Redacción: (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – 19 de marzo, otro domingo más de los muchos que marcan el calendario, y hubiera sido así, si no se hubiera convocado en la calle una manifestación ciudadana con el propósito de revindicar la paz social y la convivencia. Digno de aplauso es este gesto, pero no menos es señalar con fuerza la paraplegia que ha inmovilizado, durante muchos años, la sociedad catalana mientras que se limaban espacios de libertad. Años que han golpeado con dureza a cada uno de los ciudadanos y han usurpado la dignidad a muchas personas, pero lo más grave, es que se ha realizado desde las instituciones y sin el amparo de la ley. La espontánea protesta no ha sido la primera, pues ya son muchas las que han clamado libertad y derechos individuales. San Cugat Del Vallés (Barcelona), lunes 27 e marzo de 2017. Fotografía: Vista del hemiciclo del Congreso de los Diputados de España. Archivo lasvocesdelpueblo.
El itinerario ilegal imperante en la esfera pública empezó hace muchos años, período durante el que se ha vulnerado constantemente la Constitución y no se han acatado las sentencias de los Tribunales de Justicia.
Nuestra democracia está seriamente dañada en muchos sectores, desde el educativo, el económico, el informativo, el de la propiedad privada, el judicial, el institucional y un largo etcétera. Esta situación dificulta el funcionamiento social diario y distancia al ciudadano cada vez más de la acción política por no apreciar en ella, la solución a sus problemas. Se ha ido imponiendo desde el foro político una hostilidad a lo que forma parte de nuestra más profunda cultura, la que nos ha permitido mejorar en derechos, en igualdad y en libertad. Y los que no están de acuerdo con esos métodos innobles, callan por no querer recibir insultos demagogos, y así España va perdiendo por el camino los ideales que han fraguado su esencia.
Los datos sobre la deuda pública no son halagüeños, pero frente a esta realidad los responsables de las instituciones siguen dilapidando el presupuesto sin un corrector a tiempo como prueba de dignidad política. Las pautas de mesura dadas por el Ministerio de Hacienda, han quedado en nada y en lugar de medidas disciplinarias a los infractores, se vaticina el perdón del dispendio contraído por las comunidades autónomas, medida que no beneficia a los contribuyentes por no haber invertido los tributos en la mejora de los servicios médicos, educativos o en pensiones, todo lo contrario, el dinero se ha dilapidado en fines espurios. La Generalidad de Cataluña, que representa de esa deuda un 70%, desvía partidas enormes a su alocada deriva secesionista, con una amplia plantilla de adeptos en esos múltiples organismos creados para la desconexión, vocablo que intenta ocultar la verdadera intención que les guía, destrozar una trayectoria común de siglos.
No nos merecemos la mayoría de los políticos que nos ha tocado sufrir durante estos años; unos políticos ineptos, sin sentido de servicio, con el engaño continuo, frases vacías y desechables, fácil disposición del erario público, comisiones ilegales para ostentosos actos de partido y sobre todo sin un proyecto que aúne voluntades.
El conflicto que muchas fuerzas políticas tienen y que lo han demostrado con insistencia a lo largo de las legislaturas, es no poder asimilar el significado exacto de los conceptos – Libertad y libertad individual -. Por no haber asumido ese ejercicio, primero mental y luego práctico, están inmersos en una confusión perversa en la búsqueda y respeto a los derechos fundamentales que dicta el sistema democrático parlamentario.
Han roto la relación que guarda el todo con la parte, como si se pudiese tan siquiera plantearlo. ¡Libertad! grito que al nacer llena nuestra garganta y no deja de acompañarnos hasta el último aliento, ha sido ahogado con contundencia al no creer en las libertades individuales. La obsesión de tomar desde pequeñas decisiones hasta las de más envergadura, de proponer y legislar a marchas forzadas sobre la vida de los ciudadanos, ha sido el único afán de las fuerzas políticas. Sus estrategias dependen de valores muy perecederos y simples, el conseguir y mantener su capacidad de voto. Y en esta empresa arrasan con la libre iniciativa de la sociedad, todo aquello que les pueda poner límites a su desembocada ambición de grupo.
Después de haber ido minando lo común que compartimos, sean costumbres, fiestas, creencias religiosas, sistema educativo…..ahora toca darle un golpe de gracia a nuestro idioma, el español. Si ya no está suficiente vetado en una parte importante de nuestra geografía y con el lastre del pancatalanismo en comunidades contiguas, ahora el Congreso del PP en Baleares, el partido del Gobierno, no ha aceptado incorporar en la ponencia correspondiente una moción a favor de la libre elección de la lengua española en la escuela. Unos vetan su uso en la enseñanza, en la información institucional, otros relegan su presencia como lengua nacional en el Senado y ahora se plantean que ocurra lo mismo en el Boletín Oficial del Estado. Y lo potencian quienes con falsos derechos privan a los demás de los suyos. Es de paranoia que una Nación como la nuestra, democrática, esté quitando a los ciudadanos el derecho a su propio idioma, uno de los elementos que con mayor fuerza vertebra un país. Al impedir esa parcela, se niega con contundencia el derecho a la Libertad.