Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – Se ha significado en negativo a la Derecha desde el inicio del sistema Parlamentario Liberal y se le han achacado todos los males, desastres y barbaridades posibles. Ella, según esos criterios, es la causante de las guerras, de la pobreza, de la desnutrición, de la desforestación y sobre todo de la proletarización o de la insolidaridad, el de no preocuparse de la gente, que es el término de moda al uso. Tampoco hay que obviar los planteamientos esgrimidos por los que ven con mente obtusa a la Izquierda en general de inepta, de demoniaca ya que los métodos son tan inmorales como los anteriores, aunque de este lado hay un elemento nuevo que son los medios de comunicación, mayoritariamente con visión pro Izquierda sin olvidar las cuñas nacionalistas en ciertas Autonomías. Barcelona (España), domingo 21 de agosto de 2016. Fotografía: Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto archivo Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo.
Se nace libre por encima de lo que restringe la herencia genética y la situación social de la familia. A partir de ese momento el individuo empieza a aprender y a recibir influencias desde el entorno. Todo lo que le rodea se conjuga con su Yo y de ahí surge su carácter. Los condicionantes son muchos -a veces orientan, en ocasiones modelan y en otras se imponen-.
Todos estamos llamados a intervenir en las actividades que la sociedad suele desarrollar. La pluralidad es la manifestación más espontánea de un colectivo, por eso es lógico que en el ámbito de la participación política las distintas sensibilidades se muestren sin coacción alguna. Los únicos excluidos de esta espontánea actividad son los que atropellan la ley, la garantía de la convivencia. La terminología propia en los usos de gobierno y de gestión está marcada por los vocablos Derecha e Izquierda -aunque dentro de esa escala se identifiquen conservadores, liberales, socialdemócratas, comunistas-. Los dos conceptos anteriores tienen la misma legitimidad de existir y de representar a los ciudadanos. El sistema democrático ha sido organizado tanto por los componentes de uno como por los del otro y además han participado ambos en los éxitos y fracasos que hayan podido surgir en ese proceso. España no es diferente a otros países europeos, la historia de todos se ha ido escribiendo de una forma paralela, salvando ciertas especificidades. Hace ya bastantes años iniciamos esa gran aventura después de los altibajos que se fueron sucediendo a lo largo del siglo XIX y parte del XX, pero lo que no hemos acabado de abandonar es la carga negativa de los términos de adscripción política, una carga arrastrada de épocas ya pasadas y no válida en la actualidad.
Democracia es disenso, transparencia, honestidad pero sobre todo respeto. Las dos opciones ideológicas tienen el mismo reconocimiento legal y de partida la misma capacidad de poder ofrecer a la sociedad las mejores cotas de bienestar, el mejor proyecto educativo, la más alta tasa laboral de puestos de trabajo, y así en las restantes áreas de acción. La práctica, según los medios empleados y la intensidad del esfuerzo para alcanzar las metas previstas, dará a un sector o al otro el reconocimiento del ciudadano.
Estamos en un impasse, diputados y senadores pero sin Presidente de Gobierno. A pesar de haber acudido dos veces a las urnas ha sido imposible constituir un Ejecutivo en la primera tentativa y en la segunda parece que se puede reproducir la frustración anterior. De pronto, el hastío reinante se ha visto alterado por la necesidad imperiosa de protagonismo del señor Albert Rivera; un paso adelante hacia un acuerdo con el candidato del Partido Popular, gesto muy parecido al que hizo en la anterior legislatura con el intento de investidura del candidato socialista, el señor Pedro Sánchez. Los protagonistas no alcanzan el nivel que requiere la tarea de gobernar. Muchas son las frases pronunciadas por los distintos líderes antes y después de las urnas, pero si las intentamos entender no contentan por su vaciedad. En vez de acometer los puntos programáticos y discutir sobre ellos y promover un acercamiento en vistas de facilitar el ritmo democrático, se dedican a esquivar todo lo que sea compromiso. El señor Pedro Sánchez con tono altivo subestima a la Derecha hasta extremos de insistir en que entre la Izquierda y la Derecha no hay nada en común que tratar y enfatiza en que él lidera la oposición para eliminar todo lo que ha hecho en la legislatura el Gobierno de Derechas. Por su parte el presidente de Ciudadanos se ha esforzado al máximo en alejarse de ese espacio de la Derecha para no ser identificado con el arquetipo endosado a esta denominación política. Con estos estilos de hacer estamos entrando otra vez en un terreno muy peligroso, un terreno de crispación, el de darle al otro, con el que se comparte el amplio espacio político, el estigma de ser el antihéroe cuyas características, signos distintivos son contrarios a los suyos o sea malos. Se ha significado en negativo a la Derecha desde el inicio del sistema Parlamentario Liberal y se le han achacado todos los males, desastres y barbaridades posibles. Ella, según esos criterios, es la causante de las guerras, de la pobreza, de la desnutrición, de la desforestación y sobre todo de la proletarización o de la insolidaridad, el de no preocuparse de la gente, que es el término de moda al uso.
No se conseguirá una vida social sana hasta que no empleemos los mismos parámetros al enjuiciar a un sector político igual que al otro. Utilizar en la dialéctica criterios estigmatizadores es envenenar a la sociedad, es no ofrecerle a los individuos la oportunidad de ser ellos los que den su veredicto final y apoyen a la ideología que crean que puede solucionar mejor sus problemas. Si volvemos al principio del escrito, cada persona es libre de ir formando su carácter de la manera que le sea posible o que quiera; si alguna limitación “fortuita” puede impedirlo es de lamentar y hay que procurar enmendarlo, pero lo que no se puede permitir es que esa limitación sea pensada, prefabricada y echada a andar cuanto más por una fuerza política, utilizando el escarnio al otro para magnificar sus propias propuestas. En la memoria está el uso sectario del dóberman, del cordón sanitario, de ir al notario para dejar constancia de rechazo, de lanzar el calificativo fascista. Las referencias son suficientes para dar firmeza a la reflexión expresada. Rehuir por salud democrática de esos procedimientos obscenos es lo más viable y conveniente.
Tampoco hay que obviar los planteamientos esgrimidos por los que ven con mente obtusa a la Izquierda en general de inepta, de demoniaca ya que los métodos son tan inmorales como los anteriores, aunque de este lado hay un elemento nuevo que son los medios de comunicación, mayoritariamente con visión pro Izquierda sin olvidar las cuñas nacionalistas en ciertas Autonomías. Imprescindible y complementaria al sistema democrático es la pluralidad informativa que ha sido sesgada por la intervención sectaria de los políticos. Las subvenciones a la prensa escrita, las concesiones arbitrarias de emisoras de radio y televisión, los monopolios provocados por el reparto de la propaganda ha incidido en negativo mermando la tan necesaria pluralidad y en gran medida la profesionalidad periodística. Una dificultad más es la fragmentación en “taifas” de las cadenas autonómicas que han alambicado todo el proceso informativo. Esta tendencia a opinar sin argumentos, con mente dogmática embrutece la trayectoria social. Ahora más que nunca necesitamos una ciudadanía capaz de superar los socavones que nos han colocado en el camino y que por displicencia los hemos sorteado dando un rodeo cuando lo correcto hubiera sido haberlos arreglado. En política nunca debe dejarse para otro momento lo que requiere enmienda inminente. Habrá que repetir infinidad de veces que los elegibles para el servicio público deben tener una firme preparación y una experiencia activa en el mundo socioeconómico, no vale cualquiera, todos tenemos derecho, pero se han de cumplir unos requisitos como en otra actividad humana.
Una más de las alteraciones democráticas ha sido introducir la mentira en el discurso. El engaño parece ser el salvoconducto preferido para embaucar a la sociedad, engaño con la difamación al contrincante político, engaño con las promesas en campaña, sabiendo que son imposibles de cumplir o que no está en los planes del partido cumplirlas, engaño por cobardía ante lo políticamente correcto. Si con cierta insistencia nos apabullan con los resultados de encuestas que esconden cierto deseo de influir en la predisposición del elector, sería más interesante saber el grado de valoración que los políticos tienen del ciudadano porque viendo la cínica manera de expresarse, la farsa que suelen montar para hacer creíble lo canallesco, nos permite comprender que somos muñecos en sus manos, que cuanto menos informados estemos y menos preparados, ellos podrán hacer creíble lo más inverosímil: el gasto público.
El gasto público es tan descomunal para un país de las dimensiones geográficas, demográficas y económicas de España que es imposible que lo superemos si no se toman medidas lo más pronto posible. Los impuestos de los ciudadanos deben de ir dirigidos con prioridad a las tres áreas que vertebran socialmente, Sanidad, Educación y Pensiones, y luego a lo que constituye la maquinaria necesaria del Estado. Cuando dirigimos la mirada a otra nación europea con la intención de comparar, se aprecia la cantidad de entidades y personal que sobra en nuestra Administración -amigos de políticos y de partidos-, cuyo único fin es vivir del erario público en detrimento del gasto social. Algunos de esos puestos prescindibles van acompañados de unos sueldos desmesurados y lo más inmoral es que a la mayoría de los que llegan a ocuparlos no les avala ni un Currículo ni una experiencia profesional. Los datos más recientes nos indican que las Comunidades Autónomas han aumentado el número del personal contratado contraviniendo lo marcado por la Comunidad Europea. La obsesión de las distintas administraciones de hacer creer que aumentar la inversión y engrosar el cuerpo de trabajadores públicos es la solución, carece de realidad, procedimientos que no generan riqueza para el país, todo lo contrario, gravan negativamente los presupuestos del Estado a costa de la carga impositiva sobre los ciudadanos. Basta recordar el “Plan E” del expresidente, señor Zapatero, una inversión fantasma en cuanto a eficacia, ya que se gastó en comparación más en carteles propagandísticos que en el objetivo de salida.
El peaje de seis puntos de obligado cumplimiento para el candidato al debate de investidura, noticia que llena las páginas de los rotativos, no tendría que centrar nuestra atención, lo trascendental sería buscar medidas legales y políticas, unidad constitucional, para impedir los graves sucesos que se avecinan en el País Vasco y en Cataluña.
Mientras no nos ofrezcan los políticos imágenes o manifestaciones más interesantes que las triviales caminatas del presidente en funciones, el señor Rajoy, las jornadas playeras del señor Sánchez, la presencia ante la prensa del señor Rivera con corbata o sin ella según el momento y el periodo emprendido de meditación del señor Iglesias, los ciudadanos por la experiencia vivida debemos aprender a saber exigir, saber votar y saber valorar lo que nos interesa por encima de las prevenciones que nos generan los interesados en manipular nuestra voluntad. No permitamos que nos quiten esta parcela de libertad, nuestro protagonismo en la Política desde la Izquierda o desde la Derecha.
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