamente, el antifascismo terminó de configurarse como una elaborada táctica, edificada con aliados ocasionales, conocidos como “tontos útiles”, en aras de la estrategia revolucionaria comunista global diseñada en Moscú: no en vano, existía una utopía supuestamente en marcha, en Rusia, y parecía posible 2asaltar los cielos” en todas partes. Concebido el fascismo como el “estadio superior del capitalismo”, se entendía imprescindible derrotarlo previamente en aras de la conquista del poder y la posterior edificación de una sociedad socialista. Además, los fascismos eran la más directa competencia en su pretensión de encuadrar a las masas populares. Radicales de izquierdas y fascistas competían a muerte.

En la Segunda Guerra Mundial, el antifascismo acogió como aliado ocasional a las democracias de corte burgués (pero, ¿no eran el “caldo de cultivo del fascismo?”). A su término, el antifascismo continuó siendo enarbolado como bandera táctica; bien para movilizar al pueblo chino contra el Kuomintang (tras la derrota de los colonialistas japoneses), bien para imponer gobiernos de Frente Nacional en Europa Oriental como paso previo a la instauración de las tristes y policíacas “democracias populares”, etc. etc.

A lo largo de las últimas décadas del pasado siglo, el antifascismo sería de nuevo instrumentalizado, pero en otras direcciones distintas al inicial; marcadas desde los órganos de Dirección del “socialismo real”: objetivos militares y económicos fijados por el Pacto de Varsovia y Pekín, la lucha anticolonial y antiamericana (Corea, Vietnam, Cuba, numerosísimas guerrillas a lo largo y ancho de todo el globo), el anti-sionismo, enfrentándose a las dictaduras militares instaladas en América Hispana y otros lugares del mundo, etc.

De este modo, en tanto la URSS y la China comunista permanecieron en pie, el antifascismo continuó siendo su mejor banderín de enganche. Así, todo enemigo, real o imaginario, era calificados como fascista: los americanos, los colonialistas, los regímenes autoritarios, las monarquías, las democracias liberales, los israelíes, las iglesias y todas las religiones no domesticadas bajo la etiqueta de “patriotas”. Es decir: fascista era… todo el que no era comunista. También los mismísimos anarquistas.

Nuevas modalidades de antifascismo, pues; pero siempre al servicio de una estrategia global que pretendía alcanzar el poder estatal convulsionando previamente países concretos.

Caído el Muro de Berlín, y desnaturalizado el de Bambú, la utopía comunista permanece -lejos de pedir perdón por los genocidios e incontables crímenes perpetrados- como proyecto utópico de unas minorías derrotadas por la Historia y marginadas de los procesos de gestión del poder real a escala mundial. No obstante, algunos le echan no poca imaginación: efectivamente, nos referimos a Pablo Iglesias y Podemos.

Antifascistas de nuevo

Con todo, no pocos grupos juveniles en Europa, pero también en otras latitudes, se siguen movilizando bajo la bandera del antifascismo, al que añaden, como no podía ser de otra manera en su intento de “actualización”, el antirracismo, el feminismo, el ecologismo, etc. Esos movimientos, en gran medida, lo son de convicciones libertarias; si bien comparten barricadas con comunistas irredentos (nostálgicos de Stalin, Mao, Sendero Luminoso), tribus urbanas de lo más variopinto, ecologistas, ultrafeministas supremacistas, animalistas, etc.

En un corto -pero muy rentable- alarde de imaginación, los modernos “antifas” también meten en el “saco” del fascismo a los nuevos populismos que vienen ganando amplios sectores sociales por toda Europa (salvo, significativamente, en España). Existe, pues, un cierto paralelismo con las experiencias de los años veinte y treinta del siglo pasado: así, muchos votantes populistas son antiguos comunistas; desplazados a unas posturas tan novedosas como poco perfiladas que apelan a la identidad, la solidaridad, la comunidad, la nación, el Estado del Bienestar, el miedo a agresivas culturas extrañas, etc.

En las movilizaciones antifascistas ya no planea la utopía de un modelo comunista en marcha (la Venezuela de Maduro no parece que genere muchos entusiasmos…): ni la URSS, ni China, ni ningún otro espacio territorial, ni ninguna “internacional” encarna las ansias revolucionarias de estos nuevos campeones de la libertad. Pese a ello, persisten en señalar a “sus” enemigos: los fascistas. Pero no se observa excesivo rigor intelectual en ello, ni debate previo, ni voluntad alguna de diálogo con “los otros”.

Un ejemplo ilustrador. En los carteles anunciadores, en Pamplona, de las movilizaciones del 22 de marzo de 2015, presentaban como peligrosos centros fascistas diversas siglas locales; cada una de ellas en su correspondiente cubo de basura. A saber: UPN (sus escuadras negras son temibles, ciertamente), el MSR (¿acaso existe?), Navarra Resiste (una combativa web navarrista) y SAIN (un partido de izquierdas, pero contrario al aborto, amigo de los papas; vamos unos fascistas que aterrorizarían a Himmler y Röhm). En suma: “fascistas” serían todos aquéllos que no gustan a los propios “antifascistas”. Por el motivo que sea. Reales o imaginarios. Con poder real o sin él.

Pero, semejante potestad totalitaria, tamaña actitud discriminatoria, no es un tanto… ¿fascista?

Por otra parte, si fascista puede llegar a ser cualquiera (por no asumir de una u otra forma, objetiva o subjetivamente el “proyecto revolucionario” -¿Cuál? ¿Dónde? ¿Cómo?- de tan tremendos antifascistas), entonces… si fascismo es todo: ¡fascismo no es nada! No en vano, si un concepto sirve para etiquetar cualquier categoría de manera indiscriminada, realmente no esclarece nada. Pero –aquí radica su poder real- esta técnica puede marcar las condiciones del debate sociocultural, criminalizando, además, a quienes son percibidos como rivales.

No existe, pues, estrategia revolucionaria; como tampoco existe “sujeto revolucionario”. Así, ¿todavía existe la clase obrera? De existir, ¿qué pretende?, ¿conquistar el Estado o convertirse en clase media? Y de pretender lo primero, lo intentaría ¿de un modo “revolucionario” o desde la socialdemocracia “políticamente correcta?”

Estrictamente hablando, ser antifascista es tanto como no ser nada. Por ello, si algo caracteriza a tan fieros antifascistas es la pereza mental y su incapacidad para entender lo que realmente sucede.

Muletas del sistema

Nuestro mundo globalizado está dirigido por unas estrechas oligarquías que controlan los Estados, los medios de comunicación, los grandes intereses financieros y multinacionales; siendo su principal motor el lucro y el ejercicio del poder. Y siempre por encima del pueblo. Si los antifascistas fueran verdaderos sujetos revolucionarios, tejerían una nueva internacional dirigida contra esas oligarquías que secuestran las democracias, expolian a los pueblos, uniformizan las costumbres y el pensamiento, alienan los espíritus… bajo los dictados del poder establecido, del “sistema”. En este contexto de lo políticamente correcto radical-progresista, del individualismo extremo, de la desvinculación, de la des-responsabilidad generalizada ante el futuro de los pueblos y de los humildes, los antifascistas juegan un triste papel: el de “guardia de la porra” del sistema; señalando presuntos enemigos y desviando fuerzas de los combates reales.

Chantal Delsol en su libro Populismos. Una defensa de los indefendible (Ariel, Planeta, Barcelona, 2015) explica lo anterior muy bien. Si algún “antifa” quiere leerlo, adelante. Le prestaría mi ejemplar. Pero, por favor, con devolución.

¿Recuerdan? Ayer, los “moderados” del PNV decían que los de ETA eran unos chicos malos, pero, en suma, “de los suyos”. Y hoy, los “budas” de lo políticamente correcto pueden sentirse bien contentos con sus antifascistas: un poco trastos, pero son “sus” chicos. Un poquito radicales, y hippies, y porretas, y violentos. “Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón”, se repite acríticamente. Si bien se olvida que la frase completa, atribuida a Willy Brandt, termina afirmando “quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza”.

No en vano, buena parte de las pretensiones subjetivas de la utopía libertaria y comunista se ha alcanzado en el universalismo individualista del consumismo imperante, de la afirmación libérrima del ego hasta la irracionalidad, de la satisfacción inmediata e irresponsable de las necesidades –reales o supuestas- personales. Paradojas actuales. El mundo de la globalización y del universalismo socialdemócrata ha colmado buena parte de las pretensiones más extremas de la utopía anarco-comunista.

De este modo, quienes enarbolan todavía hoy, y con tal violencia, las viejas banderas del antifascismo, ejecutan el trabajo sucio de las oligarquías reales; despejando “el camino del progreso” de cualquier supuesto disidente. Por todo ello, conscientes o inconscientes, los antifascistas se comportan como unos auténticos mamporreros del sistema.

Antifascismo: ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!