febrero 3rd, 2018 by lasvoces
Readacción (Custodio Ballester) – Tiempo hubo en que la barrera entre el lícito sexual y el ilícito sexual era meridiana. Es que el sexo, igual que en la naturaleza (¡vaya rareza!) era reproductivo. Y en virtud de esa característica, era sagrado. Sí, era un sacramento social, igual que es un sacramento natural. El sexo era tan determinista como la vista o el tacto o los pies. No quedaba en el ámbito del albedrío determinar cuál había de ser el uso de los ojos o de los pies. Ni el del sexo. Cada cosa era para lo que era. Castellón de la Plana (Comunidad Valenciana) España, sábado 3 de febrero de 2018. Fotografía: MADRID (ESPAÑA), 26.3.2016. Sergi Santos, doctor en Nanotecnología, primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual. Científico pone “cerebro” a una muñeca sexual y dice que no deshumaniza a mujeres. El doctor en Nanotecnología, ingeniero en Electrónica y experto en Computación, Sergi Santos, que ha sido el primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual realista que ha creado controversia, defiende, en una entrevista con Efe, que su innovación “no deshumaniza a las mujeres”. “El mercado del sexo mueve mucho dinero, y encontré que estas muñecas tenían un cuerpo perfecto, en el que hay arte y tecnología”, explica. Incorporó un aparato con algoritmos de inteligencia artificial en una de ellas, un prototipo al que ha bautizado como Samantha, una muñeca hecha de material elastómero termoplástico que tiene tres modos: el familiar, el romántico y el sexual; y le instaló unos sensores para que “sea inteligente y sepa responder a cómo la estás tratando”.Efe
Por eso, porque el sexo era para la reproducción, era sagrado. Porque la práctica sexual podía conducir a la mujer a la maternidad, estaba sometida a regulación y a restricciones rigurosísimas. Porque la maternidad era sagrada y porque el hijo era sagrado, la mujer lo era también. La mujer era tratada como sagrada: era inviolable, bajo pena de muerte. La ley de Moisés (y la mayoría de las antiguas leyes de los pueblos civilizados) castigaba la violación con la muerte. Y castigaba también con la muerte (por lapidación) a la mujer que pusiera en riesgo consintiéndolo, la sacralidad de su vientre. El sexo era para la vida. Hasta el sexo de la mujer esclava era para la vida. Eso es lo que explica que exista una moral sexual en todas las civilizaciones: absolutamente en todas.
¿Que hoy somos capaces de separar tan absolutamente el sexo de la reproducción, y que nos han educado para que no nos duela en absoluto desembarazarnos de los embarazos, es decir de la criatura que se está formando en el vientre de la mujer? Pero eso no le sale gratis a la colectividad. De momento ya tenemos resuelto en todo el mundo desarrollado el principio legal de la eliminación de viejos y enfermos mediante la eutanasia que, como el aborto, se irá ampliando y generalizando (¡es el progreso!). Manga cada vez más ancha para la eliminación de los que estorban. Simultáneamente se está legislando en la línea de convertir a los animales en sujetos de derecho. No está mal, porque así algún día les llegarán a los niños no nacidos (algunos muy creciditos) iguales derechos que a los animales y será obligatorio primero, motivar su eliminación; y además, administrarles un anestesiante para poder matarlos humanitariamente.
Y como no paran de crecer los daños colaterales de ese bien tan inmenso e irrenunciable de la liberación sexual de la mujer, resulta que se ha abierto la veda de la crítica y la pulverización del invento. Un invento que ha desbaratado cosas que parece que estaban funcionando y ahora ya no funcionan. Una sociedad que se ha propuesto pegarle un buen tajo a la reproducción, está sintiendo ya las dentelladas de la fiera desatada: como si fuese posible poner patas arriba el sistema reproductivo, que casualmente se asienta en el sexo, sin que tuviéramos que pagar por ello un alto precio.
La sociedad ha aprendido a sentirse cómoda y a tener muy buena conciencia con todo el sistema anticonceptivo, en su inmensa mayor parte a costa de la salud de la mujer, para convertir en ilimitada su disponibilidad sexual: llevada hasta la servidumbre por un extremo y hasta el desmadre por otro. Nuestra sociedad ha aprendido a sentirse hasta virtuosa con la inclusión del aborto como redondeo del sistema anticonceptivo. Es el gran regalo de la sociedad moderna a la mujer moderna. Y como es ella la que mayoritariamente carga con los ancianos y los enfermos, la sociedad le ha regalado también la eutanasia. Sí, es la más beneficiada de ese gran avance social. He ahí las grandes ventajas sociales del feminismo.
Y todo para ampliar su disponibilidad sexual. ¿Habrá que recortar esa disponibilidad sólo porque alguna vez le sienta mal que dispongan de ella forzando poco o mucho su consentimiento o su resignación? Eso jamás: porque pondría en evidencia cuantísimo de ese voluntarismo sexual de la mujer no es más que resignación y fatalismo. Si todas las mujeres tuvieran que denunciar el sexo más o menos forzado, fruto de un acoso más o menos insistente, y si decidieran denunciar también el sexo resignado (consentido de mala gana), no habría tribunales suficientes para tanto juicio. Pero siendo ése su diseño sexual, ¿qué puede hacer la mujer para oponerse? La han educado para ser sexy, para ser deseada, para ser lanzada, para ofrecerse, para fingir que todo es maravilloso: es el rol que le corresponde a la mujer nueva en este mundo nuevo.
Y además subyace a todo esto un tremendo problema social de comprensión, que se ha hecho patente en los grandes juicios que se están instruyendo sobre abusos sexuales. En el desventurado caso de Diana Quer, un afamado periodista de una gran cadena llegó a escribir sobre los chicos que le gustaban a la víctima. ¿Y eso? Es que el público adicto a ese periodismo se recrea, ¡y mucho!, juzgando a la víctima de los abusos. Es que ese es un periodismo que tiene muchísimo gancho. La sociedad consumidora de programas de ese género está ávida por conocer al detalle cómo es que les pasa eso a algunas mujeres y las características y comportamientos especiales de las mujeres a las que les ocurren esas cosas. Y los periodistas lo saben. Por eso se recrean en examinar (o juzgar, vaya usted a saber) también a la víctima… Saben perfectamente que aunque de boquilla todos digan que haga lo que haga la mujer al final es intocable, sus oyentes piensan que si el cántaro no para de ir a la fuente, y no muy bien llevado sino incluso a rastras, tampoco es una enorme sorpresa que acabe rompiéndose.
Lo estamos viendo en La Manada, que es la que ha abierto la veda. Y ahora aparecen unos videos dicen que muy normales (es decir, de amplio consentimiento) de la menor que estuvo con los futbolistas, y encima resulta que ya no eran tres, sino cuatro. Y lo de las preferencias amorosas de la pobre Diana… Vamos, que el panorama está muy raro. Y los medios, que saben muy bien lo que se hacen (saben lo que da audiencia y dinero) se han instalado confortablemente en este registro. Está claro que el desmadre afecta no sólo a las conductas, sino también a las mentes, que no han acabado de entrar en la nueva filosofía sexual.
Y al final, reputados psiquiatras acabarán diciendo que los presuntos abusadores no son enfermos mentales sino que tienen trastocado su sistema de valores. ¡Pero si desde el poder político se ha trastocado ese sistema de valores por otro absolutamente pervertido! Se quejan de las consecuencias, pero nunca entrarán en sus causas: familias destruidas o nunca constituidas, anticoncepción y aborto subvencionado, pornografía insaciable al alcance de cualquiera. La destrucción de la virtud cristiana en la sociedad y el desprecio de los mandamientos de Dios, tiene siempre nefastas consecuencias…
A la vista de todo esto, se me hace presente el capítulo 7 de la primera carta de San Pablo a los Corintios: En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. Pero por causa de las fornicaciones, cada uno tenga su esposa, y cada una tenga su marido. El marido cumpla con la esposa el deber conyugal, y asimismo la esposa con el marido. Y sigue el apóstol escandalosamente claro: La esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa. Ni sexo forzado ni resignado: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en el ayuno y la oración; luego, volved a estar juntos, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra falta de dominio propio.
Y la pregunta pertinente es: ¿Acaso esta doctrina no resolvía los problemas de relación mejor que la actualmente en vigor? ¿Seguro que las doctrinas en que se educa hoy a la mujer, contribuyen a su seguridad y a su felicidad más que las que propone san Pablo? Rotundamente no, el yugo de Cristo (yugo al fin y al cabo) es infinitamente más ligero y suave (cf. Mateo 11,30) que la disponibilidad absoluta de una mujer forzada a ser objeto sexual de un varón que ve en cada mujer no una esposa o una madre, sino una muñeca hinchable para satisfacer unos deseos que, sin el freno de la moral cristiana, ya se han hecho irrefrenables.
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
Sacerdotes por la Vida
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mayo 13th, 2017 by Custodio Ballester Bielsa
Redacción: Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)-. Cuando Erdogán ganó el referéndum para la ampliación de sus poderes, el presidente francés se apresuró a formular públicamente (ante las cámaras de televisión) una súplica al reforzado presidente de Turquía. Le pedía por lo más sagrado, que no restaurara la pena de muerte, tal como había prometido en el programa y en la campaña. Hospitalet de Llobregat (Barcelona) España, sábado 13 de mayo de 2017. Fotografía: Acto de campaña electoral del candidato socialista (PSOE) a la presidencia de la República francesa, François Hollande, en el Bourget -una localidad y comuna de Francia ubicada en la región de Isla de Francia, departamento de Sena-San Denis, en el distrito de Bobigny-, el pasado 22 de enero de 2012. Hollande ganó más tarde las elecciones en la segunda vuelta contra el entonces presidente en funciones Nicolás Sarkozy, del PP francés. Archivo Efe.
Políticos “progresistas” que al tiempo que promueven leyes profundamente malvadas, necesitan hacer una gran exhibición de bondad
La visión de la hipocresía de Hollande me golpeó con fuerza. ¡Qué farsante! Políticos “progresistas” que al tiempo que promueven leyes profundamente malvadas, necesitan hacer una gran exhibición de bondad. Porque quieren que les percibamos como inclinados al bien de la humanidad, como gente de bien. Y para que veamos cuán profunda es su bondad y cuán dispuesta a arrostrar todos los inconvenientes que surjan por su causa, van y eligen una forma de bondad realmente difícil y evangélica: no devuelvas mal por mal. Al que hace el mal, aunque sea el más terrible de los males (asesinatos, violaciones, torturas), al peor de los criminales, trátalo con benignidad y con humanidad; ni se te ocurra castigarle con proporcionalidad al mal que ha causado a los demás. Porque él sea malo, ¿vas a dejar de ser bueno tú?
Lo verdaderamente evangélico, el no va más del amor al prójimo… ¡Ahí está la gran virtud de los progres!
Pues no, no dejarán ellos de ser buenos, inmensamente buenos. Exhibirán con orgullo la bandera del no a la pena de muerte, a pesar de lo inmensamente duro que resulta dejar de matar al que mata, tortura, viola y causa enormes daños a los ciudadanos que se han confiado a la protección del Estado. Y si son capaces de ejercer una bondad tan heroica, es que ciertamente su bondad no tiene límites. Y nos bombardearán con sus seráficas doctrinas para que salgamos enfervorizados a la calle a clamar contra la pena de muerte. Y contemplarán satisfechos de sí mismos, cómo nos han contagiado su bondad. Es que ser bueno con los buenos y con los inocentes, no tiene mérito (¡ni les vale la pena!, dicen ellos). Lo verdaderamente evangélico, el no va más del amor al prójimo, es ser lo más bueno posible con los más malvados. ¡Ahí está la gran virtud de los progres!
Pero estos redomados hipócritas que sostienen que no es lícito matar al que mata (sobre todo si mata a inocentes que no están en guerra con él), luego van y se dedican a matar a miles… Eso sí, a ser posible desde un avión o desde un lanzamisiles, sin despeinarse. Y si eso no es posible, desde un poderoso tanque. ¿Pero eso no es matar? ¿Acaso son peores los que matan en otros países, que los criminales cuyas vidas defienden en su país? No, no son peores, en absoluto. Pero les dan caza y los matan sin contemplaciones. ¿No es eso muchísimo peor que la pena de muerte? Al menos a ésta le precede un juicio y la posibilidad de defenderse; los que matan en la guerra en cambio, no tienen escapatoria.
Pero a casi nadie se le ocurre pensar estas cosas, porque de hecho está prohibido. Es lo que tienen la verdad oficial y el pensamiento único. Los periodistas y comentaristas de televisión y los tertulianos, se atienen rigurosamente al dogma estatal y no ven la menor incongruencia entre el “no a la pena de muerte” y la más absoluta discrecionalidad para matar en régimen de guerra, aunque ni siquiera haya sido declarada. Ni estos sabios ni las masas aborregadas que claman contra la pena de muerte.
Hollande suplica al malvado Erdogán que no restaure la pena de muerte mientras también él se dedica al nobilísimo deporte del bombardeo
Y el piadosísimo Hollande suplica al malvado Erdogán, casi con lágrimas en los ojos, que no restaure la pena de muerte mientras también él se dedica al nobilísimo deporte del bombardeo y les vende a países en guerra armas para que se maten unos a otros. Es que la defensa de los derechos humanos le sale del alma a Hollande. Pero eso no tiene nada que ver con matar y ayudar a matar. A unos les está genial matarlos, y a otros fatal. ¿Cómo es posible que haya un artículo de los Derechos Humanos que prohíba matar de un modo, y no haya los correlativos que prohíban matar de tantos otros modos mucho más crueles? Claro, los derechos humanos son obra humana, a la medida de las pasiones humanas de quienes los redactaron. Por eso tienen esos enormes boquetes.
Y ese mismo presidente francés, tan humano, mientras pide a Erdogán que se abstenga de restaurar la pena de muerte, instaura en Francia la pena capital para los que aún no han tenido la suerte de nacer. Una pena que conlleva la tortura, el envenenamiento y el descuartizamiento. Y manda piadosamente que se enseñe esta nueva bondad en todas las escuelas, y castiga a los que se atreven a informar a la mujer embarazada, que puede librarse de abortar a su hijo. Y para asegurarse de que no prolifere esa mala gente, hasta ha prohibido las webs que defienden la opción de la vida del no nacido, contra la opción del aborto.
El abortador e infanticida Hollande conmina a Erdogán para que no ejecute a los peores malhechores condenados a muerte
Y ahí tenemos a este santurrón laico que promociona y paga con dinero público abortos e infanticidios a centenares de miles, llorándole al presidente de Turquía que se abstenga de devolverle a su país la pena de muerte. Se lo suplica por lo más sagrado. El abortador, el infanticida, conmina a Erdogán para que no ejecute a los peores malhechores condenados a muerte. Es que matar malhechores no tiene ninguna gracia. La gracia está en matar inocentes. Ésa es la santidad laica del presidente de Francia.
Erdogán a los musulmanes: 3 hijos no, ¡5! He ahí la nueva consigna: Campaña intensa para la repoblación de Europa con musulmanes
¿Y cuál es la respuesta de Erdogán? Muy interesante, sumamente interesante, porque deja a Hollande y a todos los Hollandes de Europa como unos estúpidos de siete suelas. Mientras los gobernantes europeos andan obsesionados por inventar nuevos derechos sexuales para reducir de manera drástica la población europea autóctona, Erdogán les dice a los turcos y a los demás musulmanes que llevan ya decenios ocupados en la repoblación islámica de Europa: tres hijos no: ¡cinco! He ahí la nueva consigna: Campaña intensa para la repoblación de Europa con musulmanes (y con mezquitas, ya muchas más que iglesias, descontadas las convertidas en museos), mientras los gobernantes occidentales hacen intensas campañas en favor de la despoblación de europeos viejos.
Y se supone que fuera de Europa, en sus fronteras, están los bárbaros, los dispuestos a restaurar la pena de muerte, y aquí en este bando están los inteligentes y avanzadísimos: los del aborto y el infanticidio a la carta, los del lobby gay; los de los embriones humanos congelados para lo que convenga (ahí está en Barcelona el nuevo edificio de la Fundación de Investigación del arzobispal Hospital de San Pablo que se anuncia como banco de tejidos); los del próspero mercado de órganos procedentes del aborto y del infanticidio (cuanto mayores son los “donantes” de órganos, más alto es el precio); los del hipermercado de los sexos, incluido el adoctrinamiento de los menores en esa novísima oferta. Y dicen que todo esto es para construir Europa conforme al modelo más progresista que jamás vieron los siglos.
Matar inocentes en infanticidios, guerras y eutanasias pero, los criminales, que no nos los toquen; son lo más sagrado que tenemos
Y entretanto, montando guerras donde convenga: toda la primavera árabe, además de la guerra de Siria, las de África y las que convengan: al fin y al cabo para matar gente. Pero eso sí, por lo más sagrado, que no nos toquen a los países desarrollados moralmente y económicamente, el núcleo duro da la bondad occidental fundamentada en los Derechos Humanos. Matar inocentes, todos los que sea: en infanticidios, en guerras y eutanasias. Pero los criminales, que no nos los toquen; son lo más sagrado que tenemos. Son la gran prueba de nuestra superioridad moral. De la superioridad moral de los infanticidas. Por eso Erdogán, que lo tiene tan claro, proclama a las mujeres musulmanas que viven en Europa: Lo de tres hijos ya no es suficiente. ¡Que sean cinco!, mientras en Europa y en América decimos: matarlos con sólo tres meses no basta; que sea infanticidio flagrante; ya no importa la edad; mientras no saquen la cabeza del vientre que se ha constituido en barrera de sus derechos, no los tienen. Y por consiguiente tampoco existe la relación de familia. No hablamos pues de madre-hijo, sino de vientre-feto, cual corresponde a reses y esclavos. La distinción dentro-fuera es tan importante hoy como lo fueron un día las distinciones blanco-negro, libre-esclavo.
Los guardianes del rebaño mudos, y las pocas voces que gritan en el desierto reprimidas con eclesiástica pusilanimidad
Pues de eso se trata… de un sistema corrupto y autodestructor, con unos súbditos sometidos, aletargados por las subvenciones públicas, el porno duro y el sexo a la carta, incapaces de ninguna oposición seria al pensamiento oficial y único. Los guardianes del rebaño mudos, y las pocas voces que gritan en el desierto reprimidas con eclesiástica pusilanimidad… Si no se atreven, si tienen miedo, si han perdido los arrestos y tal vez la fe para subir a la Cruz, que dejen al menos de poner bozales a los bueyes que aún continúan trillando (cf. 1 Timoteo 15,18).
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mayo 5th, 2017 by Custodio Ballester Bielsa
Redacción: Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)-. ¿Pero la corrupción moral tiene algo que ver con la corrupción económica? ¿Que si tiene algo que ver? ¿Algo? Todo, absolutamente todo. La destrucción de la familia tiene todo que ver con la economía. (…) Y eso (que es todavía corrupción económica infinitamente más grave que la exhibida en el circo mediático), aún es una cuestión de menor cuantía a pesar de su monstruosidad, si la comparamos con la corrupción moral: una corrupción, ésta sí, que destruye nada menos que el caudal vital de muchas generaciones. Ahí están el aborto y el infanticidio, ahí la ideología de género, ahí el poner a los niños en la escuela en manos de los más avezados corruptores de menores (…). Hospitalet de Llobregat (Barcelona) España, viernes 5 de mayo de 2017. Fotografía: Una madre embaraza con su primer hija y su marido en un parque disfruta del día en una fotografía del colectivo ‘Fundación Educatio Servanda’, en Twitter. Lasvocesdelpueblo.
Sus centinelas son ciegos, ninguno sabe nada. Todos son perros mudos que no pueden ladrar, soñadores acostados, amigos de dormir (Isaías 56,10)
¿Corrupción? ¡Y eso qué es! ¿De qué corrupción hablamos? ¿De la económica o de la moral? Aunque bueno sería que previamente nos hiciéramos la pregunta de si realmente es posible la corrupción económica si no va precedida y sostenida por la corrupción moral de la que nadie nos cuenta nada: como si no existiese, y como si no fuese conditio sine qua non para la corrupción económica.
¿Mil euros? ¿Un millón? ¿Mil millones? ¿Diez mil millones de euros? Todo eso está muy bien para el circo mediático; y ya ven, mil euros pueden dar más juego (¡y vaya si lo han dado!) que diez mil millones. ¡Y el circo funciona de maravilla! El circo es así, ahí tenemos brillantemente exhibido una vez más el mito circense del “más difícil todavía”. Parecía difícil engañar a tantos y durante tanto tiempo con numeritos del dos al cuarto. Pero sí, se están superando. Realmente han conseguido hacernos ignorar y despreciar la corrupción moral gracias al ingenioso y excitante espectáculo de la corrupción económica.
¿Así hay truco en todo ese espectáculo de luz y sonido, y humo (sobre todo mucho humo) de la corrupción? ¿Que si hay truco? Es todo un montaje siniestro de cabo a rabo. Es un espectáculo gestionado con un exquisito savoir faire. ¿Para qué tanto truco? ¿Que para qué? Pues nada más y nada menos que para ocultar la CORRUPCIÓN MORAL (y permitidme que traduzca: corrupción de las costumbres), que ésa sí que es corrupción por todo lo alto, corrupción hipermegamaxiplusquamsuperlativa. ¡Ese es el máximo yacimiento, la gran mina de corrupción! Todo lo demás es calderilla. Hasta los diez mil millones de euros son calderilla. Hay, por ejemplo, infinita mayor corrupción en el endeudamiento de todo el país, y por consiguiente de todos sus ciudadanos (que sólo por la deuda han pasado a la condición de súbditos) durante lo que les queda de vida, más la vida completa de sus hijos (antes se vendían para pagar las deudas), que en la suma total de lo que han robado con sus coimas todos los políticos de todos los bandos. Lo que digo: pura calderilla.
Y eso (que es todavía corrupción económica infinitamente más grave que la exhibida en el circo mediático), aún es una cuestión de menor cuantía a pesar de su monstruosidad, si la comparamos con la corrupción moral: una corrupción, ésta sí, que destruye nada menos que el caudal vital de muchas generaciones. Ahí están el aborto y el infanticidio, ahí la ideología de género, ahí el poner a los niños en la escuela en manos de los más avezados corruptores de menores: ¡para que les eduquen en toda clase de sexualidades!; ahí el invento de todo género de “nuevas familias”, con los vientres de alquiler incluidos, para desmantelar y arruinar la familia de verdad, la de toda la vida.
¿Pero la corrupción moral tiene algo que ver con la corrupción económica? ¿Que si tiene algo que ver? ¿Algo? Todo, absolutamente todo. La destrucción de la familia tiene todo que ver con la economía. Una destrucción que empieza en la desnaturalización y desocialización de las relaciones sexuales, desarticula toda la sociedad y la convierte en inoperante. Es por ahí por donde empieza toda decadencia. La desarticulación social es el preludio de la ruina de toda sociedad. Y del mismo modo que fue a través de la moral sexual como se articuló la sociedad, estableciendo como fundamento de toda legislación el tabú del incesto, haciendo nacer de ahí la familia con los extensos lazos de parentesco (esposos, padre, madre, hijos, hermanos, abuelos, etcétera etcétera); del mismo modo que de la estricta reglamentación sexual nació la sociedad bien estructurada, es a través de la corrupción de las costumbres sexuales como se desarticula la sociedad desde sus mismas raíces, perdiendo algo tan básico como las relaciones esponsales, las paterno-filiales, las fraternales y todas las demás relaciones de parentesco. Es ahí donde hace los mayores estragos la corrupción moral.
Y como está mal visto hablar de moral sexual, aquí están callados calladísimos todos los que tienen obligación moral de hablar (¿he dicho moral? ¡Menuda guasa!), y han dejado el campo totalmente libre a la corrupción sexual, empezándola por los menores en la misma escuela. Con esa corrupción sexual destruyen a la madre (convertida en un mero instrumento de reproducción si es de alquiler, y propietaria de la cosa ésa que gesta, si no lo es); destruyen al padre, que con las nuevas leyes de salud reproductiva ha dejado de existir; destruyen la familia, que en ese contexto no tiene el menor sentido; liquidan la relación paterno-filial y materno-filial inventando todo género de paternidades y maternidades. Y no sólo dictan leyes que desmantelan pieza por pieza el tabú del incesto, sino que acusan directamente a la familia (¿habráse visto mayor desvergüenza?) de ser una institución creada para el incesto: en realidad, proyectan en la familia las perversiones de sus nuevos inventos de familia, en los que el incesto tiene un papel muy decisivo.
Y digo yo: ¿no es infinitamente más perverso quitarnos el padre, la madre, los hijos, los hermanos, los abuelos, que quitarnos el dinero? ¿No nos hace mucho más desgraciados quedarnos totalmente sin relaciones humanas (las más sólidas, las familiares), que sin dinero? ¿No fue ésa y no la de sexo -que para ellos se instituyó la prostitución- la principal privación que sufrieron los esclavos bajo la bota del imperio? ¿No es infinitamente más perniciosa la corrupción de los políticos destructores -y esclavizadores- de la sociedad, que la de los políticos destructores de la economía?
Pero de eso no habla ninguno de los partidos políticos con representación parlamentaria: porque a todos ellos les encanta la corrupción moral y no lo disimulan: compiten entre sí por ver cuál es más corrupto y cuál se empeña más en la corrupción de la sociedad, empezando por los niños. Miren la Cifuentes con la imposición de la agenda LGTB en los colegios. Todos los representantes políticos de los ciudadanos, todos sin excepción, mientras se conjuran para corromper a la sociedad, nos entretienen con las bagatelas ésas de la que tan pomposamente llaman “corrupción”: la económica. Y eso que todos, absolutamente todos, están de acuerdo en el endeudamiento criminal de toda la sociedad para esta generación y la siguiente. Porque de esa suprema corrupción (con la coartada de que nos quieren servir más y mejor, todos a porfía), medran todos ellos. Todos, absolutamente todos de acuerdo en los más escandalosos rubros de la corrupción mientras nos entretienen con el espectáculo de las migajas. Sí, también son migajas los diez mil millones de euros, comparados con la deuda pública de la que mantienen su pesebre y con la corrupción moral, que ya es decir.
En fin, que corrompidos moralmente y, en consecuencia, económicamente; como perros mudos los pastores -salvo alguna que otra honrosa excepción- ya pueden besuquearse obscenamente las dos lesbianas de la Esquerra Independentista en una catalana basílica ante la imagen de Nuestra Señora de Montserrat, que nosotros nos sumergiremos en el piélago como cobardes capitanes de un submarino que parará sus motores en el fondo marino y esperará en silencio a que pase por la superficie la flota enemiga y hunda a todos los nuestros. Y es que emerger a la altura del periscopio y disparar nuestros torpedos —defender a las ovejas de los lobos— parece que ya no está hecho para nosotros.
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