octubre 8th, 2016 by lasvoces

Redacción: [Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)] – Un nuevo curso escolar acaba de empezar y, con él, se inicia una nueva etapa expansiva de la “enseñanza bilingüe” en las diferentes CC. AA. y, en particular, en la de Madrid. Y ante los resultados insatisfactorios que se están obteniendo con esta enseñanza, los padres, informados y responsables, se habrán preguntado, una vez más, qué enseñanza es la mejor para sus hijos: ¿la bilingüe o la tradicional monolingüe (en español)? Barcelona (España), sábado 8 de octubre de 2016. Fotografía: Una captura pantalla de la enseñanza bilingüe [en Inglés (i) en español (d)] con el signo tradicional de ‘Me Gusta’ y colores Nacionales del Reino Unido y del Reino de España, del texto facilitado. Lasvocesdelpueblo.

Hasta esta fecha sólo se impartía en ciertos colegios privados. Y desde entonces, esta enseñanza se ha ido generalizando poco a poco en esta comunidad

Algunos, como Javier Marías (2015), ya han afirmado categóricamente que la publicitada “enseñanza bilingüe” (español/inglés), impartida en España, no es “ni bilingüe ni enseñanza”. Por eso, se puede decir que, a pesar de la etiqueta de esta enseñanza, no es oro todo lo que reluce.

En España, con la enseñanza bilingüe “español/inglés” se pretende que el español y el inglés sean, al mismo tiempo, objetos de estudio e instrumentos de enseñanza-aprendizaje de contenidos no lingüísticos. Empezó su andadura, en el curso 2004-2005, en 26 colegios públicos de la Comunidad de Madrid. Hasta esta fecha sólo se impartía en ciertos colegios privados. Y desde entonces, esta enseñanza se ha ido generalizando poco a poco en esta comunidad,  hasta el punto de que, en 2016, ya es ofrecida por casi la mitad de los colegios (359 de los casi 800 centros) y por más de un tercio de los institutos (135 de los 315). Además, este tipo de enseñanza también se ha ido implantando, progresiva y paulatinamente, en los centros públicos y concertados de las otras CC. AA. de España, que han seguido el ejemplo de Madrid.

Con la propuesta bilingüe, Aguirre pretendió hacer frente al fracaso secular de la enseñanza tradicional de las lenguas extranjeras y, en particular, del inglés, en España

Esta enseñanza bilingüe fue el resultado de una ocurrencia-promesa de Esperanza Aguirre durante la campaña electoral de 2003, que la catapultó a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Con esta promesa, la Sra. Aguirre pretendió ganar votos, al tiempo que terció en el debate sobre la inmersión lingüística de la Generalidad de Cataluña, que seguía implantado la enseñanza monolingüe en catalán, eliminando todo rastro de “enseñanza bilingüe español/catalán” e incumpliendo, para más inri, tanto la legislación en vigor como una serie de sentencias judiciales. Por otro lado, ofreció a los catalanohablantes, residentes en Madrid, la enseñanza bilingüe español/catalán, que era y es negada a los hispanohablantes en Cataluña. Y, finalmente, con la propuesta bilingüe (español/inglés), la Sra. Aguirre pretendió hacer frente al fracaso secular de la enseñanza tradicional de las lenguas extranjeras y, en particular, del inglés, en España. ¡Loable objetivo, digno de ser apoyado!

Se ha pretendido conquistar Troya: convertir a los jóvenes madrileños en bilingües y poner fin al tradicional analfabetismo lingüístico en lenguas extranjeras

Al ganar las elecciones, la Sra. Aguirre se vio obligada a improvisar la enseñanza bilingüe, al no disponer de los medios necesarios, en particular de los humanos, para llevarla a cabo. En efecto, no se disponía y aún no se dispone de un profesorado formado y competente para impartir una enseñanza del inglés y, sobre todo, de contenidos no lingüísticos en inglés. Éste fue, desde un principio, el talón de Aquiles de la enseñanza bilingüe en la Comunidad de Madrid. Se ha pretendido conquistar Troya (convertir a los jóvenes madrileños en bilingües y poner fin al tradicional analfabetismo lingüístico en lenguas extranjeras), sin disponer de los docentes para conseguirlo.

La conquista de Troya fue precedida por 10 años de cerco, que acabaron cuando los griegos utilizaron la estratagema del “caballo de Troya“. La enseñanza bilingüe en la Comunidad de Madrid lleva en marcha también un poco más de 10 años y los resultados positivos se resisten, tanto en lo que se refiere a la competencia en inglés como en lo relativo al aprendizaje de conocimientos curriculares por parte de los alumnos. Es decir, no es “ni bilingüe, ni enseñanza”, Javier Marías dixit. Es evidente que no se puede enseñar aquello que no se conoce o se conoce mal o se conoce a medias; o, como dice el refrán, no se pueden pedir peras al olmo.

La deficiente enseñanza-aprendizaje de las lenguas extranjeras no es un problema exclusivo de España

Por eso, o se construye un nuevo “caballo de Troya”, henchido de profesores formados (tanto desde el punto de vista lingüístico y didáctico como en las materias que van a enseñar en inglés) o la conquista del bilingüismo español/inglés tendrá que esperar aún durante mucho tiempo o se alcanzará ad calendas graecas.

Ahora bien, un profesorado capaz de enseñar el inglés y contenidos curriculares en inglés no se consigue de la noche a la mañana, ni con estancias de tres meses en Irlanda o con cursos intensivos de inglés de tres meses o con unas jornadas de formación de fin de semana. Estos medios no parecen proporcionados ni adecuados a los ambiciosos objetivos perseguidos. Con estos medios no se puede dotar a los profesores de unos “savoirs” lingüísticos y curriculares en inglés; de unos “savoir-faire” didácticos, para impartir una enseñanza del y en inglés; y de unos “savoir-être”, para interactuar en inglés en unas clases, donde hay alumnos que dominan el inglés mejor que el profesor.

La deficiente enseñanza-aprendizaje de las lenguas extranjeras no es un problema exclusivo de España. Interesa, ocupa y preocupa tanto a los distintos países de la Unión Europea como a las autoridades europeas. Por eso, la “enseñanza bilingüe” o “multilingüe” debería ser un proyecto y un objetivo europeos, para poder pasar de la “Europa de los mercaderes” a la “Europa de los ciudadanos” y, así, hacer avanzar la construcción de los futuros Estados Unidos de Europa y dotarla de cimientos sólidos.

Las autoridades comunitarias tomaron conciencia del hecho de que todo nuevo progreso en la integración y la construcción europeas estaba condicionado por el aprendizaje de las lenguas

Es una verdad de Perogrullo que el ciudadano europeo y la Unión Europea serán multilingües o no serán. En efecto, la tan cacareada libertad de circulación de mercancías, de productos financieros y de personas es sólo una realidad cuando nos referimos a las mercancías y al dinero, pero no a las personas.

La libertad de circulación y de establecimiento en cualquier país de la U.E. es, por el momento, un simple derecho retórico, que no puede ser ejercido por los europeos. En efecto, al final de la etapa de formación, si los jóvenes titulados y/o los profesionales no son “plurilingües” o al menos “bilingües” y, por lo tanto, no dominan la lengua del país donde quieren echar raíces profesionales, laborales o familiares, no podrán ejercer este derecho. En los años 70 del siglo pasado, las autoridades comunitarias tomaron conciencia del hecho de que todo nuevo progreso en la integración y la construcción europeas estaba condicionado por el aprendizaje de las lenguas de los distintos países que la componen. Pero, a pesar de esto, no han hecho nada determinante ni eficaz para conseguirlo. Por eso, no es una casualidad que la construcción de la U.E. esté empantanada y en peligro de descomposición (cf. el Brexit, el renacimiento de los nacionalismos, etc.), a causa de los numerosos problemas que arrastra, entre otros motivos, también debido a la falta de comunicación entre los que deberían ser ciudadanos de los EE. UU. de Europa.

Hay soluciones para conseguir una enseñanza bilingüe o multilingüe eficaz, que sirva de argamasa y de cimiento sólido en la construcción de la Europa Unida

Ante la importancia de la política lingüística en la construcción de la “Europa de los Ciudadanos” y ante las expectativas creadas por la enseñanza bilingüe en España, no quiero contentarme sólo con levantar acta del fracaso de esta enseñanza, tanto en España como en los distintos países de la Unión. Hay soluciones para conseguir una enseñanza bilingüe o multilingüe eficaz, que sirva de argamasa y de cimiento sólido en la construcción de la Europa Unida . Entre ellas, quiero apuntar sólo una, sugerida, en 1996, por el lingüista francés Claude Hagège*.

Ante la penuria de profesorado formado para impartir una enseñanza bilingüe, este profesor del Collège de France propuso una solución novedosa y radical, para ser aplicada inmediatamente en el conjunto de la Unión Europea. Según él, si el multilingüismo debe estar en la base de la consolidación de la Unión Europea, la iniciativa que hay que tomar es clara: impulsar y llevar a cabo “una política paneuropea de intercambios temporales masivos de maestros [y profesores], de una país de Europa a otro”, para que enseñen tanto su lengua materna como contenidos curriculares en dicha lengua. Esta estancia temporal en otro país convertiría a los profesores en bilingües y, entonces sí, podrían enseñar una lengua y en una lengua extranjera al regresar a casa. Se trata de una medida revolucionaria, pero muy operativa y funcional, y no más onerosa que la solución actual. Así, a corto o medio plazo, todos los sistemas educativos europeos podrían disponer de un profesorado dominando la lengua que enseñan y en la que enseñan. Para algunos esta medida puede ser tildada de utópica aunque, como escribió Víctor Hugo, no debemos olvidar que “la utopia de hoy será la realidad de mañana”.

Hasta ahora, los “maestros Ciruela” de la casta política española y europea han hecho oídos sordos a la razonable y razonada propuesta de Cl. Hagège. Esto denota que gestionan la “res publica” y toman decisiones sin saber lo que se traen entre manos y, lo que es más grave, sin rodearse de especialistas y profesionales que les asesoren sobre las medidas que se deberían tomar.

(*) Cl. Hagège (1996), “L’enfant aux deux langues”, Éditions Odile Jacob, Paris (cf. «Chapitre VII. L’immersion par échanges massifs de maîtres à travers l’Europe », pp. 109-138.

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Un combo de fotografías del presidente autonómico del País Vasco, Iñigo Urkullu Renteria (i) junto con el gobierno separatista catalanista con sus vicepresidentes Neus Monté (i), Oriol Junqueras (c) y el presidente autonómico de Cataluña Carles Puigdemont Casamajó (d) y finalmente con el presidente autonómico de la Junta de Galicia (PP), Alberto Núñez Feijóo (última fotografía (d)). Fuentes imágenes Efe. Montaje Lasvocesdelpueblo.
agosto 7th, 2016 by lasvoces

Redacción (Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).) Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria, Vizcaya y no Bizkaia, Guipúzcoa y no Gipuzkoa etc. Y suma y sigue. En relación con el tema abordado, se podrían aportar otras muchas citas de autoridad, que van siempre en la misma dirección: cuando se habla o se escribe en español, los topónimos catalanes, gallegos o vascos que tengan forma tradicional española deben ser utilizados según la grafía que corresponde al español. Esto —que es evidente, lógico y dictado por el sentido común—, ha sido tergiversado por los maestros Ciruela de la casta política que, con la ayuda de los “plumillas” apesebrados y también de los profesores acríticos, han ido imponiendo cambios en la toponimia en español. Estos cambios no sólo contaminan, deforman y degradan la lengua española; también contribuyen a desarmar lingüísticamente y culturalmente a los hispanohablantes, al tiempo que constituyen una nueva derrota del bilingüismo y un nuevo paso hacia el monolingüismo en las lenguas autóctonas. Barcelona (España), domingo 7 de agosto de 2016. Fotografía: Un combo de fotografías del presidente separatista autonómico del País Vasco del partido Nacionalista Vasco (PNV), Iñigo Urkullu Renteria (i) junto con el gobierno separatista catalanista de Juntos Por El Sí (JxSí) con sus vicepresidentes Neus Monté (i), Oriol Junqueras (c) y el presidente autonómico de Cataluña Carles Puigdemont Casamajó (d) y finalmente con el presidente autonómico de la Junta de Galicia (PP), Alberto Núñez Feijóo (última fotografía (d)). Fuentes imágenes Efe. Montaje Lasvocesdelpueblo.

Otro efecto deseado y buscado por los nacionalistas: el progresivo desplazamiento, la marginación y la eliminación de la lengua española (el mal llamado “castellano” en la Constitución de 1978)

En mis últimos textos me he dedicado a poner el dedo en la llaga de ciertos ejemplares del gremio de los “maestros Ciruela” (personajes que, según un refrán castellano, no saben leer ni escribir y ponen escuela): licenciadas en derecho, en filologías y en ciencias de la información. Ahora bien, la ignorancia, como dice la sabiduría popular, es muy atrevida  y los maestros Ciruela abundan también en otros colectivos. Es el caso del tándem formado por los miembros de la casta política y, en general, los “plumillas” de los medios de comunicación, que se complementan mutuamente y que tienen también el lenguaje (oral y/o escrito) como instrumento fundamental de trabajo. Hago referencia a estos pseudo-profesionales de la palabra para tratar de responder a las alternativas, formuladas en el título de esta reflexión. Se trata de dos casos ilustrativos, que son sólo la punta del iceberg de muchas otras alternativas lingüísticas.

Desde el inicio de la Transición (1975), en las CC. AA. con dos lenguas oficiales, se inició el mal llamado proceso de “normalización” lingüística. Con ésta se pretendía generalizar e imponer  el uso de la lengua autóctona (catalán o vasco o gallego u otras modalidades lingüísticas) en todos los ámbitos de la comunidad autónoma respectiva. Esto provocó, al mismo tiempo, otro efecto deseado y buscado por los nacionalistas: el progresivo desplazamiento, la marginación y la eliminación de la lengua española (el mal llamado “castellano” en la Constitución de 1978), en los ámbitos institucionales y en las situaciones más formales de comunicación.

Con la normativización se toman decisiones sobre la naturaleza de la lengua, determinando la norma (léxica, ortográfica, fonética y morfosintáctica)

Sin embargo, los maestros Ciruela de la casta política no se contentaron con esto. Procedieron también a la “normativización” de ciertos aspectos del español, la lengua común de todos los españoles. Se trata de un proceso que, en general, precede a la normalización del uso de una lengua (cf. ut supra). Con la normativización se toman decisiones sobre la naturaleza de la lengua, determinando la norma (léxica, ortográfica, fonética y morfosintáctica) que hay que aplicar al usar una lengua. Ahora bien, la normativización y su resultado, la norma, no pueden ser caprichosas por parte de los que la llevan a cabo, ya que podrían entorpecer la comunicación entre los usuarios de una lengua. Por eso, en la normativización, no se puede actuar a la ligera, como lo han hecho los maestros Ciruela de la casta política española, metiéndose en camisa de once varas.

Según el Art. 25.2. del  R.D. Legislativo 781/1986, de 18 de abril, sobre régimen local, sólo mediante ley aprobada por las Cortes Generales se puede modificar la toponimia. En base a este artículo, se ha ido cambiando la toponimia en español e imponiendo, como única forma oficial, ciertos topónimos en gallego, en catalán, en vasco, etc. Así, por ejemplo, en vez de Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa o Vizcaya,… hay que decir, al utilizar el español, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia,…, según los maestros Ciruela de la casta política. Y éstos son sólo algunos ejemplos. En efecto, muchos otros topónimos han cambiado de nombre sin haber pasado por el Congreso de Diputados. Basta con consultar el Registro de Entidades Locales (REL).

Las interferencias denotan que el locutor posee un bilingüismo desequilibrado y deficiente

En los procesos de normativización de las lenguas autóctonas (en nuestro caso, las de las CC. AA. con dos lenguas oficiales), es lógico y razonable que se restablezcan los topónimos tradicionales de estas lenguas y que se fomente el uso de los mismos cuando se emplean dichas lenguas. Ahora bien, lo que no es de recibo, desde ningún punto de vista, es que, cuando los hispanohablantes usamos el español, tengamos que utilizar topónimos o también palabras procedentes de estas otras lenguas (catalán o gallego o vasco, etc.). ¿Por qué?

Desde el punto de vista de la lingüística aplicada, cuando dos o más lenguas entran en contacto pueden suceder tres cosas. Una de ellas es la amalgama total o parcial de las lenguas en contacto. En el caso de la amalgama parcial, unidades lingüísticas o estructuras morfosintácticas o fónicas transitan entre las lenguas en contacto, provocando interferencias y contaminándose mutuamente. Ahora bien, la presencia de unidades lingüísticas de otra lengua (por ejemplo, del catalán o del gallego o del vasco,…), cuando se utiliza una lengua determinada (por ejemplo, el español), da una pobre y mala imagen del que habla o escribe. Es algo negativo. En efecto, las interferencias denotan que el locutor posee un bilingüismo desequilibrado y deficiente, fruto de las lagunas y de la inconsistencia de su competencia lingüística en las lenguas en contacto.

Si utilizo el español y me refiero a la capital del Reino de los Belgas, hablaré de Bruselas y no de Bruxelles; o si me refiero de la capital del Reino Unido, hablaré de Londres y no de London

Por eso, cuando hablamos o escribimos debemos mantener separadas las dos lenguas y utilizar o la una o la otra. Esto es un signo de un grado de bilingüismo más equilibrado; y, por consiguiente, da una imagen más positiva del locutor. Por eso, si utilizo el español y me refiero a la capital del Reino de los Belgas, hablaré de Bruselas y no de Bruxelles; o si me refiero de la capital del Reino Unido, hablaré de Londres y no de London; o si me refiero a la región francesa donde se encuentra una de las sedes del Parlamento Europeo, hablaré de Alsacia y de Estrasburgo y no de Alsace y de Strasbourg. Del mismo modo, cuando se usa el español, hay que utilizar los topónimos tradicionales en español y decir Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa, Vizcaya,… y no, como pretenden los maestros Ciruela de la casta política, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia,… Y éstos son sólo algunos ejemplos.

Por otro lado, desde el punto de vista del funcionamiento del lenguaje, hay que insistir en el hecho de que el uso de las lenguas es uno de los lugares donde el poder del pueblo y, por lo tanto, la auténtica democracia directa son una realidad tangible. En efecto, una lengua es y será lo que deciden, con el uso oral o escrito, los usuarios de la misma: los locutores. Ni la Real Academia Española (Rae), como expondremos infra, ni los maestros Ciruela de la casta política, aún menos, pueden prescribirnos cómo debemos hablar o escribir. En el campo lingüístico los ciudadanos-locutores son auténticos soberanos e imponen su ley: los usos lingüísticos.

El punto de vista de la RAE es respetuoso con la naturaleza y la lógica histórica de las lenguas, que acabamos de apuntar. Como precisa el escritor y académico Javier Marías, la RAE, “a lo sumo, advierte, mediante las marcas ‘vulgar’ o ‘negativo’ que tal o cual vocablo pueden resultar malsonantes o denigratorios”. Por lo tanto, si la RAE, ese conclave de sibaritas del lenguaje, no puede imponer los usos del español, con menor motivo podrán hacerlo los maestros Ciruela de la casta política. Como decía el lingüista y académico E. Alarcos-Llorach, “hay que dejar la lengua y las lenguas en paz. En ellas manda la colectividad. Si los ciudadanos son los depositarios de la soberanía política, los hablantes son los de la lingüística”. Por su lado, el también académico y lingüista Gregorio Salvador, no se cansaba de repetir que “las academias son como los notarios […], que sólo dan fe de que tal cosa se dice así en tal nivel de uso”.

Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria

En relación con el tema abordado, se podrían aportar otras muchas citas de autoridad, que van siempre en la misma dirección: cuando se habla o se escribe en español, los topónimos catalanes, gallegos o vascos que tengan forma tradicional española deben ser utilizados según la grafía que corresponde al español. Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria, Vizcaya y no Bizkaia, Guipúzcoa y no Gipuzkoa etc. Y suma y sigue.

Esto —que es evidente, lógico y dictado por el sentido común—, ha sido tergiversado por los maestros Ciruela de la casta política que, con la ayuda de los “plumillas” apesebrados y también de los profesores acríticos, han ido imponiendo cambios en la toponimia en español.

A los de la casta política se les podría decir aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear “pa” qué te metes”

Estos cambios no sólo contaminan, deforman y degradan la lengua española; también contribuyen a desarmar lingüísticamente y culturalmente a los hispanohablantes, al tiempo que constituyen una nueva derrota del bilingüismo y un nuevo paso hacia el monolingüismo en las lenguas autóctonas.

Así, como ha escrito certeramente Javier Cercas, “nuestros disparates políticos son un reflejo de nuestros disparates lingüísticos, porque quien no respeta el lenguaje no respeta la realidad”.

A los de la casta política se les podría decir aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear “pa” qué te metes”; y a los “plumillas” y a los profesores, que dejen de repetir y difundir, como papagayos, lo que han decidido, en base a criterios partidistas, los maestros Ciruela de la casta política.

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