noviembre 24th, 2018 by lasvoces
Redacción [Ana Maria Torrijos] – Algunas profesiones que se ejercen durante toda la vida laboral, durante muchos años, dejan un hálito, una huella imborrable en el comportamiento social, lo mece, le afecta, por decirlo con más sencillez. Barcelona (España), sábado 24 de noviembre de 2018. Fotografía: CATALUÑA (ESPAÑA), AÑO 2017. Vista d ela ultraizquierda, con aire de pacífico demócratas, manifestándose junto a los golpistas en las calles de Cataluña sin ninguna contra-protesta para impedirles manifestarse en Cataluña. Efe
Por eso el docente que desempeña su trabajo ante los ojos de unos adolescentes que le observan y escuchan sus palabras con atención, debe esmerarse en el discurso, cuidar las formas y sobre todo la veracidad del contenido de su exposición, sin latiguillos ideológicos para facilitar el desarrollo intelectual del alumno, para que este joven pueda recomponer la información y sacar conclusiones que le permitan avanzar en sus conocimientos académicos.
Nuestro sistema Parlamentario liberal que es el mejor que existe para las relaciones personales y sociales, requiere un entorno adecuado, en donde estén presentes los valores que permitan su funcionamiento: Honradez, Respeto al otro, cumplir los Compromisos firmados, los Acuerdos, la Palabra dada, aceptar la Autoridad en la vida pública, en la vida laboral y en la familiar, saber lo que es la obediencia, respetar la Convivencia, primar la solidaridad y acatar la Ley, el Marco Legal que rige las instituciones… por mencionar algunos de esos principios de base.
Si esos acuerdos se rompen no puede funcionar la sociedad dentro de un marco de libertades, pues son los extremistas totalitarios los que en un ambiente de desorden se hacen con el control de los órganos de poder y de ahí el desmoronamiento del modelo parlamentario. Esos valores mencionados no están impresos en la persona por el simple hecho de serlo, no se nace con ellos, son el fruto de un aprendizaje civilizador, se han de impartir, se han de aprender desde la más tierna infancia. Los anclajes que conducen tales enseñanzas son la familia, la escuela y los medios de comunicación.
Nos hemos acostumbrado a imágenes delirantes de jóvenes en manifestación, con pancartas y eslóganes violentos, cargados de odio, inapropiados. La mayor parte de ellos son ajenos a lo que hacen referencia con sus gritos, sea por falta de documentación o por su inmadurez. Bajo las directrices de ciertos profesores, no se vacían las aulas para exigir la mejora de la calidad en la enseñanza o recuperar las asignaturas que más desarrollo intelectual puedan aportar, sólo se quedan sin alumnos esos centros para gritar en la calle las clásicas frases politizadas, extremistas, y hasta a veces ofensivas. Muchachas, adolescentes con el único interés de exhibir sus pechos desnudos y vociferar a todo pulmón las tesis animalistas, las feministas o las defendidas por el ecologismo, nos inquietan. La familia está perdiendo su fundamental papel educador dentro de la sociedad, su espacio empieza a estar ocupado por la tecnología, el móvil, la tablet, la televisión, los videojuegos, que no son más que distorsionadores de la realidad en muchas ocasiones y no transmiten los valores propios de una comunidad madura.
Hemos caído en manos de grupos dedicados a crear crispación, a movilizar los sentimientos, los instintos más primarios; no se busca la racionalidad, la reflexión, las decisiones mesuradas.
Ahora se atiza una falsa bondad hacia cualquier tema o individuo que no lo merece. Se es benévolo con los pederastas, se les saca de la carcel por interés político, se les reduce la pena por tener derecho a la reinserción y nadie se acuerda de los derechos del niño a poder borrar la aberración que se ha ejercido sobre su inocencia. Se jalea a una hostilidad desaforada contra las fuerzas del orden o contra cualquier otra autoridad y en frente se anima a una comprensión desmesurada para los que ejercen su fuerza delictiva, ladrones o grupos violentos.
En el Congreso de los diputados desde ya hace unos años se ha puesto en práctica toda esa moda traída y potenciada por los populismos dictatoriales, se ha consentido, se rompen las pautas que deberían regir en ese foro, se pierde el lenguaje correcto y se le vacía de la ética obligada, hasta se llega a borrar de las actas los insultos para no dar a venideras generaciones una mala imagen de la etapa democrática. Una falsa moral resucitada por la presidenta de la cámara del Congreso que rompe y adultera lo ocurrido. La democracia es la garantía de la búsqueda de la claridad, de los hechos tal cual han sucedido, del relato de la verdad y ahí entra el tercer anclaje que debe transmitir los valores, el periodismo, el llamado cuarto poder. Es el que deposita o debería hacerlo, el relato de los hechos y de las opiniones. Es el que nos debería permitir recibir información veraz, sin apaños, sin ardides, sin peajes al poder político, sin falsos titulares. Pero las subvenciones repartidas con profusión, hace algo pedregoso este medio tan importante. Cualquier anomalía en el ámbito social debe ser comunicada con la mayor fidelidad e independencia posible.
El deteriorado panorama actual es el que está privando a la sociedad de los principios imprescindibles para que la democracia liberal parlamentaria pueda funcionar con estabilidad.
No podemos dejar de lado la imprescindible revisión de lo que cuestiona o descarta los valores inherentes a la convivencia.
Ana María Torrijos
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noviembre 12th, 2018 by lasvoces
Redacción [Ana María Torrijos] – (…) No cabe esa trivial postura en partidos con el compromiso de gobernar dentro de la ley. Sólo es posible en organizaciones nacidas para destruir el sistema actual, sean doctrinarias de izquierda o nacionalistas secesionistas. Estas tendencias extremistas no nacen de la nada, todo lo contrario surgen de las aulas y de los medios de comunicación. Ahí está el germen del poder para destruir el Estado (…). La libertad y la democracia pueden existir si las instituciones las garantizan y si se respeta la ley. El permitir la arbitrariedad de no cumplir esta sagrada afirmación, los derechos de todos los ciudadanos estarían amenazados. Barcelona (España), lunes 12 de noviembre de 2018. Fotografía: CONGRESO D ELOS DIPUTADOS 8MADRID) ESPAÑA, 01.03.2016. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez durante su intervención en la cámara baja española. Efe
Esta sentencia ha de estar presente en cada uno de los lugares en los que actua un miembro de la sociedad, cualquier individuo, un responsable de la vida pública, un relator de los acontecimientos diarios, un docente, un profesional de la banca, todo el que forme parte del colectivo nacional. La democracia no está en exclusiva en manos de los que ocupan cargos en los distintos órganos políticos, el resto de los ciudadanos están también obligados a potenciar y acatar los resortes constitucionales. A estas alturas del devenir democrático una erosión continuada se extiende en el entramado de los tres poderes del Estado. Es notorio lo que está ocurriendo y es difícil negarlo. Se necesita profundizar en la independencia del poder judicial, del legislativo y del ejecutivo. El sistema está viciado, clama una modificación, un cambio.
El poder judicial, en entredicho en los últimos acontecimientos, con errores que han podido minar su credibilidad, debe predisponerse a asumir una elección democrática de sus órganos. Puestos de libre elección, sin interferencia de la clase política.
El poder legislativo no puede estar amordazado, cada uno de su miembros tiene que ser libre en el momento de votar, se requiere que al posicionarse en los debates, no esté obligado a seguir sin replica alguna las ordenes del partido. Listas abiertas, no realizadas por la cúpula de la organización, es la regla a seguir y facilitaría que cada diputado, cada concejal, cada senador respondiera ante los electores y se sintiese obligado a aproximarse a ellos, a pisar la calle, visitar los barrios y compartir el vivir diario.
El poder ejecutivo, tanto el nacional como el de las comunidades autónomas, deben ser responsables del juramento hecho ante la Constitución y no con el latiguillo que algunos emplean “por imperativo legal”. Desde ese privilegiado puesto que los votos les han dado, no han de saltarse las pautas que requiere cualquier decisión. El sufragio de los ciudadanos que creen en la convivencia y en la legalidad, no puede ser adulterado por unos piratas, por unos corsarios que asaltan con violencia las instituciones y la vida tranquila de la ciudadanía.
La situación quebradiza de la Nación Española es muy delicada, muy tensa, provocada por el ruin comportamiento de muchos trepadores, extremistas y traidores a los principios de la democracia.
¿Qué tiene que suceder para que nos percatemos de que se quiere dinamitar las Instituciones?
Aunque lo peor es que se pretende dilapidar todo el esfuerzo que durante tantos años los españoles han realizado en sus trabajos, en sus vidas privadas, en las escuelas donde matriculan a sus hijos. No cabe esa trivial postura en partidos con el compromiso de gobernar dentro de la ley. Sólo es posible en organizaciones nacidas para destruir el sistema actual, sean doctrinarias de izquierda o nacionalistas secesionistas. Estas tendencias extremistas no nacen de la nada, todo lo contrario surgen de las aulas y de los medios de comunicación. Ahí está el germen del poder para destruir el Estado.
Estamos confundiendo la libertad de cátedra con el bochornoso atropello de la dignidad de un niño, la libertad de expresión con el destructivo sermón de las múltiples “capillitas” montadas en radios, televisiones e informativos periodísticos. Capillitas mantenidas con dinero público y eso es lo más delirante, el dinero salido del esfuerzo de los ciudadanos, que en vez de ser destinado a los servicios sociales básicos, se invierten en medidas demagógicas injustas o en propaganda para difundir mini naciones inexistentes; naciones diseñadas desde los despachos de familias políticas depredadoras de todos los valores, con el único propósito de engrosar su patrimonio; rapiñas groseras asentadas en los puestos del poder, y lo más peligroso, dispuestas a lanzar el montaje de unos estados totalitarios o doctrinarios, aderezados con la teoría estalinista o identitaria.
El despotismo, abuso de poder, de fuerza hacia los demás, se está asentando. El señor Pedro Sánchez en los pocos meses de gobernabilidad, de una manera desaforada ha hecho uso del decreto-ley que está recogido en la Constitución “en caso de extraordinaria y urgente necesidad… y que no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado”. Si asumimos en profundidad el redactado, cuestionaríamos la última decisión tomada a primeras horas de la mañana, a micrófono abierto, ante la sentencia del Tribunal Supremo sobre el pago del impuesto hipotecario a elevarlo a escritura pública. Pero también es sorprendente que al capitanear el voto de censura contra el señor Rajoy, lo hiciera con la intención de convocar elecciones lo más rápido posible y ahora ya no sólo no lo hace sino que está preparando una reforma educativa. Un plan de estudios serio, de calidad y duradero requiere tomar un tiempo prudencial de consultas con los cuerpos docentes, con las fuerzas políticas constitucionalistas, con los colegios profesionales, además de otras premisas muy necesarias. Pero este enfoque que nos vaticinan, se ceba en contra de la libertad de los padres para elegir el tipo de colegio que desean para sus hijos, en relegar la religión o la ética, en ampliar el contenido del estudio de la memoria histórica, aberrante en su mismo nombre y hasta se llega a deslizar la posibilidad de conseguir el título de bachillerato sin el aprobado de todas las asignaturas.
En el periodo democrático la educación ha sufrido demasiadas reformas y concretamente en la primera legislatura de un gobierno socialista, empezó una deriva a la mediocridad. Primó tener menos jóvenes en espera de trabajo porque podía traer conflictos si con sus políticas económicas no se lograba crear los necesarios puestos laborales, y en su lugar se les ofreció un plan educativo de baja calidad que no primaba el esfuerzo y la valía, dirigido casi en exclusiva al bachillerato y a la universidad, olvidando una buena reforma atrayente y enfocada a los estudios profesionales, que es lo que hay en todos los paises desarrollados.
Despotismo desde el Ejecutivo y de ahí un paso a sellar la libertad democrática.
Ana María Torrijos
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octubre 30th, 2018 by lasvoces
Redacción (Ana Maria Torrijos) – Se ha instalado en ciertos sectores de opinión, la nefasta estrategia de modelar el criterio de los ciudadanos a través de un método maléfico: Hacer de una noticia falsa una veraz, basta con repetirla una y otra vez con tesón. El repiqueteo surte efecto. Un doctrinario como Torras es un demócrata, un golpe de Estado es el derecho a la autodeterminación de los pueblos, un desfalco es un quedarse algo que existe pero “el dinero público no es de nadie” y así infinidad de ejemplos. Barcelona (España), martes 30 de octubre de 2018. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), PRIMAVERA Y VERANO 2018. Lazos amarillos del independentismo en el parque de la Ciutadella de Barcelona. Los independentista tiñen de amarillo los espacios públicos en Cataluña en defensa de us golpe de estado del 1-O y para reclamar la libertad delos presos líderes del proceso secesionista en prisiones catalanas. Efe
En este punto es obligado asumir que si se quiere hacer noticiable una buena propuesta, se la debe dar a conocer y con cierta periodicidad, sin descanso; insistir en el que es el marco político integro, el imprescindible. Pedagogía honesta con una meta loable.
El sistema democrático liberal está presente en las naciones donde se goza de mayor bienestar y confluyen diversos proyectos de vida. Un modelo de equilibrios de poderes dentro del marco legal, ofrecido por una Constitución que cada país ha redactado y con posteridad ha sido refrendada por la ciudadanía.
Toda conquista de esa índole es el resultado de una madurez y reflexión en la búsqueda de un ideal: la Libertad. Pero esa libertad no podría ser si la igualdad ante las leyes no alcanzase a todos. De ahí que se prime el mérito personal y no la clase social. Si estamos en ese espacio de países privilegiados, es porque lo hemos decidido y acatado en 1978.
En estos momentos la realidad diaria nos contradice. Los hechos se amontonan y son incuestionables, ponen ante el espejo el deterioro sufrido por nuestro modelo político-social.
El Presidente del Ejecutivo, salido de una moción de censura, no está legitimado por los ciudadanos, no es miembro del Congreso de los diputados, aunque sea legal su nombramiento. El equipo ministerial, cargado de irregularidades y hasta de acciones fraudulentas. Los presupuestos no apoyados por los votos del Parlamento, han sido presentados a los órganos europeos. Tomas de decisión vacilantes, matizadas, enmendadas. Errores garrafales de protocolo en el plano nacional e internacional.
Aunque no queda aquí la farsa grotesca de la política. Una de las escenas más delirantes con el fin de pactar los presupuestos, se plasma en la visita de Pablo Iglesias, líder de la oposición más radical, al nacionalista Junqueras, en carcel preventiva por un delito de intento de golpe de Estado. El partido socialista a pocos pasos de caer en una situación de lo más vejatorio, seguir con el apoyo chantajista de fuerzas políticas contrarias a la normalidad democrática. El modelo constitucional está en peligro pues el gobierno de la Generalidad, representante del Estado en Cataluña, no lo respeta, se burla de él y pone a toda la ciudadanía española en una inseguridad flagrante.
No existiría tal preocupación si nos hubiéramos concienciado de que vivir en democracia requería una participación clara de los ciudadanos y saber que depende de ellos el buen funcionamiento del sistema. Es obligado que haya claridad y transparencia en todas y cada una de las decisiones políticas, de las leyes redactadas, de las consecuencias de los pronunciamientos de los diputados, de los concejales, de todo aquel que está inmerso en la acción política.
El engaño, la mentira ha sido el medio que muchos políticos han empleado para sortear situaciones complicadas, para tapar sus chanchullos económicos y obscenos. Esta forma de actuar no perdonable en otros paises o por lo menos intentan rechazarla, entre nosotros campea sin consecuencias en la mayoría de los casos. Hasta se llega a tomar una decisión que al día siguiente se sustituye por otra contraria sin efectos punibles, ni dimisión alguna. No se ha evolucionado, siguen lanzando frases caducas, propias de siglos pasados, esquemas trasnochados. El único propósito del Ejecutivo es crear impuestos, dirigir nuestras vidas y al tener el poder multiplicado por diecisiete, la asfixia se hace insoportable y se llega a tal extremo que hasta en Navarra, se atreven a planificar un programa educativo de juegos eróticos como herramienta didáctica para niños de 0 a 6 años.
Libertad, palabra desconocida por muchos, es el antídoto para nuestro maltrecho modelo político. Libertad para poder lanzar críticas al gobierno en sus errores y no ser golpeado por ello con calificativos incendiarios. Libertad para poder destinar nuestro ahorro sin la confiscación del político, para elegir los valores que creamos buenos en vista del desarrollo de nuestros hijos. Libertad para decir NO a un intento de adoctrinamiento y manipulación continua.
No podemos estar esclavizados por los que deciden cómo gastar el dinero de nuestros impuestos, tenemos que saber a qué lo destinan, y cómo lo utilizan. Y sobre todo hemos de ser libres en el momento de enjuiciar la gobernabilidad de los que han jurado o prometido la defensa del régimen constitucional.
Ante el riesgo inmediato de enmascarar delitos de alta traición y de violencia terrorista, debemos apoyar a los que respetan la ley ejerciendo sus funciones con honestidad, desde responsables de la información, jueces, servidores públicos y todo aquel ciudadano que desee vivir en democracia con la ley de referencia.
La oposició con representación en las Cortes está obligada a unir esfuerzos para montar una barrera frente a la erosión constante de los poderes del Estado. El ejecutivo está siendo dañado por el ansia de poder del que teniendo procedimientos previstos por la legislación, recurre a retorcer el camino que le lleva a la Moncloa y desde la tribuna del Congreso lanza dardos envenenados al Supremo; el legislativo dirigido por la ineficacia del presidente de la cámara, permite soflamas contrarias a la Constitución; el judicial al ser dejado en entredicho recibe presiones evidentes desde los poderes políticos.
El individuo es el que puede sacar a la sociedad del sopor y en ese espacio de libertad por conquistar, lanzarse al encuentro de los que como él están comprometidos. Sólo el individuo puede observar, pensar, valorar y con calma animarse a realizar lo mejor para el conjunto de los ciudadanos. Él frustra el empeño de los partidos de aborregar, conducir y someter al “pueblo” o la “gente” que dice Podemos. Nunca se debe perder ese Yo. Basta con profundizar en las ideologías que conforman las fuerzas políticas para comprenderlo: el Nacionalismo pregona la identidad, una identidad sacada de la tierra o del lugar donde se nace, él te da esos derechos que te distinguen de los demás. Una tierra que arrastra una cultura, una forma de ser, una lengua, un paraiso, el de los elegidos; el Socialismo se afianza en el hecho de que en la sociedad hay unos y otros, unos ricos y otros pobres o digamos obreros, hoy llamados trabajadores. Siempre tiene que buscar el enfrentamiento entre bloques, clases sociales, con añadidos nuevos, el feminismo, hombres y mujeres, la propuesta de género; los Populismos aglutinando masas, fervor, sentimientos.
Esta breve valoración muestra la necesidad de los individuos, de las personas. La libertad que rompe el pensamiento único, que facilita los incentivos, que valora la calidad, el esfuerzo, la excelencia y estimula a conquistar el futuro. Conseguir una sociedad sin borrar a cada uno de sus miembros es enriquecerla, animarla al desarrollo y a la convivencia.
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septiembre 5th, 2018 by lasvoces
Redacción (Ana María Torrijos) – En ocasiones es conveniente interrumpir lo que ocupa nuestro tiempo libre. Pararse a meditar sobre algo acontecido que a primera vista no se le dió importancia, no por no tenerla sino porque la presión de lo que estábamos haciendo nos precipitaba a seguir adelante. Ofrecerse a esa reflexión posterior es lo más serio y responsable que se debe hacer. Tarea que se rehúye por si el balance extraído de esos escasos minutos dedicados a racionalizar hechos, frases, gestos y hasta silencios, pueda ser muy sangrante. Barcelona (España), miércoles 5 de septiembre de 2018. Fotografía: BRUSELAS (BÉLGICA), JULIO DE 2018. El presidente independentista Quim Torra, un xenófobo, durante su discurso para arropar al huido Puigdemont devuelta a Bruselas, tras la retirada de la euroorden contra él. Efe
Ahora bien, si no lo hiciéramos por esa reacción pusilánime, todo nuestro mundo de desarrollo cultural se vendría abajo. No se puede vivir sin valorar lo que emprendemos o dejamos de emprender, iríamos a tientas. Si los animales de compañía comparten nuestras casas y aprenden a actuar, qué no haremos nosotros con un cerebro de mayor capacidad.
Entonces ¿Por qué estamos hipnotizados por una espiral de “buenismo”, de lo “políticamente correcto”? Falsos conceptos instalados entre nosotros por quienes pretenden conducirnos como autómatas, incapaces de valorar lo acertado, lo justo o sus contrarios. Lo que se entiende por esas expresiones sólo lo dictan los gurús, una generación de políticos, que nos quieren atrincherar entorno a una pesada losa funeraria, cuando lo que ahora interesa y conviene es trazar proyectos de futuro.
El espacio de acción que con un gesto, digamos de generosidad, se ha cedido a los ciudadanos, está tan manipulado que distorsiona la realidad e impide sacar sabias moralejas. “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” (Artículo 1.2 del Titulo Preliminar de la Constitución), ahora hasta la señora político de turno nos la ha negado al argumentar que reside en el Congreso de los Diputados y no matizar – por delegación de los ciudadanos -, y lo más sorprendente es que por intereses partidistas lo ha manifestado para quitar presencia y capacidad de veto al Senado, Cámara de representación territorial, elegida igualmente por los ciudadanos; ambas cámaras son piezas fundamentales para legislar y controlar al otro poder del Estado, el Gobierno. Poco podemos esperar de estos imberbes políticos, cuando hasta les falla el conocimiento de la Carta Magna si es que alguna vez se han esforzado en leerla o por lo contrario, con habilidad dañina retuercen el lenguaje para alterar la realidad.
Ante estas ausencias de calidad democrática se impone un profundo silencio, el asfixiante “buenismo” que obliga a renunciar a tomar parte en significarse, anonimato que no responsabiliza pero hace mucho daño a la libertad. Cuestionar la llegada incontrolada de emigrantes a nuestras fronteras con el deterioro consiguiente del orden público y la falta del respeto a la ley, pone en entredicho al “osado” que se atreva a indicarlo. Considerar necesario la convivencia de la enseñanza y sanidad pública con la privada, convierte al que lo expone en el centro de la diana de los improperios más feroces y tampoco quedan atrás los ataques cuando se defiende la propiedad privada frente a los okupas.
En Democracia la pluralidad es lo propio y eso implica la diferencia en planteamientos y en posibles alternativas. A estas alturas de nuestra andadura democrática, en los debates públicos imperan las consignas propias de procesos revolucionarios, y quien las redacta es la extrema izquierda populista. En esas consignas todo lo que no se ajusta a los planteamientos comunistas, es denominado “fascista” pero lo más grave es que nadie es capaz de estructurar una réplica firme para dejar claro que entre ambas ideologías totalitarias, existe un amplio espacio de posicionamientos, éstos plenamente democráticos. La ley de la memoria histórica para un sociedad, que había superado una guerra civil y el periodo de transición de un Estado autoritario a uno parlamentario, ha supuesto una vuelta al enfrentamiento y lo peor a un revisionismo de la historia. Y el “buenismo” sigue creando un vacío de opinión que socava de raíz la Libertad.
Sin minusvalorar otras carencias, lo más grave que está acechando en estos instantes a España es la puesta a juicio de su existencia como país y la desestabilización de su modelo político. Un golpe de Estado, una locura desenfrenada de individuos carentes de principios democráticos, años incubando el nacionalismo, está retando a las instituciones y poniendo en peligro la convivencia, el respeto de la ley. Y en frente ni hubo antes gobierno con el señor Rajoy ni lo hay ahora con el señor Pedro Sánchez. Buscar la causa de esta inanición plantea un interrogante: Intereses partidistas o el “buenismo” imperante.
Lo más paradójico es observar a los que también desde la trinchera y compañeros del nacionalismo en la demolición del Estado, con desenfrenados ataques a todos los valores religiosos cristianos, asaltando capillas, tildando con desprecio a la jerarquía eclesiástica, quieran ser ellos los que arropen a los desheredados y se den a sí mismos medallas de misericordia. Los tildados honestos y demócratas por el talante “buenista” , avasallando unidos los derechos individuales, atropellando la ley, retando los principios democráticos preparan la mecha explosiva que haga estallar el marco constitucional. No sería preocupante si el gobierno tuviera claro la aplicación de la ley, pero la versiones engañosas, el juego del lenguaje, vaciado de su significado o mejor dicho pervertido paso a paso, ha hecho creer que en política no tiene espacio la acción judicial.
No se cumple ni se hace cumplir la ley, la democracia es negada y los ciudadanos son abandonados en las comunidades que están lideradas por el nacionalismo, un nacionalismo en franco reto al Estado de Derecho. Proliferan los conatos sociales a medida que la impunidad se consiente.
¿Qué es lo que hace que ningún líder político, los llamados constitucionalistas, clame en serio por el respeto de la ley?
No hay que esperar mucho para obtener una respuesta. Los datos, hechos y demás atropellos a las normas, nos dan la respuesta —el mutismo frente a la inculcación de los derechos individuales—, un mutismo interesado que nos empuja por el tobogán del enfrentamiento social.
El diálogo, el consenso no tiene cabida a estas alturas del proceso. Dejemos a un lado esas palabras huecas, cargadas del “buenismo” al uso y pidamos la aplicación de la ley y tener al frente de las Instituciones a políticos, simplemente políticos con la grandeza del término.
Ana María Torrijos
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