mayo 27th, 2018 by lasvoces

Redacción – Esos individuos, los ciudadanos que no encajan en sus esquemas supremacistas, son “Bestias con forma humana”. Siglos de civilización, avatares continuos. Con la mirada hacia ese largo y arduo pasado, se aprecia el esfuerzo, la superación. La tecnología invade el espacio social y con ella el intento de conciliar la convivencia. San Cugat del Vallés (Barcelona), domingo 27 de mayo de 2018. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), 25.05.2018. El líder nazi del independentismo en Cataluña y actual presidente de la Generalidad de los catalanes, Joaquim (quim) Torra Pla. Efe

Pero con sorpresa mayúscula hemos topado con un espécimen único, un ejemplar con características muy singulares, el que tiene la capacidad de catalogar a los seres humanos. En un esfuerzo sublime ha trazado una línea divisoria entre lo que él considera la selección de la raza y lo que en proceso de retroceso ha tildado de “carroñeros, víboras, hienas”. Esos individuos, los ciudadanos que no encajan en sus esquemas supremacistas, son “Bestias con forma humana”. Los calificativos derrochados, a cuál más vergonzoso, son impropios de una persona equilibrada y comprometida con la deferencia que le deben merecer los demás seres humanos. No han sido esos improperios el resultado de la ofuscación, de un momento de enfado, todo lo contrario están imprimidos en artículos y libros de mayor formato. Esa locuacidad, esa verborrea infame, que suele emplear el recién propuesto presidente de la Generalidad, le tendría que invalidar para ocupar un cargo institucional. El señor Quim Torra no merece representar a todos los catalanes, tanto a los que instigados por muchos años de adoctrinamiento, disculpan esa nefasta ligereza como a los que ha dirigido tales insultos.

Lo infame es que este comportamiento es de larga trayectoria, programado desde tiempo atrás por el nacionalismo catalán, una élite burguesa acostumbrada a presionar al Gobierno con el propósito de conseguir suculentos beneficios económicos y mediatizar las decisiones del Estado.

Regiones españolas han sido abandonadas y sacadas de los planes de inversión, en aras de apoyar siempre a los que más gritan o a los que, según ellos están más desarrollados y son superiores. Ya en el recuerdo lejano se encuentra la movilización que se hizo en León, y la más reciente en Teruel pidiendo ayuda, comunidades cada vez con tasas de población más bajas, jóvenes ausentes en busca de puestos de trabajo, quejas por el abandono que sufren desde la Administración. El Parlamento Europeo aprobó un plan hidrológico para aprovechar el agua del Ebro y poder reconducir ese “oro líquido” a la zonas del levante más necesitadas de regadío. Se movilizaron los resortes del nacionalismo y con una feroz campaña se consiguió que el ejecutivo de Zapatero, teledirigido por el PSC, lo eliminase de la agenda. Millones de euros, puestos de trabajo y agua para la fértil huerta murciana, perdidos.

Y en estos momentos un delirante individuo con mente torva es capaz de agraviar a todos los ciudadanos, guiado exclusivamente por una ideología dañina y un cerebro poco habituado a cobijar el respeto a la diversidad ¿Dónde están los resortes de poder del Estado? Atisbos de violencia callejera. Superado el límite que marca las relaciones entre las personas. Vulnerados los derechos individuales. Avasallados algunos artículos de la Constitución. Delitos de corrupción a mansalva.

Sin un Ejecutivo nacional coherente y capaz de tomar las medidas prescritas por la ley, no se solucionarán los graves problemas presentes y los que se ciernen a corto plazo. Lo urgente ahora es fomentar un movimiento de opinión transversal, todos unidos, desde el que desea ensalzar los símbolos patrios, hasta el que sólo le mueve su postura contestataria, sin dejar de mencionar al que quiere progreso, orden y justicia social.

España necesita leyes renovadas, al servicio de la ciudadanía, de la verdad, de la honestidad, que respondan a la igualdad entre todos los españoles, que al amparo de  ellas puedan los ciudadanos sentirse libres, con iniciativa, que prime la valía, el afán de trabajo, la calidad en la formación educativa. En estos momentos están los catalanes al arbitrio de unos y de otros sin coste ninguno para ellos, se decide hacer peatonal una calle sin calibrar las consecuencias, restringir el aparcamiento por doquier a base de tasas, disponer huertos en el casco urbano, primar a los manteros, a los ocupas, llenar los edificios públicos de pancartas ideológicas, ensuciar el mobiliario urbano, negar o dificultar manifestaciones culturales propias de la tradición y en su lugar proliferar pasacalles chabacanos, alterar el lenguaje al destruir las normas gramaticales que lo conforman.

Un ambiente desolador, un ir y venir de diputados en la Cámara autonómica sin hacer nada, muchos sólo sirven de claca a las sugerencias de un iluminado, de un señor que siempre ha vivido de la ayuda pública y que se ha creído un pensador, un filósofo, un taumaturgo. Pero toda está remunerado por el erario público y esa farándula en la que se ha convertido el plenario autonómico, nos hace retroceder a tiempos pasados en los que los comediantes representaban la función en las plazas públicas de los pueblos. Y la catarsis llegó al interrumpir la sesión el presidente del hemiciclo por atreverse a quitar un diputado el tan vistoso lazo amarillo, “símbolo de los presos políticos”.

Un espectáculo lamentable para los que trabajamos, estudiamos, cuidamos de nuestras familias, queremos una sociedad sana y libre de ladrones de guante blanco. Y sobre todo lamentamos la acción de ingeniería que han aplicado a nuestra democracia.

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mayo 8th, 2018 by lasvoces

Redacción – Nuestro régimen parlamentario ha sido debilitado por la bronca presencia de la corriente populista podemita y por los excluyentes nacionalismos vasco y catalán. Las pautas que han marcado en el Congreso de los diputados están hiriendo de muerte poco a poco la vida parlamentaria. A todo ello hemos de añadir el no cumplimiento de la ley por parte de los órganos de poder, el saltarse las sentencias de los tribunales de justicia, y ahora cabe atreverse hasta a enfrentarse a los jueces promoviendo desde grupos políticos o movimientos activistas subvencionados por ellos, manifestaciones coercitivas en la calle. La justicia tumultuaria no es propio de una democracia, es peligroso, es un torpedo a la línea de flotación de la división de poderes. San Cugat Del Vallés (Barcelona), martes 8 de mayo de 2018. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), 27.09.2017. El golpista actual presidente del Gobierno de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont (Convergencia (PDECAT), ha convocado para mañana, jueves 28 de septiembre de 2017, a las 12:00 horas del mediodía la Junta de Seguridad de Cataluña, sin previo acuerdo con el Gobierno del presidente Mariano Rajoy, para tratar de la coordinación del dispositivo policial al que la Fiscalía ha encargado impedir el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 (1-O) en Cataluña. Efe.

Los acontecimientos se suceden con una rapidez trepidante y con consecuencias muy negativas. Afloran contradicciones en lo más básico, una en uso es la valoración que se hace de la Ley.

Hay dos planos a reflexionar para entender lo que está pasando en estos momentos: se aprecia una actuación conforme al Estado de Derecho y en frente otra muy distinta, el no ajustarse a él, desestimarlo o debilitarlo. Esta realidad ha estado presente durante algunos daños y ha dañado a tal extremo el sistema parlamentario liberal que ha socavado la libertad, los derechos individuales y hasta puede hacer peligrar la convivencia.

No se necesita un esfuerzo excesivo para apreciar el deterioro ético en el que está inmersa la sociedad. En cierta medida todos son culpables y de ahí la perdida de las normas sanas de relación y el desacato a las pautas marcadas por la sensatez y la solvencia. La ética puesta en entredicho. Todos hemos contribuido a ese vacio, tanto los que dirigen el país por intereses de partido o por ser acomodaticios como los que no están incluidos en ese espacio por pasar de todo o por suponer que podrían actuar con la misma impunidad.

Lo que debe primar en nuestro marco constitucional es que “Para ser libres hay que ser esclavos de la ley” (Marco Tulio Cicerón); sin esta premisa no es posible un funcionamiento estable de las estancias institucionales ni tan siquiera de la sociedad.

Nuestro régimen parlamentario ha sido debilitado por la bronca presencia de la corriente populista podemita y por los excluyentes nacionalismos vasco y catalán. Las pautas que han marcado en el Congreso de los diputados están hiriendo de muerte poco a poco la vida parlamentaria. Ambas corrientes políticas tienen un único propósito, destruir el sistema constitucional, los primeros para sustituirlo por uno comunista y los otros, los nacionalistas porque persiguen independizarse, mejor dicho destruir España, pues sin Cataluña y el País vasco no existe España.

Somos una organización social y poltítica irrepetible. Se legisla a un ritmo trepidante y multiplicado por diecisiete comunidades autónomas. Si al buenismo imperante del que se parte, a la negligencia y a la falta de concreción en el redactado, sumamos la superposición de normas, el sectarismo y la deslealtad del legislador, hemos conseguido un plan maléfico de destrucción relentizado pero una hecatombe a fin de cuentas. A todo ello hemos de añadir el no cumplimiento de la ley por parte de los órganos de poder, el saltarse las sentencias de los tribunales de justicia, y ahora cabe atreverse hasta a enfrentarse a los jueces promoviendo desde grupos políticos o movimientos activistas subvencionados por ellos, manifestaciones coercitivas en la calle. La justicia tumultuaria no es propio de una democracia, es peligroso, es un torpedo a la línea de flotación de la división de poderes.

La sociedad en su conjunto necesita libertad y a la par seguridad para poder organizarse, desarrollarse y mantenerse. Se consigue cuando los participantes son leales a esa máxima pero no sólo por estar incorporada en sus programas sino también por creer en ella y respetarla. Es un juego de equilibrios en el que son incompatibles  los modelos excluyentes, los que no contemplan al otro como un simple adversario político y lamentablemente esta situación es ahora la que domina el ámbito social y público. Esa hostilidad al otro, la esencia de las ideologías totalitarias que marcaron el triste destino del siglo XX, ha ido empapando a otras fuerzas y desvirtuando su ser y estar.

En este panorama, los que pierden, los que están en inferioridad son los ciudadanos que creen en el modelo constitucional y ven cómo son engañados, manipulados y vendidos.  Todo son pactos oscuros, se pisotea la soberanía, se avasallan los derechos, se pretende blanquear el pasado de una banda de asesinos en detrimento de las víctimas, a las que les arrebataron sus vidas inocentes por simplemente existir, por ser un referente español.

Un importante sector social está viviendo de esa ignominia, la del fanatismo identitario, un fanatismo que en el caso del nacionalismo catalán está alentado por el peso del dinero, pues detrás de ese “somos diferentes” hay sustanciosas cuentas en entidades bancarias. Otro sector está dispuesto a montar macabros recibimientos a los presos etarras excarcelados sin que haya una voz institucional que lo impida o como mínimo que lo denuncie. Y para redondear, puestos públicos inventados o adulterados, concedidos por esa nueva casta política, que con un falso eslogan “somos la gente” ha llegado al Parlamento y por gracia del PSOE ha ocupado varias alcaldías de importantes ciudades, algunas de cuyas casas han caido en manos de okupas, mercaderes de droga y no pocas calles en las de manteros ilegales.

Una sociedad que no responde ante tantas ignominias está dañada, falta de valores, necesitada de un referente que la haga reaccionar y que sepa poner coto a los falsificadores de la libertad.

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abril 1st, 2018 by lasvoces

Redacción – Es inconcebible y de alto riesgo que desde hace años el Estado esté ausente en partes del territorio nacional. La solución está en la fiscalía, en los jueces y en la aplicación inmediata de la ley. Esta parsimonia enmascara el verdadero problema que tiene nuestro país, el continuado pero constante avance del nacionalismo. Con el Artículo 155 en marcha aunque a medio gas, los ciudadanos no secesionistas, tienen que resucitar las guerrillas de antaño para, noche tras noche, ir desmantelando los artilugios amarillos que reinan por doquier, e incluso en TV3, una televisión pública. Es como si una epidemia sin tregua se extendiera de un lugar a otro para propagar la idea de que nuestro idioma es un elemento extraño, que se ha impuesto desde un poder político autoritario y del que tenemos que prescindir. Barcelona (España), domingo 01 de abril de 2018. Fotografía: El golpista expresidente catalán, Carles Puigdemont, en una imagen archivo en su silla de presidente de la Generalidad de Cataluña en la cámara autonómica española en Cataluña Parlamento de Cataluña) Barcelona (España), actualmente preso en el centro penitenciario de Neumünster (Kiel) Alemania desde hace una semana -desde sábado 31 de el pasado sábado 24 de marzo de 2018- pendiente de su posible extradición a España, a raíz de la Euroorden cursada por la Justicia española. Efe

Desde los bramidos de los bisontes de Altamira hasta la proclama “¡Visca la República Catalana!” han pasado muchos milenios, muchos soles y múltiples lunas, la Tarraco Imperial, la ráfaga de los vándalos, alanos, suevos, la unidad recuperada con los visigodos en los Concilios de Toledo, la biblioteca de la Córdoba califal, el silencio de los claustros monacales, el grito de “Tierra” en 1492, la eclosión de las universidades, la España imperial, la guerra de la Independencia frente al francés y después de varios enfrentamientos civiles, la redacción y la posterior aprobación en referendum de la Constitución de 1978.

Un largo recorrido imprimido en el relato histórico y ahora, en el presente, un proyecto democrático enmarcado en un Estado de Derecho.

Constitución, Parlamento, partidos políticos y ciudadanos, pero se ha solapado un entramado generalizado de corrupción en beneficio de un amplio clan de vividores. Durante mucho tiempo unos y otros implicados lo han ido ocultando, pero la crisis económica sufrida, la deuda galopante del Estado y una Cataluña en banca rota, ha hecho que se hayan destapado los delitos cometidos. La solución está en la fiscalía, en los jueces y en la aplicación inmediata de la ley.

Ahora bien, cuando se entremezcla el proyecto nacionalista, la situación toma tintes más preocupantes. En él se cobijan y más aún se radicalizan los que pretenden no responder ante unos tribunales fuera de su control y por ello necesitan crear órganos de Estado con la intención de diluir sus acciones delictivas. Para conseguir ese fin cualquier método vale y muchos se han sumado a ese modelo de poder. Durante más de treinta años, ocupadas las Instituciones, han ido introduciéndose en muchos sectores sociales y eso hace difícil recuperar la pluralidad propia de una sociedad libre.

Los ciudadanos son los depositarios de la soberanía y por ello tienen que exigir que les devuelvan sus derechos, derechos soslayados en muchos ámbitos y en especial en el que se les impide emplear con toda normalidad la lengua, el español, uno de los elementos que les identifica como miembros del país. Es como si una epidemia sin tregua se extendiera de un lugar a otro para propagar la idea de que nuestro idioma es un elemento extraño, que se ha impuesto desde un poder político autoritario y del que tenemos que prescindir.

Se está acuñando en el subconsciente colectivo la idea de que su aprendizaje cualificado en las aulas no es necesario ni para ascender profesionalmente ni para opositar en las Comunidades Autónomas bilingües. Los nacionalistas ya se han esmerado en propagar esta idea. Son una minoria, pero la dejadez por parte de los que deberían haber defendido el legado patrimonial de todos, y también el oportunismo de los traficantes en cada coyuntura, han ido haciendo jaque mate a todo lo que constituye la existencia de un colectivo político, de una Nación-Estado.

La lengua es lo más sólido, lo que se ha forjado con el transcurrir de las etapas históricas anteriores al momento actual y ahora es ella la que está en declive por causa de un plan premeditado nacionalista o no. La lengua, el idioma universal, el español no es el que está en riesgo. Las fronteras han ido cayendo ante su empuje y muchos pueblos lo han adquirido como propio. Lo que está en retroceso es su presencia en España. El Pancatalismo o el término “Països catalans” desde las Instituciones con leyes contrarias a las pautas democráticas, arrasa en la Comunidad Valenciana, en las Baleares y en una zona de la franja limítrofe de Aragón. El gallego, el vascuence y ahora inicia su recorrido el bable. El Gobierno no toma medida alguna y ha dejado sus competencias en manos de los enrocados en destruir nuestro sistema político.

Es inconcebible y de alto riesgo que desde hace años el Estado esté ausente en partes del territorio nacional.

Nadie estructura un discurso contrapuesto al que cargado de falsedades ha calado tanto en ciertos sectores de la población —España nos roba, España es un Estado genocida, fascista, cutre, lleno de vagos—.

Esta parsimonia enmascara el verdadero problema que tiene nuestro país, el continuado pero constante avance del nacionalismo. Con el artículo 155 en marcha aunque a medio gas, los ciudadanos no secesionistas, tienen que resucitar las guerrillas de antaño para, noche tras noche, ir desmantelando los artilugios amarillos que reinan por doquier, e incluso en TV3, una televisión pública, están empujados a escuchar cómo se llama al involucionismo, al enfrentamiento y al desapego de todo lo hispano.

Esto ocurre sin pausa mientras todos los que confiamos en el cumplimiento de la ley, vemos al Ejecutivo con el letrero de vacaciones, ausente de su labor de gobernar. Sólo ha prestado su imagen en Andalucía, en la procesión del Cristo de la Buena Muerte.

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marzo 2nd, 2018 by lasvoces

Redacción – Tabarnia suena a alegria, suspiros, aplausos, una puerta abierta a la seguridad de un día después, que está próximo, que se intuye. (…) Ahí significó su huella Tabarnia y arrastró con ímpetu arrollador el entusiasmo de muchos, el estupor, las ansias, la búsqueda de lo desconocido por no encontrar nada real a la vista. (…) Eso ha de ser Tabarnia, un espacio acogedor, un lugar de encuentros, un sitio hermanado con todos, donde nadie sea estigmatizado por su especificidad, en el que reine el compartir un país, un colectivo político, una nación, una comunidad europea y una cultura, la occidental. Tarragona (España), viernes 2 de marzo de 2018. Fotografía: PLAZA DE CATALUÑA (BARCELONA), 25.02.2018. Un tabarniés ondea una bandera de Tabarnia en plaza de Cataluña de Barcelona durante el acto de presentación ‘Coordinadora Por Tabarnia’ este domingo 25 de febrero de 2018. Más de 5 mil personas asisten al acto tabarniés convocado en las redes sociales, dos días antes. Lasvocesdelpueblo (41).

Tabarnia

¿Qué es? o ¿ Qué necesitamos que sea? Todas las respuestas son posibles. En un momento muy delicado, falto de esperanzas para muchos, puede representar un hálito fresco, un volver a creer en algo que estábamos perdiendo, que se nos arrebataba bruscamente, un saber que cada uno forma parte de un colectivo, que no estamos solos, que hay muchas personas en espera de hallar dónde nos encontramos y sobre todo qué somos. Durante bastantes años hemos sufrido el golpear de los mercaderes de patrias, de los carroñeros que necesitan destruir para vivir de la desolación, y es ese vandálico proceder el que ha implicado a la democracia, que es lo mismo que decir a todos.

Por ello, Tabarnia suena a alegria, suspiros, aplausos, una puerta abierta a la seguridad de un día después, que está próximo, que se intuye. Una excusa para gritar libertad, libertad en la escuela, en la calle, en las urnas, para creer en nosotros con la convicción de que debemos y podemos ser activos en nuestra vida pública y social.

Olvidamos que ser ciudadano es participar en todos los ámbitos posibles con firmeza y con el deseo de aportar una idea, un empeño, una ilusión. El concepto democracia necesita estar inmerso en ese entorno pues sin él se deteriora, se queda en una sombra de lo que es la libertad. Ahí significó su huella Tabarnia y arrastró con ímpetu arrollador el entusiasmo de muchos, el estupor, las ansias, la búsqueda de lo desconocido por no encontrar nada real a la vista.

No puede quedar tan sólo en una luz que a medida que se aproxima se desvanece. Tiene que empezar a levantar las censuras que cada persona se ha impuesto por temor a ser señalado, tiene que romper los lazos que nos atan a lo establecido como correcto para no ser considerado un anclado en el pasado, pedir la casilla en la hoja de inscripción escolar y así iniciar una revolución en los centros educativos, que entre la verdad en las aulas y nos haga personas capaces de pensar. Estos son unos pocos de los hitos que pueden marcar la aparición de ese nombre; forjado con los topónimos de Barcelona y Tarragona ha roto la uniformidad que los secesionistas imponían desde hace ya muchas décadas. Esa Cataluña que sólo con cadencia monótona dirige la mirada extraviada a un pasado inexistente, ha ido minando el ritmo de una vida urbana para transformarla en una lugareña, en la que reinan únicamente “els correfocs, las calçotadas, el caga tió y la botifarra amb mongetas”. Hemos despedido a una Cataluña cosmopolita, volcada a toda manifestación cultural con acento universal para quedarnos en los límites de los Pirineos y el rio Ebro.

El abandono de la pluralidad que fue la referencia de la ciudadanía catalana, se ha ido extinguiendo cual bruma en el Egipto de los faraones, y ha segado el ritmo cultural, social y hasta religioso de sus habitantes. La respuesta no puede ser “el exilio”, el dejar a nuestras espaldas las torres modernistas de la Sagrada Familia, el empezar a redactar unas cartas de añoranza dirigidas a los que se han quedado. Responsabilidad es lo que se requiere para atajar la rotura de la legalidad y de la convivencia. Y esa Tabarnia, creada y diseñada por un inspirado artista puede dar las claves para recomponer lo perdido y mantener la ciudadanía española.

Tiene que ser la fuerza de todos los que han sido moneda de cambio en pactos mezquinos, tiene que ser la referencia de la estabilidad y la oposición a una ideología maligna, el Nacionalismo. Tiene que abrir un camino claro, sin palabras tergiversadas, sin desfigurar el paralelismo de los hechos y sus circunstancias. No puede ser patrimonio de un sector acomodaticio, contemporizador con el catalanismo clasista, cercano al poder político de los que han permitido llegar a esta anomalía parlamentaria, al trueque de la soberanía nacional por ser y no ser español.

Tabarnia ha de ir encontrando su esencia a medida que los ciudadanos y las entidades cívicas vayan implantando sus anhelos, los deseos de ser respetados en un “Estado social y democrático de Derecho” donde la libertad, la igualdad y la justicia esté al alcance de todos los ciudadanos.

Hay imperiosa necesidad de presentarse a la oferta de un puesto de trabajo sin que la regla de medir el curriculum sea el dominio de la lengua catalana, hay que hablar con naturalidad indistintamente en catalán y español, hay que valorar tanto un apellido de raíz catalana que otro que no lo sea. Poder leer toda la rotulación, los informes, las notificaciones institucionales en la lengua que desees, que no te catalanicen tu nombre. La sociedad necesita ver que ondea en los lugares públicos la bandera que nos representa a todos, la rojigualda con el protocolo que dicta la ley. Terminar con las pitadas al himno en el inicio de las pruebas deportivas, con el abucheo a la más alta jerarquia del Estado, los exabruptos, las infamias, los odios a todo lo que rezume español.

Eso ha de ser Tabarnia, un espacio acogedor, un lugar de encuentros, un sitio hermanado con todos, donde nadie sea estigmatizado por su especificidad, en el que reine el compartir un país, un colectivo político, una nación, una comunidad europea y una cultura, la occidental.

Ana María Torrijos

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febrero 14th, 2018 by lasvoces

Redacción – Es el momento de romper las cuerdas de las que penden las marionetas en las que nos hemos convertido. Desde ese mundo sideral en el que viven, lanzan frases de lo más sectario, dogmático y totalitario, sin tener en cuenta que ni únicamente ellos son Cataluña, ni las instituciones pueden servir en exclusividad a los secesionistas, ni la Iglesia puede rendirse al nacionalismo. Éste es el peligro que se cierne sobre nuestra sociedad, adormecer la mente e impedir a la persona tomar decisiones y hacerse responsable de sus actos. Nos ha tocado compartir un momento histórico en el que modas, ideologías e intereses tienden a primar el plural frente al singular. Barcelona (España), miércoles 14 de febrero de 2018. Fotografía: CATALUÑA (ESPAÑA), 28.10.2017, tras el golpe de estado, los golpistas preparan la fuga. Los racistas, el prófugo d ela justicia Carles Puigdemont, expresidente catalán (i) junto al preso golpista Oriol Junqueras Vies, exvicepresidente catalán (d), en una imagen archivo Efe.

Frase que por si sola no mueve rechazo, no obliga a argumentar una réplica, no lanza al aire un monosílabo negativo a modo de eco.

La vida desde el primer resplandor del día hasta el ocaso descubre y moviliza las aptitudes corporales e intelectuales del ser humano, con la ayuda más o menos firme de los que le acompañan en ese caminar. Una herencia y una impronta innovadora se contornean al paso del tiempo, con el acento más acusado de una como de la otra. Así se manifiesta la persona con el yo y el nosotros, temperando las dosis. Pero hay algo que no podemos olvidar: el individuo crea, descubre, inventa y el grupo recoge, cobija, conserva.

Nos ha tocado compartir un momento histórico en el que modas, ideologías e intereses tienden a primar el plural frente al singular. Más notoriedad se consigue al actuar ante un número impresionante de personas entregadas al entusiasmo, que ser escuchado en la intimidad por un enamorado de la voz del artista. Ocupar la pantalla televisiva en horas de gran audiencia da más apoyo en las urnas que hablar con pausa a un posible votante. Da pie a utilizar un lenguaje populista, un estilo en el vestir más informal, unas formas rebajadas de lo correcto. Todo eso mueve masas y ahí está el peligro, el desactivar los resortes que tiene la persona para convertirla en un número más de esa marea, de esa muchedumbre.

Todo un movimiento que socaba el ideal de las democracias parlamentarias liberales, que adultera la letra de la Constitución, que nos hace creer que somos libres cuando no somos capaces de formarnos, de recapacitar, de modular nuestros sentimientos, que nos hace zambullirnos en espacios cargados de mitos, de leyendas hasta no poder diferenciar la verdad de la fantasía.

Éste es el peligro que se cierne sobre nuestra sociedad, adormecer la mente e impedir a la persona tomar decisiones y hacerse responsable de sus actos. Impera tener  colectivos dóciles, fáciles de dirigir para no tener réplica alguna. Sumisión, acatamiento para luego lanzar esa amalgama de mentes huecas contra lo que convenga en cada   momento.

El nacionalismo ha sabido subirse a la ola de la innovación tecnológica y con esos sofisticados instrumentos se ha lanzado a adocenar a infinidad de individuos, que vacíos de alicientes, necesitan suministrarse esa dosis de vitalidad. Un menú que les corroe el alma, que calma sus frustraciones y les da todo aquello que les es preciso para seguir adelante. Pero hay algo que no tienen en cuenta los neo-organizadores de la sociedad y es que no hay colectivo humano uniforme en capacidades, en formación, en inquietudes ni en preferencias. De tanto olvidar al individuo, han llegado a creer que lo plural es siempre la suma de elementos iguales. Ahí está el resquicio por donde puede abrirse la brecha y ser el principio del fin de la doctrina homogeneizadora.

Somos muchos los que nos rebelamos y seremos más si tenemos claro que la libertad y los derechos son individuales. De ahí que la Cataluña es cómo cada uno la pueda recrear, sin interferencias bruscas de esos adoctrinarios que lo único que nos presentan en el horizonte es una tierra rica, fértil, repleta de árboles con frutas de oro colgando de sus ramas, pero que en realidad ese modelo ideal, por ser un monolito, es una tierra pantanosa que nos va inmovilizando hasta engullirnos, una tierra que aplasta a sus gentes.

Desde ese mundo sideral en el que viven, lanzan frases de lo más sectario, dogmático y totalitario, sin tener en cuenta que ni únicamente ellos son Cataluña, ni las instituciones pueden servir en exclusividad a los secesionistas, ni la Iglesia puede rendirse al nacionalismo. Esa enfermiza actitud alcanza síntomas de lo más delirante cuando con machacona insistencia utilizan el adjetivo posesivo “Nostra”, “nostra terra, nostra escola, nostra cultura”. Muchos son los abducidos por estos sentimientos, pero más aún los que viven de este montaje vidrioso. Esa riada de personas, clasificadas por profesión o por otra referencia, esos grupos de personas, a plena luz del día, colocando plásticos amarillos en las barandillas de una carretera o en las rejas de algún edificio público, esa cantidad de personas de cierta edad, jubilados, cargados con la estelada y con el lacito en la solapa, pancartas, fulares, todo eso no es espontáneo, está subvencionado por el Gobierno de la Generalidad y desde luego también las imágenes televisivas ridiculizando y parodiando a la familia del Rey.

Medidas correctoras son necesarias, la democracia no es la ley del más poderoso, es respetar las reglas de juego, no infringir la Constitución. Son muchos años ya de menosprecio a las aristas que delimitan lo legal de lo que está más allá. Se nos ha despojado de lo que nos hace libres y personas dignas, la libertad de elegir cómo hablar, qué pensar, con quién discutir, por qué sonreír y también a dónde estar. Es el momento de romper las cuerdas de las que penden las marionetas en las que nos hemos convertido, muñecos que se mueven según quieran los que manipulan los hilos. Unos porque nos llevan al abismo, a destruir una Nación, una convivencia, otros porque no han sabido o no han puesto el empeño necesario en mantener el principio democrático, la ley.

Es de lo más innovador y si queréis con tintes revolucionarios, el decir hoy en voz alta “es mi presente, es mi vida, es mi país”, para luego coincidir con las afirmaciones de  muchos otros ciudadanos y así sumar voluntades, inquietudes, compartir pero siempre con la impronta de cada uno, con los acentos que sean, hasta de ninguno. Ponernos de acuerdo para reconducir la democracia, ignorar a cualquiera que se quiera hacer dueño de todo lo que tenemos en común.

Acabemos con frases lapidarias de rechazo, de exclusión “Catalunya es nostra”.

Afirmemos “Catalunya es de tots, Cataluña es de todos”.

 

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febrero 3rd, 2018 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos) – Lamentos, frases cargadas de desasosiego, gestos demudados por doquier, pero no originados por actos terroristas, por terremotos, por epidemias sino por lamentables decisiones políticas o si queremos ser más explícitos, decisiones no al servicio del bien común. Sorprende que se hayan generado estos comunicados ahora y no cuando aparecieron los primeros atisbos de ilegalidad. La falta de reacción en los origines del mal nos ha arrastrado a consecuencias tan negativas que se requerirán muchos años para enmendar el perjuicio. Barcelona (España), sábado 3 de febrero de 2018. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), 30.1.2018. Los fanáticos ultraviolentos de la plataforma de ERC, CUP, ANC, Ómnium, y Convergencia-PDECAT-Juntos Por Cataluña (JxCAT) denominada «Comités de Defensa de la Republica» (CDR) se han hecho este martes con el control de la agresión del fascismo catalán convocada inicialmente para jalear la investidura del prófugo de la Justicia, el delincuente Carles Puigdemont, que se ha convertido tras la suspensión de investidura en una manifestación de repulsa al aplazamiento ordenado por el presidente del Parlamento de Cataluña -en obediencia a la Justica-, el racista Roger Torrent (ERC). Los CDR han comandado el asalto al Parque de la Ciudadela, que cobija el Parlamento de todos los catalanes, y han intentado superar las vallas que protegen el edificio parlamentario regional, para imponer su doctrina fanática a los catalanes. Efe.

El instigador a sabiendas del gran calado de sus destructivos planes, supo disfrazar sus propósitos, colocarles ropajes de fiesta para conseguir la inhibición o como mínimo la sonrisa equidistante. “Vale pactar si en contrapartida tenemos cuatro años más por delante”, éstos han sido los mezquinos pensamientos de los Ejecutivos sucesivos de nuestra democracia. Pensamientos que pueden disculparse cuando no hay referencias para ver más allá de las palabras. Ahora bien si lo que viene ocurriendo es el fruto de esa programación implacable, arrastrada desde el siglo pasado, de unos sentimientos cercados por instintos viscerales, supremacistas, entonces no caben disculpas, ni sorpresas, ni palabras sacadas del sillón del psicólogo, cuando el paciente busca calmar  su angustia. Es el momento de exigir responsabilidades, de señalar a los que pasaron de puntillas ante un delito que hubiera puesto en marcha a las Instituciones de cualquier Estado similar al nuestro.

Una oligarquia social, díscola a lo largo de la historia, sujeta a un inmovilismo de intereses acumulados, un sector social minoritario, consentido y convencido de su supremacía, no puede seguir marcando nuestro devenir. Ahora, después de un rodaje de campañas electorales llenas de propaganda falaz, no de compromisos firmes y seguidas de reiterados incumplimientos de la ley, de derechos ciudadanos atropellados y de un ataque feroz a la Nación española, es obligado con la mayor rapidez posible poner en funcionamiento los resortes legales que impidan tales atropellos a la convivencia.

En la comunidad catalana, por medio de la manipulación de la ley se ha pasado de un sistema democrático a uno autoritario y por eso cabe reaccionar. La Constitución por si sola no puede salvar la democracia, es necesario que los ciudadanos y en gran medida sus representantes políticos quieran hacerlo.

Estos años, en un transcurrir de comicios de todo tipo, municipales, autonómicos, nacionales y europeos, nos han ido sumergiendo en un sueño onírico con un único tema alentador, vivir del erario público, de derechos por doquier, de bajo nivel de obligaciones y por mencionar algo más, de poca competitividad para no valorar la propiedad privada. La propiedad privada abarca desde los enseres materiales hasta incluso el pensar, el Yo personal y nunca uno puede ser libre si sus decisiones no fluyen de su profundo interior. Es intolerable esa vorágine para eliminar al individuo, el juicio particular frente a la utópica idea de lo colectivo, de la identidad, sea el feminismo, el nacionalismo o el derecho a decidir.

Hemos de saber iniciar el día con un sin fin de propuestas por apostar, saber colocarnos ante ellas con ilusión de abordarlas enarbolando la referencia de las normas establecidas y la libre voluntad. Conseguirlo es factible si terminamos con el bochorno diario de la farsa de las sonrisas, de diputados sobredimensionados por una ley electoral discriminatoria, de un posible presidente de correrías en el extranjero y de una constante letanía de improperios al Estado español. Incomprensible la dejación de las  pautas básicas en una cantidad importante de Ayuntamientos. Perjudicial es tener las calles deterioradas por pinturas y lazos independentistas, las fachadas de edificios oficiales exhibiendo pancartas en favor de los presos golpistas, pero peor es ver sin actuar a los órganos administrativos cuya finalidad es corregir estos atropellos de ley.

Gobernar es administrar, asegurar el orden público, el preservar los derechos de los ciudadanos. Las cámaras autonómicas como parte del Estado, están obligadas de igual manera a todas esas competencias. Pero se da el caso que en estos niveles prima el sentimiento más feroz, la discriminación de todo lo que nos recuerde a España , a lo español y no pasa nada; nadie con autoridad institucional sale al encuentro de esta tropelía, no hay ninguna voz que defienda lo común, lo milenario, el haber dicho  nuestros antepasados “Soy español”.

No hay ningún país occidental que esté dejando a una Nación en manos de los más cerrados en mente, de los más ineptos, a una Nación que apostó por la democracia con la aprobación mayoritaria de su Constitución en 1978. El descontrol y sin intención de aplicar medidas correctoras nos ha arrastrado a esta gravísima situación. Se ha dejado la escuela y los medios de información pública en manos de los secesionistas, no ha actuado la alta inspección, todos han pasado, derechas e izquierdas. El sistema educativo ha sido moneda de cambio de los gobiernos españoles frente a los totalitarios, semillero de futuras identidades. Noticias recientes nos susurran que puede llegar a su fin el proceso hacia la República catalana. En cambio el peligro de liquidación del Estado de Derecho no ha desaparecido. De sorpresa en sorpresa, sin atisbar un proyecto oficial que asegure la libertad. Los cuerpos nacionales encargados del orden establecido, Guardia Civil y Policía Nacional, han sido arrinconados por los Mozos de Escuadra al servicio de la cúpula secesionista.

¿Quién defenderá a más de un millón de ciudadanos que salió a las calles de Barcelona para librarse de la losa que les fueron poniendo los arribistas, los traficantes institucionales, los acoplados a sueldos, prebendas y amiguismos políticos?

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