Redacción (Anna Maria Torrijos) -. Democracia es un concepto que implica proliferación de ideas, afán en el esfuerzo, derechos y deberes, una sociedad abierta a la convivencia, a la solidaridad y por encima de todo ello, el interés del protagonista, el ciudadano. San Cugat Del Vallés (Barcelona), viernes 4 de agosto de 2017. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), lunes, 31.07.2017. Casa Cuartel de la Guardia Civil, calle Traversera de Gracia, número 291. Concentración de apoyo a familiares de los agentes de la Guardia Civil atacados e intimidados en Cataluña por el régimen separatista de la Generalidad de Cataluña del presidente Carles Puigdemont (PDECAT) y los socios del Gobierno catalán (CUP). En la Imagen, la CUP ordena la retirada a sus escuadras de asalto mientras aún sigue la resistencia catalana en pie luchando por las familias de Guardias Civiles y por la Guardia Civil en Cataluña. Los catalanes han podido impedir el asedio este mediodía. El centenar de asistentes de CUP ha abandonado el lugar visiblemente derrotado mientras el medio millar de catalanes por con la Legalidad y con la Guardia Civil se ha quedado más de 20 minutos allí. Lasvocesdelpueblo.
Un sistema autoritario no necesita hombres libres, sólo le basta dirigir un colectivo sometido y adocenado. Los jerarcas legislan, ejecutan e imparten justicia sin réplica posible. El país ofrece una impronta monolítica, no hay alternativa. Todos saben lo que se decidirá, lo que los medios de comunicación lanzarán desde sus terminales, lo que se debe aplaudir o simplemente escuchar. Se ignoran otras formas de hacer y de interpretar la realidad, únicamente se necesita un coro que marque las pautas para que los actores declamen el guión de antemano escrito.
El modelo opuesto a esta última descripción no puede tener otra denominación que no sea DEMOCRACIA. En él, el individuo con sus iniciativas diseña el espacio de la libertad que será generadora de riqueza intelectual, de capacidad productiva y de compromiso social. Derechos los básicos, deberes muchos. Deberes que obligan a todos a tener conciencia de lo que es ser persona, fuente creadora de pensamientos y acciones múltiples. Decidir qué pensar, qué hacer, a dónde ir, cómo educar a los hijos y un sin fin de proyectos, a los que se tiene derecho y se puede diseñar sin que una mano inquisitiva indique la dirección.
Dos modelos, dos trayectos a seguir, pero con una gran diferencia entre ambos -la libertad o el vasallaje-.
Una sociedad como la presente, en apariencia vacía de criterios, sin referencias éticas, sin tener conciencia del respeto debido a la ley, sin reacción ante el nepotismo y a la insólita idea del político de turno, está predispuesta a la deriva. Se encuentra a dos pasos del dislate y de un posible enfrentamiento social, el 1 de octubre, situadas sus partes en dos bandos, los que aplauden la deriva secesionista y los que confiando en las estructuras democráticas, observan sorprendidos la falta de reacción institucional. Una sociedad, incapaz de oponerse a irresponsables gestos de una clase política, en su mayoría constituida por iletrados y por muchos negociantes del calificativo “democrático”, está a punto de recibir tratamientos paliativos.
Un importante número de esos llamados servidores públicos, interesados únicamente en destruir el sistema político parlamentario, han trazado un plan corrosivo bien diseñado; consistente en introducir la violencia, romper el orden en lugares públicos, calles, plazas, municipios, con pancartas y gritos para presionar, cuando tienen a su disposición el lugar adecuado para plantear todas las propuestas ocurrentes, los votos les dieron esa capacidad, les ofrecieron un puesto en el foro, las Cortes generales, las Cámaras autonómicas, la Sala de plenos de los Ayuntamientos.
Una sociedad, que es incapaz de responder mayoritariamente ante provocaciones nefastas como fue la presión ejercida sobre la Guardia Civil en Barcelona, en el barrio de Gracia, una sociedad así, no merece otro calificativo que el de enferma. Unos centenares de ciudadanos, supieron valorar el servicio prestado por la Benemérita en todos los lugares que está desplegada y agradecerle el sacrificio de las vidas perdidas en atentados, víctimas de la barbarie, huérfanos, viudas, madres o simplemente amigos. Pero debe ser la mayoría de la ciudadanía, la que responda, la que esté al lado de los cuerpos de seguridad, la que sofoque con sus aplausos, los gritos de odio emitidos por los convocantes de la CUP: “¡ fuera de Cataluña las fuerzas de ocupación!” (“¡fora de Catalunya les forçes d’ocupació!”.
La sociedad democrática debe ser crítica, debe saber tomar decisiones sin el dirigismo de los políticos, debe saber dónde y cuándo. Si se alejan los valores, los principios sobre los que se construye la convivencia, se destruye al hombre. Por eso hoy más que nunca hay que recuperarlos. Tener criterio propio es imprescindible para saber dar una respuesta a cualquier problema que surja, coincida o no con la de los demás y sobre todo con la que decidan los poderes públicos.
A un Ejecutivo que sólo sabe callar, que no responde a las ilegalidades continuas, lanzadas por unos golpistas y que cuando lo hace es para parapetarse tras los tribunales en busca de sentencias, refugio de no sé que propósito, se le debe exigir su decidida presencia.
A los diputados enzarzados en alcanzar el poder, con el único afán de encontrar las frases menos comprometidas, ambivalentes, fáciles de encajar en cualquier situación como lo fueron las de la Pitonisa en el oráculo de Delfos hace ya muchos siglos, se les tiene que leer la cartilla de notas como aval o no, a la vista de las próximas elecciones.
La sociedad se encuentra en un laberinto de difícil salida. Avanza por los pasadizos y le asalta continuas sorpresas en cada uno de los recodos. Pero del laberinto se sale si se despierta y se empieza a perfeccionar la democracia, a profundizar en la libertad y sobre todo a sentirse ciudadano. Ciudadano para votar, para contribuir al erario público, para escuchar los debates de la Cámara baja, para cumplir la ley, pero en gran medida para hacerse oir, para manifestarse, para exigir responsabilidades económicas o carcelarias a los que han atropellado la legalidad, desde empresarios, jueces, inspectores hasta políticos. El protagonista de la libertad es el Ciudadano.