enero 13th, 2017 by José Basaburua

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. El pasado 13 de septiembre de 2016, con motivo del nuevo envite desplegado desde los partidos separatistas pancatalanistas, el diario Gara en su portada valoraba inequívocamente la situación global, y de una manera muy clara, de esta manera: “El proceso de ruptura se reaviva con la Diada y la inacción española”. Y en caracteres de menor tamaño, concretaba más: “Madrid sigue sin respuesta alguna, más allá de la amenaza habitual, a la nueva demanda de consulta de Puigdemont. Juntos Por  El Sí (JxSí) se reafirma en culminar el proceso en 2017″. Navarra (España), viernes 13 de enero de 2017. Fotografía: Una captura de la revista proetarra y del separatismo en País Vasco, ‘Diario Gara’, facilitada por el autor del escrito, José Basaburua. Lasvocesdelpueblo.

De este modo, para los separatistas radicales, la iniciativa estratégica correspondería siempre a las fuerzas secesionistas, respondiendo las fuerzas “españolistas”

La expresión de “inacción española” no viene siendo, para nada, excepcional en los titulares y análisis habituales de este medio separatista, en el que no se da puntada sin hilo.

También por lo que se refiere a Vascongadas y Navarra. De este modo, para los separatistas radicales, la iniciativa estratégica correspondería siempre a las fuerzas secesionistas, respondiendo las fuerzas “españolistas” –conforme a su criterio- con unas respuestas tácticas meramente reactivas y carentes de calado.

Hemos mencionado a Navarra; una comunidad presidida por una presidente nacionalista panvasquista, apoyada por un “cuadripartito” radical-progresista-separatista, que viene arrollando en el Parlamento y en la calle, con una cascada interminable de iniciativas de todo tipo, a los “españolistas” de UPN, PP y PSOE.

El “cambio” en Navarra 

Debemos realizar una primera precisión para entender lo que viene sucediendo en Navarra desde que se inició el denominado “cambio” hace ya más de un año. Así, tanto desde los partidos españolistas-constitucionalistas, como por parte de los radical-progresistas-separatistas, se “hace política” con mayor o menor fortuna, pero “no se juega a lo mismo”, ni en “la misma liga”.

Tampoco ambos “bloques” persiguen idénticos fines, ni se sirven de los mismos medios. Y todos ellos lo saben; aunque, especialmente entre los primeros, muchos no quieran darse por enterados.

Un espacio común de reflexión para todos ellos tuvo lugar al hacerse público, en los primeros días del pasado mes de diciembre, en los medios de comunicación navarros el último estudio demoscópico relevante.

No obstante, tales reacciones de los diversos partidos políticos navarros ante el barómetro de opinión del Departamento de Sociología de la UPNA no aportaron ninguna clave interpretativa original; no en vano, tal y como suele suceder en situaciones similares, todos se sentían beneficiados.

Como se recordará, este estudio demoscópico anticipaba un mínimo “baile” de escaños; de modo que UPN repetiría resultados (15 escaños al Parlamento Foral), los separatistas de Geroa Bai y EH Bildu mantendrían sus 17 escaños (produciéndose un mínimo pero significativo trasvase de 1 escaño desde los primeros a los segundos), el PSOE mantendrías sus 7 actuales, Izquierda-Ezkerra los 2 suyos, Podemos bajaría de 7 a 6 y el PPN ganaría 1, quedándose en 3. Ciudadanos continuaría fuera. 

Ello confirma lo que se viene percibiendo desde hace décadas: el electorado separatista, al margen de siglas de conveniencia, es muy fiel

Ciertamente, un único escaño arañado por la oposición constitucionalista a la suma que sustenta al cuatripartito radical-progresista-separatista le alumbraría la posibilidad de que —siempre con el beneplácito del PSOE— recuperara en unas futuras elecciones parte de las posiciones perdidas con su desalojo del Gobierno y de la mayoría de las instituciones navarras. 

Koldo Martínez, por parte del Gobierno Foral, respondió con el argumento de que el Ejecutivo nacionalista disponía —todavía— de buena parte de la legislatura para revertir tan leve retroceso. Y no le faltaba razón. No en vano, el hecho de que muchos consultados en las encuestas desaprobaran ciertas prácticas, de las políticas gubernamentales, no se ha traducido en nada parecido a un terremoto electoral; apenas una breve resaca.

De este modo se impone un hecho: la fortaleza del cuatripartito apenas se ha visto lesionada por las salpicaduras de la turbulenta y continua cascada de las políticas desplegadas, con no poca virulencia y polémica, en tantísimos frentes: lingüístico, educativo, simbólicos, modelo policial, memoria histórica, gestión hospitalaria (comidas, listas de espera, aborto), agenda “de género”, prácticas oligárquico-partitocráticas, reelaboración del “relato” del terrorismo, etc.

Ello confirma lo que se viene percibiendo desde hace décadas: el electorado separatista, al margen de siglas de conveniencia, es muy fiel. Y el pseudo-populista, e igualmente radical-progresista de Podemos, no parece susceptible a cambios erráticos incoherentes con su natural tendencia.

La movilización obsesiva del separatismo, ¿cómo afrontar tal ofensiva? Pues al igual que cualquier enfermedad

En este contexto, Navarra Confidencial, en su texto “La hipermovilización del cuadripartito” analizaba el omnipresente despliegue callejero, cultural y simbólico de los partidos y “organismos populares” afines al actual Gobierno, que configura en su conjunto un férreo control social informal, lindante con modalidades de coerción física en cierto modo herederas del terrorismo que perpetró durante décadas la banda que lideraba –si no lo sigue haciendo todavía hoy- a una de sus “patas” fundamentales, EH Bildu.

Tal hipermovilización, y más una vez instalados en el Gobierno Foral, no correspondería, conforme su juicio, a la lógica propia de los partidos democráticos, centrados en una labor institucional “clásica”.

Y, para explicar tamaña excepcionalidad, el editorialista les atribuía una “naturaleza totalitaria”, lo que les arrastraría a la hipermilitancia y una politización machacante en todos los ámbitos de la vida; un diagnóstico certero que compartimos. Pero, ¿cómo afrontar tal ofensiva? Pues al igual que cualquier enfermedad: en primer lugar, tomando conciencia de la misma.

Una precisión previa. Tamaña cadena trenzada de normas administrativas, posicionamientos públicos, decisiones políticas, imposiciones educativas, manifestaciones callejeras, etc., implementadas desde el cuadripartito y sus múltiples “brazos”, no son fruto de la improvisación: responden, por el contrario, a una estrategia perfectamente diseñada.

Ahora controlando más instituciones, se les ha abierto muchas más puertas para su labor proselitista

Y otras muchas actuaciones, percibidas generalmente como irrelevantes juegos retóricos sin apenas trascendencia real —oscurecimiento del “relato del terrorismo” en el propio Parlamento y el revanchismo en fondo y forma contra el Monumento a los Caídos de Pamplona y los allí enterrados, por poner dos ejemplos— no han aterrizado de la nada: se venía trabajando para ello desde hace años.

Además, ahora, controlando más instituciones, se les ha abierto muchas más puertas para su labor proselitista (y no sólo los Civivox y las bibliotecas públicas…). Y para los disidentes, ya sabemos cómo se las gastan: manifestaciones antifascistas (¡¡!!) de carácter “preventivo” y estigmatizador al mismo tiempo. Y “el que se mueva”, no es que no vaya a “salir en la foto”, sino que… ¡se le puede hacer la vida muy, pero que muy difícil! 

El comentarista de Diario de Navarra Luis M. Sanz, al analizar el pasado 11 de diciembre de 2016 esos resultados demoscópicos, concluía, en cierto modo, cargando el peso de la responsabilidad político-democrática —que pudiera cambiar el actual estado de cosas mediante un futuro gobierno alternativo— en un PSOE en crisis de identidad y liderazgo.

Ciertamente, la tiene. Pero depositar las esperanzas de cambio político en que el PSOE experimente una catarsis de sensatez, más un reajuste del centro-derecha navarrista con la progresiva desaparición del electorado de Ciudadanos en beneficio de UPN y PPN —circunstancias ambas que facilitarían un futuro gobierno constitucionalista en Navarra— no deja de ser una política de resignación y renuncia.

De resignación en una leve esperanza de que los errores ajenos terminen revertiendo en la propia cosecha electoral; una ilusión desmentida por un electoral radical-progresista-separatista nada proclive a beneficiar en modo alguno a tan diabolizada derecha “cunetera“.

Y de renuncia, a la “batalla de las ideas” y el consiguiente escapismo ante la presión social de unos “organismos populares” totalitarios —no confundir con la sociedad civil— que continúan ganando voluntades y espacio… sobre todo si no se les planta cara.

En Navarra se está imponiendo una agenda secesionista cuyo resultado final sería una “Euskal Herria reunificada y euskaldún”…. ante la “inacción española”

Esa necesaria toma de conciencia de la situación real, para afrontarla con respuestas e instrumentos adecuados, es responsabilidad de los partidos políticos, pero también de la débil sociedad civil navarra; poco dada a movilizaciones y, menos aún, a agruparse en torno a objetivos concretos a largo plazo y con continuidad.

No en vano, el futuro se juega no sólo en parlamento y ayuntamientos; sino, sobre todo, en calles, plazas, teatros, mercados, centros educativos y de trabajo, en los bares, clubs deportivos…

Resumamos: en Navarra se está imponiendo una agenda panvasquista y secesionista cuyo resultado final sería una “Euskal Herria reunificada y euskaldún”…. ante la “inacción española”.

Y si en este artículo hablamos de “imposición”, y no de “implantación”, no se debe a un mero capricho semántico, pues entendemos que en una situación democrática normalizada, las tácticas seguidas por los separatistas seguramente no habrían sido las que hemos conocido y que, en su conjunto, muestran esa faceta totalitaria y totalizante tan asfixiante que todos vivimos a diario en Navarra.

De hecho, ¿qué hubiera sido de ellos sin el hálito narcotizante y exterminador del terrorismo durante décadas y las secuelas que padecerá nuestra sociedad en general, y tantas personas y familias concretas en particular, en todos los órdenes de la convivencia? 

La “agenda” de la ruptura, ¿seguro que es así de sencillo?

¿Por qué nos servimos del término “agenda”? Ilustrémoslo con un ejemplo. El pasado 1 de noviembre de 2016, uno de los voceros de Diario de Noticias, Aingeru Epaltza, en un “breve” titulado «Ahora o nunca», afirmaba que en la Comunidad Foral de Navarra, con el desalojo de UPN de las instituciones, se estaría ejecutando un “cambio de régimen”.

¡Nada menos! Lo cierto es que, aparentemente, desde la realidad literal y ortodoxa del Derecho Constitucional, Político y Administrativo, no parece plausible tamaña afirmación. Y la respuesta “obvia” sería que la sociedad navarra estaría atravesando una fase “normal” de relevo entre partidos políticos. Algo bueno y deseable en democracia. Tranquilidad, pues, y que no cunda el pánico. Pero, ¿seguro que es así de sencillo?

Veamos que escribía entonces, con la contundencia que caracteriza, esta sagaz firma del separatismo en Navarra: «El cambio empieza a tener “relato”.

Y no sólo por la propia acción del Gobierno. Es significativo que el primer libro que se publica sobre el nuevo momento político navarro haya sido escrito en euskera. El otro día se presentó en Pamplona “Nafarroa, orain ala inoiz ez” (“Navarra, ahora o nunca”) de Ion Orzaiz y Joxerra Senar, profesionales del diario Berria.

Se trata de una crónica periodística sobre el último año y medio de historia de la Comunidad Foral, para lo cual han entrevistado a algo más de medio centenar de políticos y agentes sociales de todas las tendencias. Escrita en tono didáctico y alejada de enfoques académicos, la obra aborda no sólo los factores que han hecho posible que “el régimen” haya sido desalojado de las principales instituciones de la Comunidad Foral, sino también las condiciones necesarias para que esa situación se mantenga en el tiempo.

Los ritmos para que el cambio se materialice en hechos es otro de los puntos en los que incide. Algunos con excesiva prisa debían de haber escuchado las palabras de los periodistas cuando, en la presentación del libro, se referían a la necesidad de “cambiar el chip” y de “tener más perspectiva” en el momento de juzgar la actuación de los nuevos gestores. En el acto se mencionó así mismo la situación de UPN, abundando en lo fuertemente condicionada que se encuentra por el Diario de Navarra. Por cierto, que en opinión de los autores del libro, las fuerzas del cambio otorgan al periódico de Cordovilla un poder mayor que el que -dicen- realmente tiene (…)». Toda una agenda estratégica y táctica, ¿o no?

Resumamos, pues los principales enunciados de esta “agenda”. El “régimen” desalojado sería la propia UPN; personificando en este partido de centro-derecha —según si criterio—la continuidad de cierta Navarra tradicional, más o menos española, más o menos liberal incluso, que habría que barrer; independientemente de los marcos legales de cada momento, en el camino hacia la Euskal Herria de sus sueños y pesadillas.

En consecuencia, debe “trabajarse” en profundidad y en perspectiva; siendo la gubernamental sólo una fase y valorando sus efectos con una mirada en conjunto con el resto de “frentes”. UPN, sin Diario de Navarra, sería poca cosa; y si además tal medio no fuera tan influyente como generalmente se considera, pues mucho mejor para los separatistas.

¿A qué hechos se refiere cuando hablan de “materializar el cambio”? Pues al crecimiento de la contra-sociedad panvasquista existente en Navarra —especialmente vía imposición del euskera batua— hasta el punto de que el “cambio” se haga irreversible. En suma: una batalla por las ideas, las voluntades y los espacios públicos en toda regla.

Por nuestra parte, nos preguntamos: esta “conciencia” del momento histórico que vivimos, ¿la tienen los líderes navarristas? ¿Les interesa realmente? Y, en caso positivo, ¿exploran al menos una iniciativa política y social propia que no sea una mera protesta reactiva?

Cambio cultural y cambio político 

Para el separatismo y sus compañeros de viaje radical-progresistas —a quienes les encantaría un día deglutir al propio PSOE navarro— todo “cambio” social, cultural, mental y político debe generarse desde una clave transformadora, a su modo dialéctico-identitario de interpretar la realidad. Así, toda “grieta”, “contradicción”, “avance” legislativo, etc., serían unas etapas más a implementar; orientadas a la conquista y control posterior del poder social y político.

Una perspectiva, sin duda, totalitaria y de facto independiente, en cierto modo, de “marcos legales” e “imposiciones externas”; no en vano, pudieran ser “revertidas” desde la dialéctica de los hechos, el uso alternativo y de autor del Derecho, etc. Por todo ello, siguen trabajando sin descanso desde todos los “frentes”; salvo el “armado”, es decir el terrorista -digámoslo sin eufemismos- al menos hoy. Y lo seguirán haciendo: junto al Gobierno Foral… o contra él. Y contra todo amago de respuesta social que se le resista. 

Los partidos constitucionalistas (UPN, PPN, Ciudadanos; pues, por su parte, el PSOE comparte no pocos presupuestos ideológicos del radical-progresismo que le hace permeable a ciertos cantos de sirena procedentes de Podemos, además de desarrollar su propia agenda “gramsciana” privilegian y se centran en las vías institucionales; pues entienden que los poderes ejecutivo y legislativo son la base apropiada para el ejercicio ordinario de la gobernanza, sin olvidar apaños e interferencias diversas con el judicial. Y, en casos deleznables, haciendo “negocios”; dando alas a los radicalismos de cualquier signo.

Lo típico en nuestro entorno occidental; si bien no tanto, acaso, en el anglosajón. Por ello renuncian a la “batalla de las ideas”” que generalmente ni conocen ni les interesa, menospreciándolo; o empezando a entenderla una vez desalojados del poder. En suma: su acción política es cortoplacista.

Por el contrario, los partidos totalitarios, y sus respectivos movimientos sociales (“organismos populares”), son estructuras de sensibilidad paramilitar, en orden de combate, y con la mirada puesta en la siguiente generación; tratando, eso sí, de no desaprovechar ocasiones y de beneficiarse de toda conquista parcial en cualquier orden de la vida social. 

Confrontación pura y dura, mal que nos pese 

Se quiera ver o no, esa confrontación existe y existirá. Y, consecuentemente, las “batallas” políticas, incluso las victorias de hoy o de mañana, pueden estar abocadas a la derrota pasado mañana, por haber descuidado o ignorado esos “otros frentes” en los que se mueven de manera tan característica y desahogada los separatistas y comparsas.

Los constitucionalistas podrán seguir como hasta ahora: mirando hacia otro lado, mientras en la vida cotidiana, en los diversos ambientes, la lucha por la “hegemonía” cultural —en el sentido gramsciano del término— arrecia; presentando nuevas formulaciones, conquistando voluntades, ganando o creando espacios sociales alternativos.

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión

En definitiva, transformando la “mentalidad común”. Y, a resultas de ello, ensanchando su base electoral, aunque lo fuere muy lentamente; más no importa, pues esa mirada a largo plazo concibe que tales “avances tácticos”, que pueden ser simultáneos o no a otros éxitos sectoriales, e incluso compatibles con ciertos retrocesos, les aproximen, en suma, a su objetivo final. 

A la sociedad civil navarra le corresponde tomar conciencia, organizarse y responder a esta agresión. Y a los políticos, ser su vanguardia. Les guste o no. En definitiva: pasar de la “inacción” a la protesta, la propuesta y la recuperación de la iniciativa.

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