Una burguesía oligárquica, caciquil, localista, acostumbrada a ejercer presión

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. <Fotografía: El presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante la primera reunión del gobierno catalán tras las vacaciones, agosto 2015. Foto/Efe>

Una burguesía oligárquica, caciquil, localista, acostumbrada a ejercer presión

Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo

Ana María Torrijos, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph A. N./lasvocesdelpueblo

-¡Tierra!, La suerte está echada, Tanto monta, monta tanto, Sólo sé que no sé nada, Dejad que los niños se acerquen a mi -… palabras, frases, sentencias que han marcado un hito en el devenir histórico, que han intentado simplificar un hecho, un pensamiento, un anhelo; expresiones dichas, retenidas en la memoria y transmitidas para la posteridad; un recuerdo, esperanza y guía para todas las personas que quieren formar parte de su presente y facilitar la llegada de un futuro mejor. Pero hay otras que nacen vacías de contenido, frases huecas, coyunturales, que pasarán al olvido o que si se retienen serán para oprobio de los que las pronunciaron: “el Gobierno no os dejará solos”, ésta es una de ellas, la que el presidente del Ejecutivo ha emitido por compromiso ya varias veces, pero sin cumplimiento, y luego volvió a repetirla ante un nuevo acto en contra del Estado de derecho, el 27S como constancia de obligación debida o a lo mejor por tic paternalista y en caso extremo por hacer ver que ejerce sin hacerlo. Pero no ha quedado en ello, finalizado el recuento de votos de los comicios autonómicos, el portavoz del partido de la calle Génova, el señor Pablo Casado en ausencia ya prevista de Mariano Rajoy, manifestó otra frase que seguro , igual que las anteriores, pasará a la posteridad por vacua “el gobierno garantizará la legalidad”; al día siguiente, obligado por las críticas generalizadas a su escapada, se dignó el señor Presidente a convocar un encuentro con los periodistas para dar su valoración de lo ocurrido en las urnas… no quiso agotar la paciencia de los profesionales de la información ni la nuestra, de ahí que su exposición fuera breve; nada nuevo aportó, ya por no tener propuesta alguna o por no calibrar la grave situación que nos envuelve.

Toda una legislatura ha sido tiempo suficiente para que los ciudadanos hayan apreciado la acción del Gobierno, la intención de solucionar todos los problemas y sobre todo la presencia del Estado en cada Comunidad autónoma. No ha sido así, el Presidente, el señor Rajoy no ha apoyado a los ciudadanos catalanes a los que se les ha privado reiteradamente de derechos fundamentales y a través de ellos a todos los españoles y tampoco ha tomado medidas en su momento debido para impedir las ofensas continuas que se han dirigido a la Nación y al jefe del Estado.

Estas últimas elecciones, convocadas con antelación, a gusto de un proyecto secesionista, liderado por el señor Mas, representante del Estado en su comunidad autónoma, adelantado de una burguesía oligárquica, caciquil, localista, acostumbrada a ejercer presión , a imperar a la sombra del poder y estar en primera línea sea el sistema político que sea , se atrevió a decir a los cuatro vientos la intención de negarle a España el ser una Nación y hurtarle una parte importante de ella, sin que las instituciones aplicasen los resortes que la Constitución brinda ante tal reto prevaricador. El dirigente independentista se ha transformado en una estatua de sal de tanto mirar la historia y blandirla a modo de ariete, pero no la gran Historia que aporta experiencia e insta a emular grandes o pequeños hechos para bien de una sociedad viva y capaz sino que desde aquel pasado lejano la pervierte, la tergiversa , la ofrece como manzana de la discordia a una ciudadanía previamente adoctrinada.

Los nacionalistas se han prestado a lo largo de los años a tutelar a los Gobiernos de España en varias legislaturas, haciendo creer que lo hacían por lealtad institucional y éstos, inmersos en un plan cortoplacista, se han dejado rodear por el abrazo mortífero de la Mantis religiosa. Ahora al límite de la involución democrática se requiere una acción clara, firme y taxativa de las instituciones del Estado sin rodeos, sin comunicados suaves, sin abogar al tan manoseado consenso que las ha estado acunando.

La ciudadanía, única portadora del derecho a la soberanía, ha empezado a salir de su letargo y a ejercer sus obligaciones con el único propósito de salvar su bienestar, su dignidad y como es lógico su país de la misma manera que lo hace cualquier sociedad democrática. Y se conseguirá si se olvida el buenismo engañoso que han esgrimido muchos falsos profetas y si se exige a los políticos sentido de Estado.

Un ejercicio saludable para poner a punto la inteligencia y descubrir el verdadero plan de los peones de la desintegración de España, es derribar tabúes para que escape el miedo a opinar, a decir no al nacionalismo, a exigir los derechos que avala la legalidad constitucional, a identificarse con lo español, a hablar en castellano si es así como mejor te expresas, sin justificarte o pedir perdón por no conocer otra de nuestras lenguas. Con esta práctica se logrará recuperar la dignidad perdida de cada uno en particular y con ella la de todos. Ahora bien, en primera línea está obligado el Ejecutivo a posicionarse y detrás el resto de los organismos del Estado. No se debe otorgar premios nacionales a personas que les repugna no ya sentirse españolas sino serlo y que alardean de este rechazo después de muchos años de aceptar subvenciones públicas, pero aún es más degradante no inmutarse en el pleno del Congreso cuando un diputado rompe varias hojas de la Carta Magna : un representante político, ineficaz en la defensa de sus ciudadanos en libertad, no es digno del cargo ni de la responsabilidad que ocupa. Habría que plantearse qué nos ocurre, qué déficit mostramos en nuestro funcionamiento colectivo para no reaccionar al instante a los zarpazos destructivos del nacionalismo, y permitir que las instituciones y sus dirigentes se paralicen por no creer en la legitimidad que les ampara y hasta por alardear de ser comprensivos con los enemigos de la libertad.

Se han emitido pronunciamientos alertando de lo negativo que sería la secesión de Cataluña y es posible que se nos ofrecerán muchos más, firmados por empresarios, entidades bancarias, sindicatos, exministros… pero todos tardíos por el sufrimiento que el silencio cómplice ha ocasionado a muchas familias, y lo terrible es que esas entidades han convivido en un magma de chanchullos con los líderes de la ideología identitaria, y ahora ante la posibilidad de desequilibrios económicos, se revuelven en un escenario habilitado, ante las cámaras televisivas, con cierto aire de superioridad mientras que muchos ciudadanos en soledad han tenido que defenderse de la intransigencia, de la injusticia y han sido diana de insultos degradantes, lanzados por los instintos más bajos del ser humano, instintos manoseados desde estancias oficiales y mantenidos con dinero público.

Somos muchos más los que con sentido común, sabemos que todos, codo a codo hemos colocado a nuestro país en un digno lugar en el ranking internacional europeo y que no debemos permitir que se desintegre en mil pedazos en una noche de artificieros. España sin aspavientos, sin una palabra más alta que la otra, sin un desaire debe estar en nuestra vida pública y darnos seguridad como pueblo; meta posible si nos ponemos todos en la labor, políticos, intelectuales, dirigentes de empresas, profesionales de la comunicación y en primera línea profesores, aliento de las escuelas , de universidades, tutores de nuestros jóvenes con la noble tarea de explicarles las raíces de nuestro país, su andadura histórica, por cierto una de las más dignas , y sobre todo hemos de trazar un proyecto ilusionante que cale y nos facilite tener alicientes motivadores.

Lo más eminente es regirnos por las normas que marca el Estado democrático, el cumplimiento de la ley – la tarea principal de cualquier gobernante – y al que no lo haga, sea el dirigente que sea, sea de la autonomía que sea, de la institución que sea, debe aplicársele los correctores que marca la Constitución y el Código penal. No hay tiempo que perder, se han de bloquear los medios mediáticos que despliegan un control sobre la ciudadanía, soltar amarras para que nadie sea pusilánime ante los grandes valores que debe regir a una sociedad sana y dispuesta a actuar en beneficio de los otros, que no es nada más, ni nada menos que potenciar las cualidades que cada uno tiene, sin cortapisas, sólo con el límite de la Ley.

Emprendamos esa tarea con ilusión y por encima de todo, con mucha agudeza para desenmascarar a los que disfrazados de cordero, esconden sus garras y colmillos con la intención de sacar bocado o privilegio, haciéndonos creer que hay pueblos que por el sólo hecho de estar asentados en un territorio son mejores que otros, que tienen una singularidad con derecho a beneficios; afirmación incierta en una sociedad democrática, en la que rige únicamente la igualdad de todos ante la ley por muy diversos que seamos. De ahí partiremos, de los valores aportados por la primera Constitución liberal de 1812 -el criterio de nacimiento, basado en el origen familiar y en el territorio propio fue sustituido por el criterio del mérito personal- ciudadanos de pleno derecho, nadie abandonado injustamente al desprecio y olvido.

 

octubre 3rd, 2015 by