marzo 18th, 2017 by Manuel I. Cabezas González
Redacción: [Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)] – El Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes (SEPC) y la Coordinadora de Asambleas de Facultad (CAF) convocaron dos jornadas de huelga a primeros de marzo: el día 1, en la UAB; y el 2, en todas las universidades públicas de Cataluña. A pesar de la labor de los piquetes, el seguimiento fue desigual, dependiendo de las universidades y de las facultades. El día 2, tuvo lugar también, en el centro de Barcelona, una manifestación no muy concurrida (un 2,3% de los 170.000 universitarios catalanes). San Cugat Del Vallés (Barcelona) España, sábado 18 de marzo de 2017. Fotografía: De las tasas universitarias en Cataluña. Manuel Cabezas González a Lasvocesdelpueblo. San Cugat del Vallés (Barcelona), 18.03.2017. Lasvocesdelpueblo.
Según rezaban las pancartas y los grafitis, los universitarios se movilizaron principalmente por dos motivos. Por un lado, contra el incumplimiento, por parte del Gobierno de Cataluña, de un mandato del Parlamento catalán de 2016: se debía proceder a una reducción del 30% de las tasas universitarias que, en 2012, habían subido un 67%. Además, se exigía una equiparación del precio de los créditos de “grado” y de “máster”, ya que los de máster duplican a los de grado.
A simple vista y desde la óptica estudiantil, estas reivindicaciones pueden parecer lógicas y razonables para justificar las movilizaciones. Sin embargo, si las analizamos desde un punto de vista más sistémico, podremos constatar que denotan cortedad de miras y una patente falta de análisis y de argumentos. Por eso, se podría afirmar que las exigencias estudiantiles precitadas son los árboles que, aunque forma parte del bosque, no dejan ver el meollo del bosque: el origen de los problemas de financiación de la universidad catalana.
Por un lado, llama poderosamente la atención que los planes de estudio de Bolonia (en 2010, el 4+1; y luego, en 2015, el 3+2) hayan sido implantados y que, a partir de 2012, las tasas universitarias hayan subido como la espuma, sin una oposición clara, firme, decidida, contundente y masiva de los dos principales actores universitarios: alumnos y profesores. Ante estos hechos, las movilizaciones del pasado y las de hace unos días han sido minoritarias, tímidas e inconsistentes. En efecto, no se ha conseguido que la comunidad universitaria tome conciencia de lo que estaba y está en juego. Por eso, después de las últimas movilizaciones de principios de marzo, el statu quo se consolida aún más: la implantación del 3+2 sigue su curso y el Gobierno de Cataluña mantiene las desorbitadas tasas académicas. ¿Para qué han servido las jornadas de huelga? Simplemente, para que se entrenen los piquetes, que tienen el cerebro en los extremos de los brazos, y para desperdiciar días de actividad docente.
Por otro lado, uno no llega a comprender por qué el SEPC pide sólo una reducción del 30% de las tasas, perpetuando así la discriminación de los universitarios catalanes, en relación con los de las otras CCAA o de la Unión Europea (UE). Si todos somos iguales ante la ley y si todas las universidades ofrecen los mismos servicios (formación), no es de recibo que las tasas universitarias en Cataluña sean, de media, el doble (para los créditos de “grado”) y el triple (para los de “máster”) que en las otras CCAA. Además, si se debe converger con los países de la UE en todos los campos, habría que acercarse a la mayoría de los países de la UE que tienen una enseñanza universitaria gratuita o con unas tasas simbólicas. Hoy, las tasas en las universidades públicas españolas (¡y no digamos en las de Cataluña!) son las más altas de Europa. Y, según un informe de CCOO, la subida de tasas se ha visto agravada por una bajada de la cuantía de las becas, sin que se haya habilitado un sistema de préstamos o de beneficios fiscales o de ayudas distintas de las becas.
En tercer lugar, las reivindicaciones del SEPC se han centrado sólo en cuestiones crematísticas, olvidando aquellas otras que, en un mundo cada día más globalizado y competitivo, deberían mejorar la calidad de la enseñanza universitaria y la formación de los universitarios. De esta formación depende el tránsito hacia la vida laboral y el éxito en la misma, como puso de relieve Ramón y Cajal al escribir: “El cerebro humano es como una máquina de acuñar moneda. Si echas en ella metal impuro, obtendrás escoria; si echas oro, obtendrás moneda de ley”. Sólo dos ejemplos que ilustran la despreocupación y la ceguera de los estudiantes y de los profesores universitarios sobre los aspectos cualitativos de la enseñanza española a la boloñesa.
Uno es el de los “grados combinados”. Los estudiantes y los profesores nunca criticaron ni se opusieron a este nuevo “producto”, que constituye una degradación o devaluación de los estudios universitarios. Además, los alumnos no sólo mordieron este anzuelo sino que incluso protestaron, el curso pasado, contra la eliminación de algunos de estos grados. Si los grados simples (240 créditos) no proporcionan una formación sólida y satisfactoria, y, por eso, se aconseja a los alumnos que hagan un máster, ¿qué se puede conseguir con unos grados combinados (por ejemplo, francés e inglés), en los que se dedican sólo 120 créditos a cada una de las lenguas? Como he escrito en otro lugar y explico siempre a mis alumnos, estos grados son un engaño y una estafa a los universitarios. Y sólo pueden conducir a una decepción y a una frustración de los mismos, al poner en entredicho la inserción y el éxito laborales de aquellos que los hayan elegido.
La “evaluación” y la “revaluación” es el otro ejemplo. Con los planes de estudio a la boloñesa, se suprimieron los tradicionales exámenes de septiembre y se implantó, una semana después de la evaluación final, una antipedagógica y absurda revaluación. Después de haber hecho una “evaluación continua” de cada estudiante, cualquiera con dos dedos de frente puede comprender, excepto si cree en el milagro de Pentecostés, que es imposible que se puedan aprender, en sólo unos días, aquellos conocimientos o competencias que no se adquirieron durante todo un semestre. Por eso, parece lógica, razonable y necesaria la recuperación de los exámenes de septiembre que, por cierto, nunca han exigido ni estudiantes ni profesores.
Finalmente, con sus pacatas reivindicaciones crematísticas, los universitarios catalanes han dado muestras de una ceguera severa. Se han fijado sólo en los síntomas (subida de tasas), pero no han buscado las causas prístinas de los recortes en los presupuestos de las universidades y de la subida astronómica de tasas. Para los economistas, “los recursos son siempre escasos” y, en la gestión de los mismos, funciona el “principio de los vasos comunicantes”: los incrementos de partidas en un capítulo concreto hay que detraerlas de otros capítulos. Así de simple.
Es una evidencia que las políticas equivocadas, interesadas y partidistas tanto del Gobierno Central como del Gobierno de Cataluña, así como el despilfarro, la malversación y el saqueo generalizado de los recursos públicos por parte de la casta política nos han conducido a la larga y profunda crisis actual. Por eso, los Gobiernos de turno nos han obligado a apretarnos el cinturón, han utilizado la tijera en educación, en sanidad, en servicios sociales, etc. y nos ha pasado la factura a los trabajadores en activo (despidos, congelación o reducción de salarios, etc.), a los jubilados (copago sanitario y subidas vergonzosas de pensiones), a los estudiantes universitarios (subida de tasas, reducción de las becas),… ¿Para qué seguir enumerando damnificados y abusos?
Por eso, llama poderosamente la atención la falta de lucidez y agallas de los jóvenes universitarios catalanes y el hecho de que no hayan puesto en la picota y lanzado sus críticas contra la casta política catalana, sólo ocupada y preocupada por el “proceso de independencia” y por cubrir con la “senyera” o con la “estelada” las vergüenzas de tanto cleptómano, que ha esquilmado el erario público catalán con mordidas del 3% (Maragall) o del 4% (Millet y Montull) o del 6% o el 10% (según otros) en toda obra pública. Y esto parece que es sólo la punta del iceberg. De estos polvos, también los lodos de las subidas de tasas.
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febrero 12th, 2017 by Manuel I. Cabezas González
Redacción: [Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)] – Es el caso de la reacción del Diputado de ERC, Jordi Salvador i Duch, de la que voy a ocuparme hoy. Anem per feina! (vayamos al grano). (…) Por un lado, tildar de “brossa” mi ultima cogitación es muy atrevido por su parte y denota un desprecio total y absoluto hacia el punto de vista argumentado de un ciudadano-elector. (…) Lo que acabo de narrar no es un comportamiento privativo del Diputado independentista de ERC. El caso descrito no es único, ni tampoco una excepción (…) Además, sus correos son mucho más rechazables por tratarse de un representante político, que se dice, para más inri, de izquierdas. El diputado Jordi Salvador i Duch, como cualquier otro diputado, debería estar siempre en comunicación con los electores y a la escucha de los ciudadanos, que lo han llevado al Parlamento Español para que los represente. Fotografía: Amposta, municipio español que perteneciente a la provincia de Tarragona (Cataluña), 14 de junio de 2016. Campaña electoral de las elecciones generales españolas del 26 de junio de 2016. El presidente de ERC y actual vicepresidente del gobierno catalán, Oriol Junqueras; Jordi Salvador Duch, cabeza de lista de ERC por Tarragona en el Congreso de los Diputados; y Gabriel Rufián, número de ERC por Barcelona, en un acto político de campaña en Amposta. archivo ACN.
Hace algunas semanas publiqué un texto que titulé “¡El lobo, que viene el lobo!”. En 20 días, fue leído por más de 8.000 internautas en Honestidad Radical. Y también fue difundido, que yo sepa, por 14 medios de comunicación digitales. A pesar de haber tenido tantos lectores, sólo unos pocos se tomaron la molestia de reaccionar al mismo y de enviar a Honestidad Radical un comentario en abierto. Sin embargo, recibí también algunos feedbacks en mi correo privado. Entre éstos, uno de Jordi Salvador i Duch, diputado por Tarragona de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el Congreso de los Diputados. Por sus formas y por su contenido, me permito hacerlo público y diseccionarlo. San Cugat Del Vallés (España), domingo 12 de febrero de 2017.
Jordi Salvador i Duch, diputado de ERC por Tarragona en la Cámara Baja. Fuentes Congreso de los Diputados. Lasvocesdelpueblo.
Antes de entrar en materia, quiero precisar que todos los textos que cuelgo en Honestidad Radical los remito también a nuestros representantes en las Cortes Generales (Congreso y Senado).
Normalmente, recibo la callada por respuesta. Sin embargo, a veces, algunos de nuestros representantes me envían respuestas gratificantes y laudatorias; es el caso, por ejemplo, del diputado del PSOE, José Ignacio Sánchez Amor, que me decía, hace unas semanas, de verbo ad verbum: “Interesante, gracias, no se puede imaginar la cantidad de cosas aburridas u ofensivas que recibimos los diputados de cuanto Maestro Ciruela pulula por la web. No es su caso. Saludos”.
Y, de vez en cuando, algún diputado o senador me ha hecho llegar también una respuesta displicente, reprobatoria y ofensiva. Es el caso de la reacción del Diputado de ERC, Jordi Salvador i Duch, de la que voy a ocuparme hoy. Anem per feina! (vayamos al grano).
Este diputado de ERC, en un primer y lacónico correo (11 de enero de 2017) tildó mi texto de “article brossa” (artículo basura) y me pedía que no le enviase más escritos. Ante mi esmerada y argumentada respuesta, preñada de sentido común, de lógica y de cortesía lingüística (13 de enero de 2017), volvió a dirigirse a mí (16 de enero de 2017) para reiterarme: 1. que mi texto era un “article brossa”; 2. que no volviera a enviarle ningún texto más; y 3. que no tenía ninguna gana de debatir conmigo. Como hubiera escrito Ernesto Sáenz de Buruaga, así sucedieron las cosas y así se las he contado.
Creo sinceramente que el contenido y las formas de las misivas del Sr. Diputado de ERC, Jordi Salvador i Duch, así como la actitud que transpiran no son de recibo en un cargo público o en un representante de los ciudadanos.
Por un lado, tildar de “brossa” mi ultima cogitación es muy atrevido por su parte y denota un desprecio total y absoluto hacia el punto de vista argumentado de un ciudadano-elector.
En efecto, El Sr. Jordi Salvador i Duch descalifica globalmente lo que el mensajero trae en su zurrón lingüístico, sin aportar ninguna contra-argumentación. Y no sólo eso.
Además se niega a debatir con los ciudadanos (en este caso, conmigo) y se permite exigir que corte el cordón umbilical que propicia el comercio lingüístico, absolutamente necesario, entre los electores-representados (yo soy uno de ellos) y los elegidos-representantes (él es uno de ellos también). Y todo esto sin respetar la obligada cortesía lingüística (las formas), que nos debemos tanto los electores como los elegidos, en una democracia auténtica, adulta y realmente consolidada.
En Francia, donde me formé y me convertí en ciudadano, siempre me dijeron y enseñaron que uno es libre de decir o de escribir lo que quiera, pero con una condición: hay que aportar datos y argumentar lo que se afirma. De ahí me viene, sin duda, mi querencia por la “honestidad radical”.
Con estas premisas, se puede no estar de acuerdo con un texto y criticarlo, pero no puede ser calificado, por las buenas y sin una contra-argumentación sólida y alternativa, de “basura”.
Por eso, se podría deducir lógicamente que la formación y la praxis lingüística y política del Diputado de ERC por Tarragona adolecen de lagunas que denotan claramente que el Sr. Jordi Salvador i Duch no conoce y, por lo tanto, no puede practicar el ABC de la cortesía lingüística, así como el de los comportamientos democráticos.
Por lo tanto, los feedbacks del Diputado Jordi Salvador i Duch no me parecen ni razonables ni lógicos. Repugnan al sentido común, a la lógica y a las buenas maneras. Y casan mal con los usos y comportamientos comunicativos, civilizados y democráticos.
Además, sus correos son mucho más rechazables por tratarse de un representante político, que se dice, para más inri, de izquierdas. El diputado Jordi Salvador i Duch, como cualquier otro diputado, debería estar siempre en comunicación con los electores y a la escucha de los ciudadanos, que lo han llevado al Parlamento Español para que los represente.
No debe olvidar que los miembros de la clase política —que algunos llamamos “casta”, y con razón— son empleados nuestros, los ciudadanos-electores; y que están donde están para servir a los ciudadanos y no para servirse del estatus de diputado en beneficio propio.
Lo que acabo de narrar no es un comportamiento privativo del Diputado independentista de ERC. El caso descrito no es único, ni tampoco una excepción. Se trata de un ejemplo paradigmático que ilustra, en general, el comportamiento de los miembros de la casta política, una vez que han llegado al poder y han asentado sus reales al sol del erario público. En efecto, puedo dar testimonio personal de cómo se las gastan ciertos líderes políticos que, ante los análisis críticos y argumentados de militantes de sus partidos, han reaccionado como el diputado de ERC por Tarragona, Jordi Salvador i Duch.
Es el caso de Rosa Díez, cuando regentaba su “granja orwelliana” de UPyD, y de Albert Rivera, al subírsele a la cabeza el título de roitelet de su ínsula de Barataria, C’s. Tanto la una como el otro —ambos, personajes estólidos y, como hubiera dicho Pilar Rahola, sacados del todo a 100 de sus partidos— se dirigieron a ciertos militantes, informados y con criterio, ordenándoles también que dejasen de enviarles textos denunciando irregularidades o malas prácticas tanto en UPyD como en C’s.
Y no sólo eso. Además, se dedicaron a expulsar de su granja orwelliana o de su ínsula de Barataria, a los mensajeros de mal agüero, que pensaban y, por lo tanto, estorbaban. Y esto lo llevaron a cabo por “potestas” testicular, i.e. sin “auctoritas” y sin respetar los procedimientos estatutarios.
Estos comportamientos denotan un desprecio total y absoluto de los votantes y de los militantes, que son considerados como simples trastulos por los engreídos de la casta política, que parecen regirse por ese lema de una pseudo-democracia que reza así:”Tú vota cada cuatro años y, luego, calla”.
¡Qué lejos estamos del país soñado por X. Sardà!: “Un país en el que criticar se considere patriótico; discrepar, saludable; y provechoso reprobar las rigurosas mentiras de los que mandan”.
¡Y qué cerca de la opinión de Javier Marías sobre los políticos!: a los políticos “nadie los quiere y, en general, caen fatal. […] Si dejan de gobernar, es porque los votantes están hartos de ellos y ya no los pueden ni ver; y […] si gobiernan, no es porque los ciudadanos les tengan confianza y les encuentren méritos, sino por el mero deseo de quitarse de encima a los anteriores”.
Si la casta política española (y también la de otros lugares) no fuera autista (i.e. encerrada en su mundo, alejada de la realidad y sin contacto con ésta), se daría cuenta de la sabiduría encerrada en este pensamiento del Viejo Profesor, Enrique Tierno Galván: “El poder es como el explosivo: o se maneja con cuidado o estalla”.
El que avisa no es traidor.
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