junio 5th, 2017 by José Basaburua

Redacción: Sila Félix/José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. Fue un éxito. La mera convocatoria de la manifestación, que recorrió Pamplona el sábado 3 de junio en defensa de la bandera de Navarra, fue el muy trabajado corolario del necesario paso al frente de todos aquellos que nos negamos a postrarnos ante unos gobernantes tiránicos que pretenden, desde el poder y la calle, implantar, más o menos aceleradamente, su agenda de la “construcción nacional” que pasa, imperativamente, por Navarra y, especialmente, por sus propios símbolos. Pamplona (Navarra), lunes 5 de junio de 2017. Fotografía: Multitudinaria marcha hoy en las calles de Navarra en defensa de la histórica bandera española de Navarra, convocada bajo manifiesto ‘Defendamos la bandera de Navarra’ de “Un grupo de navarros pertenecientes a asociaciones civiles preocupadas por lo que ocurre en nuestra tierra, hemos sentido la necesidad de atender a lo que nos demandan nuestros familiares y amigos, que nos piden que hagamos algo para responder a la reciente derogación por vía parlamentaria de la Ley de Símbolos de Navarra. Pensamos que es el Gobierno de Navarra quien debe buscar la concordia. Es decir, debe procurar la unidad entre la ciudadanía. Un símbolo como la bandera es la representación de una idea socialmente aceptada. En nuestro caso, Navarra tiene su bandera. Una bandera que nadie discute. Ningún navarro o navarra, sea del Roncal, de Baztán, de Tudela, de Estella… niega su bandera”. Lasvocesdelpueblo. 

Nuestra enhorabuena a los tres convocantes, Maribel, Ricardo y Patxi, por su iniciativa, su buen hacer, su planificación, su capacidad de acogida y organización, su paciencia ante impertinentes, escapistas y snobs… siempre desde la amabilidad y un espíritu de conciliación. Gracias, muchas gracias. Sois el ejemplo a seguir. Y a quienes se han puesto de medio lado, pues han quedado retratados. Que no vengan después a darnos lecciones de nada.

Tantas jornadas de conversaciones, reuniones, acopio de ideas, consultas a expertos, planificación silenciosa y discreta, captación de voluntades, allanamiento de obstáculos de todo tipo, colocación de carteles y pegatinas a miles… todo ello, finalmente, dio su fruto. Lo que demuestra que un sector del pueblo navarro, al menos el que no ha sido abducido por la secta panvasquista y sus múltiples tentáculos, tiene ganas de mostrar, con orgullo, su rostro, su identidad y defender activamente sus libertades en un proyecto democrático de futuro.

Desde el cuatripartito y sus extensiones mediáticas financiadas desde Guipúzcoa, se han portado indignamente: amenazas y convocatorias de contramanifestaciones, señalamientos inmisericordes de personas muy concretas al más puro estilo chekista, eliminación sistemática de las calles navarras de la propaganda de la manifestación. Hostigamiento a familiares que cometieron el terrible “crimen” de colocar una bandera de Navarra en su balcón…

Había ganas, hubo disciplina, no hubo altercados. Como en toda convocatoria, dejamos la guerra de cifras para los expertos y aprendices de brujo: no nos interesa. Se vio un pueblo unido en torno a su bandera, en su voluntad de supervivencia, en sus ansias de articulación y movilización a tal fin. Con esperanza.

Y no: la manifestación no terminó a las 20 horas del 3 de junio. Pues, como dicen los clásicos de la tercera parte del XX, “la lucha continúa”.

Los organizadores, quienes han sufrido en sus carnes el hostigamiento con las peores artes de los separatistas (las dos páginas dedicadas a Ricardo en Gara, años atrás, hubieran supuesto el “exilio” de su tierra, cuando no algo peor), han cargado con una pesada cruz. El mejor homenaje que podemos hacerles es asumir una parte de sus responsabilidades libre y alegremente afrontadas en el futuro, avanzando en las líneas por ellos marcadas: la lucha cultural que caracteriza a Doble 12 y al propio Patxi Mendiburu, el apoyo cotidiano a las víctimas del terrorismo y su participación como ciudadanía de base en la vida y gestión de un Berriozar hostil manejado por los totalitarios y antiguos terroristas.

Pero hacen falta más Maribeles, Ricardos y Patxis; quienes asuman en primera persona, según su temperamento y capacidad, la defensa de nuestra identidad desde una parcela específica: los medios juveniles, el entorno profesional, los colegios profesionales, las APAs, el montañismo, la formación ideológica, la cultura, la vulgarización de nuestra formidable Historia frente falsificaciones ideologizadas, la promoción del idioma español, que poco a poco ya viene siendo hostigado en no pocas áreas de Navarra, el apoyo estable a los colectivos de padres y madres afectados por las reformas educativas y a profesionales ninguneados y “reclasificados” a posteriori en función de su conocimiento del vascuence lo que ello conlleva de arbitrariedad y enchufismo por afinidad ideológica, la lucha contra la corrupción de los mandarines del cuatripartito… “La mies es mucha”, pero de todos nosotros depende que los obreros sean más.

Desde el cuatripartito seguirán con su ofensiva: más que nunca. Acelerarán su agenda, se crecerán en su agresividad característica, multiplicarán las fracturas, señalarán a los disidentes… Veremos ikurriñas, muchas ikurriñas. Y seguirán bombardeándonos con múltiples iniciativas de todo tipo: están entrenados para ello y mucho más. Pero, ante lo inevitable, lo que no podemos hacer es resignarnos. O pensar que con haber salido el 3 ya fue suficiente. Buscaremos más ocasiones en las que ondear nuestras banderas: las que siempre han unido a los navarros hasta la irrupción de la secta sabianiana, los iniciados por Federico Krutwig, los lectores –en interpretación literal- de Txillardegi…

Todo cambio político es precedido por un cambio cultural y mental. Así lo han comprendido, también, los convocantes de la manifestación y otros muchos que han participado en su organización; trabajando (incluso únicamente pegando una pequeña pegatina que luego es inmediatamente arrancada) se percibe mucho más que tomando café. Otros siguen considerando que, desde la acción institucional de los partidos políticos, más los errores del cuatripartito, sería bastante. Entendemos que ambas facetas no son incompatibles, es más, son complementarias. Pero exige una buena relación entre los partidos, mediante organismos sectoriales y buenos interlocutores y agentes sociales, con la sociedad misma y sus entidades y líderes.

Tampoco ello quiere decir que se dé un cheque en blanco a los líderes políticos: han cometido graves errores y, por ello, deben asumir sus responsabilidades políticas; además de aprender a ser humildes y escuchar a la ciudadanía, quienes no son meros súbditos a los que pedir el voto ocasionalmente.

Quedan dos años por delante.

Los partidos navarristas deberán valorar qué tipo de oposición desarrollar en las instituciones, cómo organizarse para pasar a ser de partidos de gobierno a partidos de oposición y calle, que no se limiten a pegar algún cartel de vez en cuando. Implica regenerase de verdad, trabajar en pueblos y barrios, conocer a sus gentes, sus comerciantes y necesidades, tratar con las comunidades allí insertadas (desde las nuevas confesiones religiosas a los colectivos de nuevos navarros cuyos apellidos mantienen con orgullo su procedencia eslava o andina), activar sus aburguesadas juventudes, interactuar con más decisión con el mundo sindical.

El creciente tejido asociativo navarro deberá trabajar sin descanso: conforme el carisma de cada uno; pero sin dirigismos elitistas, con trasparencia y programas claros y comprensibles. Hay que cubrir muchos huecos en los que no hay actividad organizada, pero ya existe una demanda social a la que responder y canalizar.

En suma: se ha empezado a andar, rompiendo los esquemas triunfalistas y las previsiones del cuatripartito; lo que indica que se va por buen camino. Pero también se ha demostrado que pesadas inercias pueden romperse al servicio del bien común, con inteligencia y tesón.

El cuatripartito mantiene su agenda acelerada de “construcción nacional vasca”, y sin disimulo, lo que implica otra correlativa –un poquito más ralentizada y maquillada- de “desactivación de lo navarro”. Habrá de desenmascararles, denunciarles, plantarles y ponerles cara… Continuarán sirviéndose de una aceleración legislativa, una mayor presión callejera, malas artes mediáticas… ¿algunas dosis muy calculadas de violencia explícita?

La lucha continúa: bienvenidos sean todos los que aporten trabajo, medios, tiempo, ilusión, ideas a esta empresa que además de necesaria debe ser ilusionante.

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mayo 31st, 2017 by José Basaburua

Redacción: Sila Félix/José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. En un reciente artículo reflexionábamos en torno a las razones por las que la organización terrorista GRAPO, de carácter marxista-leninista, fracasó en todos los planos; a pesar de sus mortíferas y perversas acciones a lo largo de varias décadas (enlace). Pamplona (Navarra) España, miércoles 31 de mayo de 2017. Fotografía: Bayona (Francia), sábado 8 de abril de 2017. Teatrillo terrorista y proetarras de la ETA, desarme y entrega de Armas. El terrorista exmiembro de la banda terrorista de las Vascongadas de España (ETA), Josu Zabarte (en el primer plano a la derecha de la imagen), conocido como el ‘Carnicero de Mondragón’, durante el teatrillo terrorista de Bayona (Francia) el sábado 8 de abril de 2017, con el motivo de la entrega de parte de las armas de la banda terrorista ETA. Efe.

Por el contrario, la banda terrorista ETA, quien compartía algunos presupuestos ideológicos, tácticos y estratégicos con el GRAPO, ha persistido hasta prácticamente hoy; alcanzando indudables “éxitos” en sus expresiones sociales (al edificar una verdadera “contra-sociedad”), culturales (imponiendo su apretada agenda en torno al euskera como herramienta de “construcción nacional”), y políticos (conquistando espacios de poder institucional, manteniendo una importante base electoral, y accediendo a la dirección del mismísimo Gobierno de Navarra y principales ayuntamientos de la Comunidad Foral en la estrategia que denominan “cambio de régimen” y que comparte con sus demás socios).

La organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) nació en el seno del nacionalismo vasco, del que nunca se desprendió, desarrollándose en dos etapas históricas muy concretas: la de los últimos lustros del franquismo y la subsiguiente de la actual “democracia española”. Unas décadas de sorprendente y rapidísima transmutación cultural y social que afectó a todos los estratos de la sociedad, desembocando en un recambio radical de los valores vigentes.

Nacionalista radical y nominalmente católica, en sus orígenes, las sucesivas oleadas de militantes de ETA harán propias las “novedades” ideológicas del momento histórico concreto, procedentes de ciertas lecturas del marxismo y del discurso “tercermundista”. Y todo ello a la vez que “oficializaba” e implantaba como método de lucha (en sus diversas expresiones, especialmente la terrorista que entendía como vanguardia privilegiada y rectora del conjunto del “movimiento”) el marxismo-leninismo.

Poco a poco, con un enorme tesón y una voluntad despiadada e implacable, ETA se consolidará y arraigará profundamente en las sociedades vasca y navarra; ganando no pocas simpatías también entre los siempre minúsculos sectores antifranquistas del resto de España y, especialmente, entre sus formaciones marxistas.

Pero, aunque su ulterior nacionalismo identitario –comunitario e ideológico- sea muy distinto al de sus “mayores” –el PNV-, continuará siendo, ante todo, eso: un nacionalismo radical fundido con diversos ingredientes marxistas en una atractiva mixtura revolucionaria antisistema, que edificará una estructura socio–político–militar de nuevo cuño que, progresivamente, consolidará espacios físicos de contrapoder. En suma: toda una novedosa organización de planta totalitaria.

Esta tesis, es un deber señalarlo, no es compartida por algunos analistas nacionalistas vascos moderados en su día articulados en torno a la ya desaparecida revista digital Goiz–Argi, así como por quien fuera lehendakari José Antonio Ardanza; quienes aseguraban que ETA instrumentalizaría la “cuestión nacional” al servicio de una estrategia antisistema. Se trataría, así, de una “expresión vasca” del proyecto de revolución comunista mundial; unos auténticos enemigos del nacionalismo, en última instancia, según tan peculiar mirada. Lo cierto es que, en el discurso oficial del PNV, hoy día, esta perspectiva extremadamente crítica con ETA, apenas ha vuelto a visibilizarse; si bien debe señalarse, en todo caso, la voluntad de sus actuales líderes en marcar distancias con el “mundo político” de ETA. Pero volvamos a la evolución e implantación de ETA.

Además de su capacidad de afrontar dialécticamente la aparentemente irresoluble contradicción internacionalismo/nacionalismo, concurre otro poderoso factor coadyuvante en tamaño “éxito”, que en realidad es fruto, no tanto de la propia capacidad de ETA, como de la debilidad o falta de perspicacia de otros actores políticos; pero también del oportunismo cortoplacista de otros. Nos referimos a los roles jugados en estas décadas por el Partido Nacionalista Vasco y, en menor medida, por su antigua escisión Eusko Alkartasuna, hoy satelizada por el brazo político de ETA, y el espacio social, político, cultural y mediático que tales atribuyeron, en un momento u otro, a los diversos “brazos” de ETA desde las instituciones administrativas vascas responsables de la génesis y articulación de la vida social.

De tal modo, los diversos brazos operativos de ETA han disfrutado, y siguen haciéndolo, de los nada desdeñables recursos financieros propios de las instituciones públicas que controlaron PNV y EA primero, y HB y EH Bildu, sucesiva o simultáneamente (Gobierno vasco y navarro, Juntas Forales, entes locales…). Un ejemplo entre muchísimos: el PNV siempre ha concebido la euskaldunización de la sociedad –al igual que ETA- como un instrumento privilegiado de la “construcción nacional”; si bien, mucho tendría que explicar el PSE–PSOE al respecto. Diversas investigaciones periodísticas señalaron en su día, sin ser desmentidas jamás, que esa euskaldunización la cedió el PNV, en buena medida, a AEK (Alfabetatze Euskalduntze Koordinakundea); una entidad cuya relación con ETA era innegable, según avalaron igualmente diversas investigaciones policiales y judiciales. De esta manera, y no siendo caso único, el entorno de ETA se ha servido de los espacios públicos; también acaparando numerosas subvenciones públicas.

En resumen, las razones que han permitido la supervivencia de ETA, y que ésta haya jugado, y siga haciéndolo, un papel político decisivo en la España de hoy, son dos: un movimiento social vivo alimentado desde el nacionalismo preexistente, y reforzado por las nuevas generaciones formadas en las ideologías radical-progresistas, y un Estado (tanto en lo que se refiere a las estructuras centrales, como, especialmente, a las autonómicas) en buena medida inhibido y complaciente con los aliados y protectores ocasionales de ETA, lo que le ha facilitado el desarrollo de unos espacios propios de carácter administrativo, pero sobre todo comunitario, en la vida pública.

El PCE(r)-GRAPO, por su parte, no pasó de ser una pequeña organización marxista-leninista muy ortodoxa, extremadamente rígida, e irrealmente dogmática. Tampoco pudo disfrutar de las ventajas de las que desde siempre se ha beneficiado ETA, antes referidas. Ni siquiera estaba anclado en la periferia de un poderoso partido comunista oficial del que poder alimentarse. No en vano, el Partido Comunista de España estaba –lo está– más preocupado en su mera supervivencia que en desarrollar un programa revolucionario clásico. En consecuencia, no encontró tregua alguna ni en los aparatos del Estado ni en los medios de comunicación.

También debemos señalar que, en el supuesto de ETA, disfrutó de múltiples complicidades externas en algunas etapas de su historia. En los últimos años del franquismo, diversos sectores de la izquierda la admiraban sin disimulo; no en vano ETA era, de todas ellas, la organización más “decidida” (por brutal). El mito sobrevivió durante años, de modo que esos intelectuales, y demás izquierdistas complacientes, tardaron muchísimo en realizar una autocrítica que no todos asumieron (Eva Forest, fallecida el 19 de mayo de 2007, y Alfonso Sastre, todavía hoy, son dos de tales recalcitrantes más representativos). Todo ello a pesar de que muy pronto pudo advertirse que ETA no se disolvería con la instauración de la democracia “española y burguesa”: no en vano, su objetivo no era tanto la caída del franquismo, como la implantación simultánea de la independencia y el socialismo en el País Vasco y Navarra. Y en ello siguen.

Otras complicidades lo han sido, y continúan siéndolo, de carácter exterior/internacional; lo que se acredita, a día de hoy, por el acompañamiento coreográfico de la denominada “ceremonia de Bayona” del pasado 8 de abril y sus tentáculos que siguen desplegándose en torno a “los presos” con tantos figurantes y demás autodenominados “artesanos de la paz”.

Además de la existencia de esos factores ideológicos y de contexto, la supervivencia de esta banda también se debe a buenas dosis de voluntarismo cuajadas en sucesivas reestructuraciones y “perfeccionamientos” de su siempre complejo modelo organizativo; por no mencionar los innumerables esfuerzos de tantas otras organizaciones de su entorno en coadyuvarla.

Por otra parte, ETA siempre ha aprovechado al máximo cualquier circunstancia externa que pudiera favorecerle de alguna manera. Es el supuesto de los diversos periodos de “tregua” que anunció sucesivamente; hasta la terminal de todas ellas, que nos ha arrastrado a un nuevo escenario en el que ETA ha perdido su protagonismo como organización terrorista y “de vanguardia” del conjunto del MLNV, en beneficio de una acción política “clásica” sin renunciar a la presión callejera, la consolidación y extensión de sus espacios comunitarios -avaladas por ayuntamientos y otras administraciones públicas- y a una ofensiva en toda regla por la elaboración de un “relato” acerca del terrorismo, desde una perversa perspectiva de equidistancia moral, que les “absuelva” de sus responsabilidades políticas y morales. Y todo ello sin renunciar a los efectos “colaterales” de un terrorismo que continúan pervirtiendo la vida cotidiana de amplios sectores de las sociedades vasca y navarra.

Tan dramática y sangrante realidad no hubiera sido posible sin la ceguera y permisividad de los sucesivos gobiernos centrales, tanto del PSOE como del PP; incapaces en diagnosticar el calado real del problema o atemorizados ante la magnitud del mismo.

Por todo ello, esa afirmación tan común que asegura que “ETA ha sido derrotada” es una completa falacia.

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