Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. Fotografía, el director de cine manchego, Pedro Almodóvar (c), encabezando la protesta de los ‘No a la guerra de Irak’ junto a los ricos activistas, Pilar Bardem a su izquierda, Montxo Armendáriz y Agustín Díaz Yanes; el pasado 17 de mayo 2006. Foto archivo/Pedro Armestre.
A pocos días de las elecciones generales vuelve de nuevo el intento a la manipulación
Noviembre 13, un viernes más de los que se suceden en el calendario, víspera de un esperado fin de semana. La noche se muestra propicia para
Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné.
disfrute de los ciudadanos, jóvenes o no tanto. Las calles del centro de la ciudad llenas de transeúntes, los restaurantes, cafeterías, cines y salas de fiesta abarrotados. Un mundo de libertades se desparrama por doquier. Bombas, fusiles, tiros rompen la arcadia feliz. El horror desplaza la alegría y deja a sus espaldas, muerte y desolación. El escenario antes lleno de vida, se transforma en un enorme mausoleo. Francia entera responde con generosidad, policías, sanitarios, ciudadanos y no menos sus políticos, la rúbrica son los compases de la Marsellesa.
Mi inconsciente me lleva hacia atrás, a más de una década y a un lugar más cercano España, Madrid, Atocha. En el país vecino espacios de diversión, de descanso, aquí trenes, un transporte hacía una jornada laboral; allí ambiente nocturno, lúdico, aquí primeras horas de la mañana, a la espera de ejercer de profesionales; allí distintos focos de barbarie, aquí un escenario de locomoción, los trenes del “adiós”, del dolor y de la desolación.
Allí la solidaridad de un pueblo, aquí también; allí la unión de políticos y ciudadanos, aquí no; allí los símbolos de la Nación, la bandera y el himno, aquí no; allí unas fuerzas políticas en bloque apoyando a su Gobierno, aquí presionando, manipulando y llamándole asesino. Allí resultados rápidos, búsqueda de los culpables, seguimiento, captura, aquí destrucción de las pruebas, desaparición de los vagones, indicios falsos.
¿Qué nos ocurre?, ¿Cuál es la causa de tan distinto comportamiento?
Somos un pueblo con gran consistencia, pilares firmes apuntalan nuestro ser, la historia, el arte, la literatura y otros muchos hechos encomiables realizados en épocas pretéritas. A cualquier país le agradaría poseer un pasado ilustre como el que nosotros poseemos, desde la Prehistoria hasta el día de hoy: Altamira, Tartesos, Gadir, Emporion ( Iberia ), Emérita Agustea ( Hispania ), además de un largo etcétera de lugares y hazañas dentro y fuera de nuestro territorio. Con este bagaje es impensable un comportamiento tan ruin por parte de algunos de los que han liderado la democracia. Han vendido o han destruido todo lo que no fuera propicio a sus fines partidistas, en este caso la unidad frente a la barbarie terrorista.
Los españoles, confiados en la buena acción del Gobierno, nos hemos despreocupado del día a día en la calle, en el colegio, en las instituciones. No hemos querido ver que la democracia necesita a todos los ciudadanos implicados en ella. La política tiene su espacio y nosotros tenemos el nuestro. Sembrar bien un campo permite recoger una buena cosecha. Nosotros hemos consentido a los dirigentes políticos imponer unos planes de estudio de baja calidad, que ha reducido los conocimientos geográficos e históricos de España, sin olvidarnos de la manipulación que han gestado los nacionalistas, y del riego selecto de docentes adictos a la manipulación del saber; a ésto hay que añadir el nefasto impacto de algunos medios sociales que han prostituido su loable influencia en la sociedad – la libertad de información y la búsqueda de la verdad -; pero no queda aquí, el aditivo último es el desvío de ciertos jueces y cúpulas policiales, desleales a los valores que la mayoría de sus compañeros de profesión ostentan. De esas mises, imposible pensar tener una generación de ciudadanos que sientan a su país como lo ha hecho el pueblo francés.
Al día siguiente del atentado en la capital parisina, aquí españoles cantando la Marsellesa delante de la embajada francesa en memoria de las víctimas, en cambio en infinidad de lugares en donde el terrorismo vasco ha segado la vida a centenares de conciudadanos, no se tarareaba, ni se escuchaba a través de un megáfono improvisado nuestro himno, se retiraba pronto a los muertos y se les enterraba con un infame comentario “algo habrán hecho”. En el recuerdo cercano las bombas que la mañana del 11M quitaron la vida a muchos madrileños, pero también en el recuerdo “la jauría de mastines”, cercando a las pocas horas las sedes del partido del Gobierno a golpe de insulto inculpatorio. Diferentes a esas deleznables imágenes, la televisión del país vecino nos muestra un Parlamento a las ordenes de su Ejecutivo.
Ahora, a pocos días de las elecciones generales vuelve de nuevo el intento a la manipulación; en esta ocasión a falta de la guerra de Irak, se ha de buscar otra excusa para salir a la calle; la prueba de ese deterioro social será si a unos señores del mundo del cine y de otros ámbitos, subvencionados, vividores del sectarismo, conocidos por sus lamentables comunicados en ocasiones y en otras por su mutismo ante hechos de gran calado, se les permite que movilicen la opinión pública como hicieron en la campaña electoral que nos trajo al más negativo presidente, el señor Zapatero.
Hasta que no comprendamos que la Política en mayúscula sólo es posible si el Gobierno y la Oposición, al unísono son capaces de defender con honestidad a la ciudadanía, no empezaremos a reconducir la convivencia. Los partidos políticos en estos años de proceso democrático, se han lanzado con desenfreno al asalto, todo les ha valido con tal de ganar más apoyos para ostentar el poder: dossiers falsos, perjurios, compra de voluntades, oposición desleal, latrocinios, opacidades con el fisco y un sin fin de comportamientos impropios de una sociedad honrada consigo misma. En este magma de hechos delictivos, no podía primar el respeto al marco constitucional, unos a otros se han tapado los fraudes y la moneda de cambio ha sido la corrosión de la estructura institucional.
Siempre hay unas segundas oportunidades, y así hemos de considerar este momento difícil para los europeos; Europa debe recapacitar y afirmar su cultura, sus constantes vitales, su modelo político, y los españoles al mismo tiempo tenemos que reconstruir nuestro país y volver a unir los lazos que nos hermanan y que hace de todos una gran familia, un pueblo que se ha propuesto grandes retos y los ha conseguido; es evidente que éste también lo resolverá. No dejemos el futuro en manos de unas minorías elitistas, siempre en el poder, con un amplio armario de trajes de variado colorido, uno para cada momento oportuno; ejemplo de ello es la novedad que aparece en el panorama noticiable, Convergencia Democrática de Cataluña, desaparece y pretende resurgir de las cenizas cual ave Fénix. No nos dejemos engañar, un nido de rapiñas no puede reconvertirse; el daño económico hecho a la sociedad ha sido enorme sin mencionar el fraude realizado a los catalanes a lo largo de los años, tanto a los que engañó con manipulaciones, como a los que les privó de sus derechos más “sagrados” -la libertad de educar a sus hijos según las pautas que marca la Constitución- por eso no pueden ser refrendadas esas siglas u otras que las pretendan sustituir en apariencia.
El señor Rajoy tiene la agenda muy apretada para asumir las competencias del poder ejecutivo, los espacios disponibles son escasos, el colapso que sufre su protagonismo en las cadenas televisivas se lo impide; aunque no debemos preocuparnos, esas escenificaciones, algunas plácidas entrevistas, otras lúdicas de “alterne”, ahora sirven, según algunos aduladores para mostrar la humanidad de los presidenciables. Humanidad es aplicar la ley a los terroristas, causantes de tanta angustia; humanidad es la defensa de los derechos de los escolares en las aulas, asegurar el fondo de las pensiones, mantener la calidad de la asistencia sanitaria y sobre todo respetar la independencia del poder judicial para que todos seamos iguales ante los tribunales.
La libertad dentro del orden legal debe ser cuidada y defendida si queremos ser protagonistas de nuestra carta de ciudadanía. Pudiendo hacerlo, sería deprimente contentarnos con alcanzar sólo el título de súbditos.
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