Redacción: Redacción: José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor —. Sin duda alguna, ETA ha sido —y en no pocos aspectos lo sigue siendo— la organización terrorista más dañina y peligrosa de nuestra Historia. Otra banda, el PCE(r)-GRAPO, le acompañó durante bastantes años en tan delirante recorrido, compartiendo ambas organizaciones buena parte de la ideología marxista-leninistas en su versión maoísta, y unas tácticas explícitamente terroristas. Pamplona (Navarra) España, jueves 18 de mayo de 2017. Fotografía: Captura pantalla del vídeo del comunicado de la banda terrorista de ETA, 18 de febrero de 2004, de apoyo al separatismo xenófobo de Juntos Por El Sí y CUP. Lasvocesdelpueblo.
Pese a tamaño empeño, ambos grupos no alcanzaron análogo arraigo social.
Los atentados perpetrados por los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), brazo armado de su “organización política”, el Partido Comunista de España (reconstituido), resultaron especialmente perturbadores en los primeros años de la Transición española a la democracia.
Así, entre otros, alcanzaron un enorme impacto social, mediático y político los secuestros del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo y del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Emilio Villaescusa Quilis, en noviembre de 1976 y enero de 1977, respectivamente. Además, los GRAPO ocasionaron numerosas víctimas mortales, particularmente entre las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado. Su último secuestro de envergadura, el del industrial zaragozano Publio Cordón, todavía no se ha aclarado en todos sus extremos, desconociéndose su suerte final; pese a haber sido juzgados y condenados sus autores.
Conforme a sus documentos, análisis y decisiones, el PCE(r) privilegió, por encima de otras tácticas, la que denominaba “lucha armada”, es decir, el terrorismo puro y duro. No obstante, también lanzaron “organizaciones de masas”, en un intento de sumar sectores sociales, supuestamente proclives a su dinámica revolucionaria, encuadrándolos en diversos “frentes”: ya hemos mencionado el terrorista de sus GRAPO, el estudiantil, el de apoyo a presos, etc.
Recordemos, en este contexto, a la ODEA (Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas), que apenas logró nuevas captaciones y que, en realidad, agrupó, bajo esa sigla, a los militantes del PCE(r)-GRAPO de la Universidad. De hecho, la organización “de masas” que gozó de mayor continuidad fue la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos (AFAPP), constituida a semejanza de las Gestoras Pro–Amnistía, estructurada en torno a los terroristas encarcelados del GRAPO y que, por propia definición, nunca podría extenderse más allá del entorno social más afín e inmediato.
Otra sección del partido, que gozó de notable relevancia mediática, fue la del “aparato de prensa y propaganda”, capaz de editar durante años, pese a sucesivas caídas de sus responsables, unos periódicos impresos de notable calidad tipográfica; circunstancia que contribuyó, y no poco, a alimentar el mito conspiracionista de una supuesta naturaleza oscura de los GRAPO.
Pese a ello, fue el terrorismo más descarnado el que absorbió la mayor parte de las fuerzas de la organización, subordinándose todos los demás “frentes” –apenas desarrollados– a las necesidades de su estrategia “acción–represión–acción”; prototípica en las numerosas bandas terroristas presentes –algunas de dimensiones propias de un ejército “regular”- en aquellas décadas por todo el mundo.
La ideología del PCE(r)-GRAPO se basaba en una peculiar interpretación del marxismo-leninismo–maoísmo, adaptada –supuestamente– a la realidad española, conforme “la visión del Camarada Arenas”; si bien llegó a experimentar, a lo largo de su larga agonía, un efímero giro pro–soviético. A su juicio, España era, realmente, un “Estado fascista” dominado por una estrecha oligarquía, pese a su apariencia democrática, que sólo podía derrocarse por medio de la “lucha armada”.
Las “masas obreras y campesinas”, completamente alienadas y dominadas, anhelarían impacientes un “partido-vanguardia” que liderara la “ineludible” revolución proletaria. La organización histórica y mayoritaria del tradicional entorno marxista revolucionario hispánico, el Partido Comunista de España (PCE), así como los demás grupos comunistas concurrentes (existían, por entonces, una treintena de ellos así denominados; trotskistas, maoístas, pro–soviéticos, pro–albaneses, marxistas-leninistas varios), errarían todos ellos en sus diagnósticos y estrategias; siendo rehenes de unas interpretaciones erróneas –a juicio de Arenas y los suyos- del “marxismo científico”.
El PCE(r)-GRAPO, al contrario que el PCE y demás, consideraba que el acatamiento de la legalidad “fascista” —la democrática, se entiende— no sólo no facilitaba el avance hacia el socialismo, sino que lo retardaba; integrando a los comunistas “posibilistas” en el sistema burgués, neutralizándose así el empuje revolucionario de las masas.
Pero, ¿cuál era la base teórica que impulsaba la ciega lucha terrorista de ese puñado de fanáticos? Nos referimos a la doctrina denominada “Guerra Prolongada y de Desgaste”, estrategia y táctica concebidas cuatro décadas atrás por Mao en algunos textos escritos en torno a 1938, de las que se sirvieron en múltiples interpretaciones y praxis sus seguidores por todo el planeta.
La capacidad terrorista del PCE(r)-GRAPO, que se arrastró penosamente hasta fechas muy recientes, desconcertó a los analistas de la época: no podían comprender su sorprendente capacidad de regeneración, tras las numerosas caídas que afectaron a la casi totalidad de sus órganos centrales y comandos operativos. Por ello se acuñó la teoría de la “infiltración”, ya desde la extrema derecha, ya por obra de “ciertos” servicios de información extranjeros nunca determinados. Pero, realmente, tales teorías, ¿eran verosímiles? En definitiva, ¿en qué factores radicaba esa sorprendente capacidad de regeneración?
La explicación es mucho más sencilla, proporcionándola el historiador Pío Moa en su libro De un tiempo y de un país (Ediciones Encuentro, Madrid, 2002) en el que narra sus peripecias en la extrema izquierda de la época y en esa organización concreta; describiendo la exacta procedencia de la militancia del PCE(r)-GRAPO. En ese libro, Moa narra magníficamente cómo el marxismo revolucionario -particularmente el marxismo-leninismo- cinceló toda una generación de militantes que con la fe del converso se empeñaron en transformar la Historia por medio de la violencia. Y, si fuere preciso, intentando “asaltar los cielos”. En este sentido, los del GRAPO fueron un colectivo más entre otros muchos.
La acción del PCE(r)-GRAPO coadyuvó, por otra parte, en una dirección inesperada: la moderación del PCE, y demás fuerzas marxistas, en su pretensión de no ser confundidos con el ciego terrorismo desatado por tan denostada organización; que no sólo no logró tan apocalíptica como vetusta insurrección obrera, sino que generó un profundo rechazo en todos los estratos sociales y la opinión pública española.
Algunos medios de comunicación, aleccionados en muchos casos desde las factorías ideológicas de esa misma extrema izquierda, bien en los aledaños del PCE o en los de un socialismo marxista que ahora nos suena muy trasnochado, no podían explicarse –no podían aceptar, tal vez– que esos sanguinarios terroristas procedieran de sus mismos entornos ideológicos; de un mismo humus humano moldeado por aquella ideología totalitaria.
Por ello, acaso para justificarse, inventaron esas exóticas teorías acerca del origen e impulso del PCE(r)-GRAPO. Pese a tales intentos, la explicación era bastante sencilla, existiendo otros muchos casos similares en la Historia: un grupo humano se movilizó impulsado por una lectura muy particular del marxismo, persiguiendo una sociedad utópica; sin reparar en medios, costes y sacrificios.
De hecho, los escasos supervivientes del PCE(r)-GRAPO siguen justificando su existencia con un análisis ideológico, tan supuestamente ortodoxo como alejado de la realidad, en el que repiten los tópicos manejados desde hace treinta años.
Así afirman, todavía hoy, que «Claro que no les interesa explicar por qué los GRAPO han permanecido en la brecha durante tanto tiempo y hayan logrado más de una vez poner al Estado contra las cuerdas, pues de lo contrario tendrían que reconocer también, entre otras cosas, primero, la permanencia del régimen fascista y, segundo, la existencia en nuestro país de un partido comunista verdaderamente revolucionario, firme y bien cohesionado, que aplica una línea política justa de resistencia y no escatima ningún apoyo a la organización guerrillera» (“Esos extraños y oscuros GRAPO”, artículo de Antorcha nº 3, junio de 1998; publicación digital de la organización). Una auténtica aberración, un delirio retórico, barroco y autojustificado, en el que unos pocos siguen inmersos.
Conocer, asumir e intentar aplicar el marxismo-leninismo, no fue suficiente para triunfar, ni siquiera para consolidarse; aunque fuera mediante el empleo de la violencia terrorista más brutal. Ya lo hemos visto en el caso del PCE(r)-GRAPO.
Pero, ¿cómo puede explicarse la continuidad de ETA?
A esta cuestión le dedicaremos el artículo “ETA, marxismo-leninismo y la cuestión nacional”.
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