Redacción (Ana Maria Torrijos) – Muchas han sido la veces que nos han indicado que una acción vale más que una palabra, que un hecho concreto, un paso adelante impacta más que una frase bien argumentada. La conducta es más determinante que las palabras. Pero, en ocasiones esa manifestación oral puede resultar efectiva si las circunstancias que nos rodean, si los acontecimientos externos se acrecientan con enorme intensidad. Barcelona (España), jueves 13 de diciembre de 2018. fotografía: MADRID (ESPAÑA), 09.07.2018. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), y el independentista de la Generalidad de Cataluña, Quim Torra, reunidos en el Palacio de La Moncloa, en el primer encuentro que ambos mantienen en busca de la distensión y normalización de unas relaciones muy deterioradas entre ambas administraciones, aunque ambos asumen que no hay expectativa de acuerdos. Efe
Somos víctimas del devenir político, y estamos en un momento en que cualquier decisión en falso puede determinar nuestro futuro. Tal extremo tiene que ser contenido y nos obliga a repasar el recorrido que nos ha colocado en una cierta inanición o en un espasmo convulsivo.
Se han adelantado las elecciones en Andalucía, y sólo eso ha permitido hacer un parón en el descenso acelerado que nos arrastraba. Las urnas han hablado a pesar de que han habido aún muchos ciudadanos que no votaron. Las preguntas más atrevidas golpean contundentemente, preguntas que giran en el por qué no se han dignado a elegir una papeleta cualquiera o simplemente acercarse a las sedes electorales para emitir su sufragio en blanco, hacerlo nulo. Preguntas sin respuesta directa, que muestra la ausencia de un incentivo democrático. Se ha ido amasando una amalgama de mentes sin interés por lo que debe ser gobernar y administrar un país, pero si no es ese el caso, la única explicación posible es que el hastío por el hacer de los políticos les ha empujado a la abstención.
Los resultados de los comicios nos obliga a examinar las causas del voto dirigido a cada uno de los partidos. Las propuestas de los programas iban desde tener las puertas abiertas a todo inmigrante llegado a nuestras fronteras, a poner controles exhaustivos para sólo permitir la entrada de los legales y los capaces de insertarse en nuestra cultura. Desde la revisión sesgada del pasado histórico, a derogar la ley de la memoria histórica. Desde colocar los impuestos en unos niveles desorbitados, a liberar a los ciudadanos de gran parte de los gravámenes. Y así otras muchas referencias que abarcan propuestas cuyos extremos están enfrentados. Clasificar cada sufragio por todas esas referencias de las que sólo se han señalado unas pocas sería peligroso, pues el resultado podría no mostrarnos un retrato acorde con la posición ideológica del votante. Por eso hemos de valorar los datos de las urnas como una gran cabriola a los políticos, bofetada o regalo, y más aún queda claro cuando los informadores se acercan a los ciudadanos para averiguar el sentido del sufragio y no son pocos los que afirman no conocer todo el programa del partido que han votado.
Los partidos políticos se han acostumbrado a no hablar con sentido, a no utilizar la palabra para exponer sus verdaderas propuestas, a tergiversar la información, a vaciar de contenido lo expresado. Sólo lanzan sonidos huecos, frases aprendidas de memoria, sin sentido, sin calar en lo que es necesario transmitir. De una gestión deliberada en el Parlamento se ha pasado a reuniones de despacho a espaldas del pueblo – se pacta, se trafica con nuestro bienestar -. Todo vale por unos meses más en la Moncloa, en cargos, salidos de la chistera, para el mejor pasar de los amigos, familiares y compañeros de partido. Dos semanas de campaña electoral y no se han oído referencias a la Andalucía real, cómo mejorar sus pueblos, cómo incentivar a sus jóvenes para hacerles grato el vivir en el campo o en la ciudad. Tampoco se ha transmitido el interés por los niveles académicos de los escolares, de los universitarios, ni cómo hacer de esa tierra fecunda en arte y en historia un adelantado, un aliciente para otras comunidades. Poca atención al número elevado de parados, lo único importante para el partido que está gobernando desde décadas la tierra abrazada por la Bética, ha sido y es mantener la red clientelar que la asfixia y a otros niveles el afán es montar falsas sociedades con la intención de sortear al fisco y con este bagaje llegar a ocupar un ministerio. Sorprende que en la comunidad andaluza donde sus fiestas populares están cargadas de referencias religiosas, se esté intentando con un reclamo populista de extrema izquierda, relegar la Mezquita de Córdoba a un simple botín de Estado, alejado de lo que fueron sus piedras milenarias, crisol de culturas con alientos religiosos.
Se ha de recuperar la palabra, la que nos hizo ser hombre, ser persona, con la que podamos mostrar nuestra capacidad de decisión para no estar al arbitrio de unos parásitos, de unos incompetentes en todos los ordenes, de unos mercaderes capaces de transaccionar con los enemigos de la Nación por “treinta monedas”. Hemos de recuperar en el día a día nuestra iniciativa con la palabra, en cualquier momento que se tercie y valorar lo que nos conviene, no cómo ellos quieren que sean las cosas. Hay que exigir soluciones a problemas reales sean las pensiones, la sanidad, la emigración. Hemos de recuperar el lenguaje bien estructurado, no cargado de vocablos en masculino y en femenino cuando el idioma español posee el género neutro heredado del latín; ha de imperar el verdadero significado de las palabras, no el que ellos con la manipulación les quieren dar. Sería un largo etcetera de hechos que sorprenderían y hasta irritarían, si iniciásemos la cuenta de todo lo que han atesorado y destruido tanto podemitas como secesionista.
El insulto gratuito, la calificación de fascista al que no postule con sus reclamos, el tachar de extrema derecha a cualquier toma de decisión de esa posición ideológica, es de una estrategia totalitaria que estremece. Ahora se ha pasado a la toma de las calles, sólo tienen derecho a manifestarse ellos. Cerrado el recuento electoral de los comicos andaluces, por boca de un líder político se alentó a la “gente” a salir en contra del resultado de las urnas, algo intolerable en un sistema democrático; recordemos lo que hizo ese mismo político “cuyo nombre no quiero acordarme” después del 11 M, el más sangriento atentado, la víspera de las elecciones frente a la sede del PP. Eso es extrema izquierda, les guste o no quieran que se diga.
Ahora la señora Susana Díaz repite una y otra vez que ella ha ganado las elecciones, pero ha olvidado que el Podemos comunista o los separatistas gobiernan en muchos centros de poder municipal o autonómico por el apoyo que el PSOE les dió con el sí o la abstención. En el Ayuntamiento de Madrid obtuvo más votos Esperanza Aguirre y gobierna Carmena, en la Cámara autonómica catalana ganó Inés Arrimadas y gobierna el golpista Torra.
Es el momento de romper esa tan triste frase de “la España silenciosa”, nunca en democracia a una sociedad se le puede dar ese calificativo. Democracia es estar opinando, buscar medios a traves de los cuales dejar el sentir, crear entidades para que sean el latir del pensamiento, educar a nuestros jóvenes con el ejemplo de la palabra . Alejar a los que nos quieren hacer a su gusto -callados-.