septiembre 7th, 2015 by lasvoces
Redacción [Custodio Ballester Bielsa, párroco de Inmaculada Concepción. Hospitalet de Llobregat] – ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al final pierde su alma? (Mateo 16:26 y Marcos 8:36)
¿Y de qué le sirve a la Iglesia ganarse todo el mundo si pierde su alma, si para ello ha de renunciar a su esencia y a su identidad? Es la reflexión que se me ocurre hacer ante la inminencia del Sínodo al que acuden algunos obispos y cardenales capitaneados por el cardenal Kasper, el teólogo genuflexo: dispuestos todos ellos a vender su alma, si no la han vendido ya, por ganarse al mundo.
Suerte que la Iglesia por ser católica, auténticamente católica, no tiene por qué dejarse doblegar por Alemania, ni por Bélgica, ni por Holanda. Y en la Iglesia, que hoy más que nunca está ejerciendo de católica, no es más potente la voz de la vieja Europa que la de la joven África. Porque en África no sólo la Iglesia, sino también la sociedad, llaman depravación moral y claudicación de la sana doctrina a lo que en Europa han dado en llamar modernidad, progreso y ampliación de los derechos humanos.
No es de las Sagradas Escrituras ni del Magisterio de la Iglesia de donde sacan sus ideas estos obispos y cardenales montaraces, sino que se abrevan directamente del mundo, de lo que el mundo llama modernidad y progreso, poniendo en peligro no sólo su alma, sino lo que es infinitamente más grave, el alma de la Iglesia. Se han empeñado estos tales en dejar a la Iglesia irreconocible. Si pasa por ella el tifón Kasper arrasándola, no la reconocerá ni Cristo que la fundó.
Tendría que preocuparnos profundamente que el mundo haya dejado de perseguir a la cabeza visible de la Iglesia, después de haberlo hecho durante años con una saña que ya no recordábamos. Muchos se felicitan de esta nueva situación, y la ven como una señal de acierto de la Iglesia, cuando ya nos advirtió el mismo Cristo que desconfiásemos si empezaban a alabarnos y a hablar bien de nosotros (cf. Lc. 6,26). Agradar al mundo y halagarlo para recibir a cambio sus halagos, no es precisamente una manera de atraer al mundo hacia la Verdad, sino de dejar que la gran mentira devore a la Verdad.
Y viniéndonos algo más cerca, tendría que preocuparnos hondamente que la Iglesia en Cataluña se haya acercado tanto, tanto a la nueva vida que les promete el nuevo mundo de Yupi independentista que se han inventado (un mundo, cosa inaudita, en cuyo diseño han tenido los eclesiásticos de Cataluña una participación muy destacada). ¿De qué les sirve a todos estos sacerdotes, religiosos y religiosas capitaneados por sus obispos, ganar ese mundo si han perdido ya el alma de la Iglesia y la suya propia? ¿De qué se ufanan unos y otros y otras si lo que consiguen ganando ese mundo tan falso es que también Cataluña pierda su alma? ¿De dónde les viene la seguridad de que esa Cataluña que están pariendo sin alma conseguirá siquiera arrancar el primer llanto? La Cataluña que han perfilado en el Estatuto y que rematarán en la Constitución que están preparando, tan rabiosamente anticristiana, no será. El obispo Torras i Bages dixit hace más de cien años.
Y ya, para rematar el repaso de los que en nuestro entorno ganan el mundo y pierden su alma, nos queda el actual gobierno de España: ¿de qué le sirve ganar el mundo, ganar el reconocimiento de Europa y de los mercados, salir incluso de la crisis económica, si nada de eso le sirve para salvar su alma? Una España que se les rompe en las manos: ¿se puede ser más torpe y más zafio? “Tened cuidado, no le deis golpes, que la llevo a la basura”. ¿Para eso tanto esfuerzo económico? ¿Para quedarnos sin España? Pero es que antes le quitaron el alma, también cristiana, que tenía España. ¿Cómo quieren los bobos solemnes que nos gobiernan que España siga viva si ya no tiene alma?
¿De qué le sirve al gobierno haber ganado la batalla económica, si España pierde su alma? ¿De qué nos sirve que el gobierno dedique todos sus esfuerzos a la futilidad de sanear la economía, si por haberse entretenido en esa estupidez cuando tenía urgencias mucho mayores, deja que se pierda la nación? ¿Qué sentido tiene que España gane todo el dinero del mundo si deja de ser España?
¿Y la Iglesia qué ha hecho por salvar a España, al país en que vive y al que por tanto se debe? No a los tropecientos gobiernos y administraciones, sino a la sociedad; que su territorio no es la política, sino la fe y la moral. Si hubiese hecho más religión y menos política ante los gobiernos y ante la sociedad, si hubiese defendido la doctrina moral de la Iglesia con más nitidez, con más diuturnidad y con mayor contundencia, otro gallo nos cantara. Han dejado que los políticos avanzaran en la destrucción de la fe y de la moral. ¿Para sustituirla por otra fe y por otra moral? No, sino para instalarse primero en una tremebunda crisis moral (¿y por qué no la llamamos directamente de inmoralidad?) y a partir de ahí ya no importa en qué crisis: si económicas, sociales o políticas. Ya no importa. ¿Y a la Iglesia no le correspondía ningún papel en la contención de la tremenda inmoralidad que arrasa Cataluña, España y todo Occidente? ¿O es que eso no va con la Iglesia?
¿De qué nos sirve a todos ganar tanto y tanto, si al final hemos perdido el alma? Y si la perdemos… si perdemos nuestra alma cristiana y católica, ¿podremos entonces recuperar una España donde cada ser humano hombre o mujer, no nacido todavía o anciano vea reconocida su verdadera dignidad?
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