noviembre 28th, 2017 by lasvoces
Redacción (Manuel I. Cabezas González. Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas) – Gracias al lenguaje (capacidad de hablar), los seres humanos somos diferentes de todos los demás seres vivos, animales o plantas. Además, si nos ocupamos y preocupamos de desarrollar y cultivar esta capacidad, seremos “dioses” todopoderosos. En efecto, según la tradición judeo-cristiana (cf. Génesis), Jehová (el “verbo”) y Adán (el “hijo del verbo“, creado a su imagen y semejanza) fueron nombrando alalimón y, por lo tanto, creando y dando vida (existencia) a todo lo que vemos, oímos, tocamos, olemos o degustamos. Y, por evidencia empírica, sabemos que quién domina el lenguaje y “nombra” tiene el poder y “manda”. San Cugat Del Vallés (Barcelona) España, martes 28 de noviembre de 2017. Fotografía: Ilustración del autor del este escrito facilitado junto al escrito a Lasvocesdelpueblo, Manuel I. Cabezas González. Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas. Lasvocesdelpueblo.
Ahora bien, si no nos ocupamos de cultivar y de mimar nuestro “verbo”, dejaremos de ser “dioses” y nos convertiremos en esclavos o “proles” (según la denominación de G. Orwell, en su relato “1984”). Por desidia, habremos agostado nuestros poderes lingüísticos y nuestra capacidad para tener criterio propio y para no ser manipulados ni engañados. Por eso, si nuestro lenguaje es enclenque, estaremos expuestos, sin defensa posible, a todo tipo de manipulaciones y contratiempos, provocados por la verborrea de mercadillo de la casta política; y repetida, como un mantra, por los medios de comunicación.
Para ilustrar estas verdades de Perogrullo, nos vamos a referir al comportamiento lingüístico de la casta política nacionalista-independentista catalana durante los 40 años de democracia. Antes de dar el fallido “golpe de Estado de la DUI” (declaración unilateral de independencia), los independentistas llevaron a cabo, despacio pero sin pausa, un permanente y efectivo “golpe de Estado lingüístico”, que permitió manipular y descarriar las mentes de muchos ciudadanos de Cataluña, partidarios de la DUI del 27 de octubre de 2017.
Desde el inicio de la Transición (1975), la casta política independentista catalana está empeñada e inmersa en una “batalla del lenguaje”, que no se debe confundir con la “batalla de la lengua” (enseñanza del y en español y catalán), de la que nos hemos ocupado reiteradamente en numerosos textos. Gracias a la “batalla del lenguaje”, se ha tergiversado y prostituido el uso normal del lenguaje, al llevar a cabo el vaciado del contenido semántico de las palabras y a su sustitución por un contenido inapropiado, pero acorde con lo que la casta política quiere que digan, con vistas a la consecución de la independencia de Cataluña. En esta operación de “ingeniería lingüística”, la casta política independentista ha funcionado como el orwelliano “Ministerio de la Verdad” y ha creado, como hubiera dicho G. Orwell, una “neolengua”, que se ha ido enriqueciendo y modificando en función de la coyuntura política. Con esta “newspeak”, se ha pervertido, formateado y jibarizado la competencia lingüística de muchos de los ciudadanos de Cataluña, al tiempo que se ha convertido en vehículo de “posverdades” o “fake news”.
Para ilustrar esta metamorfosis permanente —llevada a cabo por el “Ministerio Catalán de la Verdad”, instalado en TV3, en numerosos medios de comunicación e instituciones varias (ANC y Omnium Cultural) de la “Cosa Nostra” independentista, así en todos los niveles de enseñanza— me permito dar algunos ejemplos de la manipulación lingüística de la “neolengua catalana”. Para ello, no hace falta ser un Sherlock Holmes o un Hércules Poirot para descubrir y desvelar el engaño-estafa de esta “nueva lengua”, que es moneda de curso legal y de uso cotidiano por parte de los independentistas catalanes.
Como en aquella película titulada “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”, también podemos preguntarnos por qué los independentistas hablan de “guerra de secesión” cuando deberían decir “guerra de sucesión”; o de “presos políticos” por “políticos presos”; o de “democracia” por “rechazo a la legalidad vigente”; o de “referéndum unilateral” por “consulta de la Señorita Pepis”; o de “diálogo” por “independencia sí o sí”; o de “facha” por “el que se opone al proceso independentista”; o de “franquismo” por “Estado democrático español”; o de “fuerzas de ocupación” por “Guardia Civil y Policía Nacional”; o de “represión” por “mantener el orden legal y social”; o de “pueblo catalán” por “los independentistas”; o de “derecho a decidir” por “derecho de secesión”; o de “votación pacífica del 1-O” por “votación ilegal”; o de “botiflers” por “los ciudadanos constitucionalistas”; o de “violación de los derechos humanos” por “uso legítimo de la violencia constitucional”; o de “legitimidad fáctica” por “legitimidad legal-racional”; o de “movilizaciones pacíficas” por “escraches y hostigamiento a las fuerzas de orden público”; o de “golpe de estado” por “aplicación del art. 155 de la Constitución”; o de “exiliados” por “prófugos de la justicia2; o de…; etc.
No he intentado ser exhaustivo en esta recopilación de “falsa moneda” lingüística. Basta con este muestreo para describir el comportamiento lingüístico del independentismo catalán, en el que las dos primeras víctimas han sido la verdad y el lenguaje. En este mundo independentista, el lenguaje ha dejado de ser un instrumento de ilustración y liberación, y se ha convertido en un “antilenguaje”, que propicia la confusión, la ambigüedad, la seudocomunicación y el “babelismo” disgregador. El lenguaje, no lo olvidemos, pertenece a todos los hablantes y nadie puede apropiárselo, para manipularlo a su antojo y en exclusivo beneficio propio.
Ahora bien, los independentistas catalanes no son los únicos falsificadores lingüísticos, que utilizan el lenguaje para engañar y desinformar. El PP y todos los partidos de la casta (PSOE/PSC, C’s, Podemos) son también prestidigitadores lingüísticos, embaucadores y manipuladores recalcitrantes. Por dar sólo algunos ejemplos, el PP ha utilizado “movilidad exterior” por “emigración, línea de crédito” por “rescate, procedimiento de ejecución hipotecaria” por “desahucio, incentivación de rentas no declaradas” por “anmistía fiscal, gravamen adicional” por “subida del IVA, flexibilizar el mercado laboral” por “abaratar el despido”, etc.
La manipulación lingüística no es una cuestión baladí. Es, más bien, un problema grave en la vida en sociedad y en la gestión política. La “langue de bois”, propia de la casta política en todas las latitudes, tiene muy mala prensa y aleja de sus derechos y deberes políticos a los ciudadanos, convirtiéndolos en practicantes del “silencio de los corderos”. A propósito de esta ingeniería lingüística, al escritor austríaco S. Zweig, en plena Segunda Guerra Mundial, le horrorizaba que “las palabras hubieran sido vaciadas de verdad, se hubieran vuelto huecas y desprovistas de sustancia interior”; y por eso temía y detestaba “vivir entre palabras sin verdad”. Estos temores se hicieron realidad y, por eso, el historiador P. Sawicki se permitió escribir, muchos años después, que “todos los genocidios (el holocausto fue uno) empezaron con palabras” castradas y preñadas de nuevo. Por eso, los responsables políticos deben respetar el lenguaje; esto es tan importante como respetar la legalidad vigente. No pueden seguir utilizando la palabra en vano, ya que “si dejamos que la lengua se corrompa, ella nos corromperá. Si la dignificamos, nos devolverá, en pago, dignidad” (Anjel Lertxundi, 2010).
Por eso, no está de más recordar a los independentistas y a los miembros o “miembras” de la casta política de cualquier signo, todos ellos saboteadores del lenguaje, la respuesta que, en el s. VI a. C., dio el maestro Confucio a uno de sus discípulos, cuanto le preguntó qué medidas deberían tomarse para ordenar el Estado: “Lo primero que hace falta es la rectificación de los nombres. Si los nombres no son correctos, las palabras no se ajustarán a lo que representan y, si las palabras no se ajustan a lo que representan, las tareas no se llevarán a cabo y el pueblo no sabrá cómo obrar. Si de lo que se trata es de gobernar una nación, lo más importante es la precisión de la lengua”. Por los hechos y los resultados, parece que los independentistas catalanes están sordos o ciegos y Confucio predicó en el desierto.
Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
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