diciembre 17th, 2016 by lasvoces
Redacción – [Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)] – Además de pasar por el registro de delincuentes sexuales, exposición fulminante y sin juicio de cualquier acusado. Se nos ha puesto muy difícil ser curas, muy cuesta arriba. Y todo por la cobardía de los obispos que no cumplieron con su obligación de vigilar y limpiar, en vez de dejar que se les acumulase la basura y les llegase hasta las cejas. Hospitalet de Llobregat (Barcelona) España, sábado 17 de diciembre de 2016. Fotografía: El párroco de la Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona), Custodio Ballester Bielsa, durante una entrevista a Lasvocesdelpueblo, el pasado sábado 13 de agosto de 2016. Archivo Lasvocesdelpueblo.
Encubrieron la pederastia de unos pocos durante decenios, y dejaron crecer el mal… por el bien de la Iglesia, dicen: para ahorrarle la vergüenza y el bochorno. Como fue una decisión muy corporativa, nadie ha resultado culpable de haber consentido que se instalase en la Iglesia esa monstruosidad.
La ruina del Derecho Canónico
Y ahora viene el desquite, también corporativo: puesto que como dice el mundo, todo cura, por el hecho de ser cura es sospechoso de pederastia, los obispos han tomado la determinación de que todos los curas pasen por el registro de delincuentes sexuales para que certifiquen de cada uno que él no ha incurrido en delito de pederastia.
Bien, ¿no? Y eso ¿para qué? Pues porque los obispos sienten la imperiosa necesidad de demostrarle al mundo que ellos están contra la pederastia de los curas.
¿Sólo eso? No, que aún hay más. Para que el mundo vea lo seriamente que están dispuestos a luchar contra esta gran lacra los que nunca hicieron nada, han decidido que a partir de ahora cualquier cura que sea acusado de pederastia será expulsado fulminantemente por vía administrativa, es decir a la brava según el mejor criterio del obispo. Bien, ¿no?
Cualquiera que se empeñe en cargarse a un cura lo tiene facilísimo, basta que le acuse de pederastia
Ríanse ustedes de las leyes de género en las que todo hombre acusado por una mujer de maltratador, incurre de inmediato en presunción de culpabilidad. Ríanse de la multitud de inocentes que han sufrido acusaciones falsas, con las que tan a menudo se allanan los procesos de separación.
Ríanse ustedes. Cualquiera que se empeñe en cargarse a un cura lo tiene facilísimo. Basta que le acuse de pederastia. De momento ya se lo ha cargado, porque el obispo lo expulsará fulminantemente: para demostrar que está celosamente contra la pederastia.
¿Y luego? Luego como el caso del sacerdote peruano reducido al estado laical por decreto —no suspendido a divinis, como dice el artículo— y absuelto del delito de abusos por el tribunal civil, que afirma que la denuncia fue falsa. Hace un año que espera que la Congregación para la Doctrina de la Fe le devuelva las licencias. [El extraño caso de un sacerdote peruano que quiere seguir siendo cura pese a estar suspendido a divinis (enlace aquí)].
Parece que la firma del Papa en un decreto de “dimisión (es decir expulsión) ex officio” contra un sacerdote inocente, sin apelación posible, suscita nuevos problemas jurídicos…
¿A los irresponsables que por cobardía no atajaron el mal, les pedimos que asuman las responsabilidades de las que abdicaron entonces?
¿Por qué regla de tres tendríamos que creernos que los obispos incendiarios son los más indicados para apagar el incendio que ellos mismos provocaron? ¿A los irresponsables que por cobardía no atajaron el mal, les pedimos que asuman las responsabilidades de las que abdicaron entonces?
¿Los mismos que pecaron gravísimamente al consentir la práctica de la pederastia por parte de sacerdotes de sus diócesis, van a tener más acierto y ecuanimidad al condenar por vía administrativa de urgencia a los sacerdotes que incurran en acusación de cometer ese delito? ¿No sucumbirán a la tentación de lavar sus culpas pasadas con la sangre del inocente? Si son capaces de hacer pasar a todos los sacerdotes por el registro de delincuentes sexuales por el simple hecho de ser sacerdotes ¿qué no harán cuando pase por sus manos una denuncia? La del peruano.
Dejan en la indefensión a los clérigos víctimas de calumnia
Es el caso que desde hace más de quince años, la cuestión de los abusos perpetrados por clérigos a menores ha sido publicitada y magnificada interesadamente por los lobbys de comunicación internacionales. Todo ello puso bajo tal presión a la jerarquía eclesial que no vio otra salida a la situación creada, que decretar intervenciones rápidas y eficaces (mal que nos duela, simple operación de imagen para acallar al mundo) con el objetivo de salir de una emergencia provocada por la omisión de tantos obispos que durante tantísimos años dejaron de actuar en su momento.
Las normas procesales promulgadas bajo esa presión son un despropósito jurídico: dejan en la indefensión a los clérigos víctimas de calumnia. Y ya se han dado tales casos. Es lo que ocurre cuando se quiere ganar corriendo, el camino que dejó de hacerse andando.
He aquí en resumen la secuencia por la que se ha llegado a esta situación
He aquí en resumen la secuencia por la que se ha llegado a esta situación: allá por 1980, los trabajos de reforma del Código de Derecho Canónico plantearon la cuestión de la dimissio ex officio del estado clerical, es decir la expulsión o secularización del estado clerical no por proceso penal, sino por decreto administrativo. En aquel momento se desechó tal posibilidad, pues podía prestarse a abusos, ya que la tutela de los derechos del hombre —la defensa del encausado— no puede dejarse a la discrecionalidad en el ámbito administrativo.
En 1988 el cardenal Ratzinger, Prefecto entonces de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribía al cardenal Castillo Lara, Presidente de la Comisión para la Interpretación del Derecho Canónico, que entre las peticiones de dispensa del sacerdocio había algunas motivadas por comportamientos graves y escandalosos que era más razonable resolver mediante expulsión y no mediante dispensa.
El cardenal Castillo contestó que eso implicaba la simplificación de los procedimientos; que la solución estaba en que los obispos asumiesen la responsabilidad de intervenir ejercitando su potestad de gobierno. El cardenal Castillo quería evitar poner en peligro el derecho de defensa de los fieles y cargar a la Santa Sede con una responsabilidad que tenía cada obispo diocesano por razón de su oficio pastoral.
Hubo otro intento en 1997 de establecer una normativa para la “dimisión del estado clerical ex officio” con las siguientes condiciones: certeza de las acusaciones y de la culpabilidad del clérigo; rechazo por parte de éste de pedir la dispensa; imposibilidad de actuar de otro modo para expulsar al sacerdote.
Todos los Dicasterios consultados entonces expresaron serias reservas al procedimiento express, pues la simplificación del procedimiento canónico -nada de proceso; decreto y punto- no permitía el correcto ejercicio del derecho de defensa del acusado ni tampoco la certeza necesaria para imponer una pena tan grave a perpetuidad, y sin posibilidad de apelación.
La cosa se desencalló poco tiempo después cuando, en razón de la dificultad en muchos países de misión de disponer de tribunales eclesiásticos debidamente constituidos, se concedieron a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos esas facultades especiales que ahora se han hecho casi comunes.
Se estableció pues la posibilidad de la reducción al estado laical por procedimiento administrativo con unas, aparentemente, estrictas condiciones: habría que abrir una investigación para obtener la certeza moral suficiente —concepto no admitido en ningún tribunal civil— para imponer la secularización por la extrema gravedad del delito, después de permitir al acusado defenderse, ofreciéndole como salida menos insultante la posibilidad de autoexpulsarse.
Estas facultades especiales se convirtieron en una vía excepcional en paralelo al procedimiento ordinario que quedaba derogado de hecho, pues ya no había obligación de instruir un proceso judicial, sino sólo administrativo, infligiendo una pena expiatoria perpetua que hasta entonces se prohibía imponer por decreto. Y un decreto de expulsión emitido por el mismo Papa, lo cual excluye toda posibilidad de apelación o recurso, como ocurre en todo procedimiento que impone una pena.
El Motu proprio de Juan Pablo II Sacramentorum sanctitatis tutela de 30 de abril de 2001 y sus posteriores modificaciones extendió a toda la Iglesia las facultades que se habían concedido excepcionalmente a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (para los países de misión).
Ya no era necesario que el Obispo tomase medidas penales o que faltase el correspondiente tribunal. El caso es remitido por el obispo directamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es suficiente la certeza moral del delito, su gravedad y la necesidad de llegar a una solución eficaz y contundente.
Y ya no se trataba sólo de los delicta graviora —los delitos más graves— (abuso de menores o adultos vulnerables), sino de todos los que podían conllevar la expulsión del estado clerical:
Violación directa o indirecta del secreto de confesión, atentado al Santo Padre, solicitación de favores sexuales utilizando la Confesión sacramental, los clérigos que contraen matrimonio aunque sea sólo civil, los curas concubinarios, los sacrilegios…
En fin, lo que se entiende por colocar totalmente fuera del Estado de Derecho un derecho tan acrisolado durante siglos como el canónico.
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noviembre 6th, 2016 by lasvoces
Redacción [Fernando José Vaquero Oroquieta es Licenciado en Derecho; Estudios de Criminología; Autor de los libros: ‘La Ruta del Odio. 100 Respuestas claves sobre el terrorismo’ y ‘¿Populismo en España? Amenaza o Promesa de una Nueva Democracia]. El veterano dirigente socialista vasco Ramón Jáuregui calificó de “fascismo rojo” el boicot perpetrado por ciertos colectivos liderados por la Federación Estudiantil Libertaria (FEL), el pasado 19 de octubre, contra la presencia del ex-presidente Felipe González en la Universidad Autónoma de Madrid. Una acción en la que se quiso ver –con casi absoluta unanimidad- la sombra de Podemos. Nadie –ya fuere político o comentarista- cuestionó el contundente juicio de Jáuregui. Así, pues, todos de acuerdo: cualquier expresión de violencia política, proceda de donde proceda, es siempre fascismo. Y en ocasiones muy especiales, y muy raritas, “fascismo rojo”. Otro dogma de la vulgata progre. Pamplona (España), domingo 6 de noviembre de 2016. Fotografía: El nacional bolchevique (Rusia), Eduard Limónov , durante un acto político. Limónov es un escritor y político ruso, fundador y líder del ilegalizado (2005) y posteriormente auto-disuelto (2010) Partido Nacional Bolchevique. Actualmente, Limónov es el presidente de La Otra Rusia, que reemplazó al PNB. Y se autodefine como nacionalista moderado, socialista “de línea dura” y activista por los derechos constitucionales. Archivo Lasvocesdelpueblo.
Lo cierto es que Jáuregui no se mostró, en esta ocasión, especialmente original. De hecho, tal descalificativo viene siendo enunciado por otros autores desde hace años; en el caso del historiador y ensayista Antonio Elorza, al menos desde 2008.
Tampoco entonces semejante concepto pudo calificarse de riguroso, no en vano en el mismo se englobaban expresiones de génesis y desarrollo tan diversos como las represalias de los “camisas negras” italianos en los años 20 del siglo pasado, el terrorismo de ETA, los boicots sufridos por la Rosa Díez de UPyD en la universidad por entonces… y los camiones-bomba de Hezbolá. Un formidable, pero no menos indigesto, totum revolutum.
Pero, realmente, esas explosiones de violencia política alentadas por organizaciones del entorno más o menos próximo a Podemos, y en todo caso insertos en la extrema izquierda marxista-leninista o anarquista, ¿pueden ser calificadas, con rigor, como “fascismo rojo”?
De entrada, afirmaremos que tal constructo, tal y como es empleado en esta ocasión, es rotundamente inexacto y falso; tratándose más de un ardid propagandístico que de una herramienta científica clarificadora.
De hecho, el simple hecho de denominar cualquier cosa que moleste –al interlocutor que sea- como “fascista”, imposibilita cualquier análisis sereno y objetivo, pues lleva implícita una condena moral inapelable y la correspondiente excomunión. No digamos si le añadimos algún que otro adjetivo: rojo, reaccionario…
Recordemos que, en su día, del líder de Podemos Íñigo Errejón se publicó –y no siendo ya un jovencito- acerca de su gran interés por figuras tan heterodoxas –sobre todo para un marxista- como las del fundador del Partido Nacional Bolchevique ruso, Eduard Limónov (especialmente de su biografía a cargo de Emmanuel Carrère), o el politólogo Carl Schmitt. Errejón, acaso, ¿un “fascista rojo” emboscado en Podemos? Pues va a ser que no. P
ero tampoco se trata de un caso tan excepcional de vergonzantes “pecadillos de juventud”. ¿No recuerdan que Jorge Verstrynge, por poner otro ejemplo, inició su sorprendente carrera militante en filas neonazis? En fin: todo el mundo tiene un pasado, que se dice ahora.
Pero, volviendo a la cuestión inicial, ¿por qué se reitera ese comportamiento tan poco ajustado al rigor científico? ¡Qué funesta –y efectiva- costumbre la de calificar como fascista cualquier actitud diferente o discordante por parte de la clerecía progre!
Estamos acostumbrados a que el concepto de “fascismo” se emplee como un arma arrojadiza; una descalificación moral tan inhabilitante como excluyente. Y pocos insultos tan graves o malintencionados. Se puede ser, casi, cualquier cosa en la vida, pero como sea enarbolada la mínima sospecha de alguna aproximación al fascismo –real o ficticia, estética o sentimental, pasada o presente-, el interlocutor en cuestión está perdido, y sufrirá la cascada de efectos derivada de la reductio ad Hitlerum que analizara Leo Stauss.
Traeremos a colación, por unos momentos, los orígenes de este antifascismo tan reiterada e indiscriminadamente esgrimido; y, por todo ello, antes que nada, eficaz táctica propagandística al servicio de la Internacional Comunista. Así, todo enemigo –supuesto o real- de la “marcha ascendente de la Historia liderada por la clase obrera y su partido de vanguardia” sería fascista. Por acción y omisión. Y todo enemigo indirecto del comunismo, también. Y los colonialistas e imperialistas… Y, posteriormente, cualquier opositor al feminismo supremacista.
Y del ecologismo holístico. Y del radical-progresismo “políticamente correcto”; tal y como es entendido por los teóricos post-marxistas hoy. ¿Y respecto a la democracia liberal? Pues depende. Inicialmente, para los marxistas –socialistas y comunistas- de las primeras décadas del siglo XX, la democracia liberal no dejaba de ser un estadio previo del fascismo que había que derribar por igual.
Imperativos de política exterior arrastraron a un cambio genial de orientación y de alianzas al genocida Stalin: las democracias liberales serían sus aliadas ocasionales frente al fascismo… si bien, cuando tuvo oportunidad para ello, segó implacablemente toda manifestación de democracia “burguesa” –por ser esencialmente “fascista” conforme su criterio- en Europa Oriental.
¿Recuerdan las tan celebradas, como tristes, y ya olvidadas, democracias populares? Entonces, ¿por qué Jáuregui calificó tales actitudes violentas de la extrema izquierda como fascismo rojo? ¿Pueden conciliarse ambos extremos? ¿No es una pretensión absurda análoga a la de la “cuadratura del círculo”?, ¿acaso la genial síntesis que supera dialécticamente tesis y antítesis? ¿No es, en suma, una contradictio in terminis? Pues, afirmémoslo claramente: o es fascismo, o es rojo.
Ciertamente existieron algunas figuras muy radicalizadas en el fascismo italiano que les acarreó ser calificados como fascistas rojos; un modo de marcar diferencias con el fascismo ortodoxo a partir de su extrema sensibilidad social, por no decir directamente socialista. Fue el caso del ex-comunista Nicola Bombacci y tantos otros que participaron en la agónica y mítica experiencia de la República Social Italiana a partir del Manifiesto de Verona.
En el nacional-socialismo alemán, en su día, no pocos de sus militantes procedían del comunismo pro-soviético, al que retornarían años después. Incluso algunas otras genuinas figuras trataron de imprimirle una línea “izquierdista”, caso de los denominados straseristas (seguidores de Otto Strasser). También en Alemania, otros personajes, caso de Ernst Niekisch, elaboraron una “vía alemana al socialismo” en un intento de fusión de bolchevismo y prusianismo.
Mucho más recientemente, se formularían algunas nebulosas doctrinas en la Rusia post-soviética, como la del nacional-bolchevismo, que pretendían fusionar características esenciales de ambos sistemas en una extraña mixtura revolucionaria y estética. Fue el caso de Alexander Dugin, en lo que se refiere a la elaboración doctrinal -ahora autor de una rompedora “Cuarta Teoría Política”- y del empresario Limónov, quien encarnó su pulsión activista.
En cualquier caso, todas esas exóticas elaboraciones fueron excepcionalmente minoritarias –casi meras anécdotas-, en absoluto operativas; siendo enterradas por la Historia con la derrota militar de los fascismos.
Y cualquier rememoración de las mismas sería puro anacronismo. Pero, volviendo al tema que nos ocupa, nada de todo ello –nada de “fascismo rojo” al estilo Bombacci, Strasser o Limónov- encontramos en la anarquista FEL o en otros grupos “antifascistas” amigos de la violencia; como tampoco en Podemos. De hecho, si algo puede decirse de la formación radical de Pablo Iglesias y los suyos, es que su liderazgo nuclear es marxista-leninista; también el de Íñigo Errejón.
Con matices, eso sí, según de quien se trate. Y de la FEL, el grupito de la discordia, anarquistas a la vieja usanza: incendiarios y sin complejos.
En Podemos encontramos a unos cientos de militante inequívocamente trotskistas, caso de Íñigo Urban, Teresa Rodríguez y demás “Anticapitalistas”. Otros son más “bolivarianos” (una expresión más del llamado “socialismo del siglo XXI”), caso de Juan Carlos Monedero. Y algunos permanecen en la ensoñación bolchevique del octubre rojo, caso del propio Pablo Iglesias.
En todos ellos, según el momento, se expresan ciertos tics populistas; de ahí esas referencias a la necesidad de incorporar temáticas transversales, apelar al precariado, etc., que alimentan sus pugnas internas por el liderazgo y sus movimientos tácticos. Pero, en definitiva, su corpus nuclear es por completo marxista-leninista. De fascismo, pues, nada de nada.
Pero, claro, para Jáuregui y tantos otros, es más fácil servirse de los insultos habituales; aunque en puridad de conceptos no sean del todo rigurosos. Si hubieran calificado el boicot sufrido por González de “bolchevique”, se habrían situado irremediablemente en el campo de la reacción… “fascista”.
Así de implacables son las reglas del juego establecidas por el discurso dominante, que es de naturaleza radical-progresista. Unas reglas admitidas o soportadas por la inmensa mayoría de actores –políticos, culturales y mediáticos- en juego. También por parte de los antaño liberal-conservadores.
Pero, en el caso de Jáuregui, concurre otro factor que distorsiona aún más el debate; de cualquier debate. Pablo Iglesias y los suyos no dejan de ser algunos de “sus chicos”; de los chicos de Jáuregui, González, Cebrián y todos los demás santones de la impoluta iglesia progre, se entiende.
Algo más radicales, más extremistas, menos instalados en la política real. Pero se nutren de sus mismas factorías intelectuales: comparten una cosmovisión análoga; incluso vienen de sus mismas filas, o de las situadas un poquito más a la izquierda. Son, entonces, de la misma pasta; algo más impacientes o radicales.
Incluso algo desviados. Pero, en definitiva, son de los “suyos”; por lo menos hasta que tengan la capacidad de eliminarlos en la carrera por la conquista del poder real. Ya se sabe, de los bolcheviques no cabe piedad alguna, ni siquiera para sus antiguos mentores o aliados.
Concluiremos reiterando que el comportamiento de Jáuregui será acorde al discurso dominante; pero enturbia el juicio político. Ni aclara lo que sucede, ni diagnostica correctamente el problema.
Un fruto de la demagogia y la falta de honestidad política, intelectual y moral características de las exitosas imposturas radical-progresistas. Que quede claro: la FEL, los “antifascistas” violentos y todos quienes les apoyan, de fascistas nada. De bolcheviques o anarquistas, según los casos, todo.
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octubre 23rd, 2016 by lasvoces
Redacción – [Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)]. Pilar Rahola, periodista y exdiputada de Esquerra Republicana de Cataluña ERC (…), una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica en presencia de dos significados obispos (…). Algún alma cándida debió pensar que la invitación episcopal llegó después de alguna secreta conversión de Pilar Rahola que ahora se hacía pública. ¡Pero no! Ella misma lo desmintió tres veces a lo largo de su melindroso pregón. Al principio, en medio y al final. Hospitalet de Llobregat (Barcelona), domingo 23 de octubre de 2016. Fotografía: Barcelona 23 de marzo de 2013. En la Imagen Pilar Rahola Martínez, una ultra-abortista secesionista antiespañola y exdiputada del partido del xenófobo catalanista Oriol Junqueras Vies: Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) en el Congreso de los Diputados del Reino de España entre 29 de junio de 1993 a 18 de enero de 2000, durante una entrevista con la agencia española de noticias ‘Efe’ donde aprovechaba para presentar su novela con el título ‘La calle del Embudo’; 30 años después de haber escrito una obra de juventud con la que ganó un premio. Archivo Efe.
¿A quién se le ocurrió la infeliz idea? Una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica
Pilar Rahola tiene capacidad de convocatoria. El 80% de las personas que llenaron la Sagrada Familia no van a la Iglesia habitualmente o son descreídas (P. Anastasio Gil. Director de las Obras Misionales Pontificias)
El pasado 15 de octubre Pilar Rahola, periodista y ex diputada de Esquerra Republicana, predicó un melifluo sermón en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona.
Ella fue la persona designada por el director nacional de las Obras Misionales Pontificias, el sacerdote Anastasio Gil, para pronunciar el pregón en España de la Jornada Misional del Domund (Domingo Mundial de la Propagación de la Fe).
¿A quién se le ocurrió la infeliz idea? ¿Qué inteligencia penetrante y maquiavélica urdió la maniobra? Una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica en presencia de dos significados obispos (enlace relacionado aquí)
[Vídeo (Enlace del autor). Telecinco TV. Programa ‘La Noria’ (11.03.12). Pilar Rahola: El ministro “Ruiz Gallardón (PP) está planteando un discurso ultracatólico”. Según la colaboradora de Telecinco, ningún país europeo ha tocado el aborto regulado.]
Cuando el Ministro de Justicia del PP propuso la reforma de la Ley Aído del aborto libre, la Rahola se desató en el programa ‘La Noria’ de Telecinco.
Estaba cabreadísima por las declaraciones de Esperanza Aguirre. A la pobre se le había escapado que todo aborto es un fracaso de la mujer, y una violencia estructural.
Doña Pilar no pudo más y afirmó a voz en grito: Yo no sé por qué Ruiz Gallardón tiene complejos. Él está planteando el discurso típico más ultracatólico en este tema desde siempre. Es la España ultracatólica. Es la España integrista. Es la España de la Contrarreforma. Y esa España saca la patita y de vez en cuando manda. Entonces hay algunos derechos civiles que nos ha costado una barbaridad de conseguir, que nos los vuelven a fastidiar.
No hay ningún país de Europa, ¡en ninguno! donde el aborto regulado, el gobierno de derechas lo haya sacado. Es el único España. ¡España es el único! No lo han hecho los ingleses.
No lo ha hecho el gobierno de Sarkozy que es de derechas y no ha tocado el aborto, que es infinitamente más avanzado que el nuestro.
¡Pero de lejos! Y aquí en cambio ¿qué pasa? Pero, claro, como queda mal decir que han vuelto a sacar la capuchita y han hecho de ultracatólicos, nos venden un discurso que además es un discurso progre, que es el tema de la violencia estructural para meternos el gol de la regresión.
Dicho lo cual, Sr. Ruiz Gallardón, ¿violencia estructural? Sí. Cinco millones de parados. Eso sí que es violencia estructural. ¿Violencia estructural? La feminización de la pobreza. ¿Violencia estructural? Un embarazo no deseado.
¿Violencia estructural? Chavalas de catorce o quince años que se queden embarazadas y que les fastidies la vida para siempre. ¡Eso es violencia estructural!
La gente conocía su currículum y protestó: ¿La abortista Rahola pregonera del Domund? ¡Vergonzoso!
Ahí estaba. Pilar Rahola en estado puro, sin incienso y sin maquillar. La gente conocía su currículum y protestó: ¿La abortista Rahola pregonera del Domund? ¡Vergonzoso!
¡Hasta ahí podíamos llegar! Don Anastasio Gil y los que la recomendaron –no creo que el Director de las Obras Misionales contactara con ella directamente– debieron pensar que la comunidad católica estaría tan narco-intoxicada como ellos y se pusieron como fieras cuando la indignación popular se manifestó con fuerza. Y es que los prebostes de las Obras Misionales Pontificias, lejos de amilanarse, sacaron pecho.
Algún alma cándida debió pensar que la invitación episcopal llegó después de alguna secreta conversión de Pilar Rahola que ahora se hacía pública. ¡Pero no!
Ella misma lo desmintió tres veces a lo largo de su melindroso pregón. Al principio, en medio y al final. Que si no soy creyente, que si Dios me resulta un concepto huidizo y esquivo. La palabra de Dios como fuente de bondad y de paz, y no al uso de Dios como idea de poder y de imposición.
Y luego toda esa papilla buenista medio kantiana, medio socialdemócrata del amor a los pobres y de unos valores evangélicos a los cuales no los sostiene el Espíritu de Cristo -en el que no cree, claro-, sino sólo la admirable heroicidad de unos cuantos misioneros.
¡Qué guay! Viene una de fuera y nos descubre la sopa de ajo; lo que pesa es lo que dijo la Rahola
Bueno, tal vez su furibunda actitud proabortista había cambiado… Así lo parecían sugerir las palabras del padre Anastasio: Una mujer que desde el principio se confiesa como no creyente nos dice a los que discutimos si primero es el pan y después la palabra, que la evangelización precede a los proyectos de desarrollo.
¡Qué guay! Viene una de fuera y nos descubre la sopa de ajo. Lo que dijo Pablo VI en la encíclica Evangelii Nuntiandi y lo que ha sostenido la doctrina católica a lo largo de los siglos no pesa; lo que pesa es lo que dijo la Rahola. Y sigue el padre Gil: Ella nos habla de la excelencia de la evangelización, de que la virtud de la caridad supera a la solidaridad, la caridad movida por amor a Dios. Que lo diga Pilar Rahola tiene mucho mérito. El mérito que no tienen ni Pablo VI, ni Juan Pablo II seguramente.
¡Haga usted el examen de conciencia que quiere para los demás, pero no para sí mismo, D. Anastasio!
Por último, Anastasio Gil concluyó recordando que la Iglesia acoge a los pecadores: No seré yo quien excluya a Pilar porque cometa el error de defender el aborto, porque a pesar de sus ideas, es hija de Dios. La Iglesia no tiene una aduana. Aquellos que han excluido a esta mujer, pienso que tendrían que hacer examen de conciencia.
Es verdad, la Iglesia acoge a los pecadores… ¡para que se arrepientan, no para colocarlos en el púlpito! Y el defender el aborto no es un simple error, un descuido, una confusión. Defender el aborto como lo hace la Rahola es una actitud genocida. Es defender el exterminio de aquellos inocentes que no tienen voz ni voto.
Y es establecer un crimen abominable como un derecho; es destruir esa civilización que se construyó sobre los mandamientos de ese Dios en el que no cree.
Y en su caso, ridiculizar y descalificar a los que no piensan como ella y defienden la vida. Pero a usted, D. Anastasio, eso le da lo mismo, ¿verdad? Porque seguramente no tenía a nadie más digno ni más famoso para hacer su pregón. ¡Haga usted el examen de conciencia que quiere para los demás, pero no para sí mismo, D. Anastasio!
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