octubre 13th, 2017 by lasvoces

Redacción (Clemente Polo) – La histórica manifestación que tuvo lugar el 8 de octubre en Barcelona, respaldada por todas las asociaciones que han organizado las celebraciones de la Fiesta Nacional del 12 de octubre en Barcelona desde 2012, permitió constatar que la mayoría de los catalanes, respetuosos y callados hasta ahora, están dispuestos a defender la Constitución y el Estatut de Cataluña. Barcelona (España), viernes 13 de octubre de 2017. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA); 12.07.2017.El presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont saliendo de su coche oficial, para afrentarse a la realidad. Explica los motivos del linchamiento político que hizo al consejero Jordi Bages. Archivo Efe.

Centenares de miles salieron a la calle, convocados en pocas horas, para reclamar “Democracia, Democracia, Democracia”, como rezaba una de las pancartas, y agradecer la sacrificada labor de la Guardia Civil y la Policía Nacional que la están defendiendo en circunstancias dificilísimas, mientras los mandos de los Mozos de Escuadra respaldan el golpe de estado que se inició el 6 de septiembre en el Parlament de Cataluña. La prepotente televisión del régimen (TV3), en un gesto que la acerca todavía más a las de Honecker y Ceacescu, afirmó que la manifestación había sido convocada por organizaciones de ultraderecha y Falange. ¡Qué más quisieran! No, señores, no: esto va de libertad y democracia, amordazadas y secuestradas por el régimen nacional-secesionista, cuya falta de respeto al pluralismo político lo acerca más, cada día que pasa, a los opresivos regímenes totalitarios.

Del chantaje a la tregua

La noche del 1-O, Puigdemont compareció ante los medios con su gobierno en pleno para anunciar que ‘millones de catalanes’ habían votado –nadie sabe cuántos, dónde ni cuántas veces– y el ‘pueblo’ de Cataluña se había ganado el derecho a tener un estado propio en forma de república. ¿Será cierto que la finalidad última de todas las decisiones irresponsables que han ido adoptando Mas y Puigedemont en los últimos años era forzar al Gobierno de España a aceptar una mediación internacional? ¿En serio pensaban que la violencia desplegada por los comités de defensa del referéndum (CDR) –organizados por ERC-ANC, CDC-Omnium y CUP– el 1-O iba a inclinar a su favor la balanza? Da miedo pensar que desconocen hasta ese punto la fortaleza del Estado de Derecho y cómo funcionan la UE, en particular, y la comunidad internacional, en general.

El 6 de octubre, Mas sorprendía, tal vez más a propios que a extraños, con unas declaraciones en las que reconocía que Cataluña no está preparada para la “independencia real”. ¿Para la virtual, entonces, Sr. Mas? ¿Acaso los análisis del Consell Assesor per la Transició Nacional que aseguraban que todo estaba a punto para convertir Cataluña en la Holanda del Sur o Dinamarca eran sólo una broma pesada? ¿No han completado ya con la Agencia Tributaria y la Agencia de Protección Social la arquitectura de la república? ¿A qué esperan para repartir los 44 millones del dividendo fiscal que el AVE se lleva a Madrid cada día? Seguro que a más de un catalán que escuchó a Mas afirmar que los bancos no sólo no se marcharían sino que se darían codazos por venir a Cataluña, se le habrá quedado cara de bobo estos días al ver como Sabadell y Caixabank hacían las maletas. Mas y Puigdemont han vuelto a engañar miserablemente a los ingenuos ciudadanos que votaron el 9-N y acudieron de nuevo a votar el 1-O.

Vila, consejero de Empresa y corresponsable de todas las iniciativas del gobierno de Puigdemont, ha pedido una tregua para dar una última oportunidad al diálogo antes de declarar unilateralmente la independencia. Algunos quizá habrán visto en este gesto un atisbo de recuperación del sentido común por parte de un miembro del gobierno de la Generalitat. Craso error porque, quienes han provocado esta confrontación que se ha llevado por delante la convivencia y amenaza la recuperación económica, sólo pretenden ganar tiempo para seguir controlando la caja de la Generalitat y volver a las andadas en cuanto se presente una coyuntura favorable. Estamos ante una pandilla de agitadores irresponsables que llevan demasiados años jugando con los sentimientos de los ciudadanos y tensando la vida pública hasta límites insoportables e inadmisibles en democracia. Ahora que ven las orejas al lobo, sacan bandera blanca. Demasiado tarde, apechuguen con las consecuencias.

Sálvese quien pueda

La desbandada de entidades financieras, empresas no financieras y salida de capitales que está produciéndose en Cataluña durante los últimos días demuestra que las alertas que lanzábamos algunos economistas desde hace bastantes años no pretendían asustar a los catalanes –agitadores del miedo era la expresión con la que nos descalificaban nuestros colegas partidarios de la independencia–, sino advertirles que la secesión era un pésimo negocio. Cataluña ha tenido su principal mercado en el resto de España durante casi tres siglos y la diversificación del comercio que se ha producido, tras la adhesión de España a la CEE en 1986 y la puesta en marcha del Mercado Único en 1992, si bien la han mitigado, no ha alterado sustancialmente la situación. El resto de España sigue siendo a gran distancia el principal destino de las exportaciones de bienes y servicios producidos en Cataluña y el saldo acumulado de la balanza de bienes y servicios con España ascendió, según el Instituto de Estadística de Cataluña, a 251.969 millones de euros en el período 2000-2016.

Pocas cosas retraen más a inversores y empresarios que la inestabilidad política, la inseguridad jurídica y la perspectiva de una salida de la UE y el gobierno de Puigdemont ha preparado un cóctel explosivo agitando bien las tres. De nada va a servir, Sr. Vila, añadir un poco de hielo a la mezcla: sólo Puigdemont, la CUP y en menor medida ERC parecen dispuestos a beberse la pócima. Quienes no están por la labor son los financieros, los empresarios y los ciudadanos de a pie que han puesto pies en polvorosa, incluso antes de que Puigdemont se encierre en el Parlament para proclamar no se sabe muy bien qué: la independencia, la independencia diferida o la postindependencia. De lo que sí podemos estar seguros es que Cataluña es ya hoy una Comunidad más cerrada y más pobre que hace unos días y que la situación puede agravarse con consecuencias quizá irreversibles en las próximas semanas.

Hace falta ser bastante iluso para llegar a creerse que el Gobierno de España iba a permitirles quedarse con un trozo de su territorio y mantener secuestrados a varios millones de españoles. Hace unos días Cuixart, presidente de Omnium Cultural, crecido tras su estelar actuación el 21 de septiembre ante la Consejería de Economía, explicaba que Cataluña, como cualquier hijo crecido quiere independizarse, un manido argumento que como el del divorcio civilizado expuso reiterdamente Mas cuando inició su deriva independentista en 2012. La comparación no puede ser más desafortunada porque nadie impide a Cuixart abandonar España: le sugiero que traslade Omnium Cultural a una isla desierta para vivir una catalanidad plena. Puede usted abandonar el hogar familiar (España) cuando desee pero no olvide al salir dejar la llave sobre el mueble de la entrada. La directiva del Barça que se ha posicionado también en numerosas ocasiones a favor de la independencia lo tiene incluso más fácil, puesto que sus clubes no están obligados a participar en las ligas españolas. Dejen ya de dar la tabarra.

Pero volviendo al asunto principal: los independentistas deberían saber que ningún Gobierno responsable, ni hoy ni mañana ni pasado mañana, va a permitir al gobierno de la Generalitat saltarse la Constitución y apropiarse de una parte del territorio de todos los españoles. Así que no insistan y dejen de dañar la convivencia y perjudicar los bolsillos de todos.

Clemente Polo

Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico

Universidad Autónoma de Barcelona

13 de octubre de 2017

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mayo 25th, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) Si el españolito de a pie vive en Cataluña, pierde sus más elementales derechos que son la libertad y el amparo de la ley. Realidad con una implícita advertencia: Aquí reina la república nacionalista-secesionista. Si se deja someter, forma parte de los siervos de la gleba, pero si está convencido que este calificativo responde a épocas finiquitadas y osa enarbolar el libre albedrío, facultad humana de obrar por propia elección, es estigmatizado; “no es de los nuestros” le sentencian y no le atribuyen el ser considerado ciudadano catalán; “es español” le dicen con desprecio y con el agravante de la más profunda ignorancia, porque ser español le concede el ser catalán, por ser el primero un nombre genérico que incluye el segundo también genérico. Barcelona, 25 de mayo 2016. Fotografía: Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo.

Día que pasa, nos cansamos de oír una y mil veces la palabra demócrata y el calificativo democrático. Todos repiten constantemente esos términos como acreditación, en un país que dice gozar de democracia. Si fuera así, sería innecesario vociferar los términos salvadores con tanta insistencia. No se encuentra a faltar lo que se tiene, por el contrario se invoca cuando no se posee o se quiere hacer creer que se posee.

A pocas semanas de las elecciones generales sería gratificante estar convencidos de que acercarse a las urnas a emitir el voto, permitirá encontrar soluciones a las carencias existentes. Pero no es esa la situación que se vive. Por ser muchas las limitaciones que se han aplicado al sistema parlamentario-liberal en sucesivas legislaturas, ha resultado un modelo de participación ciudadana encorsetado. Quienes tanto alardean y viven de él, quienes no tienen interés en introducir reformas positivas para el propio sistema por si pierden los beneficios adquiridos , han logrado inhabilitarlo.

El ciudadano sin adscripción política y sin el voto debido, se encuentra en una deriva delicada, no tiene espacio posible de libertad para decidir el sufragio. La ley electoral que rompe la igualdad de los votos emitidos, el aval en firmas de los ciudadanos a los nuevos partidos como requisito para participar en campaña electoral, la falta de igualdad para acceder a los medios audiovisuales, las subvenciones de dinero público destinado a la campaña según el número de representantes que hayan conseguido las fuerzas políticas en la anterior legislatura, las encuestas dirigidas por los intereses del que las ordena y otras varias dificultades, distorsionan el sufragio. Después de considerar que no se siente representado por unos partidos ni por unos políticos que se han alejado de las pautas constitucionales, el ciudadano está en un callejón sin salida, se mueve en un dilema, quiere votar, pero le es difícil y hasta en ocasiones imposible.

El relato descrito no está dramatizado. La verdad siempre sale al encuentro por mucho que se quiera ocultar, obviar y escamotear. Los causantes del expolio serán señalados en corto o a largo plazo. Los anales de la Historia son implacables.

Si el españolito de a pie vive en Cataluña, pierde sus más elementales derechos que son la libertad y el amparo de la ley. Realidad con una implícita advertencia: Aquí reina la república nacionalista-secesionista. Si se deja someter, forma parte de los siervos de la gleba, pero si está convencido que este calificativo responde a épocas finiquitadas y osa enarbolar el libre albedrío, facultad humana de obrar por propia elección, es estigmatizado; “no es de los nuestros” le sentencian y no le atribuyen el ser considerado ciudadano catalán; “es español” le dicen con desprecio y con el agravante de la más profunda ignorancia, porque ser español le concede el ser catalán, por ser el primero un nombre genérico que incluye el segundo también genérico. Está en su país pero no puede ejercer y lo más grave, se le priva de los derechos inherentes a la democracia. Una y otra vez los pregoneros políticos insisten en vano: el nacional -se hará cumplir la ley- , es su letanía y el autonómico con la suya, -no hay intención de acatarla-. Hecho incompatible con el sistema democrático del que tanto alardean unos y otros. Y mientras tanto el ciudadano en una confusión total, sea por dejarse dirigir por enganches identitarios desde la escuela, desde las distintas emisoras radiofónicas y cadenas de televisión al servicio del poder sectario que preside las instituciones, o por habérsele marginado al no encajar en la futura tierra prometida monolingüe y arropada con la estelada, y lo más terrible por habérsele convertido en moneda de cambio de la mano de una clase política indigna de representarle. No queda aquí la anomalía democrática, pues si nos dirigimos algo más al sur del país, topamos con la Comunidad valenciana, una tierra a la que se la quiere desnaturalizar, hacerle perder su personalidad para convertirla en apéndice del imaginario imperio catalán y si se puede, también a las Islas Baleares y parte de Aragón. En este escenario, el Estado democrático, inexistente frente a las hordas nacionalistas, sigue prometiendo lo que no se ha dignado a mantener y ejecutar, la ley frente a los intentos de sortearla.

Es de sonrojo los muchos incumplimientos fiscales por parte de los que poseen mayor poder adquisitivo y de sonrojo supino el encontrar en la lista de defraudadores los que durante años han dado lecciones de progresismo social, jaleando que ser honesto, solidario y garante de las libertades es de izquierdas, mientras que mayoritariamente los trabajadores por cuenta ajena están cumpliendo cada año con sus obligaciones.

Para salvar esta sociedad de la pérdida de todo lo alcanzado, es imprescindible poner coto a la acampada en las instituciones de personas no preparadas ni moral ni académicamente. Los partidos se han ido convirtiendo en sectas endogámicas, que permiten existir en los puestos decisivos internos a los que se hacen adeptos, que suelen ser los menos preparados, los que no son capaces de hacer valer su currículum en el ámbito privado. Tiene que desaparecer la infinidad de beneficios que se dan los políticos a ellos mismos, si quieren en voz alta atribuirse el calificativo democrático: Menos días de trabajo al año, menos cotización para recibir una pensión, más indemnización por el puesto perdido, coches oficiales e infinitas subvenciones a asociaciones afines o gestionadas por ellos. Es difícil entender que los políticos diseñen su interesante ritmo de vida y en paralelo marquen los límites a la del resto de ciudadanos en pensiones, en precios de suministros domésticos, en todo aquello que es imprescindible para ser tratados con dignidad.

Si en todo el mundo, con el paso de los años las estructuras de gobierno, los dirigentes, los métodos de acción y la población han ido ajustándose según necesidades y posibilidades, ahora en esta encrucijada difícil, no nos queda más salida que transformar la estructura del Estado si queremos vivir con dignidad y respeto para con nosotros mismos. La salvación no sólo de la Democracia sino también de España y de los Ciudadanos, pasa por este peaje próximo, las elecciones del 26 de junio, una parada demasiado gravosa por los niveles de calidad tan bajos a lo que ha llegado la política. No hay debate de ideas, sólo interesa el poder y esquilmar más aún a las personas que constituyen la soberanía nacional; las movilizan como manada amorfa, de ahí el uso falso y constante de la palabra demócrata, convencidos los políticos de que al nombrarla, las mantendrán sumisas por temor a que les nieguen participar de ella. Llegado a este punto de manipulación innoble, una máxima es obligada, exigirles a los dirigentes de las fuerzas políticas, el respeto a la libertad. Esa meta será alcanzable si conseguimos despertar la conciencia cívica en cada uno de nosotros al eliminar la apatía que de alguna manera nos han impuesto.

Otro concepto emocional, no oral que ha compartido las formas habituales en la acción pública, es el “buenismo” desplegado por ciertos políticos y seguido por otros sin rechistar, otra forma de dinamitar la gran capacidad del hombre de llevar una vida libre, jalonada de momentos de diverso signo, sean exitosos, fáciles de asumir o penosos y arriesgados. Seducen con favores no gratuitos y pretenden que el ciudadano dependa cada vez más del Estado en todas sus necesidades, sujeto a una reglamentación extrema que le ha hecho renunciar a su libertad y sucumbir ahogado en la multitud anónima.

Sí, a la dinámica de la libertad, al concepto de democracia, al talante democrático, a la iniciativa, al hombre conductor de decisiones, al esfuerzo de la sociedad para organizarse. No, a la burocracia, a los infinitos reglamentos, a los déspotas de turno, a los falsos igualitarismos, a los espíritus timoratos y sobre todo a los que nos aplastan en el silencio al arrojarnos a la cara “yo soy demócrata”.

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mayo 3rd, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – Si la educación tiene como objetivo el pleno desarrollo de la personalidad humana, según consta en la Constitución, y si los resultados académicos nos indican al día de hoy, dos realidades incuestionables: el alto fracaso escolar por un lado y por el otro el bajo nivel de comprensión lectora junto con una deficitaria capacidad de cálculo, nos encontramos con una realidad evidente, hemos fracasado. Barcelona, 3 de mayo 2016. Fotografía: Alumnos en un colegio durante la huelga educativa del pasado 24 de octubre 2013. La CE alerta a España de los recortes en Educación y de los retos ‘agravados’ por la crisis. Archivo Efe.

Cabe revisar lo que se ha realizado en este ámbito. A lo largo de todo el periodo democrático ha habido un único sistema educativo, el del

Ana María Torrijos. Lasvocesdelpueblo

Ana María Torrijos. Lasvocesdelpueblo

gobierno del señor Felipe González -un igualitarismo a la fuerza y una falsa compensación ante la desigualdad existente en la sociedad-. Con esta obsesiva intención ideológica se implantó una norma, la constante supresión de exámenes y suspensos, al mismo tiempo que se alentó a la no repetición de curso al grito salvador de “progresa adecuadamente”. Se descartó el concepto de autoridad, pilar fundamental del docente ante el alumno, y se dio paso a la palabra “colega”; el profesor ya no impartió lecciones del saber, desde ese instante se convirtió en un amiguete al frente de un aula llena de jóvenes, la mayoría dispuestos por decreto ley a no realizar esfuerzo alguno. El profesor poco a poco llegó a ignorar lo que debía enseñar.

Pero para conseguir este plan se modificó lo que aún podía impedirlo, los contenidos. Los alumnos, superarían curso y conseguirían, con capacidad o no, un título universitario; esa idea indujo a eliminar materias académicas. Las más sacrificadas fueron las Humanidades, la literatura, el arte, la historia, las asignaturas que forman a la persona y que le permiten tener criterios firmes. La filosofía, disciplina orientada a hallar respuestas y sobre todo a construir preguntas en un mundo tremendamente complicado, fue reducida a lo mínimo. En aras de no agravios comparativos entre los alumnos, en la etapa obligatoria prolongada hasta los dieciséis años, se descartó cualquier dificultad matemática y las complicadas estructuras gramaticales del latín. A toda esta desenfrenada locura intelectual, se incorporó también “el igualitarismo” para el acceso al cuerpo docente, al descartar el mérito y la calidad.

Un lenguaje adaptado al “buenismo” empezó a llenar la dialéctica educativa: oficinas de garantías lingüísticas, agrupaciones flexibles, esfuerzo compartido, comisión de expertos para la prevención y resolución de conflictos, mediador didáctico, atención a la diversidad, adaptación curricular personalizada, promoción automática, comprensividad. Muchas decisiones erróneas se fueron tomando a medida que el proceso avanzaba. El resultado es que en estos momentos hay una mayoría de jóvenes sin formación laboral específica y otros con título universitario desvalorizado por no exigirles, al incorporarse a la facultad, un expediente curricular bueno, ambos grupos destinados al paro.

España es uno de los paises de Europa que más invierte en enseñanza y parece increíble que tengamos ese panorama tan desolador.

Con la implantación de las sucesivas fases de la reforma, surgieron grietas y para taparlas se pusieron parches con la única intención de salvar el sistema; el proyecto de la izquierda no podía fracasar y por mucho que los gobiernos de la derecha intentaron diseñar otro modelo, nunca pudo salir adelante pues los únicos legitimados para liderar la cultura era la fuerza política socialista. Y la sociedad tragó sin reaccionar, era cómodo callar y no ser tachado con calificativos desmoralizadores. Las víctimas fueron nuestros niños y nuestra juventud. A este páramo educativo hay que sumar las especificidades lingüísticas de las comunidades bilingües con su decreto de inmersión, obligatorio y excluyente de la otra lengua cooficial, el español y además con un dirigismo doctrinario nacionalista que rompió cualquier intento de formar en libertad, y el maestro el lacayo de la deriva.

Para ir redondeando el modelo al servicio del sectarismo ideológico, se le privó de los valores imprescindibles en el aula : el esfuerzo, la responsabilidad, la disciplina, el estudio, el compañerismo, el respeto, la abnegación. Ausencias que culminaron en la renuncia del alumno a desarrollarse, a progresar en las distintas facetas personales e incluso a destacar en relación a los demás. De este cultivo únicamente pudo resultar una sociedad desorientada, una sociedad maleable para que no prime el aprendizaje teórico, que es exigir al alumno adaptarse a los conocimientos, sino para que consienta un aprendizaje doblegado a la idiosincrasia del estudiante e instrumentalizado en aras de alcanzar el igualitarismo. Falso igualitarismo por no ser en oportunidades, tan sólo es igualitarismo en el bajo nivel de formación académica. Las clases pudientes son las que pueden elegir centros de pago para acceder a la enseñanza de calidad, que les permitirá ocupar los mejores puestos directivos de la sociedad. Constata esta afirmación el que los hijos de los políticos y sobre todo los de los llamados progresistas, defensores a ultranza del deficiente programa educativo vigente en España, son escolarizados en centros de élite y realizan el master adecuado para alcanzar la formación que sus padres les niegan al resto de la población y sobre todo al sector más desfavorecido por su nivel económico.

No se han puesto límites al comportamiento del alumno y se ha generado una persona incapaz de tomar en serio sus obligaciones con la sociedad. No tener conciencia de la cultura en la que vivimos, con la que nos hemos conformado como individuos y como pueblo, hace muy difícil tener las referencias imprescindibles para saber los principios que mueven la Democracia, el modelo político vigente:

1.- La cultura y la educación son los instrumentos más necesarios para que el hombre desarrolle mejor sus aptitudes y rompa el concepto de clase que imperaba en otros momentos históricos.

2.- La conjunción de derecho y ley con la intención de limitar la intervención excesiva del Estado sobre la vida de los ciudadanos, dará mayores cotas de decisión.

Los Diputados, gobierno y oposición, están obligados a dejar contiendas partidistas y desarrollar un modelo educativo de calidad al servicio de la ciencia y sobre todo de los ciudadanos. Los valores superiores que afirman defender, que son la libertad, la justicia y la igualdad, se harán realidad si se consigue un gran pacto educativo, digno y fecundo. Nos lo merecemos.

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