diciembre 19th, 2016 by lasvoces
Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – Decíamos en nuestro artículo anterior (enlace) que, tanto desde los partidos constitucionalistas, como por parte de los separatistas-radical-progresistas, se “hace política”, con mayor o menor fortuna, pero “no se juega a lo mismo”; ni “en la misma liga”. Alsasua (Navarra), lunes 19 de diciembre de 2016. Fotografía: La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra representado en un cartel que titula «Agenda imposición separatismo Navarra», firma el autor de este escrito. Lasvocesdelpueblo.
Tampoco persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por enterados. De ahí la ofensiva extraordinaria desplegada en todos los frentes posibles por los separatistas (desde el Gobierno, “organismos populares” afectos, presión callejera, señalamientos mediáticos…) y la débil respuesta del navarrismo político.
Y si en este artículo hablamos de “imposición”, y no de “implantación” no se debe a un mero capricho semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que conocemos y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra; no en vano, ¿qué hubiera sido de ellos sin el hálito narcotizante, exterminador y distorsionador del terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los órdenes?
El pasado 1 de noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario de Noticias de Guipúzcoa —perdón, queríamos decir de Navarra—, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca», afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”.
Nafarroa orain 2. La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra. Lasvocesdelpueblo.
¡Nada menos! Lo cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña afirmación.
Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero, ¿seguro que es así de sencillo?
Veamos que escribía —sin dejar puntada sin hilo, tal y como le caracteriza— esta sagaz firma del separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”.
Y no sólo por la propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro día se presentó en Pamplona Nafarroa, orain ala inoiz ez (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra Senar, profesionales del diario Berria.
Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino también las condiciones necesarias para que esa situación se mantenga en el tiempo.
Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?
Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro, se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores.
En el acto se mencionó así mismo la situación de UPN, abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)». Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?
Resumamos, pues los principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la propia UPN; acaso personificando el partido de centro-derecha la continuidad de cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso, que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas.
Debe trabajarse en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de “frentes”. UPN, sin Diario de Navarra, sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas.
Junto al Gobierno Foral… o contra él y contra todo amago de respuesta social que se le resista
¿A qué hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al crecimiento de la contrasociedad panvasquista existente en Navarra —especialmente vía imposición del euskera batua— hasta el punto de que el “cambio” se haga irreversible. En suma: una batalla por las voluntades y las ideas en toda regla.
Por nuestra parte, nos preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo, ¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera protesta reactiva?
Para el separatismo, y sus compañeros de viaje radical-progresista —a los que les gustaría un día incorporar al propio PSOE navarro— todo “cambio” social, cultural, mental y político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitaria de interpretar la realidad.
Así, toda “grieta, contradicción, avance” legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la conquista y control posterior del poder social y político.
Nafarroa orain. La agenda (nada oculta) de la imposición del separatismo panvasquista en Navarra. Lasvocesdelpueblo.
Una perspectiva, sin duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales e imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el “armado”, es decir el terrorista —digámoslo sin eufemismos– por ahora.
Y lo seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de respuesta social que se le resista.
Los partidos constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable a tantos cantos de sirena como venimos observando desde Podemos, además de desarrollar su propia agenda “gramsciana”) privilegian y se centran en las vías institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños e interferencias diversas con el judicial.
Y, en casos deleznables, haciendo “negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo. Lo típico en nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello renuncian a la “batalla de las ideas”, que generalmente ni conocen ni les interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del poder. En suma: su acción política es cortoplacista.
Por el contrario, los partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”), son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar ocasiones y de beneficiarse de las conquistas parciales en cualquier orden de la vida social.
Se quiera ver o no, esa confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas, incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y comparsas.
Los constitucionalistas podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural —en el sentido gramsciano del término— arrecia; presentando nuevas formulaciones, conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos.
En definitiva, transformando la “mentalidad comú”.
Y, a resultas de ello, ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa, pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final.
A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. Y si no están dispuestos, que se vayan a casa.
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junio 14th, 2016 by lasvoces
Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – «Antifascistas», se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen? ¿Benefactores de la humanidad o mamporreros del sistema? La constante violencia antifascista. Vienen pegando fuerte, literalmente; señalándose con una orgullosa agresividad gestual, verbal… y física. Así, a primeros de mayo, el joven francés Luigi Guardiera, residente en el cantón de Masseube (Midi-Pyrénées), fue golpeado por una banda de diez “antifascistas” a la salida de una discoteca en Tarbes. Murió a los pocos días. Su delito: ser militante del Front National. Madrid (España), martes 14 de junio 2016. Fotografía: Una iconografía típicamente agresiva de los grupos antifascistas. Imagen facilitada por el autor. Lasvocesdelpueblo.
También se mueven entre nosotros: aquí, en España. En la madrugada del viernes 10 de junio, fueron detenidos cuatro “antifascistas” tras agredir a dos jóvenes, quienes portaban unas camisetas “provocadoras”. Y no parece que se trate de un episodio ocasional; respondiendo, más bien, a una auténtica dinámica totalitaria sostenida en el tiempo y alimentada por un discurso ideológico cargado de odio, que en ocasiones alcanza unos niveles de auténtica histeria colectiva de ribetes paranoicos.
Hagamos un poco de memoria: además de los antes mencionados, recuérdense los numerosos episodios de kale borroka en Barcelona desde hace años, agresiones en Madrid a viandantes que portaban bordada en la manga una bandera española, ataques a jóvenes promotoras de la Selección Española también en Barcelona, etc.
Se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen?
Una primera observación: aparentemente son muchos. Están organizados. No se ocultan; todo lo contrario. Alardean de su fuerza y se refuerzan con una marcada estética. Se jactan de controlar las calles. No admiten otras presencias. Excomulgan y excluyen sin piedad. Están envalentonados. Creen que no tienen límites. El futuro les pertenece…
Antifascistas en Pamplona
Uno de tantos grupos encadenados a tal dinámica, por ejemplo, es la Iruñerriko asanblada antifaxista (“Asamblea antifascista de Pamplona”). En los medios digitales, en los que se también mueven, proponen al visitante ocasional o habitual, entre otras iniciativas: “denuncia cualquier actividad fascista en… (un correo electrónico)”.
Y ponen ejemplos. Así, semanas atrás subieron un vídeo en el que, acompasado por la agresiva música Oi!, unos sujetos arrancan y queman pegatinas con la leyenda “Stop feminazis” sobre una señal octogonal roja. Al parecer, para tan preclaros “vigilantes” sociales, tales pegatinas serían un fruto horripilante del “fascismo que avanza2. En verdad, un verdadero delirio.
El grupito de padres maltratados por la justicia, autor de esa “pegatinada”, no es una entidad organizada. Tampoco forman parte de ningún partido político; ni siquiera comparten una única corriente ideológica. Entre ellos hay derechistas, socialistas desencantados, ¡libertarios…! y predominan los apolíticos. Pero, a juicio de estos antifascistas, tales activistas, movilizados con motivo del “día del padre”, serían ¡peligrosos fascistas!
Pero, estos “antifas”, ¿han hablado con ellos en algún momento?, ¿conocen sus reivindicaciones?, ¿saben de sus problemas con las rutinas y mecanismos de la justicia?, ¿les interesa saber de las contradicciones de un sistema viciado? Se sorprenderían, tal vez, al enterarse que únicamente reclaman igualdad ante la ley. Un valor, un tanto, ¿izquierdista?, ¿progresista tal vez?
En realidad, no necesitan dialogar. Ni conocer las reclamaciones de colectivos cuya naturaleza y actividad no controlan. No en vano son… ¡antifascistas!: supremos jueces, valedores del pensamiento políticamente correcto, guardianes del progreso… Todo les está permitido. Y han desarrollado una compleja parafernalia, toda una liturgia, con su estética, cierta jerarquía… Se consideran muy progresistas, pero, ¿lo son? El pasado 22 de marzo, a escala planetaria, se sucedieron numerosas manifestaciones, de variadísimo calado y entidad, dirigidas, según sus variados promotores, “contra el fascismo y el racismo2.
En España, a causa de los incidentes de orden público generados en otras movilizaciones anteriores y posteriores a esta fecha, tales acciones pasaron un tanto desapercibidas; siendo medios digitales y de “contra-información” los que dieron cuenta de ello. Pero, ¿tiene sentido manifestarse hoy día contra el fascismo?, ¿acaso quedan fascistas? De existir, ¿son peligrosos? ¿Más que los propios antifascistas?
Orígenes y desarrollo del antifascismo
El antifascismo nació en los años veinte del siglo pasado desde las izquierdas revolucionarias (socialistas, comunistas, anarquistas), supuestamente para responder a los diversos fenómenos nacionales -encajados en la categoría imprecisa y multiforme de los fascismos- que arraigaron en buena parte de Europa (y que contaron con no pocos seguidores extra-continentales), a partir del triunfo de Benito Mussolini en Italia.
Casi inmediatamente, el antifascismo terminó de configurarse como una elaborada táctica, edificada con aliados ocasionales, conocidos como “tontos útiles”, en aras de la estrategia revolucionaria comunista global diseñada en Moscú: no en vano, existía una utopía supuestamente en marcha, en Rusia, y parecía posible 2asaltar los cielos” en todas partes. Concebido el fascismo como el “estadio superior del capitalismo”, se entendía imprescindible derrotarlo previamente en aras de la conquista del poder y la posterior edificación de una sociedad socialista. Además, los fascismos eran la más directa competencia en su pretensión de encuadrar a las masas populares. Radicales de izquierdas y fascistas competían a muerte.
En la Segunda Guerra Mundial, el antifascismo acogió como aliado ocasional a las democracias de corte burgués (pero, ¿no eran el “caldo de cultivo del fascismo?”). A su término, el antifascismo continuó siendo enarbolado como bandera táctica; bien para movilizar al pueblo chino contra el Kuomintang (tras la derrota de los colonialistas japoneses), bien para imponer gobiernos de Frente Nacional en Europa Oriental como paso previo a la instauración de las tristes y policíacas “democracias populares”, etc. etc.
A lo largo de las últimas décadas del pasado siglo, el antifascismo sería de nuevo instrumentalizado, pero en otras direcciones distintas al inicial; marcadas desde los órganos de Dirección del “socialismo real”: objetivos militares y económicos fijados por el Pacto de Varsovia y Pekín, la lucha anticolonial y antiamericana (Corea, Vietnam, Cuba, numerosísimas guerrillas a lo largo y ancho de todo el globo), el anti-sionismo, enfrentándose a las dictaduras militares instaladas en América Hispana y otros lugares del mundo, etc.
De este modo, en tanto la URSS y la China comunista permanecieron en pie, el antifascismo continuó siendo su mejor banderín de enganche. Así, todo enemigo, real o imaginario, era calificados como fascista: los americanos, los colonialistas, los regímenes autoritarios, las monarquías, las democracias liberales, los israelíes, las iglesias y todas las religiones no domesticadas bajo la etiqueta de “patriotas”. Es decir: fascista era… todo el que no era comunista. También los mismísimos anarquistas.
Nuevas modalidades de antifascismo, pues; pero siempre al servicio de una estrategia global que pretendía alcanzar el poder estatal convulsionando previamente países concretos.
Caído el Muro de Berlín, y desnaturalizado el de Bambú, la utopía comunista permanece -lejos de pedir perdón por los genocidios e incontables crímenes perpetrados- como proyecto utópico de unas minorías derrotadas por la Historia y marginadas de los procesos de gestión del poder real a escala mundial. No obstante, algunos le echan no poca imaginación: efectivamente, nos referimos a Pablo Iglesias y Podemos.
Antifascistas de nuevo
Con todo, no pocos grupos juveniles en Europa, pero también en otras latitudes, se siguen movilizando bajo la bandera del antifascismo, al que añaden, como no podía ser de otra manera en su intento de “actualización”, el antirracismo, el feminismo, el ecologismo, etc. Esos movimientos, en gran medida, lo son de convicciones libertarias; si bien comparten barricadas con comunistas irredentos (nostálgicos de Stalin, Mao, Sendero Luminoso), tribus urbanas de lo más variopinto, ecologistas, ultrafeministas supremacistas, animalistas, etc.
En un corto -pero muy rentable- alarde de imaginación, los modernos “antifas” también meten en el “saco” del fascismo a los nuevos populismos que vienen ganando amplios sectores sociales por toda Europa (salvo, significativamente, en España). Existe, pues, un cierto paralelismo con las experiencias de los años veinte y treinta del siglo pasado: así, muchos votantes populistas son antiguos comunistas; desplazados a unas posturas tan novedosas como poco perfiladas que apelan a la identidad, la solidaridad, la comunidad, la nación, el Estado del Bienestar, el miedo a agresivas culturas extrañas, etc.
En las movilizaciones antifascistas ya no planea la utopía de un modelo comunista en marcha (la Venezuela de Maduro no parece que genere muchos entusiasmos…): ni la URSS, ni China, ni ningún otro espacio territorial, ni ninguna “internacional” encarna las ansias revolucionarias de estos nuevos campeones de la libertad. Pese a ello, persisten en señalar a “sus” enemigos: los fascistas. Pero no se observa excesivo rigor intelectual en ello, ni debate previo, ni voluntad alguna de diálogo con “los otros”.
Un ejemplo ilustrador. En los carteles anunciadores, en Pamplona, de las movilizaciones del 22 de marzo de 2015, presentaban como peligrosos centros fascistas diversas siglas locales; cada una de ellas en su correspondiente cubo de basura. A saber: UPN (sus escuadras negras son temibles, ciertamente), el MSR (¿acaso existe?), Navarra Resiste (una combativa web navarrista) y SAIN (un partido de izquierdas, pero contrario al aborto, amigo de los papas; vamos unos fascistas que aterrorizarían a Himmler y Röhm). En suma: “fascistas” serían todos aquéllos que no gustan a los propios “antifascistas”. Por el motivo que sea. Reales o imaginarios. Con poder real o sin él.
Pero, semejante potestad totalitaria, tamaña actitud discriminatoria, no es un tanto… ¿fascista?
Por otra parte, si fascista puede llegar a ser cualquiera (por no asumir de una u otra forma, objetiva o subjetivamente el “proyecto revolucionario” -¿Cuál? ¿Dónde? ¿Cómo?- de tan tremendos antifascistas), entonces… si fascismo es todo: ¡fascismo no es nada! No en vano, si un concepto sirve para etiquetar cualquier categoría de manera indiscriminada, realmente no esclarece nada. Pero –aquí radica su poder real- esta técnica puede marcar las condiciones del debate sociocultural, criminalizando, además, a quienes son percibidos como rivales.
No existe, pues, estrategia revolucionaria; como tampoco existe “sujeto revolucionario”. Así, ¿todavía existe la clase obrera? De existir, ¿qué pretende?, ¿conquistar el Estado o convertirse en clase media? Y de pretender lo primero, lo intentaría ¿de un modo “revolucionario” o desde la socialdemocracia “políticamente correcta?”
Estrictamente hablando, ser antifascista es tanto como no ser nada. Por ello, si algo caracteriza a tan fieros antifascistas es la pereza mental y su incapacidad para entender lo que realmente sucede.
Muletas del sistema
Nuestro mundo globalizado está dirigido por unas estrechas oligarquías que controlan los Estados, los medios de comunicación, los grandes intereses financieros y multinacionales; siendo su principal motor el lucro y el ejercicio del poder. Y siempre por encima del pueblo. Si los antifascistas fueran verdaderos sujetos revolucionarios, tejerían una nueva internacional dirigida contra esas oligarquías que secuestran las democracias, expolian a los pueblos, uniformizan las costumbres y el pensamiento, alienan los espíritus… bajo los dictados del poder establecido, del “sistema”. En este contexto de lo políticamente correcto radical-progresista, del individualismo extremo, de la desvinculación, de la des-responsabilidad generalizada ante el futuro de los pueblos y de los humildes, los antifascistas juegan un triste papel: el de “guardia de la porra” del sistema; señalando presuntos enemigos y desviando fuerzas de los combates reales.
Chantal Delsol en su libro Populismos. Una defensa de los indefendible (Ariel, Planeta, Barcelona, 2015) explica lo anterior muy bien. Si algún “antifa” quiere leerlo, adelante. Le prestaría mi ejemplar. Pero, por favor, con devolución.
¿Recuerdan? Ayer, los “moderados” del PNV decían que los de ETA eran unos chicos malos, pero, en suma, “de los suyos”. Y hoy, los “budas” de lo políticamente correcto pueden sentirse bien contentos con sus antifascistas: un poco trastos, pero son “sus” chicos. Un poquito radicales, y hippies, y porretas, y violentos. “Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón”, se repite acríticamente. Si bien se olvida que la frase completa, atribuida a Willy Brandt, termina afirmando “quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza”.
No en vano, buena parte de las pretensiones subjetivas de la utopía libertaria y comunista se ha alcanzado en el universalismo individualista del consumismo imperante, de la afirmación libérrima del ego hasta la irracionalidad, de la satisfacción inmediata e irresponsable de las necesidades –reales o supuestas- personales. Paradojas actuales. El mundo de la globalización y del universalismo socialdemócrata ha colmado buena parte de las pretensiones más extremas de la utopía anarco-comunista.
De este modo, quienes enarbolan todavía hoy, y con tal violencia, las viejas banderas del antifascismo, ejecutan el trabajo sucio de las oligarquías reales; despejando “el camino del progreso” de cualquier supuesto disidente. Por todo ello, conscientes o inconscientes, los antifascistas se comportan como unos auténticos mamporreros del sistema.
Antifascismo: ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!
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