Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – Esto es lo que ocurre en Cataluña, una ideología totalitaria, con un bagaje más que negativo durante el siglo pasado, está siendo inoculada sin límite alguno desde el amparo de las Instituciones. Una oligarquía social, dispuesta a lo que interese en cada momento histórico, está impidiendo una convivencia pacífica dentro de la ley, primero con la presión por el simple hecho de mantener el poder e inventar una identidad distinta, totalmente engañosa, y luego con el único interés de ocultar todos sus desmanes económicos. San Cugat Del Vallés (Barcelona) España, sábado 3 de diciembre de 2016. Fotografía: Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo
No prima la rectitud como norma de comportamiento, desde el albañil, el profesor, el funcionario, o simplemente seas hombre, mujer o niño
El inicio de la legislatura ha tenido su instantánea en el Congreso de los Diputados. Un acto solemne, símbolo de la Soberanía Nacional, un sistema parlamentario liberal, derechos y libertades. Pero la proyección, a la que están obligados todos los representantes de los ciudadanos, no ha sido la correcta.
Muchos medios de comunicación llenan nuestros oídos mañana y noche de hostilidad, halagan lo fácil, lo verbenero, el enfrentamiento dirigido siempre en una sóla dirección, dando la casualidad que no es la suya, es la del otro. El relativismo moral se ha impuesto en todos los ámbitos y se ha olvidado la tradición occidental, la que ha permitido llegar a las mayores cotas de libertad y respeto a las personas, dentro de un marco de desarrollo generalizado.
No prima la rectitud como norma de comportamiento, desde el albañil, el profesor, el funcionario, o simplemente seas hombre, mujer o niño. La desorientación nos invade, no se nos dan referencias loables, dignas de ser emuladas. Estamos inmersos en un magma de insensateces, de dislates y de pautas destructivas. Nadie es capaz de dirigirse a los ciudadanos y con datos veraces señalar la grave situación en la que se encuentra Europa y como miembro España.
En los poderes locales estamos gobernados por principiantes malcarados, capaces de las más notables insensateces, preocupados en dar la nota rompiendo las pautas establecidas en las fiestas tradicionales: con reinas grotescas, cabalgatas presididas por Reyes Magos al estilo arlequín, pesebres invernados en burbujas.
A nivel autonómico gobernados por quienes lanzan soflamas dirigidas a descubrir naciones hasta en cualquier valle de la geografía, derrochando el dinero público en proyectos que sólo existen en su imaginario, haciendo rutas turísticas para conseguir apoyos internacionales a la causa del ” procés “.
A nivel nacional gobernados por quienes están faltos de sentido de Estado, capaces de doblegar el interés público al ideológico, partidista o personal, no siendo capaces de dejar el puesto a otro candidato con más predicamento. Con estas bridas resulta un Ejecutivo en franca minoría en los momentos que se requiere estabilidad, claridad y firmeza.
Es intolerable admitir que un Gobierno en lugar de utilizar la razón para tomar decisiones según la realidad social, pretenda alterarla según los planteamientos previamente forjados desde la atalaya del mesianismo.
El escenario es España, Europa, no la selva, no el ártico
Esto es lo que ocurre en Cataluña, una ideología totalitaria, con un bagaje más que negativo durante el siglo pasado, está siendo inoculada sin límite alguno desde el amparo de las Instituciones. Una oligarquía social, dispuesta a lo que interese en cada momento histórico, está impidiendo una convivencia pacífica dentro de la ley, primero con la presión por el simple hecho de mantener el poder e inventar una identidad distinta, totalmente engañosa, y luego con el único interés de ocultar todos sus desmanes económicos.
Nadie se inmuta, nadie aplica las leyes, nadie reivindica los derechos de los ciudadanos perjudicados, no importa el menosprecio al marco legal ni la mínima preocupación hacía las víctimas propiciatorias, unos niños, unos ciudadanos, silenciados, despojados de sus libertades en el trabajo, en las escuelas, en la vida social.
El escenario es España, Europa, no la selva, no el ártico. Los responsables públicos, los tribunales de justicia son inoperantes. Consta que estamos en un Estado de Derecho, pero en la práctica todo queda en un formato vacío de contenido.
El continuo deterioro va en aumento –perder las formas, no cumplir las sentencias, sacudir en el aire el chasquear del guerracivilismo, utilizar la mentira en foros institucionales, agredir de palabra, transmitir odio al adversario, al que piensa de otra manera–, nos puede llevar al caos.
Se ha de parar este encuadre si no queremos lamentar tristes sucesos de crispación. La persona humana se distingue de la fiera en su raciocinio, en el empleo de los medios que nos hemos dado para conseguir una convivencia en paz.
Se puede dialogar, consensuar aunque siempre dentro de un límite, el límite que marca la ley y esa ley es la Constitución
Por todo ello hay que recobrar la cordura perdida. La libertad dentro del marco de la ley, requiere no ser maximalista en los posicionamientos políticos, pero eso no quiere decir que se deba primar la ambigüedad, la incapacidad de defender con claridad los principios.
Se puede dialogar, consensuar aunque siempre dentro de un límite, el límite que marca la ley y esa ley es la Constitución. Fuera de ella no hay derechos, ni justicia, ni igualdad, ni libertad. Y esa Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española.
No queramos olvidar la concordia conseguida en la transición a la democracia, recuperemos su herencia y tracemos un proyecto común entre todos. Nadie sobra, todos somos necesarios. Nuestra Nación en la que participamos, merece alejar enconos, revanchas, falsas historias identitarias y sobre todo a los insidiosos predicadores de paraísos terrenales, subvencionados con dinero público desviado de fines sociales.
Para introducir de nuevo las buenas prácticas en el ámbito oficial hay un único camino, trazar profundas reformas en la Administración y renovar a los líderes políticos después de abrir la vida interna de los partidos al diálogo, a la militancia y hacer primar el interés de servicio frente al de lucrarse a costa de los impuestos de los ciudadanos.
Dos elementos que conjugados con inteligencia, nos pueden facilitar el encontrar salidas, la paz social
Soluciones posibles muchas, pero hasta que no se tomen, la manipulación va en aumento, los parlanchines de siempre alzan la voz y con cierto tono ácido se apuntan a entregar en nombre del pueblo, sea el español, el catalán, el vasco, cesiones de la soberanía con referendos ilegales, reformas de la Carta Magna con el propósito de dinamitar el Estado, el marco legal que nos ampara.
Y mientras tanto sigue en peligro las pensiones de los trabajadores que han cotizado muchos de ellos más de cuarenta años, una cotización obligatoria para un fin: seguridad en la jubilación si se sortea la muerte, no un fraude económico consistente en multiplicar a todo ritmo el número de cargos políticos y anexos, entidades, consejos, subvenciones y aumento constante del gasto de las Comunidades Autónomas, que suelen ser por caprichos, viajes, planes secesionistas u otras zarandajas múltiples.
Un primer paso para enderezar la ruta de nuestra convivencia en común sería leer nuestra Ley de leyes, meditar los valores que enuncia, muchos y profundos. Creer en lo posible en nosotros, en cada uno individualmente y en la colaboración de unos con otros. Dos elementos que conjugados con inteligencia, nos pueden facilitar el encontrar salidas, la paz social.