octubre 23rd, 2016 by lasvoces

Redacción – [Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)]. Pilar Rahola, periodista y exdiputada de Esquerra Republicana de Cataluña ERC (…), una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica en presencia de dos significados obispos (…). Algún alma cándida debió pensar que la invitación episcopal llegó después de alguna secreta conversión de Pilar Rahola que ahora se hacía pública. ¡Pero no! Ella misma lo desmintió tres veces a lo largo de su melindroso pregón. Al principio, en medio y al final. Hospitalet de Llobregat (Barcelona), domingo 23 de octubre de 2016. Fotografía: Barcelona 23 de marzo de 2013. En la Imagen Pilar Rahola Martínez, una ultra-abortista secesionista antiespañola y exdiputada del partido del xenófobo catalanista Oriol Junqueras Vies: Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) en el Congreso de los Diputados del Reino de España entre 29 de junio de 1993 a 18 de enero de 2000, durante una entrevista con la agencia española de noticias ‘Efe’ donde aprovechaba para presentar su novela con el título ‘La calle del Embudo’; 30 años después de haber escrito una obra de juventud con la que ganó un premio. Archivo Efe.

¿A quién se le ocurrió la infeliz idea? Una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica

Pilar Rahola tiene capacidad de convocatoria. El 80% de las personas que llenaron la Sagrada Familia no van a la Iglesia habitualmente o son descreídas (P. Anastasio Gil. Director de las Obras Misionales Pontificias)

El pasado 15 de octubre Pilar Rahola, periodista y ex diputada de Esquerra Republicana, predicó un melifluo sermón en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona.

Ella fue la persona designada por el director nacional de las Obras Misionales Pontificias, el sacerdote Anastasio Gil, para pronunciar el pregón en España de la Jornada Misional del Domund (Domingo Mundial de la Propagación de la Fe).

¿A quién se le ocurrió la infeliz idea? ¿Qué inteligencia penetrante y maquiavélica urdió la maniobra? Una atea abortista, pero admiradora -dice- de los misioneros, aleccionando a la Iglesia católica en presencia de dos significados obispos (enlace relacionado aquí)

[Vídeo (Enlace del autor). Telecinco TV. Programa ‘La Noria’ (11.03.12). Pilar Rahola: El ministro “Ruiz Gallardón (PP) está planteando un discurso ultracatólico”. Según la colaboradora de Telecinco, ningún país europeo ha tocado el aborto regulado.]

Cuando el Ministro de Justicia del PP propuso la reforma de la Ley Aído del aborto libre, la Rahola se desató en el programa ‘La Noria’ de Telecinco.

Estaba cabreadísima por las declaraciones de Esperanza Aguirre. A la pobre se le había escapado que todo aborto es un fracaso de la mujer, y una violencia estructural.

Doña Pilar no pudo más y afirmó a voz en grito: Yo no sé por qué Ruiz Gallardón tiene complejos. Él está planteando el discurso típico más ultracatólico en este tema desde siempre. Es la España ultracatólica. Es la España integrista. Es la España de la Contrarreforma. Y esa España saca la patita y de vez en cuando manda. Entonces hay algunos derechos civiles que nos ha costado una barbaridad de conseguir, que nos los vuelven a fastidiar.

No hay ningún país de Europa, ¡en ninguno! donde el aborto regulado, el gobierno de derechas lo haya sacado. Es el único España. ¡España es el único! No lo han hecho los ingleses.

No lo ha hecho el gobierno de Sarkozy que es de derechas y no ha tocado el aborto, que es infinitamente más avanzado que el nuestro.

¡Pero de lejos! Y aquí en cambio ¿qué pasa? Pero, claro, como queda mal decir que han vuelto a sacar la capuchita y han hecho de ultracatólicos, nos venden un discurso que además es un discurso progre, que es el tema de la violencia estructural para meternos el gol de la regresión.

Dicho lo cual, Sr. Ruiz Gallardón, ¿violencia estructural? Sí. Cinco millones de parados. Eso sí que es violencia estructural. ¿Violencia estructural? La feminización de la pobreza. ¿Violencia estructural? Un embarazo no deseado.

¿Violencia estructural? Chavalas de catorce o quince años que se queden embarazadas y que les fastidies la vida para siempre. ¡Eso es violencia estructural!

La gente conocía su currículum y protestó: ¿La abortista Rahola pregonera del Domund? ¡Vergonzoso!

Ahí estaba. Pilar Rahola en estado puro, sin incienso y sin maquillar. La gente conocía su currículum y protestó: ¿La abortista Rahola pregonera del Domund? ¡Vergonzoso!

¡Hasta ahí podíamos llegar! Don Anastasio Gil y los que la recomendaron –no creo que el Director de las Obras Misionales contactara con ella directamente– debieron pensar que la comunidad católica estaría tan narco-intoxicada como ellos y se pusieron como fieras cuando la indignación popular se manifestó con fuerza. Y es que los prebostes de las Obras Misionales Pontificias, lejos de amilanarse, sacaron pecho.

Algún alma cándida debió pensar que la invitación episcopal llegó después de alguna secreta conversión de Pilar Rahola que ahora se hacía pública. ¡Pero no!

Ella misma lo desmintió tres veces a lo largo de su melindroso pregón. Al principio, en medio y al final. Que si no soy creyente, que si Dios me resulta un concepto huidizo y esquivo. La palabra de Dios como fuente de bondad y de paz, y no al uso de Dios como idea de poder y de imposición.

Y luego toda esa papilla buenista medio kantiana, medio socialdemócrata del amor a los pobres y de unos valores evangélicos a los cuales no los sostiene el Espíritu de Cristo -en el que no cree, claro-, sino sólo la admirable heroicidad de unos cuantos misioneros.

¡Qué guay! Viene una de fuera y nos descubre la sopa de ajo; lo que pesa es lo que dijo la Rahola

Bueno, tal vez su furibunda actitud proabortista había cambiado… Así lo parecían sugerir las palabras del padre Anastasio: Una mujer que desde el principio se confiesa como no creyente nos dice a los que discutimos si primero es el pan y después la palabra, que la evangelización precede a los proyectos de desarrollo.

¡Qué guay! Viene una de fuera y nos descubre la sopa de ajo. Lo que dijo Pablo VI en la encíclica Evangelii Nuntiandi y lo que ha sostenido la doctrina católica a lo largo de los siglos no pesa; lo que pesa es lo que dijo la Rahola. Y sigue el padre Gil: Ella nos habla de la excelencia de la evangelización, de que la virtud de la caridad supera a la solidaridad, la caridad movida por amor a Dios. Que lo diga Pilar Rahola tiene mucho mérito. El mérito que no tienen ni Pablo VI, ni Juan Pablo II seguramente.

¡Haga usted el examen de conciencia que quiere para los demás, pero no para sí mismo, D. Anastasio!

Por último, Anastasio Gil concluyó recordando que la Iglesia acoge a los pecadores: No seré yo quien excluya a Pilar porque cometa el error de defender el aborto, porque a pesar de sus ideas, es hija de Dios. La Iglesia no tiene una aduana. Aquellos que han excluido a esta mujer, pienso que tendrían que hacer examen de conciencia.

Es verdad, la Iglesia acoge a los pecadores… ¡para que se arrepientan, no para colocarlos en el púlpito! Y el defender el aborto no es un simple error, un descuido, una confusión. Defender el aborto como lo hace la Rahola es una actitud genocida. Es defender el exterminio de aquellos inocentes que no tienen voz ni voto.

Y es establecer un crimen abominable como un derecho; es destruir esa civilización que se construyó sobre los mandamientos de ese Dios en el que no cree.

Y en su caso, ridiculizar y descalificar a los que no piensan como ella y defienden la vida. Pero a usted, D. Anastasio, eso le da lo mismo, ¿verdad? Porque seguramente no tenía a nadie más digno ni más famoso para hacer su pregón. ¡Haga usted el examen de conciencia que quiere para los demás, pero no para sí mismo, D. Anastasio!

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octubre 20th, 2016 by lasvoces

Redacción – [Custodio Ballester Bielsa, Sacerdote de la Parroquia Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona)]. Pues eso: templar gaitas. Es decir, recurrir a contemplaciones y miramientos con ciertas personas para evitar contrariarlas y enojarlas: a ellas y a los círculos de poder que las sustentan (…). El silencio de los obispos ante escándalos públicos y notorios, dio pábulo a las más amargas acusaciones que ha recibido la Iglesia en su historia. Los pecados de unos y los silencios de otros, trajeron a la Iglesia humillación y vergüenza. ¿Cómo habían de escarmentar los demás, si la respuesta del obispo era el silencio, el disimulo y al final el ocultamiento? Y para coronar esa cobardía, en vez de dar la cara ajustándoles las cuentas a los delincuentes, se esconden detrás del decretazo que obliga a todos los curas a confesar públicamente que “ellos no son delincuentes”. Hospitalet de Llobregat (España). Fotografía: Hospitalet de Llobregat (Barcelona) España, el pasado sábado 13 de agosto de 2016. El párroco de la Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat (Barcelona), Custodio Ballester Bielsa, durante una entrevista a Lasvocesdelpueblo. Archivo Lasvocesdelpueblo.

Los pecados de unos y los silencios de otros, trajeron a la Iglesia humillación y vergüenza

No admitas una acusación contra un presbítero, a menos que esté apoyada por dos o tres testigos. A los que pequen repréndelos públicamente para que los demás escarmienten (1Timoteo 5,19).

Resulta que todos los obispos de España, sobreactuando evidentemente y yendo más allá de lo que pide la ley, están pidiendo el certificado antipederastia a sus sacerdotes, como si eso fuese una solución.

Y no va por ahí la solución, ni muchísimo menos. Si la Iglesia ha caído en el descrédito ante el mundo, no es tanto por los casos de pederastia de la tropa, que no son mayores que los de otros colectivos con trato habitual con niños; sino porque al haber adoptado los mandos la estrategia de inhibirse por sistema ante esas conductas, el efecto cierto de su estrategia irresponsable ha sido la extensión de la gangrena y la multiplicación exponencial del escándalo que quisieron evitar.

Resultado de esa estrategia cobarde interpretada por muchos como consentimiento tácito, ha sido el enquistamiento del mal allí donde lo hubo, y el consiguiente descrédito de la Iglesia. Y acabó siendo ese silencio de los pastores (silencio necesario para que avanzara el mal) la mayor causa de daño y de escándalo.

¿Por qué no siguieron el consejo del apóstol a los presbíteros que pequen, repréndelos públicamente para que los demás escarmienten? La omisión de ese deber tan obvio por parte de los pastores, ha dado lugar a las peores acusaciones de complicidad con el mal.

El silencio de los obispos ante escándalos públicos y notorios, dio pábulo a las más amargas acusaciones que ha recibido la Iglesia en su historia. Los pecados de unos y los silencios de otros, trajeron a la Iglesia humillación y vergüenza. ¿Cómo habían de escarmentar los demás, si la respuesta del obispo era el silencio, el disimulo y al final el ocultamiento? Y para coronar esa cobardía, en vez de dar la cara ajustándoles las cuentas a los delincuentes, se esconden detrás del decretazo que obliga a todos los curas a confesar públicamente que “ellos no son delincuentes”.

La valentía y la acción coordinada que no tuvieron para “reprender públicamente a los presbíteros que pequen”, es decir a los culpables, la tienen ahora para inscribir a todos sus clérigos en el Registro de Delincuentes Sexuales, obligándoles de ese modo a “defender” su inocencia.

¿Cuestionada por quién? No por el Estado, que nada les ha pedido, sino por la repentina ansia de que no haya ninguna duda de la plena colaboración de la Iglesia con la sociedad civil. Es así como los obispos pretenden demostrar urbi et orbi que ellos no sólo no eluden su deber de vigilar, sino que hasta se adelantan previniendo el mal de ese modo. Es lo que les va: exhibir un ostentoso y ampuloso gesto burocrático.

Un gobierno que, como pontifica Hillary Clinton, podrá dictaminar hasta qué punto las religiones pueden conformar sus dogmas

¿Tranquiliza el certificado negativo la conciencia de alguien? ¿El someter a la Iglesia a la normativa del Estado la exonera a partir de ahora de cualquier responsabilidad? ¿Se está afrontando el problema ya desde los seminarios o se trata sólo -como decía el cardenal Vidal y Barraquer- de ganar tiempo, salvar todo lo que sea posible y concretar un arreglo interino o modus vivendi con el gobierno?

No perdamos de vista que se trata de ese gobierno globalista que representa la corrección política, esa casta que define el bien y el mal, esa casta que se cree llamada a dirigirnos, a mostrarnos la verdad y diría que hasta el sentido de la vida, también a la Iglesia. Un gobierno que, como pontifica Hillary Clinton, podrá dictaminar hasta qué punto las religiones pueden conformar sus dogmas. Y claro, para estos pastores es esencial templar gaitas para no perder los lazos que les unen con el poder político.

Porque el certificado de pureza sexo-racial no parece movido por razones morales sino económicas: para evitar que las indemnizaciones por casos judiciales acaben siendo de una cuantía inasumible; acompañada ésta por una razón de imagen: para que la presión social se vea satisfecha al ver que la jerarquía eclesiástica ha comprado la “mercancía” de que es razonable asociar los términos cura y pederasta.

Y que en virtud de tal asociación todo cura tendrá que llevar encima el certificado con el que “demuestre” que no lo es. ¿Y eso para qué? Pues para tapar que el aspecto más grave del problema no es que haya habido y que siga habiendo pederastas en la Iglesia, sino que los obispos ni hayan hecho ni parezca que tengan intención de hacer nada. Porque en vez de coger por los cuernos al toro que les está embistiendo, van y se sacan del capote esta faenilla de lucimiento: el certificado estatal emitido por el Registro Central de Delincuentes Sexuales para todos los curas. Y esperan que les aplaudamos la faena.

Los casos se abren, pero no se cierran. ¿Qué ocurrió con los curas de Granada? ¿En qué quedó la cosa?

¿Y luego qué? ¿Eso es todo? Hay en este momento algunos casos abiertos, flagrantes, conocidos por todos y aireados por los medios (especialmente internet) respecto a los cuales no sólo en nuestra diócesis, sino también en otras de Cataluña y en el resto de España, los obispos no quieren mojarse.

Los casos se abren, pero no se cierran. ¿Qué ocurrió con los curas de Granada? ¿En qué quedó la cosa? Y los casos escandalosos de la Casa de Santiago, que no sólo no se cerraron, sino que “se exportaron” a otros países por la cobardía de los eminentísimos cardenales que no se atrevieron a afrontarlos de cara y que en cierta manera siguen abiertos, ¿qué se hizo de ellos?

Nuestra Casa de Santiago, en efecto, aún sigue vivita y coleando de facto, no de iure (su gran preboste sigue concentrando las máximas prebendas de la diócesis, y viajando en visita pastoral a las filiales de la institución en el extranjero). ¿Y qué hace el obispado al respecto? Pues eso: templar gaitas. Es decir, recurrir a contemplaciones y miramientos con ciertas personas para evitar contrariarlas y enojarlas: a ellas y a los círculos de poder que las sustentan. Un trato mesurado que hay que dispensar a algunas personas difíciles de contentar o complacer. Para los demás curas y diáconos, la inmensa mayoría de los cuales nunca han dado que hablar… ¡leña al mono que es de goma!

El entramado judicial está controlado de tal manera por los que detentan el poder político corrupto y corruptor

Es lo mismo que ocurre en política con la corrupción. El mal no está en que haya políticos corruptos, que siempre los habrá. El mal está en que el sistema está diseñado para que sea prácticamente imposible pillarlos y condenarlos. El entramado judicial está controlado de tal manera por los que detentan el poder político corrupto y corruptor, que así no hay forma de que se acabe la putrefacción.

La eternización de los procesos es el piélago en que se hunde toda corrupción. Se persigue, claro que sí, con enorme saña legal. Pero luego viene esa justicia de pies de plomo, con la que no hay manera de avanzar. Pero la “voluntad” de acabar con la corrupción, nadie la puede negar.

Si durante años ciertos seminarios han estado llenos de seminaristas homosexuales, ¿se extrañan ahora los señores obispos de que haya casos de abuso de menores? Y aunque no estuvieran llenos… ¡Cuántos formadores haciendo la vista gorda ante las plumas de sus pupilos! ¡Son tan requetefinos, sonrientes y pelotillas…! De aquellos polvos vienen esos lodos, que no se limpian con un miserable e indiscriminado certificado. Benedicto XVI puso el dedo en la llaga; y los enemigos de la moral católica, el grito en el cielo.

Ésa es la manera de tapar la pasada negligencia de los obispos con actuaciones exprés

El resultado nefasto de esta situación es que tan necesitados están de hacer gestos ante la opinión pública, que si a cualquier obispo le llega una denuncia sobre un presunto abuso de algún sacerdote, inmediatamente lo deja al pie de los caballos con certificado o sin él, lo remueve de su parroquia, lo confina y luego le pregunta y si al final resulta todo una calumnia… Nunca volverá a la parroquia de la que salió y su nombre quedará manchado para siempre.

Es la tremenda urgencia por sobreactuar. ¿Es esa la nueva justicia de la ley de tolerancia cero? No, ésa es la manera de tapar la pasada negligencia de los obispos con actuaciones exprés. Para que no se diga. Se ganan las portadas de los medios, que es de lo que se trata.

Exigir una demostración de inocencia antes que la de culpabilidad, nos aproxima vertiginosamente a un estado policial

Y es que la cadena siempre acaba rompiendo por el eslabón más débil: los curas y los diáconos. De nada sirve el tranquilizante consuelo de pensar que todos los obispos lo han hecho y que se ha decidido consensuadamente. La decisión de exigir inmediatamente el certificado estatal a una clase de tropa mayoritariamente inocente, no deja de acercarse peligrosamente a la prevaricación: ese concepto jurídico por el cual una autoridad, juez u otro servidor público dicta una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial a sabiendas de que dicha resolución es injusta. Exigir una demostración de inocencia antes que la de culpabilidad, nos aproxima vertiginosamente a un estado policial que coacciona y condena aún antes de juzgar.

Que nuestros pastores se suban al carro de lo políticamente correcto ahora -antes no, claro- supone una ruptura de confianza casi insalvable con aquellos que son sus primeros colaboradores y deberían ser sus hijos más queridos. Y todo para tapar sus culpas.

¡Que pidan cuentas a los culpables y dejen en paz a los inocentes!

Pero a pesar de lo penoso de la circunstancia, todavía está vigente aquella ley natural en virtud de la cual nadie está obligado a obedecer una ley injusta y mucho menos la autoridad tiene derecho a urgir su cumplimiento. ¿Exigir que todo el clero baje la cabeza humillado por las perversiones de una minoría?

¡Que pidan cuentas a los culpables y dejen en paz a los inocentes! ¿O es que la autoridad ha dejado de serlo para convertirse en pura tiranía al servicio del poder dominante?

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