octubre 6th, 2017 by lasvoces

Redacción (Miklós Cseszneky; Experto en Relaciones Internacionales, Lingüística y Psicología Intercultural) – Angela Merkel y Mariano Rajoy tienen mucho en común. El presidente del Gobierno actúa como un matador remiso que estudia, sin inmutarse, libros sobre métodos pacíficos de tauromaquia cuando el cornúpeto enloquecido ya ha saltado todas las vallas y está embistiendo a los vecinos que, atónitos e indignados, abuchean al torero. Sus respectivos partidos pertenecen a la misma familia política y colaboran en diferentes agrupaciones europeas e internacionales. El momento más crítico de la carrera política de Angela Merkel ha sido la crisis migratoria. Londres (Reino Unido), viernes 6 de octubre de 2017. Fotografía: CALLE LAYETANA (BARCELONA), martes 3.10.2017. Un inmigrantes separatista de la entidad antiespañola de inmigrantes en Cataluña ‘Nuevos Catalanes’ -Nous Catalans, en lengua regional- junto a centenares de extremistas separatistas fanáticos, se concentran ante la sede central de Policía Nacional en Cataluña, Jefatura Superior de Policía Nacional, para amenazar a los agentes y hacer proclamas secesionistas, tras el fracaso del otro “23-F” contra España, esta vez impulsado por el Gobierno catalán del golpista Carles Puigdemont, el pasado domingo 1-O en Cataluña. Efe.

La inmigración impulsó la AfD en Alemania. ¿Será la crisis catalana la fuerza motriz de VOX en España?

Angela Merkel y Mariano Rajoy tienen mucho en común. Sus respectivos partidos pertenecen a la misma familia política y colaboran en diferentes agrupaciones europeas e internacionales. Ambos políticos han tenido sus más y menos con sus predecesores: el difunto Helmut Kohl, el legendario reunificador de Alemania, tachó a Merkel de “víbora traidora”, mientras el largo historial de desencuentros entre Rajoy y José María Aznar alcanzó su punto álgido cuando éste renunció a la presidencia de honor del PP. A nivel personal, tanto la canciller alemana como el presidente del Gobierno español se caracterizan por su estilo poco carismático, su temperamento ecuánime y su modo de pensar burocrático. Estas cualidades, durante la última crisis financiera, ayudaron a ambos líderes a navegar con cautela entre Escila y Caribdis y, sin duda, contribuyeron a sus relativos éxitos económicos. Sin embargo, las mismas características personales que coadyuvan a la gestión prudente de la hacienda pública, pueden convertirse en un óbice cuando las circunstancias requieren un liderazgo más decisivo y valiente.

En 2015, cuando la crisis migratoria golpeaba las puertas de Europa, la canciller de Alemania no tenía clara su postura hasta el último momento y – según cuenta el periodista Robin Alexander – al fin optó por abrir las fronteras por miedo a las consecuencias mediáticas de eventuales imágenes de violencia policial. A causa de esa decisión millones de inmigrantes musulmanes llegaron a tierras alemanas, y el encuentro entre culturas tan diferentes no resultó estar exento de choques. Si bien es cierto que la gran mayoría de los solicitantes de asilo no cometió actos de terrorismo o abusos sexuales, el simple hecho de que los perpetradores de los subsiguientes atentados y violaciones eran migrantes sacudió a la sociedad alemana. El descontento y el miedo, cada vez más patentes entre considerables sectores de la población, impulsaron un nuevo partido a la derecha de la CDU de Merkel. La Alternativa para Alemania (AfD) – aunque técnicamente había sido fundada antes de la llegada masiva de los refugiados – es una hija espuria de la canciller, el fruto de su desliz político. Hace unas semanas, en las elecciones federales, la AfD irrumpió en el Bundestag con un estrépito, alcanzando el tercer puesto según el número de escaños en el parlamento alemán.

En cierto modo, la Alternativa para Alemania se ha posicionado en la arena política del país como el representante del ideario tradicional de la Unión Demócrata Cristiana, que supuestamente ha sido abandonado y traicionado por la canciller. Según ha explicado Beatrix von Storch, la vicepresidenta de la AfD en una reciente entrevista: “Es irónico, pero muchas de las políticas, posiciones y valores actualmente defendidos por la AfD solían estar sostenidos por la Unión Demócrata Cristiana de Angela Merkel (CDU/CSU). En realidad, no es la AfD la que está ‘muy a la derecha’, sino más bien ha sido Merkel la que ha desplazado la CDU/CSU hacia la izquierda”… “Merkel expulsó a los conservadores, cristianos y libertarios de la CDU/CSU y los dejo sin hogar político”… “La AfD cubrió esa brecha y dio a los conservadores, cristianos y libertarios el hogar político alternativo que buscaban.”

El momento más crítico de la carrera política de Angela Merkel ha sido la crisis migratoria. Para su homólogo español ese trance se ha presentado en la forma del desafío independista en Cataluña. Mariano Rajoy – al igual que la canciller alemana en 2015 – vacila y titubea y tampoco quiere ver imágenes de violencia en la prensa. Su personalidad de leguleyo y burócrata no le permite coger el toro por los cuernos, y prefiere esperar a que el miura bravo y desenfrenado se canse sin que él tenga que saltar al ruedo. El presidente del Gobierno actúa como un matador remiso que estudia, sin inmutarse, libros sobre métodos pacíficos de tauromaquia cuando el cornúpeto enloquecido ya ha saltado todas las vallas y está embistiendo a los vecinos que, atónitos e indignados, abuchean al torero.

Al igual que la CDU dominaba en Alemania el campo de la centroderecha desde finales de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Popular ya lleva varias décadas recogiendo el voto de los ciudadanos liberales y conservadores de España. Sin embargo, la falta de firmeza y de liderazgo por parte del Gobierno en el conflicto catalán, está causando un creciente descontento entre los votantes de la derecha. El hecho de que en la sede nacional del PP de la calle Génova han aparecido pintadas que les tildan de “traidores” podría considerarse como la primera manifestación de la ira que sienten muchos de sus afiliados. La insatisfacción con la política migratoria de Angela Merkel ha fortalecido la AfD, y ahora es bien posible que la frustración de los simpatizantes del PP contribuya a la creación de un viable proyecto político a la derecha del partido gobernante.

Aunque en España existen varios pequeños movimientos derechistas, el que más se asemeja a la AfD alemana es VOX, también proyectándose como el depositario de los históricos valores políticos de la derecha. Muchos de los dirigentes y afiliados del partido liderado por Santiago Abascal antes militaban en las filas de los populares, y ya llevan varios años intentando abrir una grieta por la que VOX pueda sustituir al PP en España. Hasta ahora sus esfuerzos han caído en saco roto, pero la gestión desastrosa de la situación catalana por parte del Gobierno le ofrece a VOX una oportunidad única para reafirmarse y repetir el éxito de la AfD alemana. Cabe recordar que fue una denuncia de VOX, la que desencadenó las primeras acciones policiales contra el referéndum ilegal, y el partido sigue manteniendo el pulso presentando una querella contra Rajoy por “dejación de funciones”. Desde luego, VOX tendrá que arrostrar muchos problemas y dificultades, sobre todo en lo que se refiere a su imágen pública. Sin embargo, cuando todo el mundo que se oponga al proceso independista es „facha”, entonces nadie lo es, y las etiquetas se desprenden de cualquier significado y juicio de valor. El error merkeliano de Rajoy ahora ofrece en bandeja a VOX una oportunidad histórica para convertirse en la AfD española. Queda por ver si podrán aprovecharla.

Miklós Cseszneky

Experto en Relaciones Internacionales, Lingüística y Psicología Intercultural

Húngaro-británico

Reside en Londres (Reino Unido).

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