septiembre 7th, 2015 by lasvoces

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica.

El uso perverso del lenguaje por la clase política

Sondeos, debates, ranking de candidatos, discursos, réplicas, promesas a cual más delirante, es y será el menú que nos servirán cada día, con la colaboración de los medios audiovisuales que por la puja en la audiencia, nos ofrecerán espacios políticos al estilo de festivales mediáticos, todo edulcorado o salpimentado en estos momentos con constantes referencias, a España o a lo español -vocablos considerados por los sesudos estrategas de marketing, una técnica de máxima rentabilidad, para conseguir “una cátedra política”-; esta avalancha arrasará ahora con furia no antes, a pesar de los constantes avisos que adelantaban la inestabilidad institucional.

Una de las múltiples causas que nos ha impedido protagonizar y defender con intensidad nuestro debilitado y enfermizo presente, es el uso perverso del lenguaje por parte de la clase política con el único propósito de ocupar parcelas de poder y rapiñar vilmente; una tergiversación de las palabras y sus significados se sembró desde los aledaños de la política, con insistencia metódica para que cuajase en un espacio social falto de ideario, ilusión, orgullo de pertenencia y sin legado para las próximas generaciones.

Desde el principio del proceso constitucional, la izquierda ha sido incapaz de pronunciar el nombre de esta vieja nación, España, una de las primeras que vió la luz en Europa, la que con todos sus fallos ha dado a la humanidad loables ejemplos de valor, generosidad y de ética, desgraciadamente no enseñados, defendidos ni potenciados por sus propios adelantados políticos, intelectuales, artistas, profesionales… y a esa entidad territorial en el extremo occidental del viejo continente europeo los socialistas y sus adláteres la empezaron a llamar País o en algunas circunstancias de lo más pintorescas, por ejemplo para ubicar en el espacio el informativo meteorológico, Estado. A todo ello hay que sumar la puntilla dada por los independentistas con el reiterado eslogan “España nos roba” ya que no hay acto más mezquino que -el usar su verdadero nombre para ofenderla- Así se inició el desmantelamiento de nuestro ser como nación y colectivo en el mundo; el siguiente paso fue el rechazo a la bandera, al suplirla en manifestaciones de toda índole por una variedad de insignias desde las republicanas, las de partido hasta las comunistas. A tal comportamiento de la izquierda se suman el de los más notorios nacionalistas, vascos y catalanes, sacando nuestro símbolo común de los lugares institucionales o quemándolo en sus aquelarres secesionistas. En la carrera de demolición se incorporó, para no ser menos, la derecha en detrimento de la legalidad, de su programa y sobre todo de los ciudadanos, y encontró muchos momentos propicios para demostrar su cobardía, el más simple fue el dar órdenes de sustituir la bandera española en sus congresos, asambleas, mítines por enseñas con el color y logotipo de la fuerza política.

El siguiente paso fue renunciar al gran legado lingüístico que representa la lengua española: los primeros indicios en esa andadura fue el incluir en la Carta Magna el concepto “nacionalidades históricas”, después se agregó la posterior concesión a las autonomías de ciertas competencias en educación, luego se vació a la Alta Inspección de sus obligaciones y se permitió que reglamentos de inferior categoría en materia de lengua, priorizasen ante las leyes que regulan el uso del idioma común y oficial en todo el territorio español; el reciente desaguisado ha sido la ley Wert que minimiza el gran problema que representa la inmersión lingüística obligatoria en catalán, por el sólo hecho de privar a todos los niños catalanes de un gran legado cultural a nivel mundial – el Español-, la primera lengua materna usada en más países-estado y la segunda hablada por mayor número de personas. Creer en la libertad y defenderla sería el inicio de la recuperación en este ámbito y por supuesto hacer cumplir el marco legal que sustenta el Estado de derecho.

En un actual ambiente de caos o por lo menos de desorientación, aparece en la prensa escrita una reflexión y aviso del expresidente del gobierno el señor Felipe González; ¡sea bienvenido!, pero hubiera hecho falta haber actuado en su momento, durante su largo mandato, el más largo de la etapa democrática, cuando ya se estaban dando las primeras irregularidades que no por ser las primeras eran las menos dañinas… no debemos estar obligados los ciudadanos a agradecerle, el que se haya dignado a hacer un lapsus en su dorado retiro, rédito de su paso por la política, y sobre todo por haber redactado un comunicado sin reconocer sus fallos ni señalar a su partido como uno de los artífices pioneros del marasmo en que se ha colocado a España. ¡Calle, señor González!, ¡no nos ofenda!, somos un pueblo que merece respeto, le rogamos que no vuelva a dar con ligereza el calificativo de nación. No podía faltar en este certamen de artículos, el firmado por el otro miembro de la famosa pareja socialista en la primera etapa democrática, Alfonso Guerra, con un lenguaje más directo y punzante para las conciencias pero después de haber ocupado durante muchos años, en un continuo sesteo, un escaño ignorado en el Congreso de los Diputados.

Se diseñó el Estado autonómico sin contrapeso explicito de no rotura, se fracturó el partido socialista con el apéndice PSOE-PSC que tuvo consecuencias negativas para el socialismo español pero también por contagio para otras fuerzas políticas… de ahí surgió la primacía de la división frente a la unión, y se disgregarón las competencias fundamentales del Estado, los activos de nuestro patrimonio económico, cultural y de convivencia para mayor honra de politiquillos y mercaderes. Para ser atinados en esta dolorosa reflexión, hay que decir que Ustedes, señor González y señor Guerra, no fueron los únicos responsables ya que el expresidente señor Aznar, con el uso del catalán en familia, también ahondó en el daño institucional, primero alejando de la política nacional al único defensor de lo español y de las libertades ciudadanas en Cataluña, al diputado autonómico Alejo Vidal-Quadras y en segundo lugar mermando la presencia de las instituciones del Estado central en esta comunidad. El señor Zapatero, muy aficionado a los pactos, acabó de inmovilizarnos por medio de acuerdos con los amantes de la violencia y el apoyo a un nuevo Estatuto catalán, emulado pronto en alguno de sus puntos por otros dirigentes autonómicos. Por último en la escalada de dislates encontramos al señor Rajoy al haber estado ausente ante la opinión pública durante la mayor parte de su legislatura y no haber asumido las importantes obligaciones de Estado que le han dado los ciudadanos con el voto y además por no haber aplicado las leyes que le otorga el marco jurídico.

Todos a punto, unos para llegar a la tan ansiada Moncloa, otros para tener más representación, se esfuerzan en introducir retoques en los comportamientos, en las formas, en los candidatos y en la oratoria, cuando lo que cabría es un acuerdo nacional para emprender la reforma y la regeneración pertinente. La maquinaría de las encuestas echan humo semana tras semana, fijas las miradas en la subida o bajada de los índices, una verdadera farsa política pues llevamos ya muchos años de declive y nadie se inmutaba, no se quería ver el abismo al que nos acercábamos.

Estos ajustes forzados no pueden permitir que se olvide lo que de negativo se ha realizado o lo que no se ha hecho a su debido momento. La impunidad fomenta más impunidad, y el proceso de deterioro se debe abortar; es obligado repasar, todas las veces que sea, la trayectoria política realizada, valorarla, destacar lo desechable, cueste lo que cueste y tomar la solución que creamos más beneficiosa. No podemos volver a la tensión institucional vivida durante tantos años, a la falta de libertad y a la desigualdad de derechos de todos los españoles. No podemos poner en entredicho la existencia de nuestra nación. No podemos enfrentarnos al escuchar las consignas de ideologías disgregadoras o revanchistas. No podemos permanecer sin un modelo de convivencia común ilusionante. No podemos colaborar sin lealtad a las reglas democráticas.

El sistema rezuma leyes, normas, reglamentos… que ralentizan en ocasiones el ritmo diario, consecuencia del excesivo número de cámaras legislativas y de sus correspondientes legisladores. Con sorpresa nos insisten de palabra estar faltos de rapidez en el funcionamiento de la justicia, de capacidad para vetar acciones delictivas que dañen la vida pública y en especial nos hacen creer en un vacío legal para impedir un golpe directo a la soberanía nacional. Dos años de continuas presiones, retos constantes, manifestaciones disciplinadas en el odio, un sin fín de comunicados contra la unidad nacional, marchas nocturnas de antorchas por la independencia, todo dirigido o subvencionado por la Generalidad… y ahí está la sorpresa, sin intervención de la Fiscalía, sin que el Presidente del Gobierno haga ademán de cumplir sus funciones constitucionales a pesar de tener artículos disponibles en el marco legal. Y nos pretenden convencer en este instante que es necesario una reforma del funcionamiento del Tribunal Constitucional… un tribunal politizado, lento y poco dispuesto a tramitar según que recursos, una reforma, en vez de aplicar con firmeza todo lo que el Estado con su abundante normativa nos ofrece. Lo imprescindible es interpretar el motivo que ha inducido a los dirigentes de las fuerzas políticas más representativas a no querer ver, saber, señalar ni condenar los actos contrarios a las pautas ajustadas a la ley; si no lo hacemos estaríamos redactando el epitafio del proceso democrático.

La Constitución en los artículos 20, 21, 22, 23 protege las libertades públicas de expresión, de reunión, de asociación, de participación y nos anima a asumir esos derechos si antes por nuestra desidia o despreocupación no lo hemos hecho. Concluidos los últimos comicios, la situación es difícil y más difícil lo será entre el 27S y el posible 20D. Si no sabemos conjugar la cordura y a la vez la valentía en los días decisivos y aislarnos del poder mediático del entorno, sólo nos queda esperar que la bondad de la diosa Fortuna , según los clásicos, reparta suerte.

Ana Maria Torrijos

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agosto 18th, 2015 by lasvoces

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica.

La bondadosa imagen y sonrisa infantil de Josep Antoni Duran i Lleida

Los interesados por la Política, en una frase dicha por el ilustre don Quijote a su compañero Sancho “Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida” encontrarán uno de los mejores pensamientos para respetar la dignidad de la persona, su progreso económico y su avance en conocimientos.

Esta premisa es un buen punto de partida para los que han vivido el proceso democrático porque les facilita informar, opinar y valorar a los protagonistas. De entre todos destaca uno que por saber adaptarse a las circunstancias que más pudieran favorecerle, le ha permitido estar en ese espacio equidistante entre lo que se debe hacer y lo que conviene. El señor Josep Antoni Duran i Lleida, presidente de Unión Democrática de Cataluña, ha jugado un papel lo suficiente destacado para estar presente en todo el devenir de la política tanto en el ámbito catalán como en el de toda España en su conjunto. Posición intermedia de largo recorrido, que ya surgió en la fundación de la propuesta demócrata-cristiana al no confluir con la homóloga nacional y fragmentar el espacio electoral; prefirió acercarse a Convergencia, aunque de corte más socialdemócrata, con el afán de recoger los efluvios del nacionalismo y así tender según el momento la mano a lo catalán o a lo español, colaborando a la tergiversación de los dos términos como si fueran contrapuestos.

Se le ha identificado con el papel de mediador o moderador, bien representado en el Parlamento mientras en la Comunidad catalana ha seguido las tésis a la carta del independentismo, disfrazado de “Normalización de lo catalán”. En esa larga travesia su fuerza política ha llenado bien la caja fuerte, colaborando en extender la corrupción hasta límites insospechados… sólo basta con revisar los informes judiciales y los editoriales de los periódicos. Su expedita intervención en los plenos del Congreso de los Diputados, catapultaba su bondadosa imagen con sonrisa infantil incluida, ante la pasmada semblanza de los representantes de los partidos alternativos de gobierno, PSOE y PP, que sin sentido de responsabilidad vaciaban el Estado de sus competencias en Educación, en Sanidad y en Justicia para regalárselas al señor Pujol , un político con gran sentido de Estado según manifestó cierta opinión pública.

Dos momentos álgidos de la constante carrera política del diputado Duran, son la manifestación del 11 de Septiembre de hace dos años, inicio de la aparatosa campaña independentista del presidente de la Generalidad, a la que el político señalado asistió a pesar de haber sufrido un percance de movilidad en su extremidad inferior, sin sentirse incómodo frente a las esteladas enarboladas ni tampoco por escuchar gritos de independencia, y el otro instante culminante fue la decisión de romper la coalición CiU después de muchos años de compartir proyectos, pero cabe la posibilidad de que la tensa situación política le haya forzado a salvaguardar, según su ideología conservadora, los privilegios obtenidos del Estado Español, por si la apuesta secesionista no llegase a buen puerto. Insiste con falacias en que su partido es la única vía de diálogo para llegar a acuerdos con el gobierno e intentar paliar la deriva rupturista.

Cabe preguntarse qué hacía cuando se implantó un anticonstitucional plan de inmersión lingüística en las escuelas catalanas, cuando los padres conseguían sentencias favorables del Tribunal Superior de Justicia ante sus demandas de elegir la lengua vehicular y no se cumplían, cuando se penalizaba a los comerciantes por rotular sólo en  castellano, cuando los letreros informativos se imprimían únicamente en catalán, cuando se impuso el requisito del conocimiento del catalán con nivel incluido, para acceder a un puesto de trabajo público, aunque el futuro empleado no necesitase en el ejercicio de su labor mostrar su erudición lingüística, cuando sus compañeros de escaño lanzaban soflamas identitarias, cuando se argumentaba con el “España nos roba“, cuando en las olimpiadas de Barcelona el hijo de Pujol extendía una pancarta con el lema “Cataluña no es España” y qué hizo en el 9N. Escondido detrás de la formación del señor Artur Mas. Al llegar el momento en el que se requería un nuevo golpe de efecto, sin perder tiempo, reunido en asamblea de partido entre sonrisas y aplausos ha manifestado… -convenía a Cataluña, a España y a Europa que a su formación le fuera bien en las próximas elecciones autonómicas por depender de ella en gran medida, alcanzar una solución política-; lo dijo sin vergüenza, sin rubor, con un cinismo inapropiado para un representante de la soberanía nacional.

Desde su despacho es posible que haga balance de los éxitos alcanzados: en primera línea, muchos años de parlamentarismo español con habitación en un importante hotel de la capital, en la que reponía las fuerzas mermadas por la defensa de la causa constitucionalista con tinte mercantil, también encontrará en esa amplia lista responsabilidades como representante de España a nivel internacional, que por cierto engrosaba su cuenta bancaria y proyectaba su nombre e imagen, cuando a otros parlamentarios de mayor preparación y lealtad no se les había ofrecido… Y paralelamente a esas onerosas cargas , líder de la “moderada” corriente catalanista que a trancas y barrancas iba manteniendo sus componentes en lugares claves del escenario catalán; un líder vacío de principios, que lo único que le ha interesado es atraer la atención hacía él y su “capillita” olvidándose del expolio de derechos y libertades que se ha venido ejerciendo sobre gran parte de los ciudadanos catalanes. Ha estado ausente en todos los espacios en los que se sufría implacablemente el azote nacionalista pero no se ha perdido ningún momento de apoteosis identitaria, siempre en primera línea para que quedase clara su apuesta catalanista-nacionalista-secesionista.

No toda su proyección es debida a su hábil estrategia , hay que destacar sin querer quitarle ni un ápice a su mente privilegiada, la colaboración consciente o sin intención alguna, de unos políticos irresponsables, de periódicos y medios audiovisuales que no denunciaron la deriva del líder demócrata-cristiano, y en momentos convulsos por presión de los nacionalistas o por la gobernabilidad, lo identificaron con la cara agradable del nacionalismo. En ese ambiente mediatizado la cúpula directiva del PP catalán desde sus orígenes, excluido el periodo dirigido por Alejo Vidal-Quadras, siempre ha estado abogando por confraternizar con dicha formación, lo que le ha mantenido en esa indefinición negativa para un partido que dice a nivel nacional defender la legalidad constitucional, basta con repasar el origen de algunos de sus responsables que han sabido con astucia hacer el trasvase de las siglas o si se quiere, constatar la poca relevancia del PP en la política catalana.

Por todo ello y para enmendar los muchos errores cometidos, se requiere aislar los engañosos comportamientos que han adormecido la acción política y social, cuyo más destacado ejemplo es el diputado Duran i Lleida. Ese trasiego, en el caso de que se produzca, sería efectivo y regenerador si desde el primer momento se reconoce públicamente el anterior compromiso colocándose después a la cola de los frentes defensores de la legalidad, sin protagonismo, con humildad y lealtad a la causa democrática. La sociedad está obligada a exigir valores a los que se prestan a ocupar un puesto en el ámbito público y a penalizar la costumbre de algunos de saber estar siempre a cualquier precio, en la vanguardia de lo que es de cuño ganador, que equivale a huir de un posicionamiento en cuanto aparezcan síntomas de riesgo y a incorporarse a otra ofensiva, en ocasiones colocada en las antípodas de la anterior, pero casualmente también de cuño ganador.

Se empieza a hablar de la necesidad de reformar la Constitución e incluso el señor Rajoy se ha apuntado a la tarea salvadora, pero hay que tener en cuenta si para hacerlo, se requerirá la aprobación de los ciudadanos o se seguirá el procedimiento usado ya en ocasiones anteriores, a espaldas de la soberanía nacional, ahora con la única intención de ceder ante un movimiento nacionalista-independentista impregnado de un ADN clasista… Cuando en paralelo se nutre a toda la plataforma separatista  de subvenciones públicas: infinidad de asociaciones repartidas a lo largo de Cataluña e incluso con presencia en otras comunidades bajo el lema “Països Catalans”, las muchas televisiones y cadenas de radio, las continuas campañas con eslóganes rupturistas, el número importante de funcionarios militantes de la causa y para más delirio las sedes en el extranjero con la intención de demoler la presencia de España en el mundo, pero todo con la colaboración del diputado Duran. que ahora con sibilino movimiento pretende dejar la simiente en otro espacio y hacer que fructifique, con la prolongación del problema.

El epitafio de esta anomalía es que todo ese proceso, creado, nutrido y extendido por el interés de una minoría está sufragado y sufrido por todos los españoles. En este instante cabe no pasar de la política, no mirar de soslayo a otro lado sino encarar el problema con valentía y dejar al descubierto a todo aquel o a quienes no han actuado con la altura de miras que nuestro sistema democrático requiere.

Ana María Torrijos

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