mayo 31st, 2017 by José Basaburua
Redacción: Sila Félix/José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. En un reciente artículo reflexionábamos en torno a las razones por las que la organización terrorista GRAPO, de carácter marxista-leninista, fracasó en todos los planos; a pesar de sus mortíferas y perversas acciones a lo largo de varias décadas (enlace). Pamplona (Navarra) España, miércoles 31 de mayo de 2017. Fotografía: Bayona (Francia), sábado 8 de abril de 2017. Teatrillo terrorista y proetarras de la ETA, desarme y entrega de Armas. El terrorista exmiembro de la banda terrorista de las Vascongadas de España (ETA), Josu Zabarte (en el primer plano a la derecha de la imagen), conocido como el ‘Carnicero de Mondragón’, durante el teatrillo terrorista de Bayona (Francia) el sábado 8 de abril de 2017, con el motivo de la entrega de parte de las armas de la banda terrorista ETA. Efe.
Por el contrario, la banda terrorista ETA, quien compartía algunos presupuestos ideológicos, tácticos y estratégicos con el GRAPO, ha persistido hasta prácticamente hoy; alcanzando indudables “éxitos” en sus expresiones sociales (al edificar una verdadera “contra-sociedad”), culturales (imponiendo su apretada agenda en torno al euskera como herramienta de “construcción nacional”), y políticos (conquistando espacios de poder institucional, manteniendo una importante base electoral, y accediendo a la dirección del mismísimo Gobierno de Navarra y principales ayuntamientos de la Comunidad Foral en la estrategia que denominan “cambio de régimen” y que comparte con sus demás socios).
La organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) nació en el seno del nacionalismo vasco, del que nunca se desprendió, desarrollándose en dos etapas históricas muy concretas: la de los últimos lustros del franquismo y la subsiguiente de la actual “democracia española”. Unas décadas de sorprendente y rapidísima transmutación cultural y social que afectó a todos los estratos de la sociedad, desembocando en un recambio radical de los valores vigentes.
Nacionalista radical y nominalmente católica, en sus orígenes, las sucesivas oleadas de militantes de ETA harán propias las “novedades” ideológicas del momento histórico concreto, procedentes de ciertas lecturas del marxismo y del discurso “tercermundista”. Y todo ello a la vez que “oficializaba” e implantaba como método de lucha (en sus diversas expresiones, especialmente la terrorista que entendía como vanguardia privilegiada y rectora del conjunto del “movimiento”) el marxismo-leninismo.
Poco a poco, con un enorme tesón y una voluntad despiadada e implacable, ETA se consolidará y arraigará profundamente en las sociedades vasca y navarra; ganando no pocas simpatías también entre los siempre minúsculos sectores antifranquistas del resto de España y, especialmente, entre sus formaciones marxistas.
Pero, aunque su ulterior nacionalismo identitario –comunitario e ideológico- sea muy distinto al de sus “mayores” –el PNV-, continuará siendo, ante todo, eso: un nacionalismo radical fundido con diversos ingredientes marxistas en una atractiva mixtura revolucionaria antisistema, que edificará una estructura socio–político–militar de nuevo cuño que, progresivamente, consolidará espacios físicos de contrapoder. En suma: toda una novedosa organización de planta totalitaria.
Esta tesis, es un deber señalarlo, no es compartida por algunos analistas nacionalistas vascos moderados en su día articulados en torno a la ya desaparecida revista digital Goiz–Argi, así como por quien fuera lehendakari José Antonio Ardanza; quienes aseguraban que ETA instrumentalizaría la “cuestión nacional” al servicio de una estrategia antisistema. Se trataría, así, de una “expresión vasca” del proyecto de revolución comunista mundial; unos auténticos enemigos del nacionalismo, en última instancia, según tan peculiar mirada. Lo cierto es que, en el discurso oficial del PNV, hoy día, esta perspectiva extremadamente crítica con ETA, apenas ha vuelto a visibilizarse; si bien debe señalarse, en todo caso, la voluntad de sus actuales líderes en marcar distancias con el “mundo político” de ETA. Pero volvamos a la evolución e implantación de ETA.
Además de su capacidad de afrontar dialécticamente la aparentemente irresoluble contradicción internacionalismo/nacionalismo, concurre otro poderoso factor coadyuvante en tamaño “éxito”, que en realidad es fruto, no tanto de la propia capacidad de ETA, como de la debilidad o falta de perspicacia de otros actores políticos; pero también del oportunismo cortoplacista de otros. Nos referimos a los roles jugados en estas décadas por el Partido Nacionalista Vasco y, en menor medida, por su antigua escisión Eusko Alkartasuna, hoy satelizada por el brazo político de ETA, y el espacio social, político, cultural y mediático que tales atribuyeron, en un momento u otro, a los diversos “brazos” de ETA desde las instituciones administrativas vascas responsables de la génesis y articulación de la vida social.
De tal modo, los diversos brazos operativos de ETA han disfrutado, y siguen haciéndolo, de los nada desdeñables recursos financieros propios de las instituciones públicas que controlaron PNV y EA primero, y HB y EH Bildu, sucesiva o simultáneamente (Gobierno vasco y navarro, Juntas Forales, entes locales…). Un ejemplo entre muchísimos: el PNV siempre ha concebido la euskaldunización de la sociedad –al igual que ETA- como un instrumento privilegiado de la “construcción nacional”; si bien, mucho tendría que explicar el PSE–PSOE al respecto. Diversas investigaciones periodísticas señalaron en su día, sin ser desmentidas jamás, que esa euskaldunización la cedió el PNV, en buena medida, a AEK (Alfabetatze Euskalduntze Koordinakundea); una entidad cuya relación con ETA era innegable, según avalaron igualmente diversas investigaciones policiales y judiciales. De esta manera, y no siendo caso único, el entorno de ETA se ha servido de los espacios públicos; también acaparando numerosas subvenciones públicas.
En resumen, las razones que han permitido la supervivencia de ETA, y que ésta haya jugado, y siga haciéndolo, un papel político decisivo en la España de hoy, son dos: un movimiento social vivo alimentado desde el nacionalismo preexistente, y reforzado por las nuevas generaciones formadas en las ideologías radical-progresistas, y un Estado (tanto en lo que se refiere a las estructuras centrales, como, especialmente, a las autonómicas) en buena medida inhibido y complaciente con los aliados y protectores ocasionales de ETA, lo que le ha facilitado el desarrollo de unos espacios propios de carácter administrativo, pero sobre todo comunitario, en la vida pública.
El PCE(r)-GRAPO, por su parte, no pasó de ser una pequeña organización marxista-leninista muy ortodoxa, extremadamente rígida, e irrealmente dogmática. Tampoco pudo disfrutar de las ventajas de las que desde siempre se ha beneficiado ETA, antes referidas. Ni siquiera estaba anclado en la periferia de un poderoso partido comunista oficial del que poder alimentarse. No en vano, el Partido Comunista de España estaba –lo está– más preocupado en su mera supervivencia que en desarrollar un programa revolucionario clásico. En consecuencia, no encontró tregua alguna ni en los aparatos del Estado ni en los medios de comunicación.
También debemos señalar que, en el supuesto de ETA, disfrutó de múltiples complicidades externas en algunas etapas de su historia. En los últimos años del franquismo, diversos sectores de la izquierda la admiraban sin disimulo; no en vano ETA era, de todas ellas, la organización más “decidida” (por brutal). El mito sobrevivió durante años, de modo que esos intelectuales, y demás izquierdistas complacientes, tardaron muchísimo en realizar una autocrítica que no todos asumieron (Eva Forest, fallecida el 19 de mayo de 2007, y Alfonso Sastre, todavía hoy, son dos de tales recalcitrantes más representativos). Todo ello a pesar de que muy pronto pudo advertirse que ETA no se disolvería con la instauración de la democracia “española y burguesa”: no en vano, su objetivo no era tanto la caída del franquismo, como la implantación simultánea de la independencia y el socialismo en el País Vasco y Navarra. Y en ello siguen.
Otras complicidades lo han sido, y continúan siéndolo, de carácter exterior/internacional; lo que se acredita, a día de hoy, por el acompañamiento coreográfico de la denominada “ceremonia de Bayona” del pasado 8 de abril y sus tentáculos que siguen desplegándose en torno a “los presos” con tantos figurantes y demás autodenominados “artesanos de la paz”.
Además de la existencia de esos factores ideológicos y de contexto, la supervivencia de esta banda también se debe a buenas dosis de voluntarismo cuajadas en sucesivas reestructuraciones y “perfeccionamientos” de su siempre complejo modelo organizativo; por no mencionar los innumerables esfuerzos de tantas otras organizaciones de su entorno en coadyuvarla.
Por otra parte, ETA siempre ha aprovechado al máximo cualquier circunstancia externa que pudiera favorecerle de alguna manera. Es el supuesto de los diversos periodos de “tregua” que anunció sucesivamente; hasta la terminal de todas ellas, que nos ha arrastrado a un nuevo escenario en el que ETA ha perdido su protagonismo como organización terrorista y “de vanguardia” del conjunto del MLNV, en beneficio de una acción política “clásica” sin renunciar a la presión callejera, la consolidación y extensión de sus espacios comunitarios -avaladas por ayuntamientos y otras administraciones públicas- y a una ofensiva en toda regla por la elaboración de un “relato” acerca del terrorismo, desde una perversa perspectiva de equidistancia moral, que les “absuelva” de sus responsabilidades políticas y morales. Y todo ello sin renunciar a los efectos “colaterales” de un terrorismo que continúan pervirtiendo la vida cotidiana de amplios sectores de las sociedades vasca y navarra.
Tan dramática y sangrante realidad no hubiera sido posible sin la ceguera y permisividad de los sucesivos gobiernos centrales, tanto del PSOE como del PP; incapaces en diagnosticar el calado real del problema o atemorizados ante la magnitud del mismo.
Por todo ello, esa afirmación tan común que asegura que “ETA ha sido derrotada” es una completa falacia.
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mayo 18th, 2017 by lasvoces
Redacción: Redacción: José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. Sin duda alguna, ETA ha sido —y en no pocos aspectos lo sigue siendo— la organización terrorista más dañina y peligrosa de nuestra Historia. Otra banda, el PCE(r)-GRAPO, le acompañó durante bastantes años en tan delirante recorrido, compartiendo ambas organizaciones buena parte de la ideología marxista-leninistas en su versión maoísta, y unas tácticas explícitamente terroristas. Pamplona (Navarra) España, jueves 18 de mayo de 2017. Fotografía: Captura pantalla del vídeo del comunicado de la banda terrorista de ETA, 18 de febrero de 2004, de apoyo al separatismo xenófobo de Juntos Por El Sí y CUP. Lasvocesdelpueblo.
Pese a tamaño empeño, ambos grupos no alcanzaron análogo arraigo social.
Los atentados perpetrados por los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), brazo armado de su “organización política”, el Partido Comunista de España (reconstituido), resultaron especialmente perturbadores en los primeros años de la Transición española a la democracia.
Así, entre otros, alcanzaron un enorme impacto social, mediático y político los secuestros del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo y del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Emilio Villaescusa Quilis, en noviembre de 1976 y enero de 1977, respectivamente. Además, los GRAPO ocasionaron numerosas víctimas mortales, particularmente entre las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado. Su último secuestro de envergadura, el del industrial zaragozano Publio Cordón, todavía no se ha aclarado en todos sus extremos, desconociéndose su suerte final; pese a haber sido juzgados y condenados sus autores.
Conforme a sus documentos, análisis y decisiones, el PCE(r) privilegió, por encima de otras tácticas, la que denominaba “lucha armada”, es decir, el terrorismo puro y duro. No obstante, también lanzaron “organizaciones de masas”, en un intento de sumar sectores sociales, supuestamente proclives a su dinámica revolucionaria, encuadrándolos en diversos “frentes”: ya hemos mencionado el terrorista de sus GRAPO, el estudiantil, el de apoyo a presos, etc.
Recordemos, en este contexto, a la ODEA (Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas), que apenas logró nuevas captaciones y que, en realidad, agrupó, bajo esa sigla, a los militantes del PCE(r)-GRAPO de la Universidad. De hecho, la organización “de masas” que gozó de mayor continuidad fue la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos (AFAPP), constituida a semejanza de las Gestoras Pro–Amnistía, estructurada en torno a los terroristas encarcelados del GRAPO y que, por propia definición, nunca podría extenderse más allá del entorno social más afín e inmediato.
Otra sección del partido, que gozó de notable relevancia mediática, fue la del “aparato de prensa y propaganda”, capaz de editar durante años, pese a sucesivas caídas de sus responsables, unos periódicos impresos de notable calidad tipográfica; circunstancia que contribuyó, y no poco, a alimentar el mito conspiracionista de una supuesta naturaleza oscura de los GRAPO.
Pese a ello, fue el terrorismo más descarnado el que absorbió la mayor parte de las fuerzas de la organización, subordinándose todos los demás “frentes” –apenas desarrollados– a las necesidades de su estrategia “acción–represión–acción”; prototípica en las numerosas bandas terroristas presentes –algunas de dimensiones propias de un ejército “regular”- en aquellas décadas por todo el mundo.
La ideología del PCE(r)-GRAPO se basaba en una peculiar interpretación del marxismo-leninismo–maoísmo, adaptada –supuestamente– a la realidad española, conforme “la visión del Camarada Arenas”; si bien llegó a experimentar, a lo largo de su larga agonía, un efímero giro pro–soviético. A su juicio, España era, realmente, un “Estado fascista” dominado por una estrecha oligarquía, pese a su apariencia democrática, que sólo podía derrocarse por medio de la “lucha armada”.
Las “masas obreras y campesinas”, completamente alienadas y dominadas, anhelarían impacientes un “partido-vanguardia” que liderara la “ineludible” revolución proletaria. La organización histórica y mayoritaria del tradicional entorno marxista revolucionario hispánico, el Partido Comunista de España (PCE), así como los demás grupos comunistas concurrentes (existían, por entonces, una treintena de ellos así denominados; trotskistas, maoístas, pro–soviéticos, pro–albaneses, marxistas-leninistas varios), errarían todos ellos en sus diagnósticos y estrategias; siendo rehenes de unas interpretaciones erróneas –a juicio de Arenas y los suyos- del “marxismo científico”.
El PCE(r)-GRAPO, al contrario que el PCE y demás, consideraba que el acatamiento de la legalidad “fascista” —la democrática, se entiende— no sólo no facilitaba el avance hacia el socialismo, sino que lo retardaba; integrando a los comunistas “posibilistas” en el sistema burgués, neutralizándose así el empuje revolucionario de las masas.
Pero, ¿cuál era la base teórica que impulsaba la ciega lucha terrorista de ese puñado de fanáticos? Nos referimos a la doctrina denominada “Guerra Prolongada y de Desgaste”, estrategia y táctica concebidas cuatro décadas atrás por Mao en algunos textos escritos en torno a 1938, de las que se sirvieron en múltiples interpretaciones y praxis sus seguidores por todo el planeta.
La capacidad terrorista del PCE(r)-GRAPO, que se arrastró penosamente hasta fechas muy recientes, desconcertó a los analistas de la época: no podían comprender su sorprendente capacidad de regeneración, tras las numerosas caídas que afectaron a la casi totalidad de sus órganos centrales y comandos operativos. Por ello se acuñó la teoría de la “infiltración”, ya desde la extrema derecha, ya por obra de “ciertos” servicios de información extranjeros nunca determinados. Pero, realmente, tales teorías, ¿eran verosímiles? En definitiva, ¿en qué factores radicaba esa sorprendente capacidad de regeneración?
La explicación es mucho más sencilla, proporcionándola el historiador Pío Moa en su libro De un tiempo y de un país (Ediciones Encuentro, Madrid, 2002) en el que narra sus peripecias en la extrema izquierda de la época y en esa organización concreta; describiendo la exacta procedencia de la militancia del PCE(r)-GRAPO. En ese libro, Moa narra magníficamente cómo el marxismo revolucionario -particularmente el marxismo-leninismo- cinceló toda una generación de militantes que con la fe del converso se empeñaron en transformar la Historia por medio de la violencia. Y, si fuere preciso, intentando “asaltar los cielos”. En este sentido, los del GRAPO fueron un colectivo más entre otros muchos.
La acción del PCE(r)-GRAPO coadyuvó, por otra parte, en una dirección inesperada: la moderación del PCE, y demás fuerzas marxistas, en su pretensión de no ser confundidos con el ciego terrorismo desatado por tan denostada organización; que no sólo no logró tan apocalíptica como vetusta insurrección obrera, sino que generó un profundo rechazo en todos los estratos sociales y la opinión pública española.
Algunos medios de comunicación, aleccionados en muchos casos desde las factorías ideológicas de esa misma extrema izquierda, bien en los aledaños del PCE o en los de un socialismo marxista que ahora nos suena muy trasnochado, no podían explicarse –no podían aceptar, tal vez– que esos sanguinarios terroristas procedieran de sus mismos entornos ideológicos; de un mismo humus humano moldeado por aquella ideología totalitaria.
Por ello, acaso para justificarse, inventaron esas exóticas teorías acerca del origen e impulso del PCE(r)-GRAPO. Pese a tales intentos, la explicación era bastante sencilla, existiendo otros muchos casos similares en la Historia: un grupo humano se movilizó impulsado por una lectura muy particular del marxismo, persiguiendo una sociedad utópica; sin reparar en medios, costes y sacrificios.
De hecho, los escasos supervivientes del PCE(r)-GRAPO siguen justificando su existencia con un análisis ideológico, tan supuestamente ortodoxo como alejado de la realidad, en el que repiten los tópicos manejados desde hace treinta años.
Así afirman, todavía hoy, que «Claro que no les interesa explicar por qué los GRAPO han permanecido en la brecha durante tanto tiempo y hayan logrado más de una vez poner al Estado contra las cuerdas, pues de lo contrario tendrían que reconocer también, entre otras cosas, primero, la permanencia del régimen fascista y, segundo, la existencia en nuestro país de un partido comunista verdaderamente revolucionario, firme y bien cohesionado, que aplica una línea política justa de resistencia y no escatima ningún apoyo a la organización guerrillera» (“Esos extraños y oscuros GRAPO”, artículo de Antorcha nº 3, junio de 1998; publicación digital de la organización). Una auténtica aberración, un delirio retórico, barroco y autojustificado, en el que unos pocos siguen inmersos.
Conocer, asumir e intentar aplicar el marxismo-leninismo, no fue suficiente para triunfar, ni siquiera para consolidarse; aunque fuera mediante el empleo de la violencia terrorista más brutal. Ya lo hemos visto en el caso del PCE(r)-GRAPO.
Pero, ¿cómo puede explicarse la continuidad de ETA?
A esta cuestión le dedicaremos el artículo “ETA, marxismo-leninismo y la cuestión nacional”.
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