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mayo 11th, 2016 by lasvoces

Redacción [Manuel I. Cabezas González: Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica y Universidad Autónoma de Barcelona UAB]. – En enero de 2012, el que suscribe terminaba un texto sobre las universidades españolas a la boloñesa, donde analizaba algunos aspectos del “Real Decreto del 4+1” (octubre de 2007), con esta pregunta: Quo vadis, Hispana Universitas Bononiensis? Desde entonces, el ministro Wert hizo adoptar el “Real Decreto del 3+2” (febrero de 2015), que va a reemplazarlo en breve, para reorganizar (¿o, más bien, habría que hablar de desorganizar?), una vez más, los estudios universitarios españoles. Barcelona, 11 de mayo 2016. Fotografía: Imagen facilitada por el autor del contenido. lasvocesdelpueblo.

Con la LGE de 1970, la enseñanza superior en España quedó estructurada en tres  ciclos: el de las diplomaturas (3 años), el de las licenciaturas (5 años) y el del doctorado (un número variable de años).  Ahora bien, con la Declaración de Bolonia (1999), el diseño y la duración de los estudios superiores españoles empezaron a cambiar. Así, en 2010, se implantaron, sin ninguna oposición o protesta por parte de los profesores y de los estudiantes, los denominados planes del 4+1: cuatro años de “grado” y uno más de “máster”.

Cuando estaban a punto de abandonar la universidad española la primera hornada de los “graduados-masterizados” del 4+1, el ministro Wert volvió a las andadas y reformó lo reformado, proponiendo, en 2015, los planes del 3+2: tres años de “grad” y dos más de “máster”. Estos nuevos planes soliviantaron a las organizaciones estudiantiles. Sin embrago, dejaron indiferentes a los profesores universitarios, a los rectores, a los decanos y a la mayoría de los estudiantes, que no han dicho, hasta ahora, ni mu. Analicemos algunos aspectos del R. D. del 3+2, que alteran y degradan, aún más, la enseñanza universitaria.

Si estamos en el club de la U.E., el objetivo perseguido por la Declaración de Bolonia parece loable y pertinente: crear un único y homogéneo “espacio europeo de educación superior” (EEES). Con él se intenta facilitar la movilidad de estudiantes, de diplomados y de profesionales, así como el reconocimiento de los estudios totales o parciales realizados en cualquier universidad europea. Sin embargo, el proceso seguido y los modelos propuestos en España, así como la defensa de los mismos  por parte del Ministerio, merecen algunas acotaciones.

En primer lugar, si la declaración de Bolonia persigue la convergencia de las enseñanzas universitarias en un EEES, podemos y debemos preguntarnos por qué, en España, no se hicieron bien las cosas desde un principio. Si el modelo más generalizado en Europa era el 3+2 y, además, era el modelo preferido por los rectores españoles, ¿por qué se adoptó, en 2007, el modelo del 4+1? Este modelo tuvo que ser rectificado, en 2015, con el 3+2. No parecen razonables ni razonados ni lógicos estos bandazos de las autoridades educativas españolas, que disponen de todos los medios técnicos y humanos para hacer las cosas bien y desde el principio. O ¿acaso el cambio del 4+1 por el 3+2 obedece a otros imperativos, a los que nos referiremos infra? Llama también la atención la actitud de la Conferencia de Rectores (CRUE), que estaban por el 3+2 cuando se adoptó el 4+1. Y después, en 2015, cuando se quiere implantar el 3+2, piden al Ministerio una moratoria, mucho sentido común y mucha prudencia y cautela. Da la impresión que los Rectores tienen el “criterio de la veleta”. Y ¿qué puede pensarse de esas comisiones u organismos públicos (el Consejo de Universidades, la Conferencia General de Política Universitaria, etc.), que han dado el “placet” o “nihil obstat” a los sucesivos planes del Ministerio?

En segundo lugar, los planes del 4+1 y del 3+2 pueden hacernos creer que los estudios universitarios siguen durando 5 años como en las antiguas licenciaturas y que podría formularse la ecuación 5=4+1=3+2. Más bien, lo que sucede es todo lo contrario: con el modelo del 3+2, las antiguas “licenciaturas” (5 años) son transformadas en las antiguas “diplomaturas” (3 años). Así, los nuevos sumandos 3+2 no sólo alteran la formación universitaria sino que también la degradan aún más. Y esto es aún más grave al no existir unas funcionales pruebas de “selectividad” o de acceso a la universidad. Por eso, algunos califican a los “grados” de “bachilleratos avanzados”. Además, con los “grados” (3 años), los universitarios sólo adquirirán una “formación generalista y básica”, pero que les habilitará, según el R.D., para ejercer una profesión. Los másteres (de 1 o de 2 años), que proporcionan una “formación especializada”, no son necesarios ni obligatorios para ejercer una profesión. Escapan a esto algunos másteres: por ejemplo, el “Máster de Secundaria” —que no complementa los “grados” y que tiene sólo una función pedagógica— y los másteres de las llamadas “profesiones reguladas” (C. de la Salud, Arquitectura e Ingenierías), a las que, por cierto, no se les va a aplicar el modelo del 3+2.

En tercer lugar, si en las “profesiones reguladas” (30% de los estudios) no se aplicará el 3+2, ¿por qué sí se impondrá en todas las otras? Por ejemplo, las relacionadas con las Ciencias Humanas. Si no es razonable ni lógico poner la salud o la seguridad de los ciudadanos en manos de “graduados” en medicina o  arquitectura, creo que tampoco lo es poner la formación de los niños y de los jóvenes en manos de “graduados generalistas” que, según algunos, no están preparados para ejercer de profesores y que califican de “indocumentados”. Si es importante la salud y la seguridad de los ciudadanos, tan importante es asegurar que los niños y jóvenes adquieran los conocimientos instrumentales básicos (saber leer, redactar, expresarse y reflexionar, y tener espíritu crítico), así como conocimientos sobre las distintas ramas del saber, para que puedan ser ciudadanos con mayúsculas: ilustrados, responsables y armados para ejercer como tales.

En cuarto lugar y a pesar de las explicaciones del ministro Wert, los másteres no serán, en realidad, facultativos sino obligatorios. Para las organizaciones estudiantiles, los grados de tres años son un “engaño” y una “estafa”, que cercenarán la formación que deberían recibir en la universidad y que, por lo tanto, les brindarán menos oportunidades laborales, en un mundo cada vez más competitivo. Y esto les obligará, si disponen de recursos, a hacer un costoso máster, para alcanzar una formación especializada, funcional y competitiva. Según las malas o las buenas lenguas, los recortes en la enseñanza universitaria y los problemas de financiación de la misma han estado en el origen no sólo de las subidas de tasas sino también en la implantación del modelo del 3+2, que es claramente una subida encubierta de nuevas tasas.

En quinto lugar, la pareja Wert-Gomendio, que “filent le parfait amour” en París, han repetido hasta la saciedad el mantra de que los nuevos grados serán más baratos. Es evidente que, un año menos de tasas, de transporte, de manutención y de gastos varios, hacen forzosamente más barato un grado de 3 años que uno de 4. Además, han tenido la desfachatez de afirmar que los graduados empezarán a trabajar un año antes, olvidándose de que la tasa de paro de los jóvenes supera el 50% y además no trabajan en los sectores para los que se han formado. Por cierto, los grados serían aún más baratos si se redujesen a dos años o a uno o a ninguno o si se distribuyesen, sin haber dado un palo al agua, unos “grados de Maestros Ciruela”. En un país como España, esto casa mal con la necesidad de crear una “sociedad del conocimiento”, de provocar un “cambio de modelo productivo” y de dotarse de los profesionales para hacer frente a las necesidades de una sociedad como la nuestra, cada vez más compleja y exigente.

En sexto lugar, según Wert-Gomendio, el 3+2 no es un modelo cerrado. Habrá flexibilidad no sólo en el calendario de su implantación, sino también en la duración y el contenido de los grados o de los másteres. Esto va contra el espíritu de la Declaración de Bolonia: crear un espacio común y homogéneo de enseñanza superior. Con esta libertad o discrecionalidad por parte de las universidades no sólo no se va a converger en el EEES, sino que van a divergir las distintas universidades españolas.

Todo esto parece indicar que, con el 3+2, se deteriorará aún más la formación universitaria y, como correlato, se fragilizará y se hipotecará el futuro universitario, laboral, social y económico de los jóvenes españoles, egresados de las clases populares. Ante esto y si el ascensor social deja de funcionar, no es descabellado esperar lo peor, como sucedió con los disturbios, hace algún tiempo, en las “banlieues”  de las ciudades más importantes de Francia. El 15M y la ocupación del espacio municipal, autonómico y nacional pueden ponernos también la mosca detrás de la oreja. Y como siempre, tanto los profesores universitarios (excepto algunos, que han puesto el dedo en algunas de las llagas del 4+1 o del 3+2) como los rectores, los decanos y la mayoría de los estudiantes no se han atrevido a decir, hasta ahora, esta boca es mía. Por eso, como en 2012, vuelvo a preguntar a la universidad española del s. XXI: Quo vadis, Hispana Universitas Bononiensis?

abril 9th, 2016 by lasvoces

Redacción (Manuel I. Cabezas González: Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica y Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)) – Según un refrán popular, “el mejor maestro es el tiempo; incluso sin que le hagas preguntas, te da las mejores respuestas”. En efecto, el tiempo da y quita razones, como reza otro aforismo popular. He citado estos adagios para traer a colación lo sucedido en Honestidad Radical (H. R.) y también en la academia de idiomas Meeting Point, así como en la revista Guía-te, después de la publicación aquí, el 7 de febrero, y en una quincena de periódicos digitales y en papel, del artículo titulado “Las maestras Ciruela”. Me explico. Barcelona, 9 de abril 2016. Fotografía: El Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas, Manuel I. Cabezas. Archivo Lasvocesdelpueblo.

Lo sucedido en H.R.

Colgado el texto precitado en H.R. y publicado también en otros medios, la Directora de la academia de idiomas Meeting Point, Cristina Cano, una de las tres maestras Ciruela citadas en mi texto, reaccionó al día siguiente (9 de febrero) con un comentario sin pies ni cabeza,  producto de la irracionalidad, de la visceralidad, de las prisas y de las pocas luces. Ahora bien, la Directora Cristina Cano, después de leer mi contestación-reacción a su comentario (cf. comentarios al artículo “Las maestras Ciruela”, en H. R.), se autocensuró y borró su despropósito.

Cuando me di cuenta de ello, gracias a un seguidor de Vigo, volví a colgar su comentario, para que quede, para la posteridad,  un ejemplo más de incongruencia, de mal hacer y de no querer asumir los errores y las limitaciones personales. Este comportamiento lingüístico de la empresaria Cristina Cano dice mucho de su catadura ética, profesional y deontológica. ¡Lamentable y censurable su reacción por falta de rigor lingüístico y argumentativo! ¡Qué sarta de mentiras en sólo 10 líneas!

En efecto, la empresaria Cristina Cano tilda al que suscribe de periodista o bloguero. Y lo acusa, por un lado, de “difamar” y de poner en entredicho la forma en que “se imparte clase en un centro de idiomas”; por otro, de “escribir” sin “informarse” y de “juzgar” sin “saber”; y, finalmente, de ser “indigno”, al “tirar por suelo (sic) en un minuto tantos años dw (sic) buen trabajo”. ¡Qué atrevida es la ignorancia o el/la ignorante! Sin embargo, bien mirado, en el país de los ciegos o ciegas, ya se sabe, el tuerto o la tuerta es el rey o  la reina. Y me expreso así para ahorrarme la acusación de “tufillo sexista”, con la que dispara tan alegremente una amiga-conocida parisina, Elisa Núñez Mateos.

Si la empresaria Cristina Cano hubiera sido objetiva, si se hubiera informado, haciendo una simple búsqueda con Google, no hubiera afirmado, a tontas y a locas, lo que he entrecomillado en el párrafo anterior. Ni soy periodista ni bloguero, ni quiero ser una cosa ni la otra. Ahora bien, cuando escribo, no lo hago al sabor de la boca, como decimos en El Bierzo, sino con conocimiento de causa y después de reposada reflexión, fruto de mi formación académica y de mi actividad profesional.

Lo sucedido en la academia de idiomas Meeting Point

Lo que acabo de exponer está en contradicción con lo que descubrí, el pasado 18 de febrero, en la academia de idiomas Meeting Point. Al regresar a casa, después de haberme metido entre pecho y espalda mis 8 Km. cotidianos de marcha a paso ligero, pasé por delante de la precitada academia, regentada por la empresaria Cristina Cano. Y me llevé una agradable sorpresa: el cristal-ventana —del que hablaba en mi artículo “Las maestras Ciruela” y sobre el que se habían grabado, en color azul, 12 palabras francesas— había sido reemplazado. En el nuevo, fueron corregidos casi todos los errores explicitados en el texto publicado en H. R., aunque aún quedan algunos. Espero que la empresaria Cristina Cano movilice sus meninges para descubrir los errores o, si quiere utilizar la solución más fácil, consulte a alguien que sepa de qué va la cosa o simplemente vuelva a leer el texto “Las maestras Ciruela”, donde enumero las incorrecciones (9 de las 12 palabras grabadas estaban mal escritas).

Además, seguramente después de informarse sobre el que suscribe y/o simplemente de entrar en razón, la empresaria Cristina Cano hizo un nuevo comentario en H. R., donde reconocía sus errores y donde afirmaba que es de sabios “aprender de las críticas”. Por eso, me anunciaba que el “lettering” (cristal-ventana-afiche o rótulo trufado de faltas) ya había sido reemplazado, al tiempo que me agradecía los servicios prestados y los futuros “feedback”, y me invitaba a visitar el centro de enseñanza. ¡Cuantos cambios y cuantas buenas palabras en sólo unos días! ¡Qué metamorfosis en tan corto espacio de tiempo!

Lo sucedido en la revista Guía-te

La directora de la revista Guía-te y autora de sucesivos editoriales plagados de faltas de todo tipo, Laura Serrano, respondió  a mis dos primeras misivas con un elocuente silencio. A la tercera misiva y en su nombre, me respondió la diseñadora-responsable de contenidos de la revista, Isa Barrio. Como no podía ser de otra forma ante mi corrección detallada y meticulosa del editorial del número de enero de 2016, la Sra. Barrio reconoció la existencia de numerosos errores ortográficos y gramaticales en los editoriales, y trató de justificarlos por la falta de “recursos” o de “tiempo”. Ahora bien, indirectamente, la Sra.

Barrio reconoció que la directora de la revista tiene, en su competencia lingüística y textual, más agujeros o lagunas que un queso gruyer. En efecto, en su misiva, me pedía ayuda para encontrar una solución a este problema, para encontrar a alguien que pudiera revisar cada número o alguna otra solución. Según me precisaba, estaban dispuestas a valorar mi propuesta y a incorporarla para, así, solucionar el problema.

Impelido por los principios evangélicos de “enseñar al que no sabe” y de “dar de comer o de beber al hambriento o al sediento” lingüístico, le propuse dos soluciones: una, a largo plazo (leer, leer, leer… mucho y rumiar lo leído); y otra,  a corto plazo (revisión de los textos por algún corrector competente, rara avis en los tiempos que corren). Ahora bien, la solución a largo plazo tardará todavía mucho para dar sus frutos, si es que se ha empezado a adoptar; y la solución a corto plazo no la han tomado en consideración. En efecto, los nuevos editoriales y textos de la revista Guía-te están aún plagados de faltas. Por eso, las buenas intenciones no son suficientes; hay que pasar a la acción.
Ergo

Lo sucedido con la academia de idiomas Meeting Point y con la revista Guía-te es la demostración fehaciente del poder del verbo y de la doctrina de la “honestidad radical”: las cosas pueden cambiar, si no se utiliza el verbo en vano y si el bisturí lingüístico diagnostica y localiza los problemas, siguiendo los dictados de la “honestidad radical”. Ahora bien, de la maestra Ciruela del bufete de abogados Bejarano i Cámara associats, Elisabeth García Bejarano, no he tenido ninguna reacción directa. Sin embargo, ante lo narrado en los textos “Iletrada, ella; tonto útil, él” y “Las maestras Ciruela”, sé que se puso como un basilisco. ¡Craso error por parte de la Sra. Bejarano! Cambiar y rectificar es de sabios y permanecer en el error es de necios. Dar coces contra el aguijón no es una sabia e inteligente decisión.

Todo lo expuesto parece indicar que el que suscribe, cuando toma la palabra, no predica en el desierto, como hacía Juan el Bautista. Y, por otro lado, ratifica lo que afirma, de forma lapidaria, Risto Mejide en su último libro: “Si hablas o escribes y nadie se molesta es que no has dicho nada”.

febrero 8th, 2016 by lasvoces

Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Fotografía: Imágenes -dibujo- de un profesor de matemáticas en un colegio. Foto facilitada por el autor de este artículo.

La maestra ciruela

En las tertulias radiofónicas y televisivas, así como en las columnas de opinión, es habitual y frecuente que los “todólogos” —esos osados personajes, que sientan cátedra sobre lo divino y lo humano, sin tener ni idea, la mayor parte de las veces, de lo que hablan o escriben— afirmen reiteradamente que los jóvenes españoles de hoy son los mejor y los más formados de la historia de España: poseen licenciatura(s), máster(s), idiomas y son unos virtuosos en tecnología de la información y de la comunicación (TIC). Esta aseveración creo que sólo es pertinente y ajustada en el caso de una minoría de ellos, formada en los distintos campos del saber, pero no me parece oportuno ni razonable que se pueda predicar del conjunto de la juventud española.

Para justificar la reserva precedente, basta con algunos datos, que ya expuse en otro lugar, sobre la mal llamada “Generación JASP (“jóvenes aunque sobradamente preparados”). Estos datos permiten poner los puntos sobre las íes de la tan cacareada formación de los jóvenes españoles de hoy. Por un lado, el 26%  de los jóvenes no terminan la enseñanza secundaria obligatoria (ESO). Además, el 28,4% de los que terminan la ESO abandonan definitivamente el sistema educativo a los 16 años, sin ninguna formación profesional. Por otro lado, el 36% de los alumnos de la ESO son repetidores. Y, finalmente, reciben muchas menos horas de matemáticas y de lengua, dos aprendizajes fundamentales, que los alumnos de los otros países de la UE. Por lo tanto, sólo el 35,7% de los jóvenes de 16 años continúa los estudios: una minoría se decanta por la FP de Grado Medio; y la gran mayoría por el Bachillerato, que conduce a la Universidad. Por eso, con estas alforjas, casi vacías, la mayor parte de la juventud española no puede ir muy lejos en el mundo universitario y laboral.

Ahora bien, la enseñanza universitaria tampoco es para tirar cohetes: ninguna universidad española está entre las 150 mejores del mundo; el 30% de los alumnos abandonan sus estudios universitarios; en primer año de universidad, son muy numerosos los alumnos que no se presentan a los exámenes o que suspenden muchas asignaturas o que cambian de estudios; y sólo el 33% obtiene el título universitario sin repetir curso. Lo dicho: no es para tirar cohetes.

Hoy, quiero aportar nuevos argumentos para poner en entredicho, de nuevo, esa afirmación gratuita de que la juventud española actual es la mejor y la más formada. Para ello, voy a relatar tres vivencias personales de las últimas semanas, vivencias que ponen en tela de juicio la formación con la que licenciados concretos, de distintos campos del saber, salen de las universidades españolas. Me voy a referir a una licenciada en derecho, a una licenciada en periodismo y a unas licenciadas en filología inglesa.

Primera vivencia. Hace unos dos meses, recibí un correo electrónico del bufete de abogados Bejarano i Cámara associats, rubricado por la letrada, licenciada en derecho, Elisabeth García Bejarano. En nombre de su cliente, me conminaba a que eliminara de mi blog, Honestidad Radical, un artículo en el que denunciaba el engaño y la estafa, de los que fue víctima mi amiga Pilar por parte de Catalunya Caixa. El precitado correo, desde el punto de vista del contenido y de la forma, no había por donde cogerlo. Ni un alumno de esos que abandonan la enseñanza sin terminar la ESO lo hubiera redactado peor. En efecto, la misiva electrónica, de unas 100 palabras, contenía 22 incorrecciones, que denotaban falta de profesionalidad y verdaderas lagunas o más bien océanos en la competencia lingüística de mi interlocutora. Por eso, en mi acerada respuesta, me vi obligado a despojarla de los galones de “letrada” y a tildarla, sin ningún género de dudas y sin ningún titubeo, de picapleitos y de leguleya “iletrada”.

Segunda vivencia. En el Vallès Occidental, comarca de la provincia de Barcelona, se distribuye mensualmente una revista gratuita, “Guía-te”, dirigida por la Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Laura Serrano. Suelo echarle un vistazo rápido y siempre me ha llamado la atención el poco cuidado con que son redactados los pocos textos que contiene. El mes pasado, bolígrafo en ristre, leí el editorial del número de enero, redactado como siempre por la directora Laura Serrano. Y, como de costumbre, el editorial estaba plagado de incorrecciones. A ojo de buen cubero, localicé y corregí 39 (el texto tenía unas 300 palabras). Pero, ¡cuidado!, como en el caso de la precitada leguleya iletratada, no se trataba de “correcciones de estilo” sino de “faltas” y de “errores”, que violan todo tipo de reglas del código lingüístico del español, relativas al léxico, a la morfología, a la sintaxis y a la ortografía.

Tercera vivencia. El año pasado, en la Avenida Guiera, 14 (Cerdanyola del Vallès), empezó su andadura la academia Meeting Point School of Languages. Se trata de una pequeña academia con tres aulas: una, para el inglés; otra, para el francés; y la última, para el alemán. Cada aula tiene una decoración y una ambientación particular, que recuerda al país donde se habla cada una de las lenguas. Por lo que respecta a la lengua francesa, la decoración-ambientación se reduce a la bandera francesa y a la palabra “francés”, pegadas en la puerta del aula; y, por otro lado, a un afiche sobre un cristal-ventana, que se ve desde la calle y sobre el que aparecen escritas 12 palabras francesas, que denotan distintos aspectos de la cultura francesa. Hace unos días, al pasar por la acera atrajo mi atención el hecho de que la mayor parte de las palabras (9 de las 12) estuvieran mal transcritas: *Si vous plais por “s’il vous plaît”; *fountaine por “fontaine”; *fondie por “fondue”; *Torre Eiffel “Tour Eiffel”; *Louvre por “Le Louvre”; *bonne heure por “bonheur”; *Versalles por “Versailles”; *Le Champs Ellissess por “Les Champs Élysées”; et *Notre Dame por “Notre-Dame”. Esto son hechos que pueden ser verificados; basta con visitar el lugar del crimen lingüístico.

Por sus actos lingüísticos, los actores de las vivencias narradas son ejemplos paradigmáticos del Maestro Ciruela aquel personaje que, según el clásico aforismo castellano, no sabía ni leer ni escribir y puso escuela; dicho con otras palabras, que presumía de lo que carecía y que pretendía ser sabio y dar lecciones, cuando en realidad carecía de los conocimientos necesarios. Así, la iletrada “letrada”, Elisabeth Gª Bejarano, puso bufete (Bejarano i Cámara associats); la analfabeta periodista, Laura Serrano, puso revista gratuita (Guía-te); y las ágrafas licenciadas anglo-francófonas —Cristina Cano, Andrea Gutiérrez y Noelia Bastidas— pusieron una “School of Languages (Meeting Point). ¡Qué lejos están todas estas Licenciadas Ciruela del sabio (que conoce pocas cosas pero las domina) y que cerca están del sabihondo (el que aparenta saber mucho, pero que no sabe y lo poco que sabe lo sabe sin fundamento).

Ante los ejemplos empíricos citados, hay que reconocer que, como le dijo el centinela Marcelo al príncipe Hamlet, “algo huele mal en Dinamarca” (i.e. en la universidad española). Es incontestable que, cuantitativamente, se ha incrementado el número de estudiantes universitarios, facilitado por las PAU (pruebas de selectividad y de acceso a la universidad), que no seleccionan, al permitir el paso a la universidad a casi la totalidad de los candidatos (98%), provocando la masificación de la misma. Ahora bien, los casos descritos y verificables son contundentes: la formación de muchos o de la mayoría de los licenciados del pasado y, sobre todo, de los graduados actuales deja mucho que desear. Y, por lo tanto, habría que ser más precavidos y abstenerse de afirmar, sin ningún fundamento, que los jóvenes españoles de hoy son los más y mejor formados de la historia de España. ¡Así nos luce el pelo! Espero que, con esta reflexión, no se verifique lo que afirma la segunda parte del siguiente aforismo chino: “Corrige al sabio y lo harás más sabio. Corrige al necio y lo harás tu enemigo”.

Coda: « Je ne demande pas à être approuvé, mais à être examiné et, si l’on me condamne, qu’on m’éclaire » (Ch. Nodier).

 

diciembre 13th, 2015 by lasvoces

Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Fotografía: Fachada de una de las filiales de Catalunya Caixa (CX). Foto/Efe.

Iletrada, ella; tonto útil, él

Acabo de recibir un correo electrónico del bufete de abogados Bejarano i Cámara asociats, rubricado por Elisabeth Gª Bejarano. Se dirige a mí como vicaria de Jordi Aymerich Luna, en relación con un artículo (“Carta abierta a los estafadores de Pilar”), publicado en mi blog Honestidad

Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas, Manuel I. Cabezas. Foto archivo.

Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas, Manuel I. Cabezas. Foto archivo.

Radical y reproducido en numerosos medios de comunicación digitales y en papel, a finales de 2012.

En el precitado correo, la abogada Elisabeth Gª Bejarano afirma, al sabor de la boca, que las partes (mi amiga Pilar y Catalunya Caixa) habían llegado ya a un acuerdo, en relación con el engaño-estafa del que fue víctima mi amiga Pilar por parte de esa cueva de Alí Babá, que ha sido y continúa siendo Catalunya Caixa (CX). Y, por este motivo, me pide que proceda a eliminar de mi blog la entrada citada ci-dessus o cualquier mención al embaucador y estafador Jordi Aymerich Luna, con el fin de evitar “los posibles daños y perjuicios a la imagen de mi cliente”.

Ante un correo de esta catadura, un “vero” ciudadano  no pueda amilanarse y, por lo tanto, dejarlo sin respuesta. Por eso, en aras de la verdad y de la transparencia, e impelido por la doctrina de la “honestidad radical”, me permito diseccionar y poner en entredicho tanto la forma y el contenido del correo de la abogada Elisabeth Gª Bejarano como sus pretensiones.

Sobre la forma. En relación con la forma, me veo obligado a despojar a Elisabeth Gª Bejarano de los galones de “letrada” (abogado o persona licenciada en derecho, RAE dixit) y a tildarla, sin ningún género de dudas y sin ningún titubeo, de “iletrada” (analfabeta, RAE dixit). Su correo, desde el punto de vista lingüístico, no hay por donde cogerlo. Ni un alumno de esos que abandonan la enseñanza sin terminar la ESO lo hubiera redactado peor. En efecto, la misiva electrónica, de unas 100 palabras, contiene 22 incorrecciones, que denotan falta de profesionalidad y verdaderos lagunas o más bien océanos en la competencia lingüística de mi interlocutora. Ni siquiera transcribe bien el nombre de su defendido: ella escribe Eymerich cuando debería haber escrito Aymerich.

Se suele decir que el sistema judicial contribuyó a civilizar a los seres humanos, al reemplazar la “ley del más fuerte” (poder de la fuerza bruta y de las armas) por la “fuerza de la ley” (poder sólo del verbo). Por eso, en esta forma civilizada de hacer justicia, juega un papel fundamental y exclusivo el uso de la “buena” palabra, tanto escrita como oral. Ahora bien, ¿qué se puede esperar de una leguleya iletrada que no domina los usos más elementales del arma más eficaz y letal: el lenguaje? Por la boca muere el pez. Por las formas, en general, y también por las “formas lingüísticas”, la iletrada leguleya echa a perder el contenido de lo que trae en su zurrón lingüístico. Ahora bien, esta “halitosis lingüística” denota y connota también que mi interlocutora tampoco ha sido muy diligente en la preparación del contenido de su mensaje y de sus pretensiones.

Sobre el contenido y las pretensiones. Por lo que respecta al contenido del correo de marras, la “iletrada” picapleitos, Elisabeth Gª Bejarano, se ha ganado a pulso también la medalla de interlocutora “indocumentada”. No se ha informado sobre lo sucedido entre mi amiga Pilar y Catalunya Caixa y, por lo tanto, no tiene, como hubiera dicho Pérez-Reverte, ni puta idea del asunto del que habla. Vayamos por partes, ordenadamente y por derecho.

1. En efecto, al embaucador y estafador Jordi Aymerich Luna lo nombro de verbo ad verbum en el artículo impugnado por la desinformada Elisabeth Gª Bejarano. Sin embargo, también hago referencia a él en la mayor parte de los textos (creo que unos 13 artículos, en total) que he dedicado al engaño-estafa masivo, perpetrado por Catalunya Caixa, gracias a los tontos útiles como Jordi Aymerich Luna. La iletrada e indocumentada letrada (?) no se ha tomado la molestia de informarse antes de ponerse delante del teclado del ordenador. Por eso, no es ocioso recordarle, a esta excrecencia de la fauna de los letrados, el pasaje de un relato sufí, en el que un niño pegunta a su padre, Nasrudín: -Papá, ¿por qué tenemos dos orejas y dos ojos, pero sólo una boca? A lo que el padre le respondió: -Mira Mustafá, porque hay que escuchar y leer dos veces antes de ponerse a hablar o escribir.

2. Por otro lado, la indocumentada Elisabeth Gª Bejarano afirma que las partes implicadas (la engañadora y estafadora, Catalunya Caixa (CX); y la engañada y estafada, mi amiga Pilar) habían llegado ya a un acuerdo. De nuevo, la desinformada iletrada queda con sus vergüenzas al aire y miente como una bellaca. No es verdad lo que pontifica alegremente.

Para empezar, Catalunya Caixa no devolvió a mi amiga Pilar los 50.000€ que le había estafado; practicó una retención de 24,40€. Mi amiga Pilar reclamó reiteradamente, por vías diferentes, esta cantidad y recibió, como respuesta, un silencio sepulcral de parte de CX.

Por otro lado, cuando mi amiga Pilar solicitó ser sometida al arbitraje para recuperar sus ahorros estafados, firmó, por imposición unilateral de Catalunya Caixa, que renunciaba a reclamar los intereses no satisfechos por CX desde marzo de 2012 hasta el 19 de abril de 2013 (fecha de la devolución de casi la totalidad de lo estafado). Esta imposición de CX es un ejemplo paradigmático de las cláusulas abusivas, presentes también en los contratos hipotecarios españoles, que las autoridades judiciales europeas han considerado un abuso e ilegales, y, por lo tanto, deben ser consideradas nulas y sin valor. Por eso, en base a la jurisprudencia europea, también exigió reiteradamente el pago de los intereses no devengados (unos 2.600€) que, en derecho, se denomina “lucro cesante”. Sobre esta cuestión, mi amiga Pilar también recibió, como respuesta, un silencio sepulcral de parte de CX.

Por último, las relaciones comerciales o contractuales, para que sean legítimas y vinculantes, deben ser equilibradas, ya que las dos varas de medir no son aceptables, ni desde el punto de vista ético, ni jurídico, ni social. Cuando un cliente de cualquier entidad bancaria no devuelve sus créditos en los tiempos establecidos, la entidad financiera le aplica una penalización, los llamados “intereses de demora”, que oscilan entre el 12% y el 39% de la cantidad adeudada dependiendo del banco. Por razonamiento analógico, cuando son las entidades financieras las que no cumplen con sus obligaciones, deben ser también penalizadas en la misma proporción. Por eso, sobre la base de unas relaciones contractuales equilibradas y justas, mi amiga Pilar exigió igualmente a CX que se aplicase a sí misma la penalización correspondiente por no haber cumplido con sus obligaciones y se le resarciera económicamente por ello, aplicando el baremo que CX utiliza para penalizar a sus clientes morosos. Y, como de costumbre, mi amiga Pilar también recibió, como respuesta, un silencio sepulcral de parte de CX.

3. Si el tonto útil de CX, Jordi Aymerich Luna, y su vicaria indocumentada e iletrada, Elisabeth Gª Bejarano, desean que Pilar y yo mismo enterremos el hacha de guerra, fumemos la pipa de la paz y hagamos mutis por el foro, eliminando de Internet todo rastro de la litis contra CX y sus tontos útiles, ya conocen nuestras exigencias (no confundir con solicitud o ruegos o peticiones), explicitadas en el punto 2., ut supra: CX debe completar la devolución de lo estafado (24,40€), satisfacer los intereses no devengados (unos 2.600€) y apechugar con la penalización (entre el 12% y el 39% de la cantidad adeudada)  por no haber cumplido con sus compromisos y obligaciones. Mientras esto no suceda, seguiré erre que erre, como tábano cojonero, denunciando los engaños y las estafas con los que CX ha desvalijado a sus clientes de toda la vida. No estoy dispuesto a que sea verdad lo que El Roto recogió en una sus viñetas, en la que aparecen un banquero y unos estafados y aquél dice a éstos: “Llegar a rico me costó lo vuestro”.

octubre 24th, 2015 by lasvoces

Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Almagarinos, pedanía del Ayuntamiento de Igüeña, es un pueblo muy pintoresco tanto por su emplazamiento como por sus gentes. Por eso, merece una visita o, mejor, una larga y reposada estancia, sobre todo en la estación estival. Almagarinos está colgado, como un nido de águila,

Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas, Manuel I. Cabezas. Foto archivo.

Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas, Manuel I. Cabezas. Foto archivo.

en lo alto del escarpado acantilado llamado Peñas de Aceite; y, por su ubicación, puede ser considerado como el vigía del valle del río Tremor, sito en el Bierzo Alto. Ahora bien, es también un lugar sin igual por sus gentes.

En este pintoresco pueblo, hay un espacio, que no es ni calle ni plaza o es las dos cosas a la vez, bautizado con el nombre de “El Parlamento”. Está situado enfrente del bar Gonçalves, único bar del pueblo, regentado por la hacendosa y, además, “cordon-bleu”, Deolinda: si pruebas sus sopas de trucha o sus patatas con corzo o jabalí, o su abanico de platos de bacalao (como buena portuguesa que es), seguro que querrás repetir o desearás volver cuanto antes.

Pero, no nos perdamos y sigamos con El Parlamento. Éste es un espacio muy concurrido y polivalente, donde los vecinos del pueblo se reúnen, bajo una pérgola, para parlamentar; para tomar el aperitivo o las copas de rigor (mediodía, tarde, noche y madrugada), los adultos varones y hembras; para disfrutar con los juegos de mesa, los niños y menos niños; y para hacer el filandón (reunión nocturna de mujeres para hilar y charlar, RAE dixit), las mujeres hechas y derechas; ahora bien, éstas ya no hilan, utilizando la rueca y el huso o, más bien, lo que hilan son palabras… y palabras… y palabras…, hasta bien entrada la madrugada.

Este verano de 2015, al ver a las “Filandonas”, siempre acurrucadas en un rincón de la pérgola (cf. foto ut supra), envueltas en sus mantas o cobertores o enfundadas en sus batas de boatiné, para protegerse del frío, e iluminadas por unas velas que les servían, al mismo tiempo, de brasero, uno de los convecinos las bautizó con el nombre de “las rumanas”. Al escuchar esta denominación, como Proust con su magdalena, me vino a la mente el recuerdo de un comportamiento lingüístico generalizado, que observé siendo niño y mozalbete, tanto en Almagarinos como en los pueblos del Bierzo Alto. En efecto, in illo tempore, los vecinos del pueblo abandonaban el uso de los nombres dados en el bautismo religioso y los reemplazaban por apodos o motes, fruto de un bautismo laico, en el que muchos parroquianos oficiaban de sumos sacerdotes.

Sin ánimo de ser exhaustivo y a vuela pluma, voy a recordar algunos, para ilustrar este fenómeno lingüístico y para que los maduros y menos maduros del lugar intenten recordar y descubrir el prístino nombre religioso e identificar al aludido. Los que me han venido a la mente, con la ayuda de algunos lugareños, son los siguientes: El Conde, El Pinto, Cabeza de Oro, El Fréjoli, Pascualín, Charly, Tisso, Pedorril, ***”El Puta”, *** “El Zorro”, El Plantilla, Porreto, El Llobín, El Perdigón, Pepe Gafas, Cutis, El Feo, El Llirón, El Cajonero o Lanfrán, Zoco,… “Que sais-je encore”?

Estos bautizos laicos no sólo eran individuales. También se bautizaba a colectivos, imponiendo gentilicios nuevos a los vecinos de cada pueblo del valle del río Tremor. Así, a los de Almagarinos, se les llamaba los saratos; a los de Pobladura de las Regueras, los franceses; a los de Rodrigatos, los gatos o venteros; a los de Tremor de Arriba, los túzaros o los túerganos;  a los de Tremor de Abajo y Cerezal de Tremor, los queicheiros; a los de la Granja de San Vicente, los ralengos; … Y suma y sigue.

Ante este comportamiento lingüístico del pasado reciente y ante esta cascada inconclusa de motes, quiero hacer algunas precisiones y arriesgar una explicación de los mismos. Por un lado, hay que subrayar el hecho de que sólo eran objeto de bautismo laico los hombres, nunca las mujeres. Por otro lado, hoy, la mayor parte están en desuso y ha desaparecido la costumbre de poner apodos a los convecinos. Y finalmente, hay que reconocer que algunos motes tienen una cierta dosis de mala leche o carga crítica.

Esto me lleva a plantear si estos apodos son, como afirmó el padre de la lingüística moderna, el suizo Ferdinand de Saussure, arbitrarios (p0r ejemplo, no hay ninguna razón o motivo de llamar “mesa” a una mesa; o “perro” a un perro) o todo lo contrario, es decir motivados. En bastantes casos, se podría establecer una relación clara y directa, es decir motivada, entre una persona concreta y el apodo. Y esto pondría en entredicho la teoría de F. de Saussure sobre la “arbitrariedad” del signo lingüístico.

Para terminar, me gustaría formular y arriesgar una explicación de estos bautizos laicos. Durante el régimen franquista (1939-1975), la Iglesia Católica fue omnipresente y omnipotente. Marcaba y ritmaba la vida social, cultural, escolar, laboral, etc. de la sociedad española, imponiendo sus valores, sus criterios y sus preceptos en todos los órdenes de la vida. Entre ellos, la obligación de bautizar a los recién nacidos y de ponerles sólo uno o varios de los nombres que figuran en el santoral; y, además, en español. Ante esta imposición y como reacción a la misma, yo me pregunto si los vecinos, tanto de Almagarinos como de los otros pueblos del valle del río Tremor, no utilizaron precisamente el bautismo laico como vehículo o instrumento simbólico de protesta, de resistencia y de rebeldía para contrarrestar el peso y el poder casi omnímodo de la Iglesia.

Esta interpretación parece estar corroborada por el hecho de que, en la sociedad secularizada de nuestros días, ya no se practican los bautismos laicos, para dar apodos nuevos a las gentes de Almagarinos. Sin embargo, como he expuesto más arriba, este verano, se volvió a los usos del pasado, cuando un convecino calificó con el apodo de “las rumanas” al grupo de “filandonas” del Parlamento. Ahora bien, discrepo con la adecuación de este mote que, sin duda, ha sido motivado por las imágenes de inmigrantes rumanas de etnia cíngara de los suburbios de Madrid, que han aparecido en los medios de comunicación. En efecto, las “filandonas”, por el atrezo y la vestimenta ocasional y nocturna, se asemejan más a las televisivas rumanas madrileñas que a las rumanas comunes; por eso, la inadecuación de llamarlas simplemente rumanas.

Y digo esto con conocimiento de causa. Hace más de un lustro, tuve la oportunidad de visitar, dos veces, la tierra del conde Drácula, Transilvania. Estuve más de dos semanas en Cluj-Napoca, la capital de esta región de Rumanía, y pude comprobar que los rumanos son física, social y culturalmente como nosotros, los españoles corrientes y molientes. No podríamos diferenciarnos de ellos. Por eso, de continuar con el apodo, propongo al oficiante del bautizo laico estival que rebautice a las “filandonas” con el nombre de “rumanas de etnia cíngara” y no “rumanas” a secas. Como dice la ley mosaica, no se debe utilizar el verbo en vano. Y así tendríamos un ejemplo más para poner en entredicho la teoría de Saussure relativa a la “arbitrariedad” del signo lingüístico.

septiembre 29th, 2015 by lasvoces

Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica;Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Dime que Lees y Te Diré…

En un texto reciente describí cómo lee “El lector mariposa” que utiliza las TIC. Y dejé para otra ocasión la respuesta a las Manuel-Ignacio-Cabezas-González_-las-Profecía-de-un-visionariootras dos preguntas que se planteó André Gide, en relación con  ciertos “alfabetos-lectores”, y que él formuló así: “Ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán, cuánto leerán y cómo leerán? Después de ocuparnos del “cómo”, hoy vamos a retomar el tema de la lectura, para centrarnos en el “cuánto” y en el “qué” leen aquellos que leen.

La comunicación es una necesidad para la salud mental del ser humano. Ahora bien, tanto en esa comunicación en diferido que es la lectura como en la comunicación “tête à tête”, la calidad, la variedad, la cantidad y el contenido de los mensajes son determinantes para alimentar, de forma equilibrada, nuestras meninges y favorecer así la adquisición y el desarrollo de nuestras competencias lingüísticas, intelectuales, sociales, etc. En efecto, como lo dejó escrito Ramón y Cajal, “el cerebro es como una máquina de acuñar moneda. Si echas en ella un metal impuro, obtendrás escoria. Si echas oro, obtendrás moneda de ley”. Por eso, Vargas Llosa no tiene reparos en afirmar que, para ser un “buen lector” y no un “simple lector” (o “leedor” o “veedor”, como diría Pedro Salinas), no basta con leer cualquier tipo de texto, sino que hay que hacer “buenas lecturas”. Sólo así la lectura perjudicará seriamente la ignorancia del lector y será un antídoto contra ésta.

¿Cuánto se lee en España? Según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), en la España de hoy, el 55% de los españoles no leen nunca o sólo lo hacen a veces, pero jamás han leído un libro. Y para más inri no buscan excusas, sino que se vanaglorian de ello: leer no les gusta y no les interesa; además, es algo superfluo para ellos y prefieren dedicar el tiempo en otras cosas más útiles, divertidas y placenteras; y también añaden la falsa coartada de que no tienen tiempo.

Sin embargo, entre aquellos que saben leer y leen, sólo una pequeña minoría son auténticos “lectores”. Efectivamente, a pesar de que la oferta viva de libros supere el medio millón, los que practican la lectura (mucha o poca) en España leen —de media— 8,6 libros por año, cuando en Finlandia la cifra sube a 47 (casi seis veces más). Por lo tanto, la inmensa mayoría de los españoles que practican la lectura leen muy poco. Y además, leen textos sin músculo que, hace algunas décadas, eran calificados de “literatura de quiosco” y que Vargas Llosa tilda de “basura”. Por eso, estos lectores pueden ser calificados de “leedores” o “veedores”, que Pedro Salinas compara con los anfibios que “entran y salen de lo leído […] sin saber nunca a derechas donde se andan”.

Estos datos denotan, según el Presidente de la FGEE, que el hábito y el índice de lectura no han crecido en España al mismo ritmo que la riqueza y el desarrollo. Por este motivo, se permite afirmar que “hemos pasado del burro al AVE, pero no leíamos mucho en burro y no mucho en AVE”. Por otro lado,  esta desafección por la lectura hace que, cada día, cierren 2 librerías en España; sólo en 2014, se abrieron 226, pero se cerraron 912, con un saldo negativo de 686 librerías menos. Y esto es un mal augurio para la salud de la lectura.

¿Qué leen los “leedores” o “veedores”? Dejemos de lado a los minoritarios y auténticos lectores, que leen mucho y hacen “buenas lecturas”. Y escuchemos al Presidente del Gremio de Editores o echemos un vistazo a las listas de los libros más vendidos, para ver qué leen los “leedores” o “veedores”. Para los propios editores —que han aplicado en sus  políticas editoriales el principio de José Manuel Lara Hernández, según el cual “nunca se debe confundir el catálogo (el negocio) de la editorial con la biblioteca personal (la cultura)”— la respuesta es clara y contundente: la inmensa mayoría de los pocos libros que consumen los “leedores-veedores” son de pésima calidad. Y van desde los best sellers prefabricados, que avergüenzan a los genuinos profesionales de la pluma, hasta los panfletos de autoayuda, que sólo ayudan a llenar los bolsillos de sus autores y de los editores.

¡Qué razón tenía Maruja Torres cuando verbalizó, a propósito de estos panfletos y best sellers: “Algunos leen libros de autoayuda; otros simplemente leemos para auto-ayudarnos”. Y así nos va el pelo, como ciudadanos y como sociedad: sin brújula, sin faros, sin luces y sumidos en las tinieblas de la ignorancia, somos engañados y manipulados, una y otra vez, por los de la casta política o financiera o por cualquier hijo de vecino, cuando “para nuestra revolución [o regeneración] no hacen falta otras armas que el libro y la palabra”, según D’Alembert, citado por Pérez-Reverte en Hombres Buenos.

Basta también con consultar las listas de los libros más vendidos para llegar a la misma conclusión sobre la calidad de los libros más leídos. Tengo que reconocer, y me avergüenzo de ello, que he sido, en dos ocasiones, “leedor-veedor”. Confieso que he sido infiel a los clásicos (griegos, latinos, españoles, franceses,…) y que he pecado al leer, sólo por curiosidad, dos best sellers, ejemplos paradigmáticos de libros-basura de tramas policiales y de fantasías sexuales. El último, las Cincuenta sombras de Grey, este verano de 2015.

Después de leer, hace años, el primero (Código Da Vinci) y ante la decepción y frustración que sufrí, tomé la decisión firme de nunca más perder el tiempo leyendo un nuevo superventas. Pero, como la carne es débil, volví a las andadas, este verano, cayendo en las redes de Cincuenta sombras de Grey, que una amiga (?) me prestó. Estos engendros y abortos lingüísticos —por sus intrigas banales y sin nervio; y por la prosa rastrera y renqueante destilada— son como el agua, que es descrita por los químicos como un producto sin olor, ni color, ni sabor.

Por lo que respecta al bodrio “Cincuenta sombras de Grey” (editorial Grijalbo), quiero dejar constancia de que la intriga es repetitiva y previsible; y lo que es “repetitivo” cansa; y lo que es “previsible” carece de interés y no es informativo. Por otro lado, la autora hace gala de un léxico liliputiense y acumula, página a página, latiguillos estúpidos y sin sentido, que denotan una miseria lingüística, que la descalifica para el oficio de “escribidor”.

 En efecto, en cada página, la narradora repite sin cesar las mismas muletillas: “frunce” el ceño o los labios o la boca; o “se sonroja”; o “¡¡¡uau!!!”; o “pone los ojos en blanco”; o “piensa en la diosa que lleva dentro”; o “se muerde el labio inferior”; o “gruñe”; o “se le sube el corazón a la boca”, etc. Ante esto, uno se pregunta cómo la editorial Grijalbo no arrojó este anti-texto a ese gran amigo de todo buen escritor, la papelera. Parece que, para esta editorial, ha primado más la cuenta de resultados —aunque haya tenido que dar bazofia de la peor especie a sus lectores— que la calidad del producto ofrecido a los mismos. Por eso, dejo constancia aquí de que nunca más mercaré ninguno de sus productos. Y por eso, coloco a la Editorial Grijalbo entre aquellas que dan gato por liebre.

Lamento nuevamente el haber puesto los cuernos a los “clásicos” y el haber leído este libro. Por eso, juro y perjuro que, en el futuro, les seré fiel a mis clásicos de toda la vida. Y hago propósito de enmienda citando lo que dijo, en su día, Don Juan Carlos I, para pedir perdón por haberse ido de pendoneo con “la otra”: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Si “somos lo que comemos” (Feuerbach), yo añadiría que también “somos lo que leemos”. Y por eso, se podría afirmar: “dime qué lees y te diré quién eres”.

Manuel I. Cabezas González; 21 de septiembre de 2015

agosto 29th, 2015 by lasvoces

Manuel I. Cabezas González; Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas;Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada
Departamento de Filología Francesa y Románica;Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Vuelva usted el año próximo

Corrían los primeros días de enero de 1833, cuando Mariano José de Larra publicó, en el Pobrecito Hablador, su famoso artículo “Vuelva usted Manuel Cabezas I. González, Vuelva usted el próximo añomañana”. En este texto periodístico emblemático, Larra pone el dedo en la llaga de uno de los males de España: la pereza y la ineptitud de los españoles de la primera mitad del siglo XIX (y, en particular, de los funcionarios “cesantes”), que son tan vagos que “no cenarán por no llevarse la comida a la boca”.

En este artículo periodístico, M.J. de Larra narra las gestiones que Monsieur Sans-délai (Sr. Sin-demora) intenta realizar, sin éxito, en Madrid. Este ciudadano francés llegó de París, para solventar asuntos familiares, así como para invertir cuantiosos caudales y visitar la capital del reino de España. Tras seis meses largos de idas y venidas, de citas y de gestiones, Monsieur Sans-délai sólo consiguió dos cosas: que los españoles (“hombres singulares”) le repitieran, como una letanía, el consabido “Vuelva usted mañana”; y, por otro lado, perder toda esperanza de llevar a cabo sus proyectos. Por eso, aburrido, decepcionado, irritado y con una muy mala imagen de los españoles, regresó a París. Y, de sus gestiones y de sus sustanciosas inversiones madrileñas nada más se supo.

He traído a colación este texto decimonónico de Larra porque, a pesar del tiempo transcurrido (casi dos siglos), aún no ha envejecido y está todavía de plena actualidad en la España actual. En efecto, la burocracia, la desidia, la incompetencia, la pereza,… campan por sus fueros y son moneda de curso legal entre la “sesteante” casta política española. Para justificar e ilustrar esta aseveración, voy a narrar lo que he vivido en persona, en un pequeño ayuntamiento del Bierzo Alto: el Ayuntamiento de Igüeña, que incluye 8 pedanías y 2  poblaciones deshabitadas. He aquí los hechos nudos, que pueden ser contrastados.

A mediados de agosto de 2014, tuve un primer contacto con el Sr. Alcalde de Igüeña y con el Primer Teniente Alcalde y Concejal del Área de Urbanismo. Objeto: tramitar el permiso de obras para restaurar la casa que heredé de mis padres en Almagarinos, una de las pedanías del Ayuntamiento de Igüeña; y, por otro lado, para informarme sobre el destino de la casa contigua a la mía, que se encontraba y se encuentra en ruinas, y que habría que conservar y restaurar a toda costa, pensando en la imagen del pueblo, Almagarinos. En este primer contacto, todo fue cordialidad y buena disposición para agilizar los trámites en relación con la casa en ruinas, ante el peligro real que entrañaba y entraña tanto para los viandantes como para las dos casas colindantes.

En septiembre de 2014, remití un correo al Sr. Alcalde de Igüeña y al Concejal del Área de Urbanismo, en el que resumía y recordaba, para dejar constancia por escrito, el contenido del encuentro que mantuvimos en agosto. Sin embargo, no recibí ningún acuse de recibo, ni se tuvo a bien contestarme, algo ilógico y anormal en un mundo civilizado. Posteriormente, en febrero de 2015 y vía telefónica, pude hablar con el Sr. Alcalde para interesarme por el estado de las gestiones en relación con la precitada casa en ruinas. Éste me hizo saber que las empezaría, una vez que estuvieran “consolidadas” las obras de restauración de mi casa.

En junio de 2015, dirigí un nuevo correo al Sr. Alcalde para comunicarle que las obras de mi casa ya estaban “consolidadas”, pero que no podían ser rematadas en uno de los laterales, a causa del estado ruinoso de la precitada casa colindante. Como en el caso del primer correo, silencio sepulcral,  total indeferencia y ausencia de feed-back de parte del Ayuntamiento.

Ante el reiterado silencio de las autoridades municipales, el 6 de agosto de 2015, un año después de la primera, solicité y obtuve una nueva entrevista con el Sr. Alcalde, que fue un reconocimiento explícito de inoperancia. Por un lado, reconoció que había recibido los dos correos precitados, pero que no había respondido a los mismos. Por el otro, también reconoció que, desde agosto de 2014, no se había hecho nada en relación con la casa que amenaza ruina. Sin embargo, me informó que, en la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de principios de agosto-2015 (unos días antes de esta segunda entrevista), se abordó la cuestión de la casa y se decidió iniciar los trámites legales para declararla en ruinas y derruir el tejado a causa del peligro inminente, tanto para los viandantes como las casas colindantes. Además, en mi presencia, el Sr. Alcalde llamó al arquitecto del Ayuntamiento para informarse sobre si el Ayuntamiento podía decidir derruir el tejado de la precitada casa. Como hubiera dicho E. Sáenz de Buruaga “así son las cosas y así se las he contado”.

“Vuelva usted mañana” era la respuesta habitual de la casta política “cesante” del siglo XIX, que ocupaba los puestos de la Administración Pública. Ahora bien, 182 años después, las cosas no han mejorado sino que parece que han ido a peor, si tenemos en cuenta la gestión de la “res publica” en el Ayuntamineto de Igüeña. Del “vuelva usted mañana” hemos pasado, por sus “facta” o mejor dicho por la ausencia de “facta”, al “vuelva usted el año próximo”.

Las autoridades públicas siempre deben ocuparse de prestar una serie de servicios a sus administrados; entre ellos, abordar y resolver los problemas que les competen y que afectan a los ciudadanos. Para eso, precisamente, han sido elegidas. Y no hay ninguna excusa para no hacerlo, incluso si hay varias campañas electorales, como es el caso este año. Como dice el refrán, antes es la obligación que la devoción. Ahora bien, un año después, la casa está aún sin barrer: los responsables políticos del Ayuntamiento de Igüeña no han hecho nada; y, por lo tanto, no se han podido rematar las obras de restauración de mi casa.

¿Habrá que esperar un año más para que me digan, de nuevo, con sus actos (“facta”) o más bien con la ausencia de actos, “vuelva usted el año próximo”? ¿O habrá que esperar definitivamente “ad calendas graecas”? Hay dos cosas claras: la imagen de Almagarinos, como una boca desdentada, va a quedar tocada si un nuevo solar surge en mitad del pueblo, por la desidia de las autoridades municipales; y, por otro lado, la restauración de mi casa no ha podido ni puede ser concluida por el mismo motivo. ¿Lo será algún día o, como Monsieur Sans-délai, tendré que tomar las de Villadiego —aburrido, decepcionado y con una muy acrecentada mala opinión de la casta política municipal— y poner tierra por medio?

© Manuel I. Cabezas González

agosto 2nd, 2015 by Manuel I. Cabezas González

Evaluación y Revaluación

Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada
Departamento de Filología Francesa y Románica
Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

En enero de 2012, el que suscribe denunció el engaño y la estafa perpetrados con los nuevos planes de estudio del denostado plan de Bolonia.Evaluación y Revaluación Por otro lado, en junio de 2013, puso en tela de juicio la leyenda urbana según la cual los jóvenes españoles de hoy eran la “Generación JASP”, la generación más y mejor formada de la historia de España. Además, en noviembre de 2013, analizó el sinsentido y la “a-funcionalidad” de las pruebas de acceso a la universidad (PAU), comparándolas con el exigente y selectivo GAOKAO chino. Finalmente, en junio de 2014, se preguntó qué futuro espera (“… y ahora, ¿qué?”), en general, a los graduados españoles con la formación que han recibido en la universidad. Hoy, para continuar llevando el agua al mismo molino, quiero poner bajo mi microscopio un aspecto concreto de la enseñanza universitaria a la boloñesa: el de la evaluación-revaluación de los aprendizajes de los estudiantes.

Tradicionalmente, tanto en la universidad como en los estudios no-universitarios, el mes de junio era la época de la cosecha escolar. Los alumnos “hormigas-hacendosas” recolectaban el fruto de las buenas notas y podían disfrutar merecidamente del “dolce far niente” veraniego. Sin embargo, los alumnos “cigarras-jaraneras” recogían sobre todo, según la jerga estudiantil, “calabazas”; por eso, éstos tenían que pasar el verano preparando los exámenes de septiembre, para recuperar el tiempo perdido y asimilar los saberes no adquiridos.

Hoy, las cosas han evolucionado en todos los niveles educativos y los veranos no son lo que eran para los estudiantes “cigarras-jaraneras”. Para ilustrar este cambio, voy a tomar como ejemplo paradigmático e ilustrativo la evaluación y la revaluación en la materia “Uso de la lengua francesa escrita”, una de las asignaturas obligatorias para los alumnos de Grado de Estudios Franceses de la UAB. Desde hace 4 años, con los nuevos planes de estudios “a la boloñesa”, muchas cosas han cambiado en la enseñanza universitaria; incluso, en lo relativo a la evaluación y la revaluación de los aprendizajes de los alumnos; pero, para peor. En efecto, los exámenes de septiembre han sido eliminados y, en su lugar, se ha establecido la revaluación en junio.
 
Según la RAE, evaluar consiste en “estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos”. Para ello, según la Guía Docente del Grado de Estudios Franceses, en la asignatura precitada y en la mayor parte de las asignaturas, se debe utilizar la evaluación continua. Por eso, el profesor debe tomar en consideración todas las actividades realizadas por los alumnos a lo largo del curso: tanto los exámenes parciales como los trabajos entregados al profesor y las actividades realizadas en clase. Ahora bien, será considerado 2no presentado” el alumno que haya entregado menos del 30% de los trabajos pedidos por el profesor y que haya realizado menos del 30% de los exámenes parciales.

Sin embargo, aquellos alumnos que, habiendo utilizado la evaluación continua, hayan suspendido una asignatura, tienen derecho a la revaluación y los profesores tienen la obligación de hacerla. Pero, entre la revaluación y la última prueba de la evaluación continua debe haber transcurrido, como mínimo, una semana. Esto es lo que dice, en general, la “letra” de la Guía Docente sobre la evaluación y la revaluación de cualquier asignatura; y, en particular, de la asignatura precitada. Además, según otra normativa, los alumnos revaluados negativamente tienen derecho a exigir una “revisión extraordinaria” de la revaluación, revisión llevada a cabo por un tribunal compuesto por tres profesores.

 A pesar de lo  que dice la “letra de la normativa” vigente, yo siempre he intentado aplicar, sobre todo, el “espíritu de la letra” de la misma, en cada una de las asignaturas que he impartido. Por eso, en cada una de ellas, siempre he argumentado y dejado claro ante los estudiantes que la evaluación más adecuada —teniendo en cuenta la naturaleza, los objetivos, el programa y la metodología de las asignaturas— es la evaluación continua, sin posibilidad de revaluación, una semana después. Desde hace cuatro años y en todas mis asignaturas, todos los alumnos, y digo todos, han estado de acuerdo con esta propuesta lógica, razonable y razonada, y ellos y yo la hemos aplicado a rajatabla.

Ahora bien, el pasado mes junio-2015, un estudiante de la precitada asignatura rompió la baraja e hizo valer, ante la Coordinadora de Titulación del Departamento de Francés, la “letra” de la Guía Docente en detrimento del “espíritu” de la misma y del acuerdo adoptado el primer día de clase del semestre. Y el estudiante se llevó el gato al agua, en base a la letra de la norma. Ante la actitud del alumno y ante la posición de la Coordinadora de Titulación, sólo se me ocurre exclamar: ¡Qué poco valor tiene, hoy, la palabra “ilustrada” dada o empeñada! ¡Qué poco espacio hay, hoy, en la universidad española, para el sentido común, para los argumentos “con fundamento” y las aportaciones de la psicopedagogía y de la didáctica! Esto parece confirmar que “el sentido común es el menos  común de los sentidos” y, por otro lado, que el aforismo “hablando se entiende la gente” no es moneda de curso legal y ha pasado a mejor vida también en el mundo universitario.

Los hechos relatados merecen, al menos, tres comentarios conclusivos, aunque sean lacónicos o “twiteros”. En primer lugar, la figura de la “revaluación”, una semana después de la última evaluación, creo que no es de recibo en la mayor parte de las asignaturas y, en particular, en una asignatura como “Uso de la lengua francesa escrita”, donde lo que está en juego es el uso de la lengua francesa para leer y para expresarse por escrito. Si un alumno suspende, porque no ha adquirido las competencias necesarias para hacerlo y no sabe leer ni redactar en francés (y esto suele suceder también en la lengua materna), ¿qué se puede esperar de una revaluación una semana después? A no ser que confiemos en un nuevo Pentecostés, cualquiera con dos dedos de frente puede colegir, como no puede ser de otra manera,  que se obtendría el mismo resultado. Por eso, nunca he tomado en consideración la revaluación y siempre he preferido atenerme a la evaluación continua, que exige a los alumnos un esfuerzo y una  dedicación constantes a lo largo de todo el curso escolar.

En segundo lugar, debemos constatar una contradicción en la normativa en vigor, relativa a la evaluación-revaluación de los estudiantes. Por un lado, se propone la evaluación continua, que implica la toma en consideración de todos los trabajos y actividades realizados por los alumnos durante el año escolar. Pero, acto seguido, para ser evaluado, sólo se exige que los alumnos hayan realizado al menos el 30% de los trabajos y el 30% de los controles parciales. Exigir sólo esto no es aplicar la evaluación continua; es simplemente un sinsentido; e implica una falta total de coherencia.

Y, en tercer lugar, llama la atención el espíritu garantista de la normativa evaluadora y el cuidado en garantizar los intereses-derechos de los estudiantes, para facilitarles el éxito académico. ¿Esta discriminación positiva denota y/o connota, a las claras, que los profesores practicamos o podemos practicar la discrecionalidad y la arbitrariedad en nuestra función evaluadora?

Ante estas conclusiones y ante el triunfo de la “letra” y no del “espíritu” de las normas, cuando me vi obligado a revaluar al alumno “cigarra-jaranera”, me vino a la mente una cita lapidaria de uno de los “sketch” del humorista J.M. Mota, que he adaptado  para la ocasión, y me dije: “si hay que revaluar, se revalúa. Pero, revaluar pa ná es tontería”. Por imperativo legal, tuve que hacerlo y, como no podía ser de otra manera, no se produjo un nuevo Pentecostés. Ante estos estudiantes que lo único que quieren es aprobar sí o sí, un profesor de mi Departamento me confesó que este tipo de estudiantes merecían recibir, como hubiera dicho Dolores de  Cospedal, una “lección en diferido”: habría que aprobarlos a la espera de que con los rigores del invierno (próximo curso y, sobre  todo, vida laboral) reciban la lección que se merecen. Para evitar estas seguras frustraciones, espero que los responsables académicos y también los alumnos “cigarras-jaraneras” se bajen del burro de la “letra de la ley” y empiecen a cabalgar a lomos del corcel del “espíritu de la misma”. Rectificar es de sabios; y perseverar en el error es de necios.

© Manuel I. Cabezas González

septiembre 8th, 2017 by lasvoces

Redacción (Manuel I. Cabezas González) – Desde hace muchos años y ante el desafío separatista, algunos ciudadanos de Cataluña han estado gritando: “El lobo, que viene el lobo”. Pero, ante este grito de peligro y de petición de ayuda, la reacción del Gobierno de Mariano Rajoy fue la de la liebre de la fábula: prepotente, soberbia y sobrada, se tumbó a la sombra de un árbol, mientras que la tortuga, despacio pero sin pausa, llegó a la meta y le ganó la carrera. Y, así, los independentistas catalanes van a llegar a la meta, el próximo 1 de octubre, sin que Rajoy, hasta el momento, haya reaccionado y haya seguido el ejemplo y los pasos de Cicerón, que denunció illico e hizo fracasar, con sus catilinarias y con sus actos en el Senado Romano, el complot del golpe de estado planificado por Catilina contra la República romana. San Cugat Del Valles (Barcelona9, viernes 08 de septiembre de 2017. Fotografía: El presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, durante una reunión del Ejecutivo catalán. Archivo Efe.

Mariano Rajoy, como sus predecesores, ha traicionado el juramento/promesa que hizo en su día de “guardar y hacer guardar las leyes”. Y esto denota, por parte de los poderes del Estado, una dejación de funciones y un mirar para otro lado, que han llevado al Estado de derecho español al borde del abismo. Ahora bien, durante sus vacaciones estivales en Galicia, el presidente Mariano Rajoy no sólo se ha dedicado al dolce far niente y a sestear. Además, ha rizado el rizo con unas declaraciones pusilánimes, que no son de recibo en un responsable político al que la mayoría de los ciudadanos españoles le entregó el poder para gestionar la res pública y la responsabilidad de hacer guardar las leyes.

En efecto, el pasado 9 de agosto, Mariano Rajoy participó, en Chantada (Lugo), en la celebración del 40 aniversario de la cadena hotelera catalana Hotusa. En este contexto fue donde hizo las citadas declaraciones, que no tienen desperdicio y que justifican los apelativos de “maricomplejines” y de “Manso de Moncloa”, con los que suele tildar Federico Jiménez Losantos a Rajoy.

Ante las leyes del “Referéndum” y de “Transitoriedad“, que son los instrumentos que van a utilizar los “Catilinas independentistas catalanes” para dar el jaque mate a la soberanía nacional y al imperio de la ley, Rajoy confesó que estas leyes serán recurridas por el Gobierno de España ante el Tribunal Constitucional (TC). Sin embargo, tanto él como su Gobierno son conscientes de que este recurso ante el TC no será suficiente para acabar con la hoja de ruta planificada y seguida, erre que erre, por el Gobierno de la Generalidad. Esta confesión es un reconocimiento explícito de que el imperio de ley y el Estado de derecho han dejado de existir en España y no son moneda de curso legal. En efecto, los “Catilinas independentistas catalanes” están haciendo de su capa un sayo y andan como Pedro por su casa, sin que nadie les lea la cartilla y les pare los pies. ¿Para qué le pagamos el sueldo?

Por eso, en Chantada, Rajoy hizo un llamamiento a los ciudadanos catalanes “con sentido común, sensatez y mesura”, para que “den un paso adelante”, salgan a la calle y “aíslen a los extremistas y radicales que condicionan el Gobierno de la Generalidad y están llevando a una situación límite a más de siete millones de personas”. Esta invitación a tomar la calle por parte de aquellos catalanes que no están dispuestos a comulgar con las ruedas de molino independentistas constituye un nuevo reconocimiento explícito de impotencia y de que Mariano Rajoy no está listo para meterse en harina y coger el toro independentista por los cuernos. Y, por eso, pide a los ciudadanos que le saquen las castañas del fuego. Parece que Rajoy no está dispuesto a mover ni un dedo, porque tiene el síndrome del torero Joselito que dejó de torear, después de dos graves cornadas, “porque le falló la bragueta”. ¡Qué ejemplo para la ciudadanía la actitud “maricomplejinesca” del Manso de Moncloa! ¿Para qué le pagamos el sueldo?

Hace unos días (3 y 4 de septiembre), el Presidente Puigdemont y Marta Rovira (Secretaria General de ERC) han invitado y convocado también a los partidarios de la independencia para que ocupen los espacios públicos y estratégicos, con el fin de impedir que se impida (valga la redundancia) la realización del referéndum, a pesar de que con éste se inculque la legalidad vigente. ¡Qué ejemplo para la ciudadanía el comportamiento de los responsables políticos independentistas que empujan a los ciudadanos a hacer caso omiso de la legalidad vigente y a delinquir! ¡Vivir para ver! ¿Para esto les pagamos el sueldo?

Esta doble invitación a ocupar la calle y los espacios públicos estratégicos sólo puede conducir a una convergencia espacial y a un enfrentamiento físico, que puede degenerar, entre los ciudadanos de Cataluña: los que están por el respeto a la legalidad vigente y aquellos que se pasan por el arco de triunfo las leyes, las sentencias judiciales, la paz social y el respeto hacia los que no piensan como ellos.

Estas dos invitaciones, por parte de los poderes del Estado, para que los catalanes salgan a la calle son un craso error y algo muy grave, pudiendo conducir a enfrentamientos físicos y agresiones con resultados letales. En los próximos días, veremos si sucede o no lo que acabamos de apuntar. Por eso, si estas previsiones nefastas se producen, habrá que pedir responsabilidades a aquellos a los que los ciudadanos entregaron el poder para que gestionen los asuntos públicos y cumplan y hagan cumplir las leyes democráticas pero que, en vez de ocuparse de esto, se han dedicado a enfrentarlos. Si los miembros de la casta política no respetan la promesa/juramento que hicieron cuando tomaron posesión de sus cargos, debemos preguntarnos nuevamente: ¿Para qué coño les pagamos el sueldo?