agosto 6th, 2017 by Manuel I. Cabezas González
Redacción (Manuel I. Cabezas González) -. Corrían los primeros días de noviembre del 63 a. de J. C. cuando el político romano Catilina, al no poder acceder al Consulado —después de varios intentos fallidos— por medios legales, decidió hacerlo ilegalmente mediante una conspiración o golpe de estado. Para ello, utilizaría los sobornos, perpetraría el asesinato de Cicerón, su rival y su mayor enemigo político, y provocaría la matanza del mayor número posible de senadores. Cicerón fue informado del complot y lo denunció con pelos y señales en el Senado, en la primera de sus catilinarias (el 8 de noviembre del 63 a. de J. C.). La primera frase de este breve discurso hizo fortuna, convirtiéndose en una de las citas más recordadas y famosas de Cicerón. Reza así: “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?” (“¿Catilina, hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia?”). Barcelona (España), domingo 6 de agosto de 2017. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), Domingo 06.07.2017. Una viñeta del autor del texto muestra a un conductor separatista yendo en el sentido contrario en una carretera española. Dice el conductor separatista que: “Si puedo seguir adelante con el referéndum ilegal, por qué no voy a poder conducir hacia Madrid en el sentido contrario al tráfico?”. Lasvocesdelpueblo.
Cuando Cicerón pronunció este discurso, Catilina estaba también presente en la sesión del Senado. Ahora bien, ningún senador se sentó a su lado; le hicieron el vacío, como si fuera un apestado. Catilina intentó replicar a Cicerón, pero los senadores se lo impidieron, interrumpiéndole continuamente, insultándolo y acusándolo de traidor. Por eso, tuvo que salir por piernas del Senado, abandonó Roma y se reunió con Manlio, que estaba al mando del ejército rebelde en Etruria. Muy poco tiempo después, todos los conspiradores fueron detenidos y ejecutados, y Catilina, sin agallas para arrostar sus responsabilidades ante el Senado, se suicidó. De esta forma (con actos y no solo con palabras) terminó la conjura y así se salvó la República romana.
He traído a colación el hecho histórico de la conspiración de Catilina contra el juego político limpio y la legalidad de la República romana, porque la dinámica de su fracasado golpe de estado se parece mucho al “prusés” ilegal de independencia unilateral de Cataluña, que algunos “Catilinas” de la casta política catalana tratan de culminar el próximo 1 de octubre.
Desde el inicio de la Transición política española (1975), los “Catilinas” catalanes —con pasamontañas, en el pasado; o sin él, en la actualidad— se han dedicado a preparar, despacio pero sin pausa, el golpe de estado que quieren perpetrar, el 1 de octubre, con premeditación, publicidad y alevosía. De hecho, a lo largo de más de 40 años, han estado chantajeando a todos los Gobiernos de España, tanto a los del PP como a los del PSOE, y nunca nadie les ha parado los pies. Así, han ido arañando y mermando las competencias del Estado en Cataluña y, como contrapartida, han sido incrementadas las competencias, cada vez más exclusivas, del Gobierno de la Generalidad.
En efecto, para llegar al poder, los sucesivos presidentes de los Gobiernos de España casi siempre han vendido, como Fausto, su alma (la defensa de los derechos de todos los españoles) al diablo (los insaciables “Catilinas” nacionalistas catalanes). De esta forma, para satisfacer sus apetitos de poder a cualquier precio, González, Aznar, ZP y Rajoy han seguido el consejo contenido en esa frase atribuida a Enrique de Navarra, según la cual “Paris vaut bien une messe”: “París (la conquista del poder) bien vale una misa (tragar los sapos de los chantajes y exigencias de los “Catilinas” de Cataluña)”.
Desde hace más de 40 años, fruto de estos chantajes y exigencias, se ha producido, como hemos indicado, un goteo constante de traspasos de nuevas competencias a Cataluña; y ya no queda casi nada por trasferir. Por otro lado, en Cataluña, se ha utilizado sistemáticamente el fraude de ley, con recursos y apelaciones a las sentencias judiciales, para dilatar los procesos y retrasar el cumplimento de las mismas. Además, es moneda de curso legal, el desacato a las sentencias judiciales, el ninguneo y el desprecio hace el poder judicial así como las prevaricaciones de diferentes instituciones, que dictan leyes y resoluciones contrarias a la legislación vigente del más alto rango. No debemos olvidar tampoco las agresiones a las instituciones y símbolos de nuestro Estado de Derecho (quema de retratos del Jefe del Estado y de la bandera de España, abucheos al himno y a las autoridades legítimas, etc.).
Por otro lado, fruto también del recelo a provocar a la bestia independentista, los sucesivos Gobiernos de España han practicado el “silencio del miedo y de la cobardía” (abate Dinouart) ante los hechos que acabamos de exponer y también ante el latrocinio sistemático y sistémico del “Honorable” (?) Jordi Pujol y su “familia”, tanto de sangre como política, que Pasqual Maragall denunció con el “Ustedes tienen un problema y ese problema se llama el 3%”. Dentro de la misma lógica cómplice y cobarde, podemos situar la propuesta que el PSOE ha hecho, hace unos días, por boca de su portavoz, José Luis Ábalos: el Gobierno de España debería hacer borrón y cuenta nueva con las desequilibradas cuentas de Cataluña, por medio de una quita de su deuda. Propuesta increíble donde las haya, que prima a aquellos que no han sabido gestionar o que han despilfarrado los recursos de Cataluña y que, para más inri, amenazan con el jaque mate del referéndum ilegal del 1-O y de la independencia unilateral.
Basta con estos botones para ilustrar que, desde el inicio de la Transición, los Catilinas independentistas catalanes no han cejado en su empeño y se han crecido, poco a poco pero sin pausa, tirándose al monte y comportándose como genuinos “hooligans”, ante la dejación de funciones de los sucesivos Gobiernos de España. Entre nosotros, no ha habido un Cicerón ni un Senado romano que les hayan parado los pies y que les hayan administrado una buena dosis de cicuta sanadora, i.e. de democracia y de legalidad vigente; y, por eso, ellos han seguido erre que erre con el “prusés” de independencia de Cataluña.
Se suele decir que, si olvidamos la historia corremos el riesgo de repetir los errores del pasado. Ante el desafío del complot de Catilina, el Senado romano puso fin, en unos días, al golpe de estado; y los golpistas recibieron su merecido. Por eso, ante el jaque mate al Estado de Derecho, planificado desde hace décadas y datado para el próximo 1 de octubre, los “Catilinas independentistas catalanes” tampoco pueden salirse con la suya. Por un lado, son minoría y están solos, sin ningún apoyo nacional o internacional de importancia, aunque aparentemente parece que tienen más moral que el Alcoyano. Además, el que echa un pulso al Estado de Derecho, sólo puede perderlo. Para acabar con esta provocación y desafíos contantes, basta con que los poderes del Estado sigan el ejemplo de Cicerón y del Senado romano y cumplan y hagan cumplir las leyes, como juraron o prometieron cuando tomaron posesión de sus cargos. Como dijo el torero Rafael Guerra “Guerrita”, “lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible”.
Si no van seguidas de actos, las palabras solas no bastan. Ésta ha sido de los poderes públicos la actitud hasta ahora. Por eso, en estos momentos, ya no sirve de nada formular la pregunta retórica que dirigió Cicerón a Catilina: “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”. Como reza el lema del Ayuntamiento de Cerdanyola del Vallès, “facta, non verba” (“hechos, no palabras”) o, como dice también la sabiduría popular, “obras son amores y no buenas razones”.
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julio 22nd, 2017 by Manuel I. Cabezas González
Redacción (Manuel I. Cabezas González) – El pasado 8 de junio, el presidente Carles Puigdemont anunció la fecha (1 de octubre de 2017) y la pregunta (“¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?”) del referéndum de autodeterminación unilateral de Cataluña. Prácticamente un mes después, el 4 de julio, en dos actos de carácter informal, se hizo la presentación de la proposición de “Ley de Referéndum de Autodeterminación“. Almagarinos (Bierzo Alto), sábado 22 de julio de 2017. Fotografía: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i) junto al presidente autonómico de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, momentos antes de pasada reunión en el Palacio del Gobierno de la Nación española (La Moncloa), en Madrid; 25.05.2017. Twitter del Presidente de Gobierno Mariano Rajoy/Lasvocesdelpueblo.
En esta proposición de ley, se intenta fundamentar torticeramente (sin conseguirlo) el referéndum ilegal (cf. preámbulo); y, por
Almagarinos (Bierzo Alto), 20 de julio de 2017. Esta fábula refleja muy bien las relaciones entre los independentistas catalanes (la tortuga) y los sucesivos Gobiernos de España (la liebre). Lasvocesdelpueblo.
otro lado, regular cómo se llevará a cabo, aunque sin concretar nada (cf. articulado). En efecto, quedan en el aire los aspectos fundamentales de la operativa del mismo: el censo, las urnas, las papeletas, los centros de votación, la Junta Electoral, la convocatoria, etc. Y, sin esto, lo anunciado es un brindis al sol, dicen los de la casta política constitucionalista y sus desprestigiados “voceros”, los “tertulianos-todólogos”.
El anuncio del referéndum y la presentación de la proposición de ley constituyen toda una provocación y conducen a los detentadores del poder en Cataluña hacia el camino de la prevaricación, al planificar actos (referéndum) y al elaborar proyectos de ley contrarios a la legalidad vigente. Con estas iniciativas, los nacionalistas-independentistas catalanes se han echado nuevamente al monte y van a intentar pasarse por el arco del triunfo la legalidad vigente y el juramento-promesa de “guardar y hacer guardar las leyes”, al que están atados y obligados.
Ante estas provocaciones, la Generalidad catalana está convencida de que el Gobierno de España no actuará ni contra el anuncio del referéndum ni contra el proyecto de ley, porque no figuran en ningún documento oficial. El portavoz del Gobierno de España, I. Méndez de Vigo, le da la razón al declarar que el Gobierno de España sólo tomará medidas cuando el Gobierno catalán “pase del anuncio a los hechos”. Por su parte, la Vicepresidenta del Gobierno, S. Sáenz de Santamaría, ha manifestado que el Estado sólo recurrirá “la ley del referéndum de secesión, cuando sea aprobada por el Parlament”. Y de la misma opinión es el Fiscal General de Estado, J. M. Maza, que ha precisado que las “meras opiniones” y los “deseos” no son suficientes para que el ministerio público presente una denuncia. En conclusión, todos coinciden en la necesidad de esperar a que las palabras del anuncio y del proyecto de ley de referéndum se transmuten en hechos, en actos tangibles.
Ante estos puntos de vista convergentes tanto de los que pretenden burlar la aplicación de la legalidad vigente como de aquellos que están obligados a hacerla cumplir y que están en “stand by”, quiero terciar en el asunto desde esa rama de la lingüística llamada “pragmática”. Así nos alejaremos de la lógica leguleya (la letra de la ley), causa de muchas aberraciones e injusticias, y analizaremos lo que significa el hablar y/o el escribir de la Generalidad de Cataluña (el espíritu de la palabra o de la ley), desde el punto de vista de esta rama de la lingüística.
Hablar y/o escribir no se pueden hacer a la ligera ya que, como escribió Horacio, “la palabra dicha [o escrita] no vuelve atrás”. Lo dicho, dicho está. Y a lo hecho, pecho. Por otro lado, según J.L. Austin, el padre de la “pragmática” y de la “teoría de los actos de habla”, (cf. How to do things with words, 1962), cuando hablamos o escribimos no sólo hacemos algo: hablamos o escribimos. En realidad, realizamos simultáneamente tres actos diferentes: un “acto locutivo” (es el acto de producir un mensaje, hablando o escribiendo); un “acto ilocutivo” (que es aquello que hacemos al hablar o escribir: por ejemplo, podemos hacer una pregunta o una promesa, dar una orden o amenazar o protestar o insultar, etc.); y un “acto perlocutivo” (nuestro “hacer verbal” produce un efecto, un resultado en el interlocutor). Por eso, desde la “pragmática” se afirma que “decir” es siempre hacer algo o, mejor dicho, realizar los tres actos diferentes y complementarios precitados.
Sólo dos ejemplos para ilustrar la teoría de Austin. Si le digo a alguien “Friega los platos”, al pronunciar esta frase realizo un acto verbal (acto de locución); además, doy una orden a alguien (acto ilocutivo); y, finalmente, la orden que doy puede provocar el efecto (querido o no) de irritar o contrariar a mi interlocutor (acto perlocutivo). Consideremos, ahora, el anuncio de la fecha y de la pregunta del pasado 8 de junio por parte de Puigdemont. Con su anuncio, el Presidente de la Generalidad profirió un mensaje lingüístico (acto de locución); al hacerlo, el Presidente realizó también una aserción, i.e. informó sobre la fecha y la pregunta del referéndum (acto ilocutivo); y, como consecuencia de esto, Puigdemont reconfortó a los independentistas e irritó a muchos ciudadanos, al amenazar la legalidad vigente, al desafiar a los poderes constituidos, al mancillar los principios sobre los que descansa la democracia, etc. (acto perlocutivo).
Hechas estas precisiones, uno no puede estar de acuerdo con las actitudes y las respuestas dadas por los poderes constituidos del Estado (Gobierno de España y Fiscalía) a los actos de desafío y de provocación de los independentistas. El anuncio del referéndum y la presentación del proyecto de ley por la Generalidad son auténticos actos o hechos y no, como dice el Gobierno de España, “parole, parole, soltando parole”. Además, representan, una vez más, un desprecio y una amenaza, en toda regla, a la legalidad vigente.
El comportamiento de los independentistas y de los sucesivos Gobiernos de España, desde el inicio de la Transición (1975), me ha traído a las mientes una fábula de Esopo, “La liebre y la tortuga”. Ante las burlas y la prepotencia de una liebre, una tortuga la reta a una carrera. Fijan día y lugar. A la hora prevista, inician la carrera. La liebre, burlona y prepotente, le dio ventaja a la tortuga, tumbándose a la sombra de un árbol, donde se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a pasito y sin detenerse, la tortuga siguió su camino. Cuando la liebre se despertó, la tortuga ya había llegado a la meta y había ganado la carrera. Moraleja: no hay que ningunear ni despreciar al rival; además, la pereza, la inacción y el exceso de confianza pueden hacer que no alcancemos nuestros objetivos y metas.
Esta fábula refleja muy bien las relaciones entre los independentistas catalanes (la tortuga) y los sucesivos Gobiernos de España (la liebre). Desde el inicio de la Transición (1975), los independentistas catalanes —con disfraz o sin él— han estado chantajeando al Estado y arañando competencias y más competencias, han ido ganando terreno y han ido recorriendo —pasito a pasito, despacio, pero sin pausa— el camino que les va a llevar al 1 de octubre, día del referéndum unilateral e ilegal. Mientras tanto, los Gobiernos de España, al que asiste la legalidad vigente, han estado y están tumbados a la bartola, indolentes, impasibles y seguros de su superioridad, pero siempre dejándose chantajear y con miedo de agarrar por los cuernos a este morlaco. Moraleja: o el Gobierno de España se pone las pilas y considera que tanto el anuncio de la fecha y de la pregunta del referéndum como la presentación del proyecto de ley de referéndum son auténticos actos (desafío, desprecio, desacato, amenaza, etc.), que hay que combatir con la ley en la mano, o podemos esperarnos lo peor en las próximas semanas o meses. Lo que acabo de afirmar desde la pragmática es también el punto de vista de más de un catedrático constitucionalista, para los que el anuncio y el proyecto de ley de referéndum son actos y deben ser atajados.
En la coyuntura actual, el Gobierno de España (los detentadores del poder y del deber de cumplir y de hacer cumplir las leyes) se está comportando como la liebre de la fábula de Esopo: está remoloneando, sesteando, impasible ante el desafío nacionalista que, por cierto, viene de muy lejos. La reacción en el último minuto puede no ser tampoco eficaz ni suficiente (cf. fábula de Esopo) y puede crear grandes y peligrosas rupturas y frustraciones. Además, con esta actitud, el Gobierno de España está propiciando que la ancestral “ley de la fuerza” vuelva por sus fueros para sustituir a la “fuerza de la ley” (i.e. la fuerza de la palabra). Si esto se llega a producir, ¡que el Señor nos coja “confesaos”.
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