mayo 24th, 2018 by lasvoces
Redacción – El Dr. Pablo Oriol Roca se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Barcelona y desde 1993 era especialista en Obstetricia y Ginecología, médico adjunto del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau de la Ciudad Condal, sección de Perinatología. Barcelona (España), jueves 24 de mayo de 2018. Fotografía: Vista general del antiguo edificio del Hospital de San Pablo de Barcelona, en catalán, Hospital Sant Pau de Barcelona. Archivo Efe
Desde ese privilegiado observatorio, contempló día tras día cómo sus más profundas convicciones de médico y de cristiano eran puestas a prueba por las prácticas contrarias a la moral católica propiciadas por el Dr. Calaf, abortista confeso y militante y jefe del servicio ginecológico. La firme postura provida del Dr. Oriol y sus constantes protestas por las continuas violaciones del Convenio firmado por el Arzobispado de Barcelona y la Generalitat de Cataluña, por el cual se debían respetar los principios morales de la fe católica en el hospital, le acarreó el desprecio y el ostracismo, cuando no una abierta persecución por parte de muchos de sus colegas del Sant Pau. La jubilación de Calaf y su sustitución por Elisa Llurba, su aventajada alumna, no trajo ningún cambio significativo a la penosa situación del Sant Pau, sino que la ha agravado, como ella misma manifestó con toda tranquilidad en su Conferencia Embarazo, gestación y genética. (enlace).
Vicepresidente también de la Asociación de Médicos Cristianos de Cataluña, Pablo se destacó por su celo en ofrecer constantemente a sus compañeros espacios de reflexión y criterio desde la competencia profesional y la fe católica.
Pablo Oriol falleció súbitamente a los 54 años el pasado 10 de mayo por la tarde, mientras pasaba consulta en la Clínica Corachán a una multitud de pacientes que habían puesto en él su confianza. Tal vez la tensión continua y acumulada a lo largo de los años, provocada por la amoralidad de las prácticas médicas que contemplaba diariamente en el Hospital de San Pau y su impotencia real para evitarlas, acabaron consumiendo a un hombre de firmes convicciones y recta conciencia cristiana.
Su hermana Maite, conocida líder provida en Barcelona, co-organizadora de los 40 días por la Vida en nuestra ciudad, preparó estas sentidas palabras para ser leídas en el funeral de Pablo. Ahí van.
“Pablo, tú amabas la Vida porque sabías cuál es su valor, el valor de toda vida humana, sobre todo la más débil, la del enfermo, la del inocente, la del no nacido que espera, en el vientre materno, contemplar un día la luz de este mundo.
Pablo, has cerrado los ojos a la luz de esta tierra. Tu Dios, el Señor de la Vida al que tanto amaste, te ha llamado. Esa era tu vocación de eternidad desde el día en que fuiste bautizado en la fe de tus padres. Esa fe que, a lo largo de tus 54 años, asumiste cada día y quisiste afirmar en tus palabras y en tus obras.
Pablo, tú conocías el valor de cada vida porque es un don, un regalo del Buen Dios. Porque la vida de cada ser humano, desde que se teje en las profundidades del seno de la mujer, vale la sangre de Cristo, el Hijo único del Padre que compartió nuestra carne y nuestra sangre para destruir, desde la Cruz, el poder de la muerte y así restaurar la vida. Esa vida nueva y eterna que Cristo resucitado prometió a aquellos que le son fieles y cumplen sus mandamientos.
Porque amabas la vida, Pablo, y sabías de su valor, abrazaste también tu vocación profesional: la de médico ginecólogo. ¡Con qué respeto y admiración te acercaste siempre al santuario de la vida cuando contemplabas el rostro, tantas veces feliz y otras preocupado, de aquellas futuras madres que “en estado de buena esperanza” acudían a tu consulta!
¡Cuánto tiempo dedicaste gratuitamente sobre todo a aquellas que, en la zozobra más oscura, se planteaban acabar con la vida que se tejía en sus entrañas! ¡Con qué delicadeza les mostrabas con la ecografía el cuerpecito del bebé que sólo se atisbaba por la pantalla. Pero que era ya la presencia de alguien que se acercaba a este mundo y esperaba encontrar un abrazo de amor que le aceptara, sano o enfermo, por lo que es: Un ser humano creado a imagen y semejanza de un Dios bueno y Santo que, en la persona de su Hijo crucificado, compartió nuestras enfermedades y sufrimientos.
Pablo, el Señor Jesús no ha permitido que siguieras contemplando la podredumbre de este mundo, la amoralidad de unas prácticas médicas que tienen como única medida y como único fin el desarrollarse cada vez más audazmente, por crueles y despiadadas que sean.
Pablo, que el Dios de la Vida al que tú serviste con generosidad mire con misericordia la debilidad de tu condición humana, perdone tus faltas y te permita contemplar el rostro de los que tanto amaste y te han precedido en el camino. Que la alegría del Reino eterno del Padre te inunde por completo, y contemples un día con tus ojos de carne, glorificados por la victoria de Jesucristo, la Belleza, el Bien y la Verdad que con tanta pasión buscaste.”
Habrá pues que “felicitar” a la Muy Ilustre Administración del Hospital de Sant Pau -en la que participa el Cabildo Catedralicio con dos canónigos- por la nefasta política de selección de personal que ha seguido a lo largo de más de treinta años, por la cual ya no quedan en el hospital médicos que asuman los principios morales de la Iglesia Católica en su lucha a favor de la vida de los más débiles. El Convenio firmado por la Iglesia con las instituciones públicas para preservar la moralidad de las prácticas hospitalarias fue, desde el minuto cero, papel mojado. (enlace) Con estos mimbres y con el Proyecto de Ley de Eutanasia que, a instancias del Parlamento de Cataluña se tramita ahora en el Congreso de los Diputados con el silencio cómplice de tantos eclesiásticos, en el Hospital de San Pablo no queda ya ninguna resistencia ni material ni moral ni católica, ni simplemente cristiana.
Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre, decía el apóstol san Pablo, copatrón del hospital. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta (Hechos, 20,28). ¡Ni centinelas dormidos ni perros mudos! Alerta, ¡sí! Como el Dr. Pablo Oriol que, con la trayectoria de su vida, dio testimonio de una fe católica de la que tantos reniegan y de un juramento hipocrático que tantos violan con absoluta impunidad.
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
Sacerdotes por la Vi
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febrero 3rd, 2018 by lasvoces
Readacción (Custodio Ballester) – Tiempo hubo en que la barrera entre el lícito sexual y el ilícito sexual era meridiana. Es que el sexo, igual que en la naturaleza (¡vaya rareza!) era reproductivo. Y en virtud de esa característica, era sagrado. Sí, era un sacramento social, igual que es un sacramento natural. El sexo era tan determinista como la vista o el tacto o los pies. No quedaba en el ámbito del albedrío determinar cuál había de ser el uso de los ojos o de los pies. Ni el del sexo. Cada cosa era para lo que era. Castellón de la Plana (Comunidad Valenciana) España, sábado 3 de febrero de 2018. Fotografía: MADRID (ESPAÑA), 26.3.2016. Sergi Santos, doctor en Nanotecnología, primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual. Científico pone “cerebro” a una muñeca sexual y dice que no deshumaniza a mujeres. El doctor en Nanotecnología, ingeniero en Electrónica y experto en Computación, Sergi Santos, que ha sido el primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual realista que ha creado controversia, defiende, en una entrevista con Efe, que su innovación “no deshumaniza a las mujeres”. “El mercado del sexo mueve mucho dinero, y encontré que estas muñecas tenían un cuerpo perfecto, en el que hay arte y tecnología”, explica. Incorporó un aparato con algoritmos de inteligencia artificial en una de ellas, un prototipo al que ha bautizado como Samantha, una muñeca hecha de material elastómero termoplástico que tiene tres modos: el familiar, el romántico y el sexual; y le instaló unos sensores para que “sea inteligente y sepa responder a cómo la estás tratando”.Efe
Por eso, porque el sexo era para la reproducción, era sagrado. Porque la práctica sexual podía conducir a la mujer a la maternidad, estaba sometida a regulación y a restricciones rigurosísimas. Porque la maternidad era sagrada y porque el hijo era sagrado, la mujer lo era también. La mujer era tratada como sagrada: era inviolable, bajo pena de muerte. La ley de Moisés (y la mayoría de las antiguas leyes de los pueblos civilizados) castigaba la violación con la muerte. Y castigaba también con la muerte (por lapidación) a la mujer que pusiera en riesgo consintiéndolo, la sacralidad de su vientre. El sexo era para la vida. Hasta el sexo de la mujer esclava era para la vida. Eso es lo que explica que exista una moral sexual en todas las civilizaciones: absolutamente en todas.
¿Que hoy somos capaces de separar tan absolutamente el sexo de la reproducción, y que nos han educado para que no nos duela en absoluto desembarazarnos de los embarazos, es decir de la criatura que se está formando en el vientre de la mujer? Pero eso no le sale gratis a la colectividad. De momento ya tenemos resuelto en todo el mundo desarrollado el principio legal de la eliminación de viejos y enfermos mediante la eutanasia que, como el aborto, se irá ampliando y generalizando (¡es el progreso!). Manga cada vez más ancha para la eliminación de los que estorban. Simultáneamente se está legislando en la línea de convertir a los animales en sujetos de derecho. No está mal, porque así algún día les llegarán a los niños no nacidos (algunos muy creciditos) iguales derechos que a los animales y será obligatorio primero, motivar su eliminación; y además, administrarles un anestesiante para poder matarlos humanitariamente.
Y como no paran de crecer los daños colaterales de ese bien tan inmenso e irrenunciable de la liberación sexual de la mujer, resulta que se ha abierto la veda de la crítica y la pulverización del invento. Un invento que ha desbaratado cosas que parece que estaban funcionando y ahora ya no funcionan. Una sociedad que se ha propuesto pegarle un buen tajo a la reproducción, está sintiendo ya las dentelladas de la fiera desatada: como si fuese posible poner patas arriba el sistema reproductivo, que casualmente se asienta en el sexo, sin que tuviéramos que pagar por ello un alto precio.
La sociedad ha aprendido a sentirse cómoda y a tener muy buena conciencia con todo el sistema anticonceptivo, en su inmensa mayor parte a costa de la salud de la mujer, para convertir en ilimitada su disponibilidad sexual: llevada hasta la servidumbre por un extremo y hasta el desmadre por otro. Nuestra sociedad ha aprendido a sentirse hasta virtuosa con la inclusión del aborto como redondeo del sistema anticonceptivo. Es el gran regalo de la sociedad moderna a la mujer moderna. Y como es ella la que mayoritariamente carga con los ancianos y los enfermos, la sociedad le ha regalado también la eutanasia. Sí, es la más beneficiada de ese gran avance social. He ahí las grandes ventajas sociales del feminismo.
Y todo para ampliar su disponibilidad sexual. ¿Habrá que recortar esa disponibilidad sólo porque alguna vez le sienta mal que dispongan de ella forzando poco o mucho su consentimiento o su resignación? Eso jamás: porque pondría en evidencia cuantísimo de ese voluntarismo sexual de la mujer no es más que resignación y fatalismo. Si todas las mujeres tuvieran que denunciar el sexo más o menos forzado, fruto de un acoso más o menos insistente, y si decidieran denunciar también el sexo resignado (consentido de mala gana), no habría tribunales suficientes para tanto juicio. Pero siendo ése su diseño sexual, ¿qué puede hacer la mujer para oponerse? La han educado para ser sexy, para ser deseada, para ser lanzada, para ofrecerse, para fingir que todo es maravilloso: es el rol que le corresponde a la mujer nueva en este mundo nuevo.
Y además subyace a todo esto un tremendo problema social de comprensión, que se ha hecho patente en los grandes juicios que se están instruyendo sobre abusos sexuales. En el desventurado caso de Diana Quer, un afamado periodista de una gran cadena llegó a escribir sobre los chicos que le gustaban a la víctima. ¿Y eso? Es que el público adicto a ese periodismo se recrea, ¡y mucho!, juzgando a la víctima de los abusos. Es que ese es un periodismo que tiene muchísimo gancho. La sociedad consumidora de programas de ese género está ávida por conocer al detalle cómo es que les pasa eso a algunas mujeres y las características y comportamientos especiales de las mujeres a las que les ocurren esas cosas. Y los periodistas lo saben. Por eso se recrean en examinar (o juzgar, vaya usted a saber) también a la víctima… Saben perfectamente que aunque de boquilla todos digan que haga lo que haga la mujer al final es intocable, sus oyentes piensan que si el cántaro no para de ir a la fuente, y no muy bien llevado sino incluso a rastras, tampoco es una enorme sorpresa que acabe rompiéndose.
Lo estamos viendo en La Manada, que es la que ha abierto la veda. Y ahora aparecen unos videos dicen que muy normales (es decir, de amplio consentimiento) de la menor que estuvo con los futbolistas, y encima resulta que ya no eran tres, sino cuatro. Y lo de las preferencias amorosas de la pobre Diana… Vamos, que el panorama está muy raro. Y los medios, que saben muy bien lo que se hacen (saben lo que da audiencia y dinero) se han instalado confortablemente en este registro. Está claro que el desmadre afecta no sólo a las conductas, sino también a las mentes, que no han acabado de entrar en la nueva filosofía sexual.
Y al final, reputados psiquiatras acabarán diciendo que los presuntos abusadores no son enfermos mentales sino que tienen trastocado su sistema de valores. ¡Pero si desde el poder político se ha trastocado ese sistema de valores por otro absolutamente pervertido! Se quejan de las consecuencias, pero nunca entrarán en sus causas: familias destruidas o nunca constituidas, anticoncepción y aborto subvencionado, pornografía insaciable al alcance de cualquiera. La destrucción de la virtud cristiana en la sociedad y el desprecio de los mandamientos de Dios, tiene siempre nefastas consecuencias…
A la vista de todo esto, se me hace presente el capítulo 7 de la primera carta de San Pablo a los Corintios: En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. Pero por causa de las fornicaciones, cada uno tenga su esposa, y cada una tenga su marido. El marido cumpla con la esposa el deber conyugal, y asimismo la esposa con el marido. Y sigue el apóstol escandalosamente claro: La esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa. Ni sexo forzado ni resignado: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en el ayuno y la oración; luego, volved a estar juntos, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra falta de dominio propio.
Y la pregunta pertinente es: ¿Acaso esta doctrina no resolvía los problemas de relación mejor que la actualmente en vigor? ¿Seguro que las doctrinas en que se educa hoy a la mujer, contribuyen a su seguridad y a su felicidad más que las que propone san Pablo? Rotundamente no, el yugo de Cristo (yugo al fin y al cabo) es infinitamente más ligero y suave (cf. Mateo 11,30) que la disponibilidad absoluta de una mujer forzada a ser objeto sexual de un varón que ve en cada mujer no una esposa o una madre, sino una muñeca hinchable para satisfacer unos deseos que, sin el freno de la moral cristiana, ya se han hecho irrefrenables.
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
Sacerdotes por la Vida
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