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Un combo de fotografías del presidente autonómico del País Vasco, Iñigo Urkullu Renteria (i) junto con el gobierno separatista catalanista con sus vicepresidentes Neus Monté (i), Oriol Junqueras (c) y el presidente autonómico de Cataluña Carles Puigdemont Casamajó (d) y finalmente con el presidente autonómico de la Junta de Galicia (PP), Alberto Núñez Feijóo (última fotografía (d)). Fuentes imágenes Efe. Montaje Lasvocesdelpueblo.
agosto 7th, 2016 by lasvoces

Redacción (Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).) Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria, Vizcaya y no Bizkaia, Guipúzcoa y no Gipuzkoa etc. Y suma y sigue. En relación con el tema abordado, se podrían aportar otras muchas citas de autoridad, que van siempre en la misma dirección: cuando se habla o se escribe en español, los topónimos catalanes, gallegos o vascos que tengan forma tradicional española deben ser utilizados según la grafía que corresponde al español. Esto —que es evidente, lógico y dictado por el sentido común—, ha sido tergiversado por los maestros Ciruela de la casta política que, con la ayuda de los “plumillas” apesebrados y también de los profesores acríticos, han ido imponiendo cambios en la toponimia en español. Estos cambios no sólo contaminan, deforman y degradan la lengua española; también contribuyen a desarmar lingüísticamente y culturalmente a los hispanohablantes, al tiempo que constituyen una nueva derrota del bilingüismo y un nuevo paso hacia el monolingüismo en las lenguas autóctonas. Barcelona (España), domingo 7 de agosto de 2016. Fotografía: Un combo de fotografías del presidente separatista autonómico del País Vasco del partido Nacionalista Vasco (PNV), Iñigo Urkullu Renteria (i) junto con el gobierno separatista catalanista de Juntos Por El Sí (JxSí) con sus vicepresidentes Neus Monté (i), Oriol Junqueras (c) y el presidente autonómico de Cataluña Carles Puigdemont Casamajó (d) y finalmente con el presidente autonómico de la Junta de Galicia (PP), Alberto Núñez Feijóo (última fotografía (d)). Fuentes imágenes Efe. Montaje Lasvocesdelpueblo.

Otro efecto deseado y buscado por los nacionalistas: el progresivo desplazamiento, la marginación y la eliminación de la lengua española (el mal llamado “castellano” en la Constitución de 1978)

En mis últimos textos me he dedicado a poner el dedo en la llaga de ciertos ejemplares del gremio de los “maestros Ciruela” (personajes que, según un refrán castellano, no saben leer ni escribir y ponen escuela): licenciadas en derecho, en filologías y en ciencias de la información. Ahora bien, la ignorancia, como dice la sabiduría popular, es muy atrevida  y los maestros Ciruela abundan también en otros colectivos. Es el caso del tándem formado por los miembros de la casta política y, en general, los “plumillas” de los medios de comunicación, que se complementan mutuamente y que tienen también el lenguaje (oral y/o escrito) como instrumento fundamental de trabajo. Hago referencia a estos pseudo-profesionales de la palabra para tratar de responder a las alternativas, formuladas en el título de esta reflexión. Se trata de dos casos ilustrativos, que son sólo la punta del iceberg de muchas otras alternativas lingüísticas.

Desde el inicio de la Transición (1975), en las CC. AA. con dos lenguas oficiales, se inició el mal llamado proceso de “normalización” lingüística. Con ésta se pretendía generalizar e imponer  el uso de la lengua autóctona (catalán o vasco o gallego u otras modalidades lingüísticas) en todos los ámbitos de la comunidad autónoma respectiva. Esto provocó, al mismo tiempo, otro efecto deseado y buscado por los nacionalistas: el progresivo desplazamiento, la marginación y la eliminación de la lengua española (el mal llamado “castellano” en la Constitución de 1978), en los ámbitos institucionales y en las situaciones más formales de comunicación.

Con la normativización se toman decisiones sobre la naturaleza de la lengua, determinando la norma (léxica, ortográfica, fonética y morfosintáctica)

Sin embargo, los maestros Ciruela de la casta política no se contentaron con esto. Procedieron también a la “normativización” de ciertos aspectos del español, la lengua común de todos los españoles. Se trata de un proceso que, en general, precede a la normalización del uso de una lengua (cf. ut supra). Con la normativización se toman decisiones sobre la naturaleza de la lengua, determinando la norma (léxica, ortográfica, fonética y morfosintáctica) que hay que aplicar al usar una lengua. Ahora bien, la normativización y su resultado, la norma, no pueden ser caprichosas por parte de los que la llevan a cabo, ya que podrían entorpecer la comunicación entre los usuarios de una lengua. Por eso, en la normativización, no se puede actuar a la ligera, como lo han hecho los maestros Ciruela de la casta política española, metiéndose en camisa de once varas.

Según el Art. 25.2. del  R.D. Legislativo 781/1986, de 18 de abril, sobre régimen local, sólo mediante ley aprobada por las Cortes Generales se puede modificar la toponimia. En base a este artículo, se ha ido cambiando la toponimia en español e imponiendo, como única forma oficial, ciertos topónimos en gallego, en catalán, en vasco, etc. Así, por ejemplo, en vez de Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa o Vizcaya,… hay que decir, al utilizar el español, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia,…, según los maestros Ciruela de la casta política. Y éstos son sólo algunos ejemplos. En efecto, muchos otros topónimos han cambiado de nombre sin haber pasado por el Congreso de Diputados. Basta con consultar el Registro de Entidades Locales (REL).

Las interferencias denotan que el locutor posee un bilingüismo desequilibrado y deficiente

En los procesos de normativización de las lenguas autóctonas (en nuestro caso, las de las CC. AA. con dos lenguas oficiales), es lógico y razonable que se restablezcan los topónimos tradicionales de estas lenguas y que se fomente el uso de los mismos cuando se emplean dichas lenguas. Ahora bien, lo que no es de recibo, desde ningún punto de vista, es que, cuando los hispanohablantes usamos el español, tengamos que utilizar topónimos o también palabras procedentes de estas otras lenguas (catalán o gallego o vasco, etc.). ¿Por qué?

Desde el punto de vista de la lingüística aplicada, cuando dos o más lenguas entran en contacto pueden suceder tres cosas. Una de ellas es la amalgama total o parcial de las lenguas en contacto. En el caso de la amalgama parcial, unidades lingüísticas o estructuras morfosintácticas o fónicas transitan entre las lenguas en contacto, provocando interferencias y contaminándose mutuamente. Ahora bien, la presencia de unidades lingüísticas de otra lengua (por ejemplo, del catalán o del gallego o del vasco,…), cuando se utiliza una lengua determinada (por ejemplo, el español), da una pobre y mala imagen del que habla o escribe. Es algo negativo. En efecto, las interferencias denotan que el locutor posee un bilingüismo desequilibrado y deficiente, fruto de las lagunas y de la inconsistencia de su competencia lingüística en las lenguas en contacto.

Si utilizo el español y me refiero a la capital del Reino de los Belgas, hablaré de Bruselas y no de Bruxelles; o si me refiero de la capital del Reino Unido, hablaré de Londres y no de London

Por eso, cuando hablamos o escribimos debemos mantener separadas las dos lenguas y utilizar o la una o la otra. Esto es un signo de un grado de bilingüismo más equilibrado; y, por consiguiente, da una imagen más positiva del locutor. Por eso, si utilizo el español y me refiero a la capital del Reino de los Belgas, hablaré de Bruselas y no de Bruxelles; o si me refiero de la capital del Reino Unido, hablaré de Londres y no de London; o si me refiero a la región francesa donde se encuentra una de las sedes del Parlamento Europeo, hablaré de Alsacia y de Estrasburgo y no de Alsace y de Strasbourg. Del mismo modo, cuando se usa el español, hay que utilizar los topónimos tradicionales en español y decir Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa, Vizcaya,… y no, como pretenden los maestros Ciruela de la casta política, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia,… Y éstos son sólo algunos ejemplos.

Por otro lado, desde el punto de vista del funcionamiento del lenguaje, hay que insistir en el hecho de que el uso de las lenguas es uno de los lugares donde el poder del pueblo y, por lo tanto, la auténtica democracia directa son una realidad tangible. En efecto, una lengua es y será lo que deciden, con el uso oral o escrito, los usuarios de la misma: los locutores. Ni la Real Academia Española (Rae), como expondremos infra, ni los maestros Ciruela de la casta política, aún menos, pueden prescribirnos cómo debemos hablar o escribir. En el campo lingüístico los ciudadanos-locutores son auténticos soberanos e imponen su ley: los usos lingüísticos.

El punto de vista de la RAE es respetuoso con la naturaleza y la lógica histórica de las lenguas, que acabamos de apuntar. Como precisa el escritor y académico Javier Marías, la RAE, “a lo sumo, advierte, mediante las marcas ‘vulgar’ o ‘negativo’ que tal o cual vocablo pueden resultar malsonantes o denigratorios”. Por lo tanto, si la RAE, ese conclave de sibaritas del lenguaje, no puede imponer los usos del español, con menor motivo podrán hacerlo los maestros Ciruela de la casta política. Como decía el lingüista y académico E. Alarcos-Llorach, “hay que dejar la lengua y las lenguas en paz. En ellas manda la colectividad. Si los ciudadanos son los depositarios de la soberanía política, los hablantes son los de la lingüística”. Por su lado, el también académico y lingüista Gregorio Salvador, no se cansaba de repetir que “las academias son como los notarios […], que sólo dan fe de que tal cosa se dice así en tal nivel de uso”.

Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria

En relación con el tema abordado, se podrían aportar otras muchas citas de autoridad, que van siempre en la misma dirección: cuando se habla o se escribe en español, los topónimos catalanes, gallegos o vascos que tengan forma tradicional española deben ser utilizados según la grafía que corresponde al español. Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria, Vizcaya y no Bizkaia, Guipúzcoa y no Gipuzkoa etc. Y suma y sigue.

Esto —que es evidente, lógico y dictado por el sentido común—, ha sido tergiversado por los maestros Ciruela de la casta política que, con la ayuda de los “plumillas” apesebrados y también de los profesores acríticos, han ido imponiendo cambios en la toponimia en español.

A los de la casta política se les podría decir aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear “pa” qué te metes”

Estos cambios no sólo contaminan, deforman y degradan la lengua española; también contribuyen a desarmar lingüísticamente y culturalmente a los hispanohablantes, al tiempo que constituyen una nueva derrota del bilingüismo y un nuevo paso hacia el monolingüismo en las lenguas autóctonas.

Así, como ha escrito certeramente Javier Cercas, “nuestros disparates políticos son un reflejo de nuestros disparates lingüísticos, porque quien no respeta el lenguaje no respeta la realidad”.

A los de la casta política se les podría decir aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear “pa” qué te metes”; y a los “plumillas” y a los profesores, que dejen de repetir y difundir, como papagayos, lo que han decidido, en base a criterios partidistas, los maestros Ciruela de la casta política.

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agosto 3rd, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – Un refrán avala tal reflexión «Con estos mimbres no se puede hacer más que este cesto» o también hay otro en lengua catalana «D’on no n’hi ha, no en pot rajar» –en español: «De donde no hay, no puede manar»–. La ciudadanía en su conjunto es responsable de la deriva del Estado: En estar callada ante los continuos desacatos a la Constitución; en aceptar diferentes interpretaciones de la ley por delitos iguales, en permitir la impunidad en el ámbito político (…). Cuesta poco decir en voz alta que la ciudadanía o el pueblo español da muestra de una valía que no alcanzan a tener los dirigentes políticos (…). La solución sería sencilla sustituir a los cabezas de lista. Barcelona (España), miércoles 3 de agosto de 2016. Fotografía: Los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno antes del único debate a cuatro entre los 4 candidatos de principales partidos en España al 26J español 2016. Archivo Efe.

Cuando por primera vez, estudiante de bachillerato, leí el Cantar del Mio Cid, uno de los pasajes que más me gustó por su profundo significado y aún hoy con posibilidades de interpretar, fue el que contiene la frase “Dios, qué buen vasallo, si hubiere buen señor”. Sin pretender incursiones académicas y con un interés simplista se pueden encontrar paralelismos con la actual situación política. Cuesta poco decir en voz alta que la ciudadanía o el pueblo español da muestra de una valía que no alcanzan a tener los dirigentes políticos, sean quienes sean; el tiempo transcurrido con gobierno provisional, la incertidumbre económica, el no acatamiento del orden establecido, son tensiones tan extremas que llevan a aceptar con mucha facilidad tal deducción y así descargar el sentimiento de culpa colectiva. La solución sería sencilla sustituir a los cabezas de lista.

Pero es obligado negarse a ser tan lineal si se acepta que el hombre es el ser racional por excelencia. Antes de que descubramos por esas galaxias, que se intentan desentrañar, algún ente que aventaje al descendiente de Adán o que en el laboratorio se destruya, después de mezclas y combinaciones múltiples, el cenit de la capacidad humana, todos los aspirantes a seguir estando en la racionalidad: enlazar ideas, seleccionar alternativas, valorar la bondad de lo elegible, deben meditar la sabia afirmación que se le otorgó al héroe histórico. Es oportuno alejar prejuicios obtenidos por legado familiar, por educación en la escuela, por influencias sociales para ver el otro aspecto de la frase incluida en los versos del poema; intentar cambiar el orden de lo establecido –el vasallo bueno frente al señor sin méritos– y en su lugar centrar la atención en otro posible supuesto de la frase. Los eruditos de todos los tiempos, o mejor dicho los filósofos fueron los adelantados en la sabiduría humana y fueron ellos los que descubrieron detrás de las palabras un sutil sentido que le permitió al hombre hacer pensamiento. Por eso, regresar al recitado juglaresco con el criterio mencionado, nos permite encontrar un innovador relevo a la anterior enseñanza –buen señor por haber buen vasallo–. Difícil es tener representantes públicos con adecuada preparación y capacidad de decisión si la sociedad que los gesta, no reúne las condiciones imprescindibles. Un refrán avala tal reflexión “Con estos mimbres no se puede hacer más que este cesto” o también hay otro en lengua catalana “D’on no n’hi ha, no en pot rajar” (de donde no hay, no puede manar).

La ciudadanía en su conjunto es responsable de la deriva del Estado: En estar callada ante los continuos desacatos a la Constitución; en aceptar diferentes interpretaciones de la ley por delitos iguales, en permitir la impunidad en el ámbito político; en no negarse al atropello de los derechos fundamentales de algunos ciudadanos, en no reaccionar ante ciertos indultos; en mirar hacia otro lado cuando los poderes públicos entorpecen la investigación de actos violentos de graves consecuencias; en no exigir aclaraciones cuando se introduce un cambio en la legislación y en gran medida cuando se ataca la división de poderes; en no denunciar el robo realizado por representantes políticos, en no quejarse al ver en aumento constante los organismos públicos, en someterse al nepotismo; a los actos de prevaricación por incumplimiento de los juramentos propios de cargos institucionales; en considerar anecdótico las múltiples subvenciones dadas a manos llenas, en no dar importancia al despilfarro del erario público en construcciones faraónicas innecesarias, en no inmutarse ante el deterioro de las instituciones; en no pedir explicaciones por el estancamiento de la retribución de las pensiones; en callar ante la incursión de los políticos en el ámbito destinado a los ciudadanos; en no alarmarse por el continuo recorte de libertades a través de cámaras de vigilancia en las calles, de Drones para descubrir desde el aire construcciones ilegales o cualquier cambio producido en tu domicilio, en no denunciar escuchas telefónicas, en acatar los horarios comerciales decididos por ideología; en someterse a un exceso de trámites burocráticos al emprender un negocio; en ajustarse a limitar el emplazamiento de ciertos locales dispensadores de productos farmacéuticos cuando en otros países europeos no existe esta prohibición. Muchos más ejemplos se podrían nombrar en los que la sociedad no ha reaccionado con firmeza y valentía. Es muy difícil ante esta realidad acusar únicamente a los políticos de la grave crisis que se cierne sobre la Nación. Un grado de humildad se requiere para aceptar que cuando se emitía el voto en la urna muy pocos valoraban los hechos sucedidos.

Conviene tener humildad para comprender la estupidez mostrada por la ciudadanía al desentenderse de la agenda política y al no reflexionar sobre cada una de las propuestas. Si a lo largo de la trayectoria democrática no se ha inmutado por casos como el Gal, por el incumplimiento de las sentencias judiciales, por entregar la Educación de las nuevas generaciones a políticos sectarios y enemigos de la libertad de cátedra, que se puede esperar ahora cuando los oídos de los españoles sólo escuchan las palabras que rezuman buenismo y demagogia populista. Es notorio que la Administración en muchos aspectos es mejorable, si no fuera así no sería noticia que muchos españoles difuntos aún les ingresen su jubilación, que algunos sin asistir al trabajo cobren con puntualidad, que responsables públicos acumulen varias pagas por flexibilidad legal o por despiste al no notificarlo con prontitud. Se han multiplicado tanto los organismos públicos, sus correspondientes entidades y sus múltiples contratados, que han ocasionado la precariedad en su funcionamiento. No se ha priorizado buena preparación para cubrir esos puestos, y en su lugar el requisito único ha sido ser familiar, amigo, o compañero de partido mientras la sociedad callaba; muchos de los que tienen responsabilidades en los distintos consistorios muestran una formación muy precaria para el cargo y sus conciudadanos que los conocen no reaccionan y así han medrado los ineptos. Parte de la sociedad más insensible a lo religioso, ha cubierto ese espacio con el dios del partido, de la ideología y de la identidad. El perdón ya no gusta, ahora prima el odio al que difiere, al que triunfa, al que es mejor en esto o aquello. Lo dicho –un buen señor si hubiere un buen vasallo–.

El individuo necesita al grupo para existir y para mejorar, pero éste si quiere avanzar en todos los órdenes, le es imprescindible estar constituido por personas capaces de ingeniar, trabajar y mostrar honestidad. Un binomio social que si funciona, aporta prosperidad, pero si se ha corrompido, muestra los despojos de lo que fue y no fue capaz de desarrollar. ¿Investidura o terceras elecciones? Responder al interrogante no nos asegura resultados acertados. Los resultados serán atinados para nuestra democracia cuando se coloque en el lugar que les corresponde a los grupos secesionistas, aún no mayoritarios. Un primer paso ha sido el no dar grupo parlamentario a Democracia catalana en el Senado ni en el Congreso, pero no puede quedar ahí solamente, se han de introducir reformas imprescindibles en las leyes y sobre todo que las fuerzas políticas mayoritarias actúen sin tics ni grupos en su seno de tendencia nacionalista. Después de haber aplicado los correctores imprescindibles en la defensa de la integridad de la Nación, el gestionar el resto de necesidades de un país es más fácil; la contienda derecha e izquierda se agiliza con mayor rapidez en la seguridad de que no se pondrá en peligro la continuidad del Estado.

Esto es lo que debemos precisar a las fuerzas parlamentarias, pero también los ciudadanos debemos prestar atención a lo que se realiza en los espacios de gobierno. A cualquier desvío detectado con prontitud, podremos ponerle limite y obligar al que gobierna a rectificar ya que sabrá que puede ser no votado en las próximas elecciones o más grave aún, inhabilitado para siempre.

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julio 21st, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – A nivel institucional ha empezado el trámite de investidura, un periodo de contactos -¿qué te doy y qué me das tú?- proceso que si se ciñese a las variables posibles de gestión y a las grandes reformas que requiere el sistema, sería notable y correcto. Pero si entra en trapichear con valores fundamentales de la Constitución, será negativo por romper todos los esquemas de la legalidad (…). Seria dinamitar a España. Barcelona (España), jueves 21 de julio de 2016. Fotografía: Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Archivo Lasvocesdelpueblo.

La corrupción está presente, nos acompaña a todas horas, la información periodística nos la sirve en exclusiva, supuestas filtraciones, como si los delitos no pudieran tramitarse por los cauces legales al uso y tuvieran que ir por los derroteros del que le interesa darlos a la carta y con eclosión mediática. La corrupción es en sí negativa, un daño profundo a la sociedad y sobre todo cuando se institucionaliza. Muchas denuncias publicadas en libros, en artículos, mencionadas en debates, en tertulias pero la única respuesta ha sido un silencio profundo o en todo caso se han abierto diligencias que han quedado en nada, impunidad absoluta, y de vez en cuando alguna condena que pronto encuentra su correspondiente indulto. El delito si no se ataja, no queda limitado a lo que le ha dado origen, en nuestro caso enriquecerse a través de la acción pública, sino que se extiende y daña los resortes morales de las personas, de los políticos, de los partidos, de la Administración y de las más altas instancias del Estado.

A nivel institucional ha empezado el trámite de investidura, un periodo de contactos -¿qué te doy y qué me das tú?- proceso que si se ciñese a las variables posibles de gestión y a las grandes reformas que requiere el sistema, sería notable y correcto. Pero si entra en trapichear con valores fundamentales de la Constitución, será negativo por romper todos los esquemas de la legalidad. Ya no es un millón de euros, de tres, de cinco, sería la venta de los principios que dan sentido a la democracia, sería dinamitar a España. Y nadie se mueve, ni el fiscal general, ni el Tribunal Constitucional, ni el Superior de Justicia ante las continuas embestidas secesionistas. España no tiene en el Parlamento un partido que la respete tal cual reza la Carta Magna en el título preliminar pues algunos hacen cábalas sobre lo que ha sido, lo que es o lo que será como si tuvieran derecho a destruir el patrimonio heredado de muchas generaciones; otros dicen respetar su unidad pero cuesta entenderlo cuando no se defienden sus elementos identificativos entre los que está la lengua española, proscrita en amplias zonas del país desde que los nacionalistas alcanzaron el poder en algunas autonomías; escuelas, televisiones, radios, rotulación callejera, folletos oficiales, información hospitalaria, comunicados de distintos organismos, todo aquello que recibe subvención de la administración correspondiente deja de usar la lengua que nos une a todos, que nos permite comunicarnos y que a la vez nos hermana con muchos países del mundo. En bastantes ocasiones, desde la tribuna del Congreso de diputados se han jaleado frases despectivas contra la Nación y se ha alentado a su ruptura sin que los organismos competentes aplicasen la legalidad correctora.

De estos incumplimientos deriva el expolio a los ciudadanos de sus derechos fundamentales; muchos se ven obligados a sentirse marginados, en primeras instancias por la ley electoral, pero luego, a ello hay que sumar el olvido premeditado del poder, al no defenderlos, al considerarlos moneda de cambio para presidir el ejecutivo; barceloneses, mallorquines, valencianos, ejemplos de los muchos que son. Y en las entrevistas que requiere el posible apoyo al ejecutivo del señor Rajoy, ya se empiezan a barajar concesiones a los que su única preocupación es medrar a toda costa, prosperar social, laboral o económicamente al amparo de destruir la unidad nacional, sin tener en cuenta el candidato a la presidencia las consecuencias tan dañinas para la democracia, para los ciudadanos y para la paz social que han reportado estos oscuros manejos en anteriores legislaturas.

En un país normalizado no se cuestiona la estabilidad económica y social, mientras que aquí lo que le preocupa a los “servidores públicos” es su entorno personal y de grupo. Sería satisfactorio el apreciar que la toma de decisión de apoyo o no a la investidura fuera por el interés nacional, en cambio las señales muestran todo lo contrario y las razones que se dan rayan en el ridículo. El Parlamento es una palestra para dar puñetazos por doquier, en vez de un espacio adecuado a la gobernabilidad. Esta anomalía nos lleva a oir disparates tales “el PSOE y el PP son incompatibles como el aceite al agua”, frase que crea confusión en la ciudadanía, e impacta con efectos perniciosos en los que se mueven sólo por impulsos; dos partidos que han ostentado el gobierno, que saben de la responsabilidad de dirigir un país, siempre tienen un espacio de encuentro, el respeto a la legalidad vigente y la defensa de la nación española, aunque discrepen en los medios para conseguir el bienestar social. Cada vez son más las personas que excluyen de las conversaciones los temas políticos. Los arrinconan en el trastero con la intención de no provocar divisiones en la familia, tibieza en las amistades y encono entre los compañeros de trabajo. Situación fomentada por frases igual o parecidas a la expuesta más arriba.

La sociedad si desea conseguir normalidad en el funcionamiento, encontrar soluciones posibles a los retos y por encima de todo crear espacios alternativos a la política oficial, ha de fomentar la libertad de las personas; ellas tienen que participar en la búsqueda de soluciones para que luego las fuerzas políticas las ajusten a las ideologías y con la ayuda de los técnicos las perfeccionen, les den viabilidad y rentabilidad. Es imperdonable consentir que el ciudadano sea un simple espectador y un consumidor a ciegas. Si eso es así, más cierto es que los mejores individuos de cada sector profesional deberían postularse para dirigir las instituciones, para representar en los foros internacionales al país. Conseguir las dos propuestas, implica poner los medios adecuados; por una parte incentivar al ciudadano a ser protagonista digno y por otra remunerar con holgura al que por un afán de servir se ofrezca a tal noble tarea. Estas son piezas fundamentales para recuperar España.

Basta con observar otros comportamientos en Europa para comprender la imperiosa necesidad de retomar la dinámica del nuestro. Por encima de la crisis que ha vivido el Reino Unido -un referéndum controvertido, la dimisión del presidente del gobierno, la rectificación de discursos de los más importantes defensores del no a la UE, la movilización de los ciudadanos que quieren seguir en la situación anterior- lo más importante ha sido la pronta elección de una sustituta para ocupar la sede del primer ministro. Seguir adelante y todo en pocas fechas.

Aquí nos lo tomamos con una parsimonia desesperante, no importa la pérdida de tiempo, la inmovilidad institucional, la falta de inversiones posibles, los gastos en sueldos sin trabajo realizado, el coste de la repetición de las elecciones, y todo ello con la irrisoria imagen de los diputados elegidos, en reuniones, en encuentros con el flash de las cámaras fotográficas, en ruedas de prensa, una plataforma propagandista de sus figuras y discursos engañosos. El acto cotidiano en política ha sido la hipócrita dialéctica, el uso de datos falsos y la ausencia de dimisiones; es de admirar que haya más allá de nuestras fronteras una predisposición a dejar los cargos a la mínima aparición de sospecha de corrupción y sobre todo al descubrir la mentira en labios de los que deben dar muestra de la ética más exquisita.

El dilema es estar a las puertas de una posible investidura en precario, sin programa de reformas aún y con comunicados a los medios, repletos de concesiones sociales pero sin explicar cómo las podrán llevar a término. La deuda es tan descomunal que requiere una pronta reducción de la estructura del Estado, en cambio los políticos siguen ocultando esas cifras y llenan sus arengas con las muchas partidas económicas que destinarán a esos delirios sociales.

Europa ha vuelto a sufrir el latigazo terrorista, muchas víctimas inocentes, entre ellas niños a los que no han sabido proteger los poderes públicos. Este grave problema, ya  lleva meses mostrando su más terrible rostro, y poco se ha hecho o por lo menos no han calado hondo las medidas a tomar. Un modelo de convivencia que tiene como piedra angular la libertad y la ley, exige un instante para reflexionar: La libertad para pensar, valorar, decidir, para escuchar e intentar comprender, pero también para poner los medios que impidan la gestación de espacios de radicalismo, de violencia irracional y de odio a nuestra cultura, a nuestros valores; La ley para permitir la convivencia y la solidaridad, para garantizar la igualdad de todos sin exclusión alguna, siempre que la acaten.

Tampoco ha entrado este grave problema en el debate político, no conocemos los máximos y mínimos que defiende cada uno de los cuatro líderes con más opciones. Vamos a ciegas y luego surgen los desengaños y lo peor es que no hay en ocasiones remedio. Después, todos los aprendices a político han hecho acto de presencia en el minuto de silencio, han pronunciado palabras de repulsa al atentado, han ocupado su lugar ante las cámaras, hasta sus atuendos estaban ajustados al luto ambiental. Horas más tarde contradicción absoluta, se tilda a esas masacres de actos delictivos y en aras de la tolerancia se descarta tomar medidas para atajar la siembra de la barbarie.

En las circunstancias más fáciles y en las más tensas que son constantes en la sociedad, la política y los candidatos a ella han de estar a la altura exigida, y si se equivocan deben retirarse a tiempo, es la gallardía del responsable y la salvación de todos nosotros.

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junio 19th, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) – El clímax alcanza su mayor intensidad. La sociedad se encuentra en un estado de ánimo expectante. Los partidos políticos con ropajes de mercaderes. Las encuestas desorientando. “No queremos una campaña crispada”; “el cambio con nosotros”; “los únicos que hemos dialogado”; “somos una palanca para el gobierno”. Son las frases repetidas en el continuo pregón que dura demasiado, medio año. Ausentes el colectivo de feministas cuando deberían en estos momentos de tensión pública estar más presentes con sus reclamos: Unas mujeres agredidas en una carpa informativa pro la selección nacional de fútbol; en Barcelona, la candidatura electoral de VOX rechazada por Fiscalía con la argumentación de no cumplir la cuota de paridad, el número once una mujer en lugar de estar en el diez, decisión que ha derivado en la imposibilidad de ser votada cuando lo más correcto hubiera sido rectificar el orden y así cumplir con el espíritu de la ley -ninguna mujer marginada-; un debate electoral televisivo sólo de mujeres, al estilo de la Atenas del siglo IV antes Jesus Cristo en donde las féminas tenían un lugar reservado, el gineceo, e incluso al modo de «Al-Ándalus», en el que el denominado “sexo débil”, nunca mejor dicho, estaba confinado en el harén. Sant Cugat del Vallés (Cataluña) España, domingo 19 de junio de 2016. Fotografía: Ana María Torrijos Hernández, licenciada en Filología Clásica. Foto Joseph Azanméné N./lasvocesdelpueblo.

El Ejecutivo se escuda en que está en funciones, pero con capacidad de entregar, en vísperas de elecciones generales, mayor porcentaje del fondo de ayuda a la Comunidad Autónoma que está lanzando un órdago al Estado, deslealtad a la Constitución. La alcaldía de Madrid impide la contratación de miles de puestos de trabajo al vetar planes urbanísticos de gran relevancia, la de Barcelona dificulta la labor de las fuerzas del orden frente a los okupas violentos, lo que fomenta la crispación. Muchos otros hechos se podrían enumerar para completar las anomalías que se amontonan, sucesos que crean un desconcierto general.

El Estado tiene que mantener la prevalencia de la ley y su cumplimiento, defender la seguridad de los ciudadanos frente a cualquier violencia

Si afirmamos que la acción política debe crear el marco legal adecuado para que los sectores sociales impriman su ritmo, esta última legislatura no ha respondido a las expectativas anunciadas por el señor Rajoy; se cansó de insistir en campaña, una y otra vez, las muchas reformas necesarias, pero a la hora de la verdad sólo se aplicó en paliar algo la situación económica. Cuatro años de mayoría absoluta, fundamentales para enmendar los desaguisados, han sido cuatro años desperdiciados. España continua en tierras movedizas y la causa supera cualquier coyuntura sobrevenida desde el exterior. La debilidad que la pone en situación de emergencia es su estructura interna y las normas legales que marcan su funcionamiento. El Estado tiene que mantener la prevalencia de la ley y su cumplimiento, defender la seguridad de los ciudadanos frente a cualquier violencia, facilitar a todas las personas el acceso a la asistencia sanitaria, a la educación y al amparo de los tribunales de justicia. Las otras muchas prestaciones puede propiciarlas la sociedad en un marco legal que le permita realizarlas.

Algunos servicios propios de la Administración no se ejecutan ni a niveles locales, autonómicos ni nacionales, lo que ha extendido la sensación de desprotección. La ausencia de la aplicación de la ley y de la presencia del Estado, ha alimentado los ímpetus de los que tienen puesto el leitmotiv de su existencia en la destrucción del sistema democrático o en la desaparición de la Nación española; los primeros con propuestas sacadas de fórmulas no viables, ya usadas y fracasadas, un Comunismo dispensador de pobreza y secuestrador de las libertades; los segundos con un discurso lleno de engaños y de tintes identitarios, dificultando el aprendizaje de la lengua española, paso intermedio en su gran proyecto nacionalizador. La calle está plagada de  vendedores ilegales, muchos edificios ocupados por quienes funcionan en la clandestinidad, abucheos en la vía pública, insultos y deseos de muerte en los Twitter, asaltos a tenderetes de propaganda de partido y banderolas electorales arrancadas.

El nacionalismo, la más dañina ideología que enfrenta a los ciudadanos y a las comunidades autónomas, no centró el interés del debate

En tal desorden, los espectadores de la pantalla televisiva han accedido al único debate diseñado a gusto del poder, cuatro candidatos a ocupar la Moncloa. ¿Porqué no cinco o seis? Es posible que la respuesta sea – sólo son invitados los que tienen representación parlamentaria-, sentencia falsa pues en el que hubo en los anteriores comicios se descartó a UPyD que sí la tenía. Acabado el intercambio de propuestas, réplicas y contrarréplicas por parte de los dirigentes políticos, es pertinente interpelar por la ausencia en sus discursos de uno de los más graves problemas que tiene el país: El nacionalismo. La más dañina ideología que enfrenta a los ciudadanos y a las comunidades autónomas, no centró el interés del debate y posiblemente fue intencionado el olvido. Les hubiese obligado a definirse con claridad pero a lo mejor para sus intereses partidistas no fuera conveniente. La Lacra que arrastra la democracia desde sus inicios y que la ha perjudicado. Los primeros de lista al Parlamento no fueron leales, no mostraron la altura moral que debe manifestar cualquier candidato a la presidencia de un país. El daño casi irreversible de muchos años de adoctrinamiento sobre la población menos informada, la de corta edad, no les ha obligado a tratar sin cortapisas uno de los problemas de mayor interés nacional. Irregularidad que ha forzado a muchas familias a cambiar de domicilio, de colegio, a sufrir persecución en el trabajo, en las diligencias administrativas y a no tener derecho a la información en el idioma oficial del Estado.

Terminada la presencia de los dirigentes políticos en el espectáculo audiovisual, los comentarios emitidos por los medios adquirieron rasgos pintorescos desde la vestimenta, arreglo del cabello, gestos, tono de voz, la dirección de la mirada, sonrisa sí, sonrisa no y otros detalles banales, sin olvidar las cábalas sobre la edad de los protagonistas. No tiene sentido que de un tiempo a aquí lo que se valore sea la juventud y el grado de belleza de los posibles presidentes. La política es una actividad transcendente para la vida de los ciudadanos y para hacer viable la paz social; sería imperdonable si la asumiéramos con una disposición superficial.

¿Sabemos acaso lo que proyectan en cuestión de pensiones, de emigración, de reformas estructurales? La demografía de la población está en declive y en poco tiempo será imposible mantener a las personas que hayan entrado en periodo de jubilación, pero ningún dirigente ha propuesto una reflexión profunda sobre su mantenimiento. La emigración está en la puerta de nuestras fronteras y no hay quién se enfrente a ella con el criterio debido que requiere este importante reto. Se ha de tratar con seriedad la defensa de nuestras raíces cristianas y con humanidad el socorro debido a las personas.

No puede recaer el funcionamiento del Estado en manos de unas élites insolventes, dispuestas sólo a llenar sus discursos de palabrería, de lisonjas fáciles y de ver cuál de ellos promete más favores

Por situación geográfica y por apuesta social somos un país regido por un sistema democrático lo que implica transparencia y eficacia en las decisiones tomadas. No puede recaer el funcionamiento del Estado en manos de unas élites insolventes, dispuestas sólo a llenar sus discursos de palabrería, de lisonjas fáciles y de ver cuál de ellos promete más favores con los que conquistar al mediocre ciudadano, que es así como nos consideran. Ante este panorama inevitable se requiere un llamamiento a toda la población para que valore su voto y sepa que depositado, no hay vuelta atrás.

No permitir más corrupción, no consentir más banalidades, no más demagogias, ha de ser la referencia, y en especial se ha de primar la libertad, los derechos de las personas no los históricos, ni los de los territorios, ni los de clase, ni los de género, sino los de Todos sin exclusión alguna.

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junio 17th, 2016 by lasvoces

Redacción (Manuel I. Cabezas González es Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica; Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).) – En los últimos meses, he dedicado más de un texto a los maestros Ciruela“, esos personajes que, según el clásico aforismo castellano, no saben ni leer ni escribir y ponen escuela. En uno de estos textos, describí tres casos concretos y reales de “maestros Ciruela” (una abogada, una periodista y tres licenciadas en filología inglesa y francesa), casos que ponen en tela de juicio, en general,  la formación con la que los licenciados y, ahora, los graduados salen de la “universidad española a la boloñesa”. Dicho esto, creo que me quedé corto con la tipología de los “maestros Ciruela” que propuse. Estos indocumentados son más numerosos de lo que yo pensaba y, por eso, hay que ampliar el gremio de los mismos, ya que podemos encontrarlos desempeñando, mal, una actividad profesional en cualquier sector económico. Por eso, creo que se podría hablar de pandemia de “maestros Ciruela”. Para ilustrar esta aseveración, voy a relatar una nueva vivencia real de la que he sido testigo y víctima. Cataluña (España), viernes 17 de junio de 2016. Fotografía: Imagen facilitada por el profesor titular Lingüística, Manuel I. Cabezas González. Lasvocesdelpueblo.

Hace algunos días, en este final de curso académico, pensé en poner negro sobre blanco una reflexión personal sobre la institución universitaria española. En este nuevo texto, quería confrontar el “Museo de Alejandría” con la universidad española. Con este fin, empecé a hacer acopio de documentos e informaciones (“euresis”). Entonces, me vino a la mente un capítulo del libro de Jean-Noël Robert (De Roma a China. La ruta de la seda en la época de los Césares), que yo había traducido del francés, en el 2014, para la joven editorial Stella Maris (Barcelona). Fui directamente al grano, al capítulo “V. Las puertas orientales del Imperio Romano”, donde se habla del Museo de Alejandría. A pesar de su denominación, el “Museo” era un centro de investigación y de enseñanza (se suele considerar la primera universidad del mundo), en el que confluyeron muchos de los sabios de la época y donde fue reunida toda la producción bibliográfica de aquel tiempo, en la célebre Gran Biblioteca de Alejandría.

A medida que avanzaba en la lectura del precitado capítulo V (pp. 149-174), no me podía creer lo que veían mis ojos: el texto estaba sembrado de faltas, relativasprincipalmente, pero no sólo al uso de algunos signos de puntuación. En el capítulo precitado (con una extensión de 24 paginas) y a ojo de buen cubero, detecté más de 200 incorrecciones. Ante tal proliferación de errores, empecé a amilanarme y mi autoestima se fue diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua. Terminada mi lacerante lectura, con la autoestima por los suelos y sin poder creerme lo que había constatado, cotejé el texto publicado con la traducción que yo había enviado a la editorial y que guardaba, con mucho celo, en el disco duro de mi ordenador. Entonces, mi autoestima volvió a renacer de sus cenizas y, de nuevo, levanté la cabeza. Yo no había sido el hacedor de la cascada de errores. Mi traducción, que yo había revisado, revisado, revisado,… no contenía las incorrecciones que acababa de constatar. El responsable de tanto desaguisado lingüístico fue el que había revisado mi traducción y/o el que había editado el texto definitivo publicado. Los hechos narrados merecen unas reflexiones conclusivas para tratar de comprender y de explicar lo sucedido, y dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Cuando los lingüistas analizamos el proceso de producción de un texto, describimos las seis etapas que todo buen “escribidor” debe recorrer. La penúltima es la revisión-corrección del texto que éste acaba de redactar, para eliminar las incorrecciones de cualquier tipo, que pueden poner en entredicho no sólo la credibilidad del contenido del texto sino también su legibilidad. En efecto, si un lector empieza a tropezar, cada dos por tres, con errores, “comenzará a preguntarse si merece la pena seguir leyendo y si puede confiar en lo que lee” (B. Kilgore, Director de The Wall Street Journal).

Como reza un clásico refrán, el mejor escribano puede también echar un borrón. Además, el texto o la traducción perfectos no existen. Siempre se pueden mejorar. Por eso, todo “escribidor” debe revisar y releer sus textos, aplicando el consejo de un poeta francés del s. XVII: “Vingt fois sur le métier remettez votre ouvrage, polissez-le sans cesse, et le repolissez” (Nicolas Boileau, Art poétique). Y, por otro lado, en todo medio de comunicación o en cualquier editorial, es lógico, razonable y necesario el control de calidad, que llevan a cabo los correctores o editores, que revisan, controlan, corrigen y dan el visto bueno a los textos que se van a publicar. Como dice una ley estadística, “cuantos más ojos vean un texto, mejor será el resultado o el producto final” (Carlos Salas).

Ahora bien, esta revisión-corrección no se puede poner en manos de cualquier indocumentado “maestro Ciruela”, como el de la editorial Stella Maris, que ha visto gigantes (errores) donde sólo había molinos (uso correcto de la lengua). Para llevar a cabo su tarea, el corrector-revisor resolutivo debe poseer sólidas competencias lingüísticas, textuales y enciclopédicas (Umberto Eco, Lector in fábula), que son producto de numerosas y “buenas lecturas” (Vargas Llosa, La literatura y la vida). El haber pasado por la universidad y el hecho de estar en posesión de una licenciatura o un grado y de uno o varios másteres no son garantía de nada y no son suficientes para poder pulir un texto.

El corrector “maestro Ciruela” de la editorial Stella Maris no sólo sembró el texto publicado de todo tipo de faltas. También se permitió modificar la traducción de ciertos pasajes del mismo. Para muestra, sólo un botón. El título del libro en francés estaba en plural y, en la traducción en español, mantuve el plural (De Roma a China: las rutas de la seda en la época de los Césares). Sin embargo, el maestro Ciruela de Stella Maris lo sustituyó por un título en singular (De Roma a China: la ruta de la seda en la época de los Césares). Cuando leí el título en francés, me intrigó el plural y esto (la intriga) es siempre un guiño al lector para que compre el libro y lo lea. Yo pensaba que sólo había habido una sola ruta: la seguida por Marco Polo. Ahora bien, después de leer el libro in extenso, aprendí que había habido varias: unas, terrestres; otras, marítimas. De ahí que el título en plural sea más catafórico, más objetivo, más pertinente y más adecuado que el título en singular. Por eso, me extrañó también que se hubiera cambiado mi traducción del título.

Haciendo uso de la doctrina del “Honestidad Radical”, confieso que estoy orgulloso de la traducción que envié, en su día, a Stella Maris, pero que me avergüenzo del texto que, después, fue publicado. Que mi nombre aparezca en la primera página del libro como traductor del mismo ya no es ninguna medalla, ni contribuye a dar lustre a mi curriculum. Más bien, es todo lo contrario. Por eso, el “maestro Ciruela”, que revisó el texto de mi traducción y que  sin duda habrá revisado otros, debería dedicarse a otra cosa. Como escribió, hace unos meses Javier Marías, “es demasiada la gente que ya no domina la lengua, sino que la zarandea y avanza por ella a tientas y es zarandeada por ella. Hubo un tiempo en el que podía uno fiarse de lo que avanzaba la imprenta. Ya no: es tan inseguro y deleznable como lo que se oye en la calle”.  Además, no es ocioso preguntarse qué profesionales forma la universidad española. De ella nos ocuparemos nuevamente en un próximo texto.

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junio 14th, 2016 by lasvoces

Redacción (José Basaburua es funcionario de la Administración Central del Estado y escritor) – «Antifascistas», se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen? ¿Benefactores de la humanidad o mamporreros del sistema? La constante violencia antifascista. Vienen pegando fuerte, literalmente; señalándose con una orgullosa agresividad gestual, verbal… y física. Así, a primeros de mayo, el joven francés Luigi Guardiera, residente en el cantón de Masseube (Midi-Pyrénées), fue golpeado por una banda de diez “antifascistas” a la salida de una discoteca en Tarbes. Murió a los pocos días. Su delito: ser militante del Front National. Madrid (España), martes 14 de junio 2016. Fotografía: Una iconografía típicamente agresiva de los grupos antifascistas. Imagen facilitada por el autor. Lasvocesdelpueblo.

También se mueven entre nosotros: aquí, en España. En la madrugada del viernes 10 de junio, fueron detenidos cuatro “antifascistas” tras agredir a dos jóvenes, quienes portaban unas camisetas “provocadoras”. Y no parece que se trate de un episodio ocasional; respondiendo, más bien, a una auténtica dinámica totalitaria sostenida en el tiempo y alimentada por un discurso ideológico cargado de odio, que en ocasiones alcanza unos niveles de auténtica  histeria colectiva de ribetes paranoicos.

Hagamos un poco de memoria: además de los antes mencionados, recuérdense los numerosos episodios de kale borroka en Barcelona desde hace años, agresiones en Madrid a viandantes que portaban bordada en la manga una bandera española, ataques a jóvenes promotoras de la Selección Española también en Barcelona, etc.

Se muestran furiosos, agresivos, justicieros. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Cuál es su ideología? ¿La tienen?

Una primera observación: aparentemente son muchos. Están organizados. No se ocultan; todo lo contrario. Alardean de su fuerza y se refuerzan con una marcada estética. Se jactan de controlar las calles. No admiten otras presencias. Excomulgan y excluyen sin piedad. Están envalentonados. Creen que no tienen límites. El futuro les pertenece…

Antifascistas en Pamplona

Uno de tantos grupos encadenados a tal dinámica, por ejemplo, es la Iruñerriko asanblada antifaxista (“Asamblea antifascista de Pamplona”). En los medios digitales, en los que se también mueven, proponen al visitante ocasional o habitual, entre otras iniciativas: “denuncia cualquier actividad fascista en… (un correo electrónico)”.

Y ponen ejemplos. Así, semanas atrás  subieron un vídeo en el que, acompasado por la agresiva música Oi!, unos sujetos arrancan y queman pegatinas con la leyenda “Stop feminazis” sobre una señal octogonal roja. Al parecer, para tan preclaros “vigilantes” sociales, tales pegatinas serían un fruto horripilante del “fascismo que avanza2. En verdad, un verdadero delirio.

El grupito de padres maltratados por la justicia, autor de esa “pegatinada”, no es una entidad organizada. Tampoco forman parte de ningún partido político; ni siquiera comparten una única corriente ideológica. Entre ellos hay derechistas, socialistas desencantados, ¡libertarios…! y predominan los apolíticos. Pero, a juicio de estos antifascistas, tales activistas, movilizados con motivo del “día del padre”, serían ¡peligrosos fascistas!

Pero, estos “antifas”, ¿han hablado con ellos en algún momento?, ¿conocen sus reivindicaciones?, ¿saben de sus problemas con las rutinas y mecanismos de la justicia?, ¿les interesa saber de las contradicciones de un sistema viciado? Se sorprenderían, tal vez, al enterarse que únicamente reclaman igualdad ante la ley. Un valor, un tanto, ¿izquierdista?, ¿progresista tal vez?

En realidad, no necesitan dialogar. Ni conocer las reclamaciones de colectivos cuya naturaleza y actividad no controlan. No en vano son… ¡antifascistas!: supremos jueces, valedores del pensamiento políticamente correcto, guardianes del progreso… Todo les está permitido. Y han desarrollado una compleja parafernalia, toda una liturgia, con su estética, cierta jerarquía… Se consideran muy progresistas, pero, ¿lo son? El pasado 22 de marzo, a escala planetaria, se sucedieron numerosas manifestaciones, de variadísimo calado y entidad, dirigidas, según sus variados promotores, “contra el fascismo y el racismo2.

En España, a causa de los incidentes de orden público generados en otras movilizaciones anteriores y posteriores a esta fecha, tales acciones pasaron un tanto desapercibidas; siendo medios digitales y de “contra-información” los que dieron cuenta de ello. Pero, ¿tiene sentido manifestarse hoy día contra el fascismo?, ¿acaso quedan fascistas? De existir, ¿son peligrosos? ¿Más que los propios antifascistas?

Orígenes y desarrollo del antifascismo

El antifascismo nació en los años veinte del siglo pasado desde las izquierdas revolucionarias (socialistas, comunistas, anarquistas), supuestamente para responder a los diversos fenómenos nacionales -encajados en la categoría imprecisa y multiforme de los fascismos- que arraigaron en buena parte de Europa (y que contaron con no pocos seguidores extra-continentales), a partir del triunfo de Benito Mussolini en Italia.

Casi inmediatamente, el antifascismo terminó de configurarse como una elaborada táctica, edificada con aliados ocasionales, conocidos como “tontos útiles”, en aras de la estrategia revolucionaria comunista global diseñada en Moscú: no en vano, existía una utopía supuestamente en marcha, en Rusia, y parecía posible 2asaltar los cielos” en todas partes. Concebido el fascismo como el “estadio superior del capitalismo”, se entendía imprescindible derrotarlo previamente en aras de la conquista del poder y la posterior edificación de una sociedad socialista. Además, los fascismos eran la más directa competencia en su pretensión de encuadrar a las masas populares. Radicales de izquierdas y fascistas competían a muerte.

En la Segunda Guerra Mundial, el antifascismo acogió como aliado ocasional a las democracias de corte burgués (pero, ¿no eran el “caldo de cultivo del fascismo?”). A su término, el antifascismo continuó siendo enarbolado como bandera táctica; bien para movilizar al pueblo chino contra el Kuomintang (tras la derrota de los colonialistas japoneses), bien para imponer gobiernos de Frente Nacional en Europa Oriental como paso previo a la instauración de las tristes y policíacas “democracias populares”, etc. etc.

A lo largo de las últimas décadas del pasado siglo, el antifascismo sería de nuevo instrumentalizado, pero en otras direcciones distintas al inicial; marcadas desde los órganos de Dirección del “socialismo real”: objetivos militares y económicos fijados por el Pacto de Varsovia y Pekín, la lucha anticolonial y antiamericana (Corea, Vietnam, Cuba, numerosísimas guerrillas a lo largo y ancho de todo el globo), el anti-sionismo, enfrentándose a las dictaduras militares instaladas en América Hispana y otros lugares del mundo, etc.

De este modo, en tanto la URSS y la China comunista permanecieron en pie, el antifascismo continuó siendo su mejor banderín de enganche. Así, todo enemigo, real o imaginario, era calificados como fascista: los americanos, los colonialistas, los regímenes autoritarios, las monarquías, las democracias liberales, los israelíes, las iglesias y todas las religiones no domesticadas bajo la etiqueta de “patriotas”. Es decir: fascista era… todo el que no era comunista. También los mismísimos anarquistas.

Nuevas modalidades de antifascismo, pues; pero siempre al servicio de una estrategia global que pretendía alcanzar el poder estatal convulsionando previamente países concretos.

Caído el Muro de Berlín, y desnaturalizado el de Bambú, la utopía comunista permanece -lejos de pedir perdón por los genocidios e incontables crímenes perpetrados- como proyecto utópico de unas minorías derrotadas por la Historia y marginadas de los procesos de gestión del poder real a escala mundial. No obstante, algunos le echan no poca imaginación: efectivamente, nos referimos a Pablo Iglesias y Podemos.

Antifascistas de nuevo

Con todo, no pocos grupos juveniles en Europa, pero también en otras latitudes, se siguen movilizando bajo la bandera del antifascismo, al que añaden, como no podía ser de otra manera en su intento de “actualización”, el antirracismo, el feminismo, el ecologismo, etc. Esos movimientos, en gran medida, lo son de convicciones libertarias; si bien comparten barricadas con comunistas irredentos (nostálgicos de Stalin, Mao, Sendero Luminoso), tribus urbanas de lo más variopinto, ecologistas, ultrafeministas supremacistas, animalistas, etc.

En un corto -pero muy rentable- alarde de imaginación, los modernos “antifas” también meten en el “saco” del fascismo a los nuevos populismos que vienen ganando amplios sectores sociales por toda Europa (salvo, significativamente, en España). Existe, pues, un cierto paralelismo con las experiencias de los años veinte y treinta del siglo pasado: así, muchos votantes populistas son antiguos comunistas; desplazados a unas posturas tan novedosas como poco perfiladas que apelan a la identidad, la solidaridad, la comunidad, la nación, el Estado del Bienestar, el miedo a agresivas culturas extrañas, etc.

En las movilizaciones antifascistas ya no planea la utopía de un modelo comunista en marcha (la Venezuela de Maduro no parece que genere muchos entusiasmos…): ni la URSS, ni China, ni ningún otro espacio territorial, ni ninguna “internacional” encarna las ansias revolucionarias de estos nuevos campeones de la libertad. Pese a ello, persisten en señalar a “sus” enemigos: los fascistas. Pero no se observa excesivo rigor intelectual en ello, ni debate previo, ni voluntad alguna de diálogo con “los otros”.

Un ejemplo ilustrador. En los carteles anunciadores, en Pamplona, de las movilizaciones del 22 de marzo de 2015, presentaban como peligrosos centros fascistas diversas siglas locales; cada una de ellas en su correspondiente cubo de basura. A saber: UPN (sus escuadras negras son temibles, ciertamente), el MSR (¿acaso existe?), Navarra Resiste (una combativa web navarrista) y SAIN (un partido de izquierdas, pero contrario al aborto, amigo de los papas; vamos unos fascistas que aterrorizarían a Himmler y Röhm). En suma: “fascistas” serían todos aquéllos que no gustan a los propios “antifascistas”. Por el motivo que sea. Reales o imaginarios. Con poder real o sin él.

Pero, semejante potestad totalitaria, tamaña actitud discriminatoria, no es un tanto… ¿fascista?

Por otra parte, si fascista puede llegar a ser cualquiera (por no asumir de una u otra forma, objetiva o subjetivamente el “proyecto revolucionario” -¿Cuál? ¿Dónde? ¿Cómo?- de tan tremendos antifascistas), entonces… si fascismo es todo: ¡fascismo no es nada! No en vano, si un concepto sirve para etiquetar cualquier categoría de manera indiscriminada, realmente no esclarece nada. Pero –aquí radica su poder real- esta técnica puede marcar las condiciones del debate sociocultural, criminalizando, además, a quienes son percibidos como rivales.

No existe, pues, estrategia revolucionaria; como tampoco existe “sujeto revolucionario”. Así, ¿todavía existe la clase obrera? De existir, ¿qué pretende?, ¿conquistar el Estado o convertirse en clase media? Y de pretender lo primero, lo intentaría ¿de un modo “revolucionario” o desde la socialdemocracia “políticamente correcta?”

Estrictamente hablando, ser antifascista es tanto como no ser nada. Por ello, si algo caracteriza a tan fieros antifascistas es la pereza mental y su incapacidad para entender lo que realmente sucede.

Muletas del sistema

Nuestro mundo globalizado está dirigido por unas estrechas oligarquías que controlan los Estados, los medios de comunicación, los grandes intereses financieros y multinacionales; siendo su principal motor el lucro y el ejercicio del poder. Y siempre por encima del pueblo. Si los antifascistas fueran verdaderos sujetos revolucionarios, tejerían una nueva internacional dirigida contra esas oligarquías que secuestran las democracias, expolian a los pueblos, uniformizan las costumbres y el pensamiento, alienan los espíritus… bajo los dictados del poder establecido, del “sistema”. En este contexto de lo políticamente correcto radical-progresista, del individualismo extremo, de la desvinculación, de la des-responsabilidad generalizada ante el futuro de los pueblos y de los humildes, los antifascistas juegan un triste papel: el de “guardia de la porra” del sistema; señalando presuntos enemigos y desviando fuerzas de los combates reales.

Chantal Delsol en su libro Populismos. Una defensa de los indefendible (Ariel, Planeta, Barcelona, 2015) explica lo anterior muy bien. Si algún “antifa” quiere leerlo, adelante. Le prestaría mi ejemplar. Pero, por favor, con devolución.

¿Recuerdan? Ayer, los “moderados” del PNV decían que los de ETA eran unos chicos malos, pero, en suma, “de los suyos”. Y hoy, los “budas” de lo políticamente correcto pueden sentirse bien contentos con sus antifascistas: un poco trastos, pero son “sus” chicos. Un poquito radicales, y hippies, y porretas, y violentos. “Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón”, se repite acríticamente. Si bien se olvida que la frase completa, atribuida a Willy Brandt, termina afirmando “quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza”.

No en vano, buena parte de las pretensiones subjetivas de la utopía libertaria y comunista se ha alcanzado en el universalismo individualista del consumismo imperante, de la afirmación libérrima del ego hasta la irracionalidad, de la satisfacción inmediata e irresponsable de las necesidades –reales o supuestas- personales. Paradojas actuales. El mundo de la globalización y del universalismo socialdemócrata ha colmado buena parte de las pretensiones más extremas de la utopía anarco-comunista.

De este modo, quienes enarbolan todavía hoy, y con tal violencia, las viejas banderas del antifascismo, ejecutan el trabajo sucio de las oligarquías reales; despejando “el camino del progreso” de cualquier supuesto disidente. Por todo ello, conscientes o inconscientes, los antifascistas se comportan como unos auténticos mamporreros del sistema.

Antifascismo: ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

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junio 7th, 2016 by lasvoces

Redacción (Ana Maria Torrijos; licenciada en Filología Clásica) ¡Goooool!, esta expresión eufórica aglutina muchos anhelos y moviliza muchos corazones. Hombres, mujeres, jóvenes son capaces de salir a la calle, de viajar, de gritar, de correr, llorar de desaliento o de alegría por algo efímero, un partido de fútbol. Pero en defensa de la ley, lo que implica ajustarse a las pautas que dicta la Carta Magna, sólo unos cuantos ciudadanos son capaces de refrendarla. Mantener la estabilidad social y asegurar la continuidad de la convivencia, hoy día no aúna los deseos de la mayoría como lo hace una liga, una copa del Rey y en pocos fechas la europea. Cataluña (España), martes 7 de junio 2016. Fotografía: La afición del Real Madrid anima al equipo durante el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones que Real Madrid y Atlético de Madrid disputan en el estadio Santiago Bernabéu, en Madrid. Archivo Efe.

La sociedad que muestra esos síntomas contradictorios tan evidentes, está obligada a someterse a terapia, recuperar el sentido común y plantearse dos únicas alternativas, o la superación de la debilidad y con ella impedir su posible desaparición como colectivo, o deslizarse por el abismo. Esta anomalía no ha aparecido de repente, su gestación ha sido lenta pero constante, en un primer momento no se empezó a valorar con objetividad el inminente pasado y se identificó a la derecha política con la herencia del franquismo, al empresario con el asaltacaminos y a la religión con el narcótico de moda, luego se incluyó en el programa la continua huida del saber y de la lengua española de las aulas, la desaparición de la responsabilidad en el estudio, y se añadió el ataque a la autoridad de los padres al desmantelar la unidad familiar, pero también se implantó en ciertas administraciones el hábito de incumplir la ley y enriquecerse con el erario público; pero no quedó ahí los atropellos, cada vez se cometieron unos más graves, más negativos, hasta llegar al comunicado de un proceso independentista emitido por la Presidencia de la Generalidad catalana y a la desprotección de los ciudadanos por quienes tienen obligación de darles seguridad legal- el Poder Judicial y el Ejecutivo -. Anatematizar una parte del electorado, fulminar la enseñanza de calidad, homogénea en todo el País y controlar los medios de comunicación con la intención de hacer un vacío o una distorsión de lo que representa la Nación española, ha sido siempre la clave del Nacionalismo, ideología no democrática y excluyente.

El hombre está necesitado de símbolos, señales de su propia humanidad, que le faciliten reconocerse y captar su entorno, pero también que aseguren la continuidad de las instituciones, las costumbres, las creencias. En estos instantes el desmoronamiento es total, se esconde la bandera española, no se emiten los compases del himno nacional, el término España se elude, se quitan los signos religiosos, se saltan las normas de protocolo, se vacían o se descartan ciertos festejos tradicionales, se cuestiona la territorialidad. Mientras tanto el país va perdiendo los ropajes que le daban prestancia y le permitían reconocerse.

Ana María Torrijos. Lasvocesdelpueblo

Ana María Torrijos. Lasvocesdelpueblo

En este vacío de referencias, una gran pantalla en la ciudad de Barcelona para ver los partidos de la selección nacional de fútbol, “la roja” que es así como ahora se llama va a ser la única vía para sentirse la ciudadanía identificada con su país y servir de evasión para muchos de los que no reaccionan ante todo lo que sucede en el ámbito nacional. Y este derecho deportivo, negado en un primer momento por la alcaldesa, la señora Colau, ha sido represaliado por las hordas identitarias con una violencia inusitada al ser las víctimas unas mujeres. El silencio, fruto de la rendición de todos, desde las instituciones, medios de comunicación y entidades locales, ha obligado a los jóvenes promotores de la campaña a favor de la selección, a movilizarse para dar a conocer los graves hechos ocurridos en la carpa informativa.

En plena calle, los aficionados al deporte rey, amontonados frente a la pantalla, se alterarán, se excitarán y hasta desahogarán los enfados acumulados, y luego regresarán a casa, al trabajo, a la escuela para seguir siendo cobayas en manos de las fuerzas políticas. En el sur los ere , en el este las comisiones, en el norte los chantajes, en el oeste dañinas subvenciones, y el Estado se difumina frente a unos ciudadanos que están en el limbo, a la espera de no sé qué suerte, el silencio de los cementerios.

La mentira se ha implantado en los discursos políticos y no provocan rechazo ni rectificaciones rápidas debido a la ausencia de réplica del sector afectado; nadie responde como si no existieran buenos profesionales, capaces de argumentar una   reflexión clara y exacta ante el reclamo engañoso. Necesitados de trabajo, es fácil la aparición del Moisés del siglo XXI y con el cayado mover las aguas profundas para dejar pasar al pueblo, con la salvedad de que ahora toca conseguir puestos de trabajo con contrato indefinido según las consignas establecidas, pero sin indicar las medidas necesarias. Prometer lo que convenga, piensan con socarronería y para poder seguir haciéndolo, es necesario el panorama más desolador desde el inicio de la transición democrática. No es el político quien tiene que garantizar el empleo, es el emprendedor, el empresario. El representante público lo único que hace es aumentar sin necesidad el número de funcionarios, cargar los presupuestos de forma desorbitada cuando lo que interesa es tener sólo los necesarios y los más competentes. Basta observar con un mínimo de atención para darse cuenta de que han utilizado las Autonomías para colocar infinidad de allegados en todos los resortes sociales, en vez de agilizar los trámites burocráticos. Derechos adquiridos no fácil de disminuir si sólo está en sus manos la posibilidad de hacerlo.

Los organismos internacionales deportivos han redactado normas, reglamentos para que el deporte sea una actividad noble, abierta a todos, por encima de cualquier ideología. En la Grecia Antigua cuando se celebraban los Juegos Olímpicos se interrumpían hasta las guerras, nada podía ensombrecer el encuentro pues competir era conseguir un profundo ideal: la perfección corporal, la capacidad intelectual y espiritual. Hace ya varios años una campaña implacable de los líderes políticos, por acción u omisión, ha hecho que los intereses ideológicos hayan ido ahogando la libre participación de los deportistas, aficionados e hinchas en el escenario deportivo; el fútbol, evento de masas, ha sido el vehículo propicio para conseguir el control de los ciudadanos.

El día 26 de junio, cuando se introduzca la papeleta en la urna, hay que negarse a gritar ¡Gol!

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junio 3rd, 2016 by lasvoces

Redacción [Eduardo J. García; Licenciado en Comunicación Audiovisual] – La mentira, el miedo, la xenofobia, la supremacía, el etnicismo, el clasismo, la endogamia y la limpieza de sangre forman parte de este sentimiento, tan respetable y transversal que nadie puede criticar a riesgo de ser un enemigo de la democracia, la pluralidad, el progresismo y la multiculturalidad. Es decir todos los valores que vulnera cualquier nacionalismo. Si, incluso el catalán. Cataluña (España), viernes 3 de junio 2016. Fotografía: De (i) a (d), la portavoz del gobierno catalán, Neus Monté, el vicepresidente del gobierno, Junqueras y el presidente Carles Puigdemont. Archivo Efe.

El tricentenario de 1714 ya hace tiempo que quedó olvidado. Al menos en su vertiente más propagandística con algunos de sus máximos exponentes como el parque temático del independentismo en el cual la Generalitat de Cataluña  convirtió el Mercado del Borne; un ejemplo de la manipulación más burda, el derroche económico, la total falta de integridad de los académicos que se adscribieron a ella y de la irreparable destrucción de patrimonio histórico para realzar el épico y ficticio relato de la guerra de Sucesión. Intragable pese a los grandes fastos, celebraciones, mediatización e inversiones dedicadas a tal efecto.

Si bien es cierto que todo aquello ha quedado rápidamente desfasado, la falta de razones económicas, políticas, sociales e históricas a las cuales se enfrenta el separatismo, desaparecen cuando se apela a las emociones.

La mentira, el miedo, la xenofobia, la supremacía, el etnicismo, el clasismo, la endogamia y la limpieza de sangre forman parte  de este sentimiento, tan respetable y transversal que nadie puede criticar a riesgo de ser un enemigo de la democracia, la pluralidad, el progresismo y  la multiculturalidad. Es decir todos los valores que vulnera cualquier nacionalismo. Si, incluso el catalán.

El sentimiento, una máscara que ni siquiera logra tapar su victimismo, perfidia, depredación social y económica, y sobre todo su pésima gestión y aberrante corrupción. Un sentimiento de tal altura moral, pureza espiritual y racial que  sólo el elegido entre elegidos “pueblo catalán” es capaz de sentir y comprender.

El proceso de ingeniería social emprendido por el separatismo, se ha hecho con el control absoluto de prácticamente todas las instituciones. Su espectro multa-tentacular cubre desde un Parlament tan fragmentado como faccioso, a la celebración de fiestas infantiles en los patios de colegios y guarderías. He ahí, un ejemplo de lo que no es una sociedad sana.

Y volvamos a 1714, porque en 2014, se publicó una ingente cantidad de libros cuya única finalidad podía ser el reciclaje o su reutilización como compost. Por supuesto la mayoría fueron financiados por el erario público. Todos estos libros escritos en  catalán casi en su totalidad fueron a parar en todas sus ediciones, tamaños y colores imaginables a  la red  bibliotecas públicas de la Diputación de Barcelona. Adornadas  estas con amables figuras de simpáticos, laboriosos catalanes de 1714. Ellos, los austracistas catalanes, sin duda los más relevantes y capaces de todos los súbditos imperiales, le daban la bienvenida con buenos modales y sonrisas, a la entrada, a la salida, al ir a orinar o al acompañar al niño al área infantil.

La Generalitat cuyo sesgo político e ínfulas totalitarias son innegables, ha sabido utilizar con la habilidad que le otorgan los resortes del poder y el conocimiento del terreno que pisa. Y esto por supuesto tiene su reflejo en la cultura. Y así se puede apreciar como libros traducidos al español hace décadas, son sustituidas por las nuevas ediciones catalanas. Además de un obvio ataque al bilingüismo, y en especial a la lengua española a la que se pretende excluir por activa y por pasiva. Hablamos también de aspectos tan importantes como la financiación y los recursos públicos. Si bien teóricamente las nuevas ediciones en catalán son muy recientes, como es el caso de los libros Nosotros de Zamiatin o la última novela de Yasmina Khadra (presentada hace poco en la Biblioteca de Lesseps, en un bochornoso ejercicio de discriminación lingüística, en la cual no había disponibles traducción simultánea en español, únicamente en catalán, y en la que un señor magrebí pagado por el nacionalismo catalán, se empeñó en hacer distingos durante toda la conferencia entre catalanes y españoles, que fueron completamente ignorados por el prestigioso autor argelino argelino) sustituyen totalmente a las de lengua española y no digamos ya de las sus lenguas originales. Huelga decir que las traducciones en catalán son de una calidad infinitamente inferior a las de lengua española. La cerrazón intelectual, y el localismo de los traductores así como la pobreza léxica del catalán frente a un idioma universal  como el español decantan la balanza inexorablemente.

Si realmente existiera la libertad de elección, no estaríamos frente a este. Quién se contente con ellas, que las disfrute. Pero cuando la lengua más hablada en nuestra CCAA de Cataluña, y abrumador vehículo de cultura, se ve privado de una condición de igualdad y de respeto a los lectores en dicha lengua hay que subrayarlo. Y es justo lo que hacen, y llevan haciendo desde hace años en la red de bibliotecas de Barcelona. Un ejemplo de todo ello, es que en las bibliotecas más cercanas a mi domicilio, no disponga de estos libros en lengua española, pero si en catalán. Y que haya que hacer un esfuerzo de desplazamiento, incluso fuera de Barcelona, para hacerme con la única edición en español. Esto me ha sucedido varias veces, pero no quiero bajo ningún concepto ni ser cómplice de estas absurdas e iletradas prácticas, ni desvirtuar aún más la intención original del autor. Por dicha razón no prestaré ningún libro en tales condiciones. Hay que actuar, con las pequeñas cosas y hechos. La batalla que los nacionalistas han sabido ganar, y con la que han aplastado hasta el acomplejamiento, la asimilación y el vasallaje al resto. Lo que sucede en las bibliotecas es en esencia lo mismo que sucede en colegios, administraciones, universidades, ámbito cultural.

Todo sea con tal de seguir las directrices de catalanización y limpieza lingüística.  Se alcanza el paroxismo cuando, se traducen libros de autores españoles al catalán, como con Jorge María Reverte. O como libros de  George Orwell o JH Eliot dedicados total o parcialmente a Cataluña, aparecen indefectiblemente únicamente en catalán, dejando de existir su versión en español. Probablemente esto debe  acordarse de mutu propio con las editoriales interesadas, que de otra forma nunca darían salida a estos libros. Muchas de ellas, pertenecientes a personajes de la política catalana y grupos de presión. Y que sirven a sus intereses partidistas que muy poco tiene que ver con el servicio público a la ciudadanía y la difusión de la cultura. Porque la cultura no es una cuestión de localismos, tribalismos, ni empobrecimiento cultural. Es todo lo contrario.

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mayo 13th, 2016 by lasvoces

Redacción [Eduardo J. García; Licenciado en Comunicación Audiovisual].- Josep María, perdón, Pepe dejó Asturias a mediados de los setenta. Obviamente Álvarez, nunca ha tenido vergüenza charnega, ya que nada le liga a Cataluña. Una vez  ya se ha aprovechado de propios y extraños, y las prebendas ofrecidas por la Generalitat y sus distintos tentáculos corporativos han dejado de serle suficientes, es mejor desmarcarse, por la factura que pudiesen acarrear. Pues es seguro que este “proceso” acabará mal. Barcelona, 13 de mayo 2016. Fotografía: El catalán nuevo secretario general de UGT, Josep María Álvarez, durante el discurso que ha pronunciado en la clausura del 42 Congreso Confederal del sindicato. Archivo Efe.

Hace apenas una semana dejamos atrás el primero de Mayo y ya está completamente olvidado. Quizá sean las prisas de un mundo condicionado por la inmediatez, sometido a la dictadura de la constante información que se quema antes de siquiera leerla y mucho menos entenderla; o simplemente el devenir de los tiempos.

Una época en la que el día de trabajador deja de ser en exclusiva la festividad del primero de Mayo para dar paso a otras celebraciones más voceadas por los medios, como el muy variable en el calendario día de la madre, la pascua ortodoxa, o día elegido por grandes superficies para abrir en domingo y festivo. Todo sea para que palidezca la verdadera razón y el motivo por el cual se festeja una fecha imprescindible como únicamente puede ser un día dedicado al trabajador. Las reivindicaciones laborales, el esfuerzo de la clase obrera, la jornada de ocho horas, los derechos obtenidos  que hay que salvaguardar y mejorar, y el recuerdo de la heroica revuelta del Hay Market en Chicago en 1886, deben primar y ser los protagonistas absolutos de una jornada para la reflexión, la solidaridad y el reconocimiento de la clase trabajadora.

ERC es un partido xenófobo de orígenes masónicos, que nunca ha renunciado ni denunciado la violencia dirigida contra la legalidad ni contra los no –nacionalistas.

Oriol Junqueras un hombre tan hipócrita como intelectualmente mediocre y a la postre mezquino encabezó la marcha, nunca mejor dicho dado su privilegiado físico galo-europeo

Desgraciadamente no es así, y la política, o en su defecto el frentismo de baja estofa ocupa su lugar. Lo vivimos en Barcelona, con una explotación de la celebración por parte de  los partidos que sólo se explica por estar en período electoral. Como si no podríamos ver desfilar a Ciudadanos y a ERC desfilar por las calles, con demandas en favor de la clase trabajadora. Dos fuerzas derechistas de intereses encontrados en cuanto a la legalidad y derechos, pero muy alejadas en el ámbito económico de lo que significa el 1 de Mayo. ERC para ser justos, ha acudido durante esta última década a menos días del trabajador que C’s. Pese a que inexplicablemente es considerada por una gran parte de la sociedad catalana como una fuerza de izquierdas pese a que se sitúa claramente  a la derecha del PSC. ERC es un partido xenófobo de orígenes masónicos, que nunca ha renunciado ni denunciado la violencia dirigida contra la legalidad ni contra los no –nacionalistas. Oriol Junqueras un hombre tan hipócrita como intelectualmente mediocre y a la postre mezquino encabezó la marcha, nunca mejor dicho dado su privilegiado físico galo-europeo. Una manifestación que año a año va perdiendo capacidad de movilización, y cuyas reivindicaciones tendrían que ser patrimonio de la humanidad, se van apagando. En Cataluña ya han caído usurpados y corrompidos por el etno-separatismo. El mismo que domina a los sindicatos, gracias a generosas y corruptas dádivas que no han dejado de fluir desde el erario público en consonancia con el aumento de banderas cuatribarradas primero y esteladas después, el himno del segadors y la catalanización de nombres de dirigentes. La adscripción al régimen catalanista por parte de los sindicatos de clase mayoritarios es una realidad irrefutable. La vergonzosa dejación de la defensa de los intereses de la clase trabajadora, en su mayor parte castellanohablante en aras del proceso de ingeniería social emprendido por el separatismo, confluye con otros espurios intereses.

Y nadie más indicado para ejemplificar este proceso que el hoy flamante Secretario General de UGT. Cuyo nombre es ahora Pepe Álvarez, tras asumir el poder del Sindicato después de una reñida votación, en la que cosechó un mínimo histórico en cuanto a participación. Hasta ese momento el cual coincide con la llegada a Madrid, se ha adueñado de él un espíritu de campechanía y bonhomía que le ha hecho renunciar de su nombre oficial en la provincia, Josep María Álvarez. La Cataluña del “seu cor [de su corazón]” sólo ha sido un escalón más en su ascenso al poder, en una carrera arribista que más que de libro, es de parodia, dadas las nulas capacidades del personaje al cual nadie jamás ha visto trabajar, ni en su hipotética labor profesional, ni mucho menos en un despacho. Méritos más que el puro medrar y el bailar el agua a quienes pusieran el talonario y las consecuentes directrices sobre la mesa. Es decir la Generalitat y el entramado nacionalista catalanista que domina prácticamente todos los ámbitos de poder y de financiación de la región.

Josep María, perdón, Pepe dejó Asturias a mediados de los setenta. El trabajo y la vida sindical de mineros y marinos, no le pareció, por supuesto plato de su gusto. Ni tampoco lo periférico ni las costumbres y usos sociales de su tierra, por lo que cogió las maletas, y corto y perezoso como es, vino a Barcelona. La ciudad que en aquellos años era vista o como tal se nos presenta, como un hervidero de actividad desbordante, más abierta y con una vida cultural y económica por delante del resto del país. Los intelectuales izquierdosos del resto del país ayudaron a que se extendiera esa idea, que por los demás se pretextaba en algunos fundamentos reales. La Maquinista le ofreció un puesto de trabajo, en el le vieron menos que al cometa Halley, pero le permitió ir escalando posiciones dentro del sindicato. Sin duda la leyenda de los sindicalistas del cinturón rojo, su organización y movilización le atrajeron junto a otras apetencias a elegir Cataluña. Con el signo de los tiempos y la recuperación de las autonomías, vio cual era la tendencia de la tribu vencedora en la taifa catalana, y se subió al tren. De su secretaria general, dio el salto a la nacional, tras unos descarados coqueteos con el secesionismo catalán. Para los anales queda la fotografía de apoyo a la autodeterminación de Cataluña  junto con  la otra criatura bastarda  de CCOO; la indeseable enemiga de la educación vial y finada líder supremacista etnicista de Ómnium.
 
Entidad supuestamente independientemente pero generosamente financiada por la Generalitat. Otro de los escándalos más de corrupción  moral y económica que no existen, porque se dan en la Cataluña del clan superior, en la que la autocritica sincera es tan escasa como en el 1984 de Orwell, año emblemático por cierto del pujolismo con su gran política de “Estado” ejemplificada en Banca Catalana.

Otra muestra más de la catadura moral del personaje y del intolerable cinismo con el que el discurso imperante de la izquierda trata la sexualidad. Se enmascaran tras el feminismo amparando la  monstruosidad de la prostitución femenina, y poco menos que celebrando la masculina, o incluso promocionando en cadenas como tv3 los “paraísos africanos” de reputados artistas, hoy adscritos al sindicato vertical del separatismo subvencionado.

Pero no perdamos el hilo, Josep María, vio como un maná monetario caía en manos del régimen, primero con ocasión de los Juegos Olímpicos y posteriormente con los fondos de cohesión de la Unión Europea. Y ni él, ni UGT querían perder comba. Vinieron los cursos de formación y largas colas se formaban en los centros de enseñanza del sindicato, por los que Josep María se dejaba caer con frecuencia, tanto por su buena situación, sobretodo los cercanos a las Ramblas, como por el buen comer de conocidos restaurantes aledaños. Donde no pocas veces se le pudo observar con otros “camaradas trabajadores” fumando puros y haciendo eses en las calles hablando a voz en grito. Después sus caminos se separaban y o bien se acercaba a un centro de formación de adultos, dónde se concentraban fornidos jóvenes búlgaros y rumanos contratados en la construcción o acudía directamente a bares más conocidos por la prostitución masculina que por sus especialidades culinarias. Otra muestra más de la catadura moral del personaje y del intolerable cinismo con el que el discurso imperante de la izquierda trata la sexualidad. Se enmascaran tras el feminismo amparando la  monstruosidad de la prostitución femenina, y poco menos que celebrando la masculina, o incluso promocionando en cadenas como tv3 los “paraísos africanos” de reputados artistas, hoy adscritos al sindicato vertical del separatismo subvencionado.

Igualmente aberrante es la excusa dada, la catalanofobia, ya olvidada por el señor Álvarez, para justificar su pírrica victoria, las fuertes críticas recibidas por altos cargos de UGT y su continuo apoyo al movimiento secesionista catalán. Recurrió al victimismo que tan buen resultado da por estos pagos, pero que a ojos del resto del mundo resulta ridículo. Incluso en un sindicato tan desnaturalizado como UGT. Poco a poco ha ido matizando,es decir retractándose, de su campaña de apoyo a la independencia y justificándose como que él está a favor del derecho a decidir como si fuera algo diferente.

Obviamente Álvarez, nunca ha tenido vergüenza charnega, ya que nada le liga a Cataluña. Una vez  ya se ha aprovechado de propios y extraños, y las prebendas ofrecidas por la Generalitat y sus distintos tentáculos corporativos han dejado de serle suficientes, es mejor desmarcarse, por la factura que pudiesen acarrear. Pues es seguro que este “proceso” acabará mal.

Y UGT como CCOO en su día, tras las fracasadas tentativas del gobierno de Zapatero para crear una  estructura parasindical, terminaron  por ser “instruidos” por Ángela Merkel, con quien si se reunieron  a diferencia de con Rajoy, para seguir el modelo instaurado por el socialdemócrata Schroeder, liquidador de los sindicatos de clase y de los derechos de los trabajadores públicos en Alemania. La Canciller les instruyó de cómo funcionaban las cosas ahora, de lo muy europeos que serían tras adoptar estas medidas, del apoyo que le brindaría Alemania, como motor de Europa y como nación, ya que tanto conservadores como socialdemócratas lo comparten, y del beneficio que obtendrían.

La inclusión de UGT como sindicato vertical del régimen catalanista

Cataluña ha sido una vez más, el laboratorio avanzado para la prueba de medidas neoliberales y es ya un hecho, la inclusión de UGT como sindicato vertical del régimen catalanista. No obstante, se me antoja un modelo más propio del tercer mundo que de una economía europea.

Pero en Cataluña suceden tantas cosas incompresibles e intolerables que el nacionalismo dominante impone e induce a pensar como única lógica, que la capacidad de sorpresa se va reduciendo a la mínimo expresión, pese a que sea una notoria, continua e intencionada forma de anular al otro.

El ahora más sonriente y populachero Pepe Álvarez parece que no deberá abandonar el cargo de asesor de Endesa, que ostenta desde la dirección de UGT-Cataluña.

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mayo 11th, 2016 by lasvoces

Redacción [Manuel I. Cabezas González: Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas; Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada; Departamento de Filología Francesa y Románica y Universidad Autónoma de Barcelona UAB]. – En enero de 2012, el que suscribe terminaba un texto sobre las universidades españolas a la boloñesa, donde analizaba algunos aspectos del “Real Decreto del 4+1” (octubre de 2007), con esta pregunta: Quo vadis, Hispana Universitas Bononiensis? Desde entonces, el ministro Wert hizo adoptar el “Real Decreto del 3+2” (febrero de 2015), que va a reemplazarlo en breve, para reorganizar (¿o, más bien, habría que hablar de desorganizar?), una vez más, los estudios universitarios españoles. Barcelona, 11 de mayo 2016. Fotografía: Imagen facilitada por el autor del contenido. lasvocesdelpueblo.

Con la LGE de 1970, la enseñanza superior en España quedó estructurada en tres  ciclos: el de las diplomaturas (3 años), el de las licenciaturas (5 años) y el del doctorado (un número variable de años).  Ahora bien, con la Declaración de Bolonia (1999), el diseño y la duración de los estudios superiores españoles empezaron a cambiar. Así, en 2010, se implantaron, sin ninguna oposición o protesta por parte de los profesores y de los estudiantes, los denominados planes del 4+1: cuatro años de “grado” y uno más de “máster”.

Cuando estaban a punto de abandonar la universidad española la primera hornada de los “graduados-masterizados” del 4+1, el ministro Wert volvió a las andadas y reformó lo reformado, proponiendo, en 2015, los planes del 3+2: tres años de “grad” y dos más de “máster”. Estos nuevos planes soliviantaron a las organizaciones estudiantiles. Sin embrago, dejaron indiferentes a los profesores universitarios, a los rectores, a los decanos y a la mayoría de los estudiantes, que no han dicho, hasta ahora, ni mu. Analicemos algunos aspectos del R. D. del 3+2, que alteran y degradan, aún más, la enseñanza universitaria.

Si estamos en el club de la U.E., el objetivo perseguido por la Declaración de Bolonia parece loable y pertinente: crear un único y homogéneo “espacio europeo de educación superior” (EEES). Con él se intenta facilitar la movilidad de estudiantes, de diplomados y de profesionales, así como el reconocimiento de los estudios totales o parciales realizados en cualquier universidad europea. Sin embargo, el proceso seguido y los modelos propuestos en España, así como la defensa de los mismos  por parte del Ministerio, merecen algunas acotaciones.

En primer lugar, si la declaración de Bolonia persigue la convergencia de las enseñanzas universitarias en un EEES, podemos y debemos preguntarnos por qué, en España, no se hicieron bien las cosas desde un principio. Si el modelo más generalizado en Europa era el 3+2 y, además, era el modelo preferido por los rectores españoles, ¿por qué se adoptó, en 2007, el modelo del 4+1? Este modelo tuvo que ser rectificado, en 2015, con el 3+2. No parecen razonables ni razonados ni lógicos estos bandazos de las autoridades educativas españolas, que disponen de todos los medios técnicos y humanos para hacer las cosas bien y desde el principio. O ¿acaso el cambio del 4+1 por el 3+2 obedece a otros imperativos, a los que nos referiremos infra? Llama también la atención la actitud de la Conferencia de Rectores (CRUE), que estaban por el 3+2 cuando se adoptó el 4+1. Y después, en 2015, cuando se quiere implantar el 3+2, piden al Ministerio una moratoria, mucho sentido común y mucha prudencia y cautela. Da la impresión que los Rectores tienen el “criterio de la veleta”. Y ¿qué puede pensarse de esas comisiones u organismos públicos (el Consejo de Universidades, la Conferencia General de Política Universitaria, etc.), que han dado el “placet” o “nihil obstat” a los sucesivos planes del Ministerio?

En segundo lugar, los planes del 4+1 y del 3+2 pueden hacernos creer que los estudios universitarios siguen durando 5 años como en las antiguas licenciaturas y que podría formularse la ecuación 5=4+1=3+2. Más bien, lo que sucede es todo lo contrario: con el modelo del 3+2, las antiguas “licenciaturas” (5 años) son transformadas en las antiguas “diplomaturas” (3 años). Así, los nuevos sumandos 3+2 no sólo alteran la formación universitaria sino que también la degradan aún más. Y esto es aún más grave al no existir unas funcionales pruebas de “selectividad” o de acceso a la universidad. Por eso, algunos califican a los “grados” de “bachilleratos avanzados”. Además, con los “grados” (3 años), los universitarios sólo adquirirán una “formación generalista y básica”, pero que les habilitará, según el R.D., para ejercer una profesión. Los másteres (de 1 o de 2 años), que proporcionan una “formación especializada”, no son necesarios ni obligatorios para ejercer una profesión. Escapan a esto algunos másteres: por ejemplo, el “Máster de Secundaria” —que no complementa los “grados” y que tiene sólo una función pedagógica— y los másteres de las llamadas “profesiones reguladas” (C. de la Salud, Arquitectura e Ingenierías), a las que, por cierto, no se les va a aplicar el modelo del 3+2.

En tercer lugar, si en las “profesiones reguladas” (30% de los estudios) no se aplicará el 3+2, ¿por qué sí se impondrá en todas las otras? Por ejemplo, las relacionadas con las Ciencias Humanas. Si no es razonable ni lógico poner la salud o la seguridad de los ciudadanos en manos de “graduados” en medicina o  arquitectura, creo que tampoco lo es poner la formación de los niños y de los jóvenes en manos de “graduados generalistas” que, según algunos, no están preparados para ejercer de profesores y que califican de “indocumentados”. Si es importante la salud y la seguridad de los ciudadanos, tan importante es asegurar que los niños y jóvenes adquieran los conocimientos instrumentales básicos (saber leer, redactar, expresarse y reflexionar, y tener espíritu crítico), así como conocimientos sobre las distintas ramas del saber, para que puedan ser ciudadanos con mayúsculas: ilustrados, responsables y armados para ejercer como tales.

En cuarto lugar y a pesar de las explicaciones del ministro Wert, los másteres no serán, en realidad, facultativos sino obligatorios. Para las organizaciones estudiantiles, los grados de tres años son un “engaño” y una “estafa”, que cercenarán la formación que deberían recibir en la universidad y que, por lo tanto, les brindarán menos oportunidades laborales, en un mundo cada vez más competitivo. Y esto les obligará, si disponen de recursos, a hacer un costoso máster, para alcanzar una formación especializada, funcional y competitiva. Según las malas o las buenas lenguas, los recortes en la enseñanza universitaria y los problemas de financiación de la misma han estado en el origen no sólo de las subidas de tasas sino también en la implantación del modelo del 3+2, que es claramente una subida encubierta de nuevas tasas.

En quinto lugar, la pareja Wert-Gomendio, que “filent le parfait amour” en París, han repetido hasta la saciedad el mantra de que los nuevos grados serán más baratos. Es evidente que, un año menos de tasas, de transporte, de manutención y de gastos varios, hacen forzosamente más barato un grado de 3 años que uno de 4. Además, han tenido la desfachatez de afirmar que los graduados empezarán a trabajar un año antes, olvidándose de que la tasa de paro de los jóvenes supera el 50% y además no trabajan en los sectores para los que se han formado. Por cierto, los grados serían aún más baratos si se redujesen a dos años o a uno o a ninguno o si se distribuyesen, sin haber dado un palo al agua, unos “grados de Maestros Ciruela”. En un país como España, esto casa mal con la necesidad de crear una “sociedad del conocimiento”, de provocar un “cambio de modelo productivo” y de dotarse de los profesionales para hacer frente a las necesidades de una sociedad como la nuestra, cada vez más compleja y exigente.

En sexto lugar, según Wert-Gomendio, el 3+2 no es un modelo cerrado. Habrá flexibilidad no sólo en el calendario de su implantación, sino también en la duración y el contenido de los grados o de los másteres. Esto va contra el espíritu de la Declaración de Bolonia: crear un espacio común y homogéneo de enseñanza superior. Con esta libertad o discrecionalidad por parte de las universidades no sólo no se va a converger en el EEES, sino que van a divergir las distintas universidades españolas.

Todo esto parece indicar que, con el 3+2, se deteriorará aún más la formación universitaria y, como correlato, se fragilizará y se hipotecará el futuro universitario, laboral, social y económico de los jóvenes españoles, egresados de las clases populares. Ante esto y si el ascensor social deja de funcionar, no es descabellado esperar lo peor, como sucedió con los disturbios, hace algún tiempo, en las “banlieues”  de las ciudades más importantes de Francia. El 15M y la ocupación del espacio municipal, autonómico y nacional pueden ponernos también la mosca detrás de la oreja. Y como siempre, tanto los profesores universitarios (excepto algunos, que han puesto el dedo en algunas de las llagas del 4+1 o del 3+2) como los rectores, los decanos y la mayoría de los estudiantes no se han atrevido a decir, hasta ahora, esta boca es mía. Por eso, como en 2012, vuelvo a preguntar a la universidad española del s. XXI: Quo vadis, Hispana Universitas Bononiensis?

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