noviembre 21st, 2015 by lasvoces

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. Fotografía: El presidente catalanista, Artur Mas Gavarró (c) arropado por su gobierno, alcaldes separatistas, ERC, CDC, CUP, ANC, AMI, Ómnium Cultural ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), en una clara campaña de opresión y de “ataques directos” al TSJC liderada por el consejero de Justicia de su propio gobierno, a raíz de su imputación y declaración ante el TSJC del pasado 15 de octubre 2015. Lasvocesdelpueblo.

El Nacionalismo sigue movilizando en España sentimientos azuzados por mentes poco dadas a la razón

“Mientras yo sea presidente de España, no habrá ruptura” así se expresó la más alta personalidad del poder ejecutivo. La grave situación que se

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo

cierne sobre España requería una afirmación de más calado jurídico, no un reclamo preelectoral. Después de oír la frase a modo de sentencia se extendió el silencio, la perplejidad y el arrebato de muchos ciudadanos.

Ciudadanos a los que la trivialidad de los políticos de turno ha golpeado profundamente por promover o facilitar la destrucción de lo generado con mucho esfuerzo; ciudadanos, allá por el año 1950, adolescentes que con su escaso primer sueldo de aprendiz experimentaron el reconocimiento de trabajador en un pequeño taller; jóvenes de estratos sociales populares, que accedieron a las aulas universitarias después de haber estado horas descargando fruta en los mercados centrales de distribución; padres de familia murcianos, extremeños, andaluces que forzados por no ser incluido su municipio en los planes de desarrollo del Gobierno de entonces, abandonaron su querido pueblo para darles una mejor vida a sus hijos en unas urbes inóspitas y hasta en ocasiones hostíles; ciudadanos de diversas edades que dominaron a destajo las máquinas de la industria téxtil; trabajadores en fín que se apuntaban a aumentar una hora más su larga jornada laboral, no para disfrute de unas idílicas vacaciones estivales sino para cubrir las necesidades diarias; ciudadanos que disfrutaron de encuentros familiares con un vaso de vino y una zarzaparrilla.

Pasados los años llegó el momento de equipararse a la Europa constitucional, fue entonces cuando esos ciudadanos se entregaron sin reparos a la causa y recibieron con ilusión el proceso democrático, el modelo territorial que se les ofrecía porque los españoles necesitaban una transición pacífica y una convivencia que los acercase sin marcar diferencias, olvidando los agravios; el primer Parlamento Nacional fue ejemplo de la concordia: diputados comunistas con un pasado necesitado de olvido, socialistas definidos como tales, para marcar distancias de sus familias con carrera económica y política durante décadas, conservadores reconvertidos, liberales aflorados, muchos tecnócratas y todos en un pacto por la transición democrática.

Legislatura tras legislatura se les ha distanciado del deseado modelo, y se lo han transformado en una mesa de poquer para poder cantar premio seguro, una carta   escondida en la manga que a muchos arribistas les ha permitido vivir a costa de los impuestos e incluso enriquecerse; aquel proyecto político que con la tutela de la ley auguraba progreso social, desarrollo educativo y diversos modelos de vida en libertad , ha quedado reducido a una carcasa vacía de valores y falta de cualquier interés por el bienestar de la ciudadanía.

Día transcurrido, aumenta la incertidumbre pero no sólo ante la crítica situación económica sino también por los fraudes de ley, que algunos políticos vestidos de falsos jabatos osan hacer. Nos hemos olvidado de exigir a los que dirigen las altas Instituciones del Estado, incluido las autonómicas, cuotas altas de preparación y de honradez, lo que ha derivado en unos representantes incapacitados por curriculum, con disfraces de ocupas e incluso aficionados a las comisiones, a trapicheos, a enchufismos y a verlas venir con “moderación impertérrita”.

Aquellos ciudadanos, conscientes de sus responsabilidades familiares, laborales y sociales, fueron capaces de levantar un país desolado por enfrentamientos fraticidas; consiguieron superar el atraso académico, poner en vías de desarrollo el medio rural y espandir el sector fabril en los municipios más poblados, pero ahora, frente a sus ojos se ha planteado en la Cámara autonómica catalana un debate asolador, dirimir el asalto al Estado, a la Ley e iniciar la fractura de la Nación.

La Cataluña actual con peso específico en número de habitantes y en nivel económico, es el resultado de muchos años de vida en común con el resto de españoles tanto fuera de los límites del territorio catalán como dentro de él; costumbres, hábitos y formas de pensar distintas o no, se incorporaron y se mezclaron para generar una sociedad plural y eso fue bueno, todos salieron beneficiados, unos y otros. En ese contexto los nacionalistas, abrazados a sus tesís excluyentes, no se han ajustado a la realidad actual, se han querido trasladar a un país de laboratorio y han forjado su idílico mundo: “Martas i Jordis”, reunidos alrededor de una mesa con un menú de pan tostado con tomate, una “escalivada” y todo ello regado con vino, pero en “porró”, han aumentado sus cuentas corrientes y regalado buenas prebendas a los deseosos de recoger la calderilla en nombre de la IDENTIDAD. Han faltado a la democracia, lamentablemente apoyados en años por el séquito que todo poder déspota fomenta, medios de comunicación escritos, asociaciones, organismos profesionales, emisoras de radio y televisiónes subvencionadas con dinero público.

El Nacionalismo, a pesar de los estragos que ocasionó a Europa en el siglo pasado, sigue movilizando en España los sentimientos azuzados por mentes poco dadas a la razón. Muchos han de recapacitar y medir su parte de culpa, pues en un supuesto sistema de libertades cada acción u omisión realizada por pequeña que sea, es transcendente y tiene consecuencias posteriores. Si queremos enderezar nuestra vida en común y enfrentarnos a los monstruos que nos acechan , no hay otra alternativa más que despertar de ese letargo en el que nos encontramos y valorar con capacidad crítica a los protagonistas del derrumbe institucional.

Es el momento de introducir cambios profundos en la estructura del Estado, simplificarlo a la medida de nuestro nivel demográfico y económico, jubilar a través del voto a los políticos e incluso a los partidos que son generadores de corrupción, cuyo único fín es sólo su lucro personal, ilegalizar los que tienen la violencia como arma política y ser implacables con los que no acatan la ley , no respetan las sentencias de los tribunales de justicia y avasallan los derechos de la ciudadanía.

Una sociedad revestida con un halo de dignidad no debe permitir que políticos o aficionados a serlo, se arroguen a usurpar la soberanía popular, mercadeando los apoyos parlamentarios con la única intención de destruir un patrimonio común de lustros, legado de nuestros antepasados y herencia destinada a nuestros jóvenes.

La unidad prevalece por encima de los enanos de papel que han ilustrado las páginas de tantos cuentos nefastos, inventados y relatados en estos años de democracia; nos han narcotizado con multiples llamadas al consenso, al diálogo como si en eso consistiese unicamente un sistema parlamentario, cesión paulatina y constante a los hostiles a la Nación española. El golpe de Estado, dado desde las propias instituciones, tiene su origen en las constantes presiones de los nacionalistas, ansiosos e insaciables a pesar del balsamo suministrado desde los gobiernos sucesivos de derecha y de izquierda. De hechos consumados, hemos de sacar válidas conclusiones: a una ideología identitaria que pretende conseguir privilegios, no se le puede tratar con concesiones al margen de la ley, pues no se la reduce, se la hace más fuerte y con ello destruimos el Sistema democrático.

Aquellos ciudadanos, los que están ya en nuestro recuerdo y los que aún siguen en su actividad anónima, merecen un profundo respeto por la responsabilidad y el amor que mostraron a su país. ¡Tomemos el relevo!

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octubre 31st, 2015 by lasvoces

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. <Fotografía: Los golpista de la candidatura separatista catalana, Juntos Por El Sí, Artur Mas Gavarró (i) junto con Carmen Forcadell Lluís (d9, durante la primera sesión del Parlamento de la XI legislatura. Foto AFP>.

La reflexión y la pregunta que cabe hacerse es: ¿Y El Pueblo Español?

Todo pueblo que ha alcanzado un mínimo de organización interna, con empeño tenaz ha ido guardando en la línea del tiempo lo que consideraba referencia para su mejor funcionamiento como grupo; así lo hicieron nuestros primitivos antepasados mientras presionaban con firmeza la tierra que les sostenía y, a medida que se hacían humanos intentaban adaptar el mundo a sus necesidades, primero con sus fuerzas, luego con la palabra y con la inteligencia (…) familias, tribus, poblados, Nación y Estado. “España es un concepto discutido y discutible”, “España, nación es un término polisémico”, de esta forma ambigua líderes políticos, saturados de estupidez y simpleza, han osado aclarar este compromiso ético, fruto de la Historia.

En esa deriva hemos dejado atrás todo lo que la arropaba, la hacía presente y entrañable, frente a ello, sólo se ha empleado como réplica un silencio y un abandono fácil; Fiesta Nacional, 12 de Octubre: Presidentes de comunidades autónomas ausentes en los actos oficiales, posicionamientos de un gusto y falsedad inaceptable emitidos por cargos municipales, concentraciones de intención anticonstitucional, ofensas continuas en televisiones públicas y para cerrar este recital de situaciones insólitas nos encontramos a los altos responsables de las Instituciones dispuestos a ir con sus mejores galas a recepciones protocolarias y a participar en los corrillos de los dimes y diretes, con un tema central -la figura estelar de Albert Rivera-.

La reflexión y la pregunta que cabe hacerse es: ¿Y El Pueblo Español? La respuesta se resume en dos instantáneas, una la encontramos en esos cientos de madrileños que se agolpaban en las calles para vitorear a su ejército, defensor de la integridad territorial del país y del ordenamiento constitucional, la otra en la convocatoria de una manifestación ciudadana en Barcelona para reivindicar su españolidad, afectada desde hace años por el gobierno de la Generalidad de Cataluña; la presencia voluntariosa de los ciudadanos en ambos acontecimientos simultáneos, en un día en que se celebraba el sentir colectivo, fue suficiente motivo para haberle dedicado un tiempo acorde a la importancia de la efeméride, pero no se hizo pues ni la retransmisión en directo del desfile militar incluyó imágenes del entusiasmo del público anónimo, que se sentía motivado por los valores constitucionales que representa la España de hoy, ni tampoco la pantalla televisiva mostró, con suficiente amplitud de minutos, la apuesta que hacían unos ciudadanos catalanes, de vivir en libertad y por lo tanto de ver respetada su dignidad. Después de un largo rodaje de proceso democrático, parece insólito que tenga que ser el pueblo, agobiado por la situación, quien se postule defensor de España al reconocer a sus Fuerzas Armadas en su función y al enarbolar la bandera al grito de su secuestrada condición de español.

Los líderes políticos durante la legislatura ignoran la presencia y la opinión de la ciudadanía, sólo les mueve los beneficios, no únicamente de partido sino también de cada uno de ellos y de sus camarillas; cabe observar simplemente a dos meses de los comicios, los movimientos que se producen en las fuerzas políticas, e incluso apreciar los forcejeos y trasvases de sus miembros, la lucha por el puesto seguro; las organizaciones internas de los partidos se tambalean, gimen, lloran (…) y mientras tanto los graves problemas que pueden desestabilizar el sistema democrático y que tienen preocupados a los españoles, se relegan o se sacan fuera del debate.

Estamos deslizándonos por una pendiente muy peligrosa a riesgo de caer en la banalidad absoluta. Después del careo entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, golpeados por los parámetros que miden la imagen, la compostura, el gesto, eso sí en mangas de camisa, puños hacía arriba y cuellos desabrochados con la intención demagógica de acercarse al pueblo, de mostrar sencillez, un disfraz al uso impuesto por los populistas de Podemos, sería de lamentar que nos encogiéramos de hombros al susurro de “es lo que hay”.

Es penoso el trato dirigido hacía los ciudadanos por parte de la “aristocracia” política, un trato falto de consideración, y ante todo de responsabilidad frente el presente y futuro de España (…). Las propuestas que se les ocurre son de lo más rocambolescas, de desprecio a lo que somos, fuimos y podemos ser, nos han vaciado por dentro, han creído que lo único imprescindible y casi excluyente para apuntalar a una sociedad es la situación económica, que siendo muy importante, no es el todo pues la vitalidad anímica de los españoles requiere ilusión y valores para afrontar el mañana.

Deberíamos exigirles Libertad para poder decidir nuestras vidas, nuestros gustos, nuestra cultura, lo que queremos ver, oír y hacer, libres para poder practicar la religión en la que creamos o ninguna si es a lo que optamos, libres para elegir la escuela que se ajuste más a nuestro modelo de entender el mundo (…) y un largo etcétera de espacios en los que deseamos movernos sin la implacable mirada y control de los políticos. Deberíamos exigirles Justicia en todos los órdenes, en el ámbito laboral, en el social, en el político, que se ampare y sancione a todos sin distinción alguna, con prontitud y equidad. Deberíamos exigirles Igualdad de derechos y deberes, sin singularidades ni privilegios -singular cada persona por ser irrepetible, no los colectivos aglutinadores de individuos diferentes, dándose el caso que puede haber más coincidencias entre dos personas miembros de diferente grupo, que lo que les une con los que comparte el suyo-.

Deberíamos exigirles Compromiso por España y sus símbolos, lo que daría estabilidad a todos, a cada uno en particular y en consecuencia al sistema democrático. Deberíamos exigirles Decisión en desmontar el complejo andamiaje en el que se han convertido las Instituciones, amplísimo solar para colocar a sus afines, amigos y familiares. Deberíamos exigirles Formación, Honradez y Servicio. 

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octubre 3rd, 2015 by lasvoces

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. <Fotografía: El presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante la primera reunión del gobierno catalán tras las vacaciones, agosto 2015. Foto/Efe>

Una burguesía oligárquica, caciquil, localista, acostumbrada a ejercer presión

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph A. N./lasvocesdelpueblo

-¡Tierra!, La suerte está echada, Tanto monta, monta tanto, Sólo sé que no sé nada, Dejad que los niños se acerquen a mi -… palabras, frases, sentencias que han marcado un hito en el devenir histórico, que han intentado simplificar un hecho, un pensamiento, un anhelo; expresiones dichas, retenidas en la memoria y transmitidas para la posteridad; un recuerdo, esperanza y guía para todas las personas que quieren formar parte de su presente y facilitar la llegada de un futuro mejor. Pero hay otras que nacen vacías de contenido, frases huecas, coyunturales, que pasarán al olvido o que si se retienen serán para oprobio de los que las pronunciaron: “el Gobierno no os dejará solos”, ésta es una de ellas, la que el presidente del Ejecutivo ha emitido por compromiso ya varias veces, pero sin cumplimiento, y luego volvió a repetirla ante un nuevo acto en contra del Estado de derecho, el 27S como constancia de obligación debida o a lo mejor por tic paternalista y en caso extremo por hacer ver que ejerce sin hacerlo. Pero no ha quedado en ello, finalizado el recuento de votos de los comicios autonómicos, el portavoz del partido de la calle Génova, el señor Pablo Casado en ausencia ya prevista de Mariano Rajoy, manifestó otra frase que seguro , igual que las anteriores, pasará a la posteridad por vacua “el gobierno garantizará la legalidad”; al día siguiente, obligado por las críticas generalizadas a su escapada, se dignó el señor Presidente a convocar un encuentro con los periodistas para dar su valoración de lo ocurrido en las urnas… no quiso agotar la paciencia de los profesionales de la información ni la nuestra, de ahí que su exposición fuera breve; nada nuevo aportó, ya por no tener propuesta alguna o por no calibrar la grave situación que nos envuelve.

Toda una legislatura ha sido tiempo suficiente para que los ciudadanos hayan apreciado la acción del Gobierno, la intención de solucionar todos los problemas y sobre todo la presencia del Estado en cada Comunidad autónoma. No ha sido así, el Presidente, el señor Rajoy no ha apoyado a los ciudadanos catalanes a los que se les ha privado reiteradamente de derechos fundamentales y a través de ellos a todos los españoles y tampoco ha tomado medidas en su momento debido para impedir las ofensas continuas que se han dirigido a la Nación y al jefe del Estado.

Estas últimas elecciones, convocadas con antelación, a gusto de un proyecto secesionista, liderado por el señor Mas, representante del Estado en su comunidad autónoma, adelantado de una burguesía oligárquica, caciquil, localista, acostumbrada a ejercer presión , a imperar a la sombra del poder y estar en primera línea sea el sistema político que sea , se atrevió a decir a los cuatro vientos la intención de negarle a España el ser una Nación y hurtarle una parte importante de ella, sin que las instituciones aplicasen los resortes que la Constitución brinda ante tal reto prevaricador. El dirigente independentista se ha transformado en una estatua de sal de tanto mirar la historia y blandirla a modo de ariete, pero no la gran Historia que aporta experiencia e insta a emular grandes o pequeños hechos para bien de una sociedad viva y capaz sino que desde aquel pasado lejano la pervierte, la tergiversa , la ofrece como manzana de la discordia a una ciudadanía previamente adoctrinada.

Los nacionalistas se han prestado a lo largo de los años a tutelar a los Gobiernos de España en varias legislaturas, haciendo creer que lo hacían por lealtad institucional y éstos, inmersos en un plan cortoplacista, se han dejado rodear por el abrazo mortífero de la Mantis religiosa. Ahora al límite de la involución democrática se requiere una acción clara, firme y taxativa de las instituciones del Estado sin rodeos, sin comunicados suaves, sin abogar al tan manoseado consenso que las ha estado acunando.

La ciudadanía, única portadora del derecho a la soberanía, ha empezado a salir de su letargo y a ejercer sus obligaciones con el único propósito de salvar su bienestar, su dignidad y como es lógico su país de la misma manera que lo hace cualquier sociedad democrática. Y se conseguirá si se olvida el buenismo engañoso que han esgrimido muchos falsos profetas y si se exige a los políticos sentido de Estado.

Un ejercicio saludable para poner a punto la inteligencia y descubrir el verdadero plan de los peones de la desintegración de España, es derribar tabúes para que escape el miedo a opinar, a decir no al nacionalismo, a exigir los derechos que avala la legalidad constitucional, a identificarse con lo español, a hablar en castellano si es así como mejor te expresas, sin justificarte o pedir perdón por no conocer otra de nuestras lenguas. Con esta práctica se logrará recuperar la dignidad perdida de cada uno en particular y con ella la de todos. Ahora bien, en primera línea está obligado el Ejecutivo a posicionarse y detrás el resto de los organismos del Estado. No se debe otorgar premios nacionales a personas que les repugna no ya sentirse españolas sino serlo y que alardean de este rechazo después de muchos años de aceptar subvenciones públicas, pero aún es más degradante no inmutarse en el pleno del Congreso cuando un diputado rompe varias hojas de la Carta Magna : un representante político, ineficaz en la defensa de sus ciudadanos en libertad, no es digno del cargo ni de la responsabilidad que ocupa. Habría que plantearse qué nos ocurre, qué déficit mostramos en nuestro funcionamiento colectivo para no reaccionar al instante a los zarpazos destructivos del nacionalismo, y permitir que las instituciones y sus dirigentes se paralicen por no creer en la legitimidad que les ampara y hasta por alardear de ser comprensivos con los enemigos de la libertad.

Se han emitido pronunciamientos alertando de lo negativo que sería la secesión de Cataluña y es posible que se nos ofrecerán muchos más, firmados por empresarios, entidades bancarias, sindicatos, exministros… pero todos tardíos por el sufrimiento que el silencio cómplice ha ocasionado a muchas familias, y lo terrible es que esas entidades han convivido en un magma de chanchullos con los líderes de la ideología identitaria, y ahora ante la posibilidad de desequilibrios económicos, se revuelven en un escenario habilitado, ante las cámaras televisivas, con cierto aire de superioridad mientras que muchos ciudadanos en soledad han tenido que defenderse de la intransigencia, de la injusticia y han sido diana de insultos degradantes, lanzados por los instintos más bajos del ser humano, instintos manoseados desde estancias oficiales y mantenidos con dinero público.

Somos muchos más los que con sentido común, sabemos que todos, codo a codo hemos colocado a nuestro país en un digno lugar en el ranking internacional europeo y que no debemos permitir que se desintegre en mil pedazos en una noche de artificieros. España sin aspavientos, sin una palabra más alta que la otra, sin un desaire debe estar en nuestra vida pública y darnos seguridad como pueblo; meta posible si nos ponemos todos en la labor, políticos, intelectuales, dirigentes de empresas, profesionales de la comunicación y en primera línea profesores, aliento de las escuelas , de universidades, tutores de nuestros jóvenes con la noble tarea de explicarles las raíces de nuestro país, su andadura histórica, por cierto una de las más dignas , y sobre todo hemos de trazar un proyecto ilusionante que cale y nos facilite tener alicientes motivadores.

Lo más eminente es regirnos por las normas que marca el Estado democrático, el cumplimiento de la ley – la tarea principal de cualquier gobernante – y al que no lo haga, sea el dirigente que sea, sea de la autonomía que sea, de la institución que sea, debe aplicársele los correctores que marca la Constitución y el Código penal. No hay tiempo que perder, se han de bloquear los medios mediáticos que despliegan un control sobre la ciudadanía, soltar amarras para que nadie sea pusilánime ante los grandes valores que debe regir a una sociedad sana y dispuesta a actuar en beneficio de los otros, que no es nada más, ni nada menos que potenciar las cualidades que cada uno tiene, sin cortapisas, sólo con el límite de la Ley.

Emprendamos esa tarea con ilusión y por encima de todo, con mucha agudeza para desenmascarar a los que disfrazados de cordero, esconden sus garras y colmillos con la intención de sacar bocado o privilegio, haciéndonos creer que hay pueblos que por el sólo hecho de estar asentados en un territorio son mejores que otros, que tienen una singularidad con derecho a beneficios; afirmación incierta en una sociedad democrática, en la que rige únicamente la igualdad de todos ante la ley por muy diversos que seamos. De ahí partiremos, de los valores aportados por la primera Constitución liberal de 1812 -el criterio de nacimiento, basado en el origen familiar y en el territorio propio fue sustituido por el criterio del mérito personal- ciudadanos de pleno derecho, nadie abandonado injustamente al desprecio y olvido.

 

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